El monumental complejo fue erigido por el monarca para conmemorar la victoria de la batalla de San Quintín frente a las tropas francesas. Pero, al mismo tiempo, según algunos autores, posee una segunda lectura de corte hermético.
Al igual que otros muchos personajes de su tiempo, tanto Felipe II como los arquitectos del monasterio escurialense, se mostraron profundamente interesados por doctrinas y disciplinas como la astrología, la alquimia o la cábala y así lo reflejaron en la megalítica obra.
En el pasado más remoto, los sacerdotes utilizaron las extraordinarias capacidades de algunos miembros de sus tribus para consultar a sus dioses cuál era el lugar más idóneo para construir sus santuarios. Desde entonces, una serie de personajes de especial sensibilidad o forzada ésta mediante cualquier procedimiento han sido capaces de hacer lo mismo y, curiosamente, han decidido que los lugares adecuados coincidían con los hallados por sus predecesores. A partir de este momento, las distintas religiones han adaptado el carácter sagrado de esos lugares en función de sus creencias e intereses.
La idea de su construcción del monasterio de El Escorial, parece ser, fue de Carlos V, quien ordenó a su hijo Felipe II realizarla. Sin embargo, la implicación personal de un monarca cuya personalidad nos es desconocida en muchos aspectos, su apuesta personal por realizar una obra que fuera compendio de todos cuantos saberes se habían alcanzado hasta el momento, y el emplazamiento elegido hace que este edificio sea un auténtico Lugar de Poder.
"... mandó buscar sitio conveniente para la grandeza que en su real pecho tenía concebida, poniendo en ello hombres sabios filósofos y arquitectos y canteros experimentados en el arte de edificar, para examinar en el dicho sitio la sanidad, la abundancia de aguas y aires y los pastos naturales del sitio, conforme a la doctrina de Vitrubio,... anduvieron por muchas partes, especialmente por el Real de Manzanares, andando por los valles, altos y llanos de una parte a otra, y no hallaron cosa que les contentase. Después vinieron al lugar de la Fresneda... desde la Alberquilla volvieron el rostro hacia el norte, y se fueron por la raíz del monte donde hallaron una muy principal fuente que tenía dos veneros que se llamaba la fuente de Blasco Sancho, junto a un cerrito donde pasa el camino que va a San Juan de Malagón, hermita bien conoscida de toda la tierra, y hallaron el puesto cual ellos buscaban en las condiciones y cualidades necesarias." (Fray José de Sigüenza. Fundación del Monasterio de El Escorial por Felipe II.).
En su interior podemos ver las obras más impresionantes de grandes pintores y escultores de la época; alberga más de 13.000 reliquias y una biblioteca única en el mundo. Los expertos afirman que es una réplica del antiguo Templo de Salomón.
Un edificio “hermético”
Ubicado a 45 kilómetros de Madrid, el monasterio de San Lorenzo de El Escorial ha pasado a la historia como uno de los símbolos más característicos de Felipe II.
Las obras del monasterio comenzaron el 23 de abril de 1563 bajo la supervisión de Juan Bautista de Toledo, quien las dirigió hasta su muerte cuatro años después. Este primer arquitecto de El Escorial estuvo muy interesado en el hermetismo y, de hecho, entre los libros que poseía al morir, y que pasaron a la biblioteca escurialense por orden del rey, más de un tercio estaban dedicados a esta cuestión.
El arquitecto que le sucedió, Juan de Herrera, ayudante oficial desde 1563 del primer arquitecto escurialense, fue un hombre muy culto que dominaba las matemáticas y, evidentemente, la arquitectura, pero también hablaba latín, poseía vastos conocimientos de ingeniería, mecánica y astronomía, y estaba muy interesado en la metalurgia y la creación de máquinas de guerra.
Pero, además de estas disciplinas, el arquitecto conocía a fondo otras menos ortodoxas y buena prueba de ello son, de nuevo, los libros que formaban su biblioteca. Entre la lista de tratados que se elaboró después de su muerte en 1597, había más volúmenes sobre cuestiones herméticas que sobre disciplinas afines a su trabajo. Además de tratados atribuidos a Hermes Trismegisto. Herrera contaba con obras de Porfirio, Plotino, Ficino, Paracelso o John Dee, por nombrar sólo algunos ejemplos.
Pero no sólo Juan de Herrera se interesó por estas disciplinas. El propio monarca también mostró una enorme atracción hacia algunas de las materias que fascinaban a su protegido. Se sabe, por ejemplo, que el rey contó con varios horóscopos, e incluso tuvo uno oficial, llamado Prognosticon, realizado por Matías Haco Sumbergense. Un horóscopo que el monarca mandó encuadernar en terciopelo negro y del que no se separó el resto de su vida. No obstante, esta práctica era común entre las personalidades de la época, e incluso su esposa María Tudor reclamaba a menudo los servicios del célebre mago John Dee.
La influencia “hermética” en su construcción
Evidentemente, según aseguran algunos estudiosos del tema, las ideas herméticas de los arquitectos de El Escorial y del propio rey Felipe II influyeron en el aspecto final del monasterio.
Como en buena parte de los templos cristianos, el monasterio está orientado siguiendo el eje Este-Oeste, aunque con una peculiaridad: está ligeramente desviado, de tal forma que su fachada Oeste se alinea a la perfección con la puesta de sol del día 10 de agosto, fecha de la victoria de San Quintín y festividad de San Lorenzo.
Pero la vinculación del monasterio con la esfera celeste va más allá. Todo indica que las ceremonias de colocación de las primeras piedras de la obra –la del conjunto y la de la iglesia propiamente dicha– se realizaron en momentos favorables según los pronósticos astrológicos.
La colocación de la primera piedra de la iglesia, por ejemplo, se realizó el 20 de agosto de 1563, día de San Bernardo, una jornada en la que Júpiter y Saturno estaban en conjunción con Cáncer, una disposición de los astros que el Prognosticon de Matías Haco señalaba como benéfica para el monarca.
Pero los horóscopos de las “inauguraciones” del monasterio no serían los únicos elementos herméticos de El Escorial. Los frescos de la biblioteca también constituirían un magnífico ejemplo de la fusión entre ortodoxia católica y tradición hermética.
La Biblioteca
Diseñada por Herrera, la biblioteca consiste en una estancia rectangular de cincuenta y cuatro metros de largo por nueve de ancho y diez de altura. Sus fondos están compuestos por más de 45.000 volúmenes dedicados a las más variadas temáticas.
Se trata, en definitiva, de la segunda biblioteca renacentista más importantes del mundo, tras la vaticana.
La sala rectangular está cubierta por una bóveda decorada con las enseñanzas de la época, el Trivium y el Quadrivium, mediante siete artes liberales que personifican a la Retórica, Lógica, Gramática, Aritmética, Geometría, Astronomía y Dialéctica. También están representadas en la bóveda la Teología y la Filosofía.
Además hay otros frescos, catorce episodios relacionados con las artes liberales. Para estudiosos como el historiador del arte e hispanista británico René Taylor, autor de una monografía sobre las influencias herméticas en El Escorial, las pinturas de Tibaldi son un “intento de reconciliar la ortodoxia cristiana y la ciencia hermética”. También hace un exhaustivo repaso por las obras “herméticas” de la biblioteca, tanto las de Herrera como las adquiridas por el monarca ("Los Libros Herméticos de Juan de Herrera y Felipe II").
Así, las pinturas tendrían dos lecturas: la evidente y la sugerida de forma velada.
De este modo, por medio de temas mitológicos y bíblicos como los de Hércules Gaélico, David exorcizando a Saúl, Orfeo y Euridice o Daniel instruido por los magos caldeos, Herrera habría transmitido distintos mensajes de carácter hermético relacionados con el neoplatonismo, la cábala o el neopitagorismo.
En la época de su construcción se encomendó el cuidado y gestión de la biblioteca al heterodoxo Benito Arias Montano, ayudado por Fray Juan de San Jerónimo y el padre José de Sigüenza, luego nombrado bibliotecario.
Benito Arias Montano, tiene libros tan importantes como las Cantigas a Santa María, El Lapidario y El Libro de los Juegos, de Alfonso X, procedentes de la Cámara Regia de los Reyes de Castilla; las misteriosas obras de otro heterodoxo, Raimundo Lulio; 139 libros prohibidos por la Inquisición; 206 donados por Montano, incluyendo 72 manuscritos hebreos –10.000 volúmenes aproximadamente–.
En 1609 se incorporaron 4.000 manuscritos árabes pertenecientes al Sultán Muley Zidán, capturados por Pedro de Lara en las costas de Berbería. Casi 4.000 se quemaron en 1671, muchos otros fueron víctimas de la invasión napoleónica y la guerra civil. Hoy día se conservan varios de incalculable valor, como los códices mozárabes Albendense y Emilianense, del siglo X; los Comentarios de San Beato de Liébana al Apocalipsis de San Juan, del siglo XI, una de las más grandes maravillas miniadas, cuyo simbolismo aún permanece oculto; la Crónica Troyana, que fue de Pedro I el Cruel. Renacentistas son el Códice Virgiliano o Eneida. El Libro de los Dibujos, del siglo XVI, escrito por Francisco de Holanda; el Códice Aúreo –Evangelios–, iluminado en el siglo XI en el Monasterio de Reichenau, Alemania; el Apocalipsis, del siglo XIII y muchos Libros de Horas, así como los Códices Bizantinos, manuscritos árabes y un Corán decorado que perteneció a Muley Zidán.
La influencia del Templo de Salomón
Pero aún hay otro elemento en clave “mágica”: el diseño del edificio, según varios estudiosos, sería una evocación del templo de Salomón. La primera evidencia en ese sentido la encontramos en un texto del padre Sigüenza, quien asegura que el monasterio es “otro templo de Salomón, al que nuestro patrón y fundador quiso imitar en esta otra”. Además, otra “casualidad” sería la publicación en 1604, de un discípulo de Herrera, el jesuita Juan Bautista Villalpando, gracias a la financiación de Felipe II, de un tratado que incluía una descripción del templo de Salomón según la descripción de las Escrituras.
Desde mediados del siglo pasado existe una controversia sobre el origen de la planta del Monasterio de El Escorial. Una de las teorías más aceptadas es la que señala la influencia que tuvo el Templo de Salomón en la idea, la arquitectura y el significado de El Escorial. Es imposible, dicen al respecto los seguidores de ella, que las estatuas de Salomón y David no se pusieran en la fachada de la Basílica sin la intención de subrayar el paralelismo entre los dos edificios.
Existen, al menos, tres explicaciones diferentes a esta relación: los que creen que Felipe II tomó el templo bíblico como modelo arquitectónico (siguiendo los escritos de Flavio Josefo) para darle una Casa a Dios; los que señalan la influencia que tuvo el esquema arquitectónico del Templo de Jerusalén, estudiado como edificio histórico; y los que buscan orígenes mágicos en su traza, influidos por las ideas esotéricas que desde el siglo XIX han impregnado al Templo de Salomón.
Los que defienden la teoría esotérica creen que Felipe II buscaba la construcción del «edificio perfecto», ya que según la Biblia los planos del Templo de Salomón fueron delineados por el mismo Dios, que se los entregó personalmente al mismo Rey David. Esto ha dado lugar a que investigadores como René Taylor afirmen sobre la geometría «oculta» del monasterio, que se apoyaría en figuras geométricas sencillas, como el cuadrado, el círculo y el triángulo.
Salomón no fue sólo el rey sabio y ejemplo de justicia, sino también, y durante muchos siglos, encarnación del mago por excelencia, capaz de comunicarse con los animales y de obrar prodigios con ayuda de su sabiduría y su célebre sello con propiedades mágicas.
Por tanto, al identificar su monasterio con el templo hierosolomitano, Felipe II no sólo enlazaba ambos templos, sino que él mismo –entre sus títulos estaba el de rey de Jerusalén–, se identificaba con el rey bíblico, con su sabiduría, su justicia y sus conocimientos ocultos.
Presencia de Salomón en El Escorial
Al entrar en el patio que da acceso a la Basílica, el Rey Sabio nos da la bienvenida desde su pedestal de piedra, acompañado de otros profetas y monarcas del pueblo de Israel. Dichos reyes fueron David (que recibió la idea de Dios, pero que no pudo construirlo por su pasado guerrero manchado de sangre, claro paralelismo con Carlos V), Salomón (el sabio constructor, como Felipe II) y cuatro de sus descendientes, solo los que contribuyeron al mantenimiento del Templo (un mensaje a los sucesores de Felipe II). Además, en los medallones que se pusieron sobre las puertas como recordatorio de las primera y última piedra, Felipe se declara Rey de Jerusalén. .
En la Biblioteca, aparte del famoso fresco del centro de la bóveda, en el que Salomón demuestra su sabiduría a la Reina de Saba, muchos libros de los estantes muestran el interés del rey por los estudios bíblicos sobre el Templo de Salomón.
Celda del Prior: en el centro de la bóveda del dormitorio del monje que gobernaba el Monasterio se muestra la tercera faceta por la que recordamos a Salomón: además de construir el Templo y ser un sabio, era prudente en el gobierno, es decir que sabía distinguir el bien del mal. El fresco muestra la famosa escena en el que Salomón propone partir el niño en dos para descubrir a la verdadera madre.
El rey quiso ver también esa misma escena de prudencia en el gobierno en su propio dormitorio, frente a su cama, cerca de las habitaciones desde las que gobernaría medio mundo.
La Silla de Felipe II
La conocida oficial y popularmente como Silla de Felipe II, es un santuario pétreo sobre un promontorio. Desde allí hay una magnífica vista del Monasterio. Supuestamente sirvieron a Felipe II para vigilar las obras. Sin embargo, algunos arqueólogos aseguran que posiblemente la Silla sea un altar de sacrificios humanos del pueblo celta prerromano conocido como Vetones –los mismos que esculpieron los verracos llamados Toros de Guisando–.
Esta teoría estaría encaminada a señalar que el lugar, pues, no es casual, que aquellos pueblos tenían una visión subjetiva de la naturaleza, lejos de las modernas interpretaciones geológicas. Para ellos toda forma sugerente se convertía en señal y símbolo de las fuerzas superiores. Dioses y diablos se encarnaban en las formas con las que se esculpía la piedra a base de agua y aire. Fue fácil para ellos sacralizarlas e incorporarlas a su mundo de creencias. Es decir, sería otro símbolo de Lugar de Poder.
En 1984 la UNESCO lo declaró al conjunto escurialense Patrimonio de la Humanidad.