El Bosco es claramente uno de los pintores más sugerentes de
la Historia del Arte, que no sólo cautivó, sino que obsesionó a Felipe II.
La particular fijación del rey por el pintor flamenco es
tanto más extraña cuanto que se sabe que el artista fue un gran heterodoxo que
dejó en sus pinturas inquietantes referencias ocultas.
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El jardín de las delicias |
Sus enigmáticos pinturas
Jheronimus Bosch (Jeroen van Aeken), conocido como El
Bosco
(h.1450 - 1516), no fechó ninguno de sus cuadros y sólo firmó algunos.
La inspiración
fundamental de la obra de El Bosco son ideas extraídas de las Sagradas
Escrituras, pero siempre desde una óptica muy personal. En sus cuadros pinta un
gran número de elementos imaginarios y simbólicos moralizantes, pero teñidos de
ironía.
Sus cuadros los protagoniza la Humanidad pecadora que por
tal es condenada al infierno. Sin embargo, el pintor siempre parece sugerir en
ellos una vía de escape para redimirse.
En sus obras abunda el sarcasmo, lo grotesco y una
imaginería onírica repleta de creencias en brujería, alquimia, magia y escenas
apocalípticas muy al gusto de la creencia medial, pero anticipando el humanismo
del Renacimiento. Pero
su obra también está repleta de enigmas y de referencias ocultas.
¿Fue El Bosco un hereje?
Muchos estudios sobre El Bosco sugieren que este profesaba
creencias heterodoxas desde el punto de vista del catolicismo de la época y de
las que, además, dejó constancia en sus pinturas.
Una de estas, pudiera tal vez encontrarse en su «Ascensión de los heridos al
Paraíso celestial». En ella podría estar tratado el tema de las personas que
han estado muertas y han regresado a la vida.
Los expertos consideran que se trata de la visión de un túnel en cuyo final se
encuentra una luz blanca. Quizás una experiencia del propio Bosco que podría
haber llegado a la conclusión de que existía un conocimiento espiritual que
chocaba con el oficial y que permitía a sus poseedores escapar de las
crueldades de este mundo.
En “El jardín de las delicias”, en la tabla intermedia, El
Bosco no sólo retrata las delicias que pueden llevarnos al infierno, sino la
existencia de un modo de eludir tan terrible destino. En la base del cuadro se
percibe una vía de salida del mundo que conduciría a una nueva realidad. A su lado,
para que no quepa ninguna duda, aparece el rostro del propio artista.
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El carro de heno |
La misma idea “herética” podemos contemplarla en «La adoración de los magos»,
donde una vez más, El Bosco ironiza con la versión oficial de la Iglesia.
¿De donde le podrían venir a El Bosco estas ideas?.
En 1486 ingresó en la "Illustre Lieve Vrouwe Broederschap"
("Ilustre Hermandad de Nuestra Señora"), corporación de gran
prestigio e influencia a la que pertenecía su esposa. Esta cofradía era una
asociación de laicos dedicados al culto de la Virgen y a obras de caridad, y
también se involucraba en representaciones sagradas.
El Bosco parece enmarcarse así en una corriente mística
prerreformista difundida en los Países Bajos por el predicador
Gerardo Grote,
a quien se considera iniciador de la
Devotio moderna, corriente en la que con
probabilidad se movía la citada confraternidad.
También algunos
investigadores han planteado la posibilidad de que El Bosco pudiera haber
estado vinculado a la corriente herética de los Adamitas. Una secta cuyo origen
algunos fechan en el segundo siglo de nuestra era y que se mostraba a favor de
la desnudez del cuerpo y de la práctica del sexo de forma absolutamente libre,
por lo que ya de antiguo habría traído de cabeza a la iglesia católica.
A la caza y captura de sus cuadros
No se sabe nada
cierto sobre lo que inspiró a El Bosco para sus conocimientos secretos y su
crítica social, pero lo cierto es que muy bien pudo haberlo sabido el rey
Felipe II.
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La adoración de los Magos |
Tal vez por eso,
durante los 53 días que duró la agonía del monarca en el Monasterio de El
Escorial, no sólo llenó su habitación de reliquias de santos mártires, sino
también de todos los cuadros de El Bosco que pudo reunir y que adquirió poco
tiempo después de la muerte del pintor allá donde pudo encontrarlos, haciendo
copiar algunas que no consiguió.
Quizá, se dice, aquel
rey tan poderoso tuviera terror a morir porque a lo mejor no se hallaba en paz
consigo mismo y con Dios., de ahí su resistencia a nacer a la otra vida y que
por ello buscaba y miraba sin cesar los cuadros de El Bosco aludiendo al
infierno y tenía necesidad constante de oraciones y lecturas.
El
dato no deja de ser curioso por cuanto que el análisis de sus obras ponen de
manifiesto el carácter abiertamente iniciático del pintor flamenco. Por
ello, que Felipe II coleccionara con fruición sus cuadros constituye una
auténtica ironía: el monarca que celebró como el día más feliz de su vida aquel
en que fueron asesinados en Francia decenas de miles de protestantes, era un
fiel admirador de la obra de un hereje.
De este artista el museo de El Prado conserva sus tres obras maestras:
los trípticos de El jardín de las delicias, El carro de heno y la
Adoración de los Magos, procedentes
de la colección personal de Felipe II.
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