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CRISTIANOS EN ORIENTE: RESILENCIA EN ESTADO PURO

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El cristianismo en Oriente Próximo, Oriente Medio y Extremo Oriente tiene una larga y rica historia que se remonta a los primeros siglos de la era cristiana. A pesar de ser la cuna de esta fe, la presencia de los cristianos en estas regiones ha disminuido considerablemente con el tiempo debido a las migraciones, la persecución, la guerra y la inestabilidad política. Aun así, las comunidades cristianas en estas áreas mantienen una importante relevancia cultural y religiosa, aunque enfrentan desafíos significativos en su lucha por la supervivencia. El Cristianismo en Oriente Próximo y Medio: Cuna de la Fe El Oriente Próximo es el lugar donde surgió el cristianismo, una región que abarca los actuales territorios de Israel, Palestina, Líbano, Siria, Jordania, Egipto e Irak. Esta zona fue testigo de la vida de Jesús y de los primeros apóstoles, siendo Jerusalén, Antioquía y Alejandría importantes centros del cristianismo temprano. 1. Las Comunidades Cristianas Históricas Iglesia Ortodoxa Co...

AÑO MÁS LARGO DE LA HISTORIA

Las culturas más antiguas utilizaban el calendario lunar para medir el tiempo.

Pero sería en el Antiguo Egipto, a principios del tercer milenio a.C. cuando aparece, según todos los indicio, el primer calendario solar.

Calendario lunar y solar

Un calendario lunar es la forma de calcular los años no según los ciclos del sol, como el calendario occidental, sino según los de la luna.

El comienzo del mes lunar es un punto arbitrario que varía según la cultura; así, por ejemplo, el calendario chino considera a la luna nueva (es decir, al primer día en que la luna no se ve en el cielo) como el comienzo del mes, mientras que otros calendarios lunares y lunisolares toman como primer día del mes a la primera luna creciente.

Los calendarios estrictamente lunares son los que consideran un año por cada doce meses lunares, como el calendario musulmán o el inca.

Sin embargo, la mayoría de las culturas tuvieron y tienen un calendario lunisolar, es decir, calendarios que no solo tienen en cuenta los ciclos de la luna, sino también los del sol, que determinan las estaciones. Como suele haber doce meses lunares no coinciden con los años solares, cada tanto hay un año solar con trece lunas; los calendarios lunisolares, a pesar de guiarse según los meses de la luna, añaden cuando corresponde un mes al año, que se intercala, para que el comienzo del nuevo año solar tenga doce lunas. El calendario judío, el chino y el hindú son lunisolares. En la cultura occidental cristiana, si bien el calendario es solar para la mayoría de los efectos prácticos, ciertas fechas (como la pascua) se fijan según un calendario lunisolar.

No obstante, es en el Antiguo Egipto donde se tiene constancia histórica de la utilización del calendario solar. Los egipcios necesitaban predecir con exactitud el momento del inicio de la crecida del río Nilo, que tiene una periodicidad anual, acontecimiento fundamental en una sociedad que vivía de la agricultura. Su calendario solar tenía un año de 365 días, dividido en tres estaciones, meses de 30 días y decanos de diez días.

El calendario juliano y gregoriano

Los pueblos romanos primitivos tenían diferentes calendarios lunares, cada uno con su propio número de meses, su propia duración del año y de los meses. Los había que tenían  un calendario de 10 meses, de 18 a 36 días cada mes; otros de 374 días distribuido en 13 meses; y también los que tenían meses basados en la luna llena. Pero ningún calendario romano contaba las semanas.

Finalmente se acordó usar un calendario común de 304 días distribuidos en 10 meses (6 meses de 30 días y 4 de 31 días). Pero éste tenía desfases de tiempo y los pontífices paganos lo reajustaban anualmente en el último mes. Los reajustes se hacían con criterios políticos, pero no astronómicos. Los meses iban desde marzo hasta febrero.

Los reajustes no evitaron el desfase de tiempo y así por ejemplo el invierno coincidía con el otoño astronómico. Julio César terminó con el desfase ordenando una reforma en el calendario romano.

El nuevo calendario se implantó en el año 46 a.C. con el nombre de «Julius» y mucho después de «Juliano», en honor a Julio César.

Se acordó que todos los años constaran de 365 días, y cada cuatro años se contarían 366. Estos años se llamarían «años bisiestos», porque en ellos añadían un 24 de febrero. Según el cómputo del tiempo, el 24 de febrero se llamaba «día sexto» antes de las kalendas de marzo (ante diem sextum kalendas martias), de manera que el 24 de febrero repetido se llamaría «bis sextum» (de ahí la palabra «bisiesto»).

Pero los pontífices romanos consideraron el año bisiesto cada tres años ordinarios, en vez de cada cuatro. Tiempo después, se dieron cuenta del desfase provocado corrigiéndose en el 8 d. C. por orden de César Augusto, quién ordenó excluir el día adicional de cada año bisiesto, durante 36 años, es decir, hasta el año 44 d. C.

Así pues, el calendario juliano consideraba que el año trópico (el tiempo que tarda el sol en dar una vuelta completa) estaba constituido por 365,25 días. Más tarde se supo que la cifra correcta es de 365,242189, es decir, 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,16 segundos por lo que esos más de 11 minutos contados adicionalmente a cada año supondrían que en los 1257 años que mediaban entre 325 y 1582, se acumuló un error de aproximadamente 10 días, lo cual se corrigió con el calendario gregoriano.

El calendario gregoriano es el que actualmente es utilizado de manera oficial en casi todo el mundo. Así denominado por ser su promotor el Papa Gregorio XIII (por medio de la bula Inter Gravissimas) y vino a sustituir en 1582 al calendario juliano.

El año con más días

Habría de ser, pues, únicamente, ese año 46 a.C., en el que se implantó el calendario juliano, el año más largo de la historia al contabilizarse 455 días en vez de los 365 normales, para corregir los desfases del calendario anterior (el egipcio).

Se le llamó «el último año de la confusión». Para ello, se agregaron dos meses extra, entre noviembre y diciembre, uno de 33 días y otro de 34, además del mes intercalado en febrero con 23 días.


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