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EL NÚMERO PI: UN VIAJE A TRAVÉS DE LA ETERNIDAD MATEMÁTICA

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 El número π (pi) es uno de los conceptos matemáticos más enigmáticos y fascinantes que existen. Este número irracional ha cautivado a matemáticos, científicos y filósofos durante milenios, ya que representa no solo una constante matemática fundamental, sino también un símbolo de los misterios del universo y la naturaleza misma de las matemáticas.  ¿Qué es el número Pi? Pi es la relación entre la circunferencia de un círculo y su diámetro. Esto significa que, sin importar el tamaño del círculo, la longitud de la circunferencia siempre es aproximadamente 3,14159 veces el diámetro. Esta relación se simboliza con la letra griega π y se conoce desde la antigüedad, aunque su precisión y comprensión han avanzado a lo largo de los siglos. El número Pi es un número irracional , lo que significa que no puede expresarse exactamente como una fracción simple. Además, su expansión decimal es infinita y no periódica , es decir, sus dígitos no siguen ningún patrón repetitivo, lo que añade una capa d

LA "CONTRAARMADA" INGLESA DE 1589: EL SILENCIADO DESASTRE DESPUÉS DE LA "ARMADA INVENCIBLE"

  1. En 1589, un año después de la derrota de la “Armada Invencible”, Isabel I de Inglaterra manda invadir la Península Ibérica con la “Invencible Inglesa” (o Contraarmada) con la intención de acabar con los restos de la flota  española para arrebatar a España el control de las rutas comerciales hacia el Nuevo Mundo.
  1. Si a la derrota de la “Invencible” se le han dedicado ríos de tinta, el mayor desastre naval inglés se ha ocultado celosamente durante siglos, pero su responsable, Sir Francis Drake, cayó en desgracia.


Francis Drake
Objetivo: inutilizar a la “Invencible”

La intención de Isabel I con esta fuerza naval de invasión, “la Contraarmada”, era la de aprovechar la ventaja estratégica obtenida sobre España tras el fracaso de la “Armada Invencible”, enviada por Felipe II contra Inglaterra el año anterior.

El objetivo prioritario inglés era acabar de destruir el grueso de los restos de la “Armada Invencible” (Grande y Felicísima Armada), que se encontraban en reparación mayoritariamente en Santander, para obligar a Felipe II a aceptar los términos de paz que Inglaterra impusiese, y de esta forma, arrebatar a España el control de las rutas comerciales hacia el Nuevo Mundo.




Por otra parte, también se pretendía tomar Lisboa y entronizar a Antonio de Crato, que viajaba con la expedición, para hacer fuerza y quitar la corona portuguesa a Felipe II.

Antonio de Crato era hijo natural del infante Luis de Portugal, hijo a su vez de Manuel I “el Afortunado” y de María de Aragón, hija de los Reyes Católicos, quien rivalizaba con su primo Felipe II por la corona lusa tras la muerte del rey Enrique, último representante de la Casa de Avis. Antonio consiguió ser proclamado rey con el apoyo del pueblo, pero la clase dirigente apoyó la pretensión de Felipe II de España, quien mandó un ejército para luchar contra los partidarios de Antonio. Dos meses después de su proclamación sufrió una contundente derrota en la Batalla de Alcántara dejando a Felipe II vía libre para reclamar la corona lusa.

Para asegurarse la ayuda y el apoyo de Isabel I, Crato, firmó una cláusulas secretas donde  le ofrecía a la reina inglesa cinco millones de ducados de oro y un tributo anual de 300.000 ducados, la entrega de los principales castillos portugueses, y mantener a la guarnición inglesa a costa de Portugal. Asimismo prometía darle quince pagas a la infantería inglesa y permitir que Lisboa fuera saqueada durante doce días, siempre que se respetasen las haciendas y vidas de los portugueses, y se limitase el saqueo a la población y hacienda de los españoles. Además, se daba vía libre para que Inglaterra penetrara en Brasil y en el resto de las posesiones coloniales portuguesas.

Este acuerdo convertía, de hecho, a Portugal en un vasallo de Inglaterra ofreciéndole, además, a la reina británica la posibilidad de tener su propio imperio en Ultramar.

Por último, la misión de la “Contrarmada” era la tomar las islas Azores para que Inglaterra tuviera una base permanente en el Atlántico desde la que atacar los convoyes españoles procedentes de
América. 

Isabel I de Inglaterra
¿Errores tácticos de la “Contraarmada” o ambición de Drake?

La expedición inglesa, que basó su estrategia fundamentalmente en ataques por sorpresa,  fue financiada con 80.000 libras de las cuales un cuarto lo pagó la reina, un octavo el gobierno holandés y el resto varios nobles, mercaderes, navieros y gremios. Todos ellos esperaban no ya recuperar lo invertido, sino obtener grandes beneficios.

Quizá el punto más controvertido de  la expedición de la “Contraarmada  Invencible” Inglesa fue la decisión de otorgar el mando de la escuadra a Sir Francis Drake. Muchos de sus compañeros no le consideraban el adecuado para mandar una gran expedición naval (los hechos posteriores los demostrarían), y aunque si bien Drake había obtenido notables éxitos actuando como corsario y pirata, habían criticado duramente su actitud durante la campaña de la “Invencible” española el año anterior, aunque Drake finalmente consiguió atribuirse todo el mérito de la derrota española, mérito, por cierto, de todo punto más que dudoso para muchos historiadores.

En total la flota inglesa contó con entre 170 y 200 naves como galeones reales, buques mercantes, urcas holandesas, pinazas, barcazas y lanchas  (la “Armada Invencible” estuvo compuesta por entre 121 y 137 barcos) y unos 27. 667 combatientes (tropas de tierra y navales) que partieron del puerto de Plymouth el  13 de abril de 1589. 

Como primera táctica, Drake dividió su flota en 5 escuadrones. Pero desde el primer momento todo falló. Antes de avistar la costa española ya habían desertado una veintena de pequeñas embarcaciones, con un total de unos 2.000 hombres. Posteriormente, sin saber a ciencia cierta cuales fueron sus motivos, quizá el rumor de que en La Coruña se custodiaba un fabulosos tesoro valorado en millones de ducados, cosa que no era cierta, Drake se negó a atacar Santander, como se le había ordenado, alegando vientos desfavorables y el temor a verse cercado por la flota española en el Golfo de Vizcaya o a embarrancar en el Cantábrico, y puso rumbo a la ciudad gallega para saquearla.  

Drake llegó a La Coruña el 4 de mayo poniendo en guardia tanto a las defensas de la ciudad, bastante deficiente (sólo unos 1.500 hombres, dos galeras y un galeoncete), como a la población civil que se dispuso a ayudar a la defensa en todo lo que fuese necesario, lo cual resultaría decisivo.

Felipe II
Al día siguiente desembarcaron en tierra unos 8.000 ingleses que durante las siguientes quince jornadas, bajo mando de John Norris, atacaron la parte baja de la ciudad que tomaron sin demasiada dificultad matando a unos 500 españoles, entre los cuales se contaron numerosos civiles. Tras esto, los hombres de Norris se lanzaron a por la parte alta de la villa, pero esta vez se estrellaron contra las murallas españolas. Apostados tras ellas, la guarnición y la población civil se defendió con total determinación del ataque inglés que terminó matando a cerca de 1.000 asaltantes.

Los héroes y heroinas de La Coruña

Durante esta acción muchas mujeres tomaron las armas de los hombres muertos o heridos, distinguiendo las crónicas de la época a dos de ellas como auténticas heroínas: María Pita e Inés de Ben. La primera, dice la leyenda, habiendo caído su marido en los combates, se fue derecha hacia un soldado inglés que arengaba a sus tropas al pie de las murallas y lo atravesó con una pica, arrebatándole además el estandarte, lo que provocó el derrumbe definitivo de la moral de los atacantes. María Pita fue nombrada por Felipe II alférez perpetuo.

Finalmente, y ante la noticia de la llegada de refuerzos terrestres, las tropas inglesas abandonaron la pretensión de tomar la ciudad y se retiraron para reembarcar el 18 de mayo habiendo dejado tras de sí unos 1.000 muertos españoles, y habiendo perdido por su parte unos 1.300 hombres, además de entre 2 y 3 buques y 4 barcazas de desembarco, todos ellos hundidos por los cañones del fuerte y los barcos españoles.

El inesperado rechazo en La Coruña contribuyó al decaimiento de la moral y al aumento de la indisciplina entre los ingleses. Tras hacerse a la mar, otros diez buques de pequeño tamaño con unos 1.000 hombres a bordo decidieron desertar y tomaron rumbo a Inglaterra.

El resto de la flota puso rumbo a Lisboa  para provocar el levantamiento portugués contra los españoles ya que la aristocracia portuguesa había aceptado a Felipe II como rey de Portugal en 1580, quedando el país anexionado al Imperio Español

Durante veinte días (del 26 de mayo al 16 de junio) el ejército inglés comandado por Norreys, compuesto por unos 10.000 hombres, trató de llegar a Lisboa, pero lo cierto es que en el camino siguieron siendo diezmados por los constantes ataques de las partidas hispano-portuguesas, que les causaron cientos de bajas. Por otro lado, la esperada adhesión de la población portuguesa no se produjo nunca. Al llegar los ingleses a Lisboa, tras haber recorrido 75 kilómetros infernales, su situación era dramática porque carecían de medios para forzar su entrada en la capital. Les faltaban pólvora y municiones, no tenían caballos ni cañones suficientes y se les habían agotado los alimentos.

María Pita
Además les esperaba otra sorpresa en el puerto lisboeta, en él fondeaban unos 40 barcos de vela bajo mando Matías de Alburquerque y las 18 galeras de la Escuadra de Portugal, bajo mando de Alonso de Bazán  preparadas para el combate.

Las galeras de Bazán atacaron a las fuerzas terrestres inglesas desde la ribera del Tajo causándoles numerosas bajas.  Durante los combates, la pasividad de Drake que no se decidía a entrar en batalla provocó un aluvión de reproches por parte de Norreys y Crato que lo acusaron de cobardía. Drake alegaba que no tenía posibilidades de entrar en Lisboa debido a las fuertes defensas y al mal estado de su tripulación.

Lo cierto es que, sea como fuere, mientras las tropas terrestres llevaban todo el peso de la batalla, el almirante inglés se mantenía a la expectativa, bien porque realmente no pudiese hacer nada, bien porque, como argumentan algunos historiadores, estuviese esperando el momento adecuado para entrar en batalla cuando la victoria fuese segura y recoger los laureles.

El coste de una derrota histórica silenciada

El 11 de junio entraban en Lisboa refuerzos para España con otras 9 galeras y 1.000 soldados al mando de Martín de Padilla, lo que fue definitivo en la batalla, y el 16 de junio, siendo ya insostenible la situación del ejército inglés, Norreys ordenó la retirada.

Inmediatamente se ordenó a las tropas hispano-lusas, con Martín de Padilla a la cabeza, salir en persecución de los ingleses que se habían adentrado en el Atlántico.

Debido a la imposibilidad de defenderse o huir, los barcos ingleses atacados sufrieron un terrible castigo, siendo finalmente apresados 4 buques de entre 300 y 500 toneladas, un patache de 60 toneladas y una lancha de 20 remos. Durante aquellos durísimos ataques murieron unos 570 ingleses, y unos 130 fueron hechos prisioneros. Por su parte, los españoles solo lamentaron 2 muertos y 10 heridos.

Drake, que había sido un mero testigo de este último ataque español puso rumbo entonces a las islas Azores, para tratar de conseguir el último de los objetivos acordados al planearse la expedición, pero fueron rechazados sin grandes dificultades por las tropas ibéricas destacadas en el archipiélago.

Antonio Crato
A finales de junio, la flota inglesa navegaba dispersa y en retirada por el Cantábrico camino de Inglaterra. 

La operación acabó en una total derrota sin precedentes para los ingleses y constituyó un rotundo fracaso.

A raíz de este desastre, el que había sido hasta entonces héroe popular en Inglaterra, Sir Francis Drake, que arribó a Plymouth el 10 de julio con las manos vacías, habiendo perdido a más de la mitad de sus hombres y numerosas embarcaciones, y habiendo fracasado absolutamente en todos los objetivos de la expedición, cayó en desgracia.

Aparte de perder la oportunidad de aprovechar el que la Armada española estaba en horas bajas, los costes de la expedición agotaron el tesoro real de Isabel I cuyas pérdidas superaron las 160.000 libras.

Ante la magnitud del desastre, las autoridades inglesas nombraron una comisión para tratar de esclarecer las causas de la derrota, pero finalmente se decidió silenciar la derrota por conveniencias políticas y propagandísticas de tal forma que poco o nada se ha sabido durante siglos.

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