Doña
Juana I, reina de España, es una figura que permaneció en el olvido durante siglos, a pesar de
haber sido uno de los monarcas españoles que más tiempo ciñó la corona.
Fueron
los literatos y artistas plásticos del romanticismo los que resucitaron su
figura en el siglo XIX a partir de lo que se consideró un dato cierto: su
locura de amor.
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Juana I |
Parecidos poco razonables
Hasta
Carlos I, y sobre todo hasta Felipe II, los palacios de la monarquía española
carecían casi por completo de cuadros o esculturas, a excepción de algunos de
temática religiosa. No había tradición ni gusto por el retrato. Sí abundaban
por el contrario los tapices. Éstos se enrollaban y con suma facilidad se
transportaban de un lugar a otro y llenaban de colorido, y no sólo desde el
punto de vista estético, las frías paredes de los caserones reales.
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Margarita de Austria |
Por ello, en la Corte de los Reyes Católicos no abundaban
los retratistas, pero en un determinado momento se decidió la contratación de
especialistas como Juan de Flandes y Sittow, para tal fin. Impúsose así el
modelo flamenco.
Sin embargo, en ese época no se trataba tanto de ser fiel a
la imagen real de la persona en cuestión a retratar como de reflejar
simbólicamente lo que representaban, haciendose solo una aproximación a sus
rasgos.
Así, con relación a la reina Juana I se ha puesto
en duda la fidelidad a la fisonomía del personaje por las divergencias en el
rostro con los distintos retratos identificados como la reina Juana.
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Díptico de Juana y su esposo Felipe
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Parece haber cierta semejanza entre las diferentes réplicas
conservadas en la colección del Duque del Infantado de Sevilla y el museo
Kunsthistorisches de Viena, lo cual en cierto modo puede garantizar su identidad, más aún si se tiene
en cuenta que el del museo vienés tiene en su parte inferior una inscripción
con su nombre.
También parece ser que puede tener un claro parecido el
retrato de cuerpo entero que ocupa, junto al de su marido Felipe el Hermoso,
las puertas del tríptico de Zierikzee, en la actualidad en el Museo Real de
Bellas Artes de Bruselas, que quizás pueda ser el punto de partida de las
versiones en busto. Sin embargo, las diferentes versiones del mismo retrato
pudieran ser versiones de un original perdido.
Llama la atención los parecidos de las distintas
representaciones de la época sobre distintas personas pero con una semejanza
más que sospechosa. Esto podía obedecer a que sobre una misma pose se podían
luego hacer aproximaciones a los distintos personajes a los que se quería
retratar. Sobre este particular cabe mencionar el parecido que existe entre la
reina Juana en su conocido cuadro con toca negra y vestido rojo y el de su cuñada
Margarita de Austria. Igualmente, el curioso parecido entre el cuadro que
representa a una joven Infanta Juana y a su hermana Catalina.
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Infanta Juana |
Un
rostro inventado
Una vez
recluida en Toredesillas, doña Juana pronto desapareció de la memoria de sus
súbditos, si exceptuamos el episodio de los comuneros, rápidamente apagado.
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Infanta Catalina |
Nadie
clamó por su presencia, nadie la echó de menos en casi cincuenta años de reclusión. El palacio-cárcel que su padre habilitó para encerrarla
cumplió a la perfección su cometido. Si nadie veía a la reina, si nadie podía
acercarse a su persona, era fácil conseguir que el olvido se extendiera sobre
su figura. Su hijo Carlos I ejercía de hecho y de derecho como rey, por lo
tanto no se echaba de menos a doña Juana.
Por eso no existen retratos
suyos después de su encierro en 1509. Todos los cuadros que se hicieron con
posterioridad, sobre todo procedentes de la época del Romanticismo que
encontraron un filón con la tan traída y llevada, y sobre todo supuesta, “locura
de amor” de la reina por su esposo, son pura invención de los distintos autores.
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