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EL NÚMERO PI: UN VIAJE A TRAVÉS DE LA ETERNIDAD MATEMÁTICA

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 El número π (pi) es uno de los conceptos matemáticos más enigmáticos y fascinantes que existen. Este número irracional ha cautivado a matemáticos, científicos y filósofos durante milenios, ya que representa no solo una constante matemática fundamental, sino también un símbolo de los misterios del universo y la naturaleza misma de las matemáticas.  ¿Qué es el número Pi? Pi es la relación entre la circunferencia de un círculo y su diámetro. Esto significa que, sin importar el tamaño del círculo, la longitud de la circunferencia siempre es aproximadamente 3,14159 veces el diámetro. Esta relación se simboliza con la letra griega π y se conoce desde la antigüedad, aunque su precisión y comprensión han avanzado a lo largo de los siglos. El número Pi es un número irracional , lo que significa que no puede expresarse exactamente como una fracción simple. Además, su expansión decimal es infinita y no periódica , es decir, sus dígitos no siguen ningún patrón repetitivo, lo que añade una capa d

SALÓN DE REINOS: UN PEQUEÑO “PRADO” EN EL PALACIO DEL BUEN RETIRO

En tiempos de Felipe IV, este monarca decidió acometer la construcción de un palacio a las afueras de Madrid como residencia de recreo, o retiro, y de ahí su nombre: Real sitio del Buen Retiro.

Las pinturas que decoraban el Salón de Reinos, la estancia más suntuosa del todo el complejo, sirvió para mostrar el poderío español del siglo XVII. Hoy están en el Prado.


Salón de Reinos
Un palacio para el recreo

El palacio del Buen Retiro de Madrid fue un conjunto arquitectónico Ide grandes dimensiones, situado entre el Paseo del Prado y el Parque del Retiro, que incluía un palacio, un monasterio de monjes jerónimos (ya existente), un teatro, y unos grandes jardines para el solaz de la familia real y de la Corte.

Del antiguo complejo (diseñado por Alonso Carbonell y llevado a cabo entre 1630 y 1635), sólo se conservan hoy día el edificio que albergaba el Salón de Reinos, el Casón del Buen Retiro y los jardines, que hoy conforman el Parque del Retiro de Madrid, que no son ni la mitad de lo que fueron en aquella época.


Real Sitio del Buen Retiro

El Salón de Reinos (una estancia de planta rectangular de 34,6 metros de largo, 10 de ancho y 8 de alto ) debe su nombre a que en él estaban pintados los escudos de los veinticuatro reinos que formaban la Monarquía Hispánica en tiempos de Felipe IV (Algarbe, Algeciras, Aragón, Castilla, Cerdeña, Dos Sicilias, Galicia, Gibraltar, Granada, Indias Orientales y Occidentales, Islas de Canarias, Islas y Tierra firme del Mar Océano, Jaén, Jerusalén, León, Murcia, Navarra, Portugal, Sevilla, Toledo y Valencia).


Inicialmente, el Salón se concibió como palco desde el que los reyes podían asistir a las funciones teatrales que se celebraban en el patio (estaba recorrido por una balconada, hoy desaparecida), pero cuando se optó por hacer del Buen Retiro una estancia real, se agregó a esa función la ceremonial, es decir, como salón del trono.

La recuperación de Bahía, de Maíno

El salón nunca dejó de cumplir la función festiva, pero como salón del trono que era también contribuyó a la misión de impresionar a embajadores y miembros distinguidos de las demás cortes europeas que acudían a palacio, gracias a la suntuosa decoración de la estancia.

Este salón estaba bien iluminado por una veintena de ventanas que dejaban ver espléndidas mesas de jaspe con leones de plata, un techo recubierto de grutescos (combinación de elementos vegetales, figuras humanas y seres mitológicos en composiciones 
simétricas) y en las paredes una decoración pictórica llena de simbolismo político cuyo último objetivo era la exaltación del rey Felipe IV, y por ende, el  poderío hispano en el siglo XVII.

Se sabe que el conde duque de Olivares fue el responsable último de dicha decoración, aunque contando con el asesoramiento intelectual de Francisco de Rioja, teólogo y jurista, así como de los pintores más próximos al monarca y su valido, Juan Bautista Maíno y Diego Velázquez.

La rendición de Breda, Velázquez

La pintura del Salón de Reinos

De los muros del Salón colgaron hasta 12 cuadros de grandes dimensiones con escenas (una de ellas, de Eugenio Cajés, desaparecida) de batallas ganadas por los ejércitos de Felipe IV (como La rendición de Breda, de Diego Velázquez, o el Sitio de Bahía, de Maíno), retratos ecuestres de Felipe IV y su familia (Felipe III, Margarita de Austria, Isabel de Borbón y el príncipe Baltasar Carlos como símbolos de la monarquía hereditaria)  y telas de gran formato firmadas, entre otros, por Caés, Castello y Zurbarán (La defensa de Cádiz contra los ingleses).

En los lienzos trabajaron también otros artistas como Vicente Carducho (La expugnación de Rheinfelden, La victoria de Fleurus y El socorro de la plaza de constanza), Eugenio Cajés (La expulsión de los holandeses de la Isla de San Martín y La recuperación de la isla de Puerto Rico por don Juan de Haro), Antonio Pereda (El socorro de Génova por el segundo Marqués de Santa Cruz9, Jusepe Leonardo (El socorro de Brisach y la rendición de Luliers) o Félix Castelo (La recuperación de la isla de San Cristóbal por don Fadrique de Toledo).

Felipe IV a caballo, Velázquez

Zurbarán, con la coautoría de Velázquez, fue además el pintor de los diez lienzos de Los Trabajos de Hércules allí dispuestos: Hércules y el toro de Creta; Lucha de Hércules con Anteo; Lucha de Hércules con el jabalí de Erimanto; Hércules desvía el curso del río Alfeo; Hércules y el Cancerbero; Hércules lucha con el león de Nemea; Hércules lucha con la hidra de Lerna; Hércules cierra el estrecho de Gibraltar; Hércules dando muerte al rey Gerión; y Muerte de Hércules.

Todos estas pinturas pertenecen y se exponen hoy en el Museo Nacional del Prado.

Batalla de San Cristobal, de Felix Castelo
Un salón histórico sin uso

El Salón de Reinos, y el de Fiestas (actual Casón del Buen Retiro), fueron las únicas estancias que se salvaron de los intensos bombardeos y ataques efectuados por los franceses durante la Guerra de Independencia (1808-14).

Después, al edificio que albergaba el Salón de Reinos se le hicieron en el siglo XIX una serie de reformas que lo dejaron muy transformado, sólo el propio Salón, que albergó durante mucho tiempo el Museo del Ejército (hasta que fue trasladado al Alcázar de Toledo, pasando el Salón de Reinos a depender del Museo del Prado, al igual que ya lo era el Casón), conservó sólo en parte su apariencia.
El edificio que albergó el Salón de Reino, languidece actualmente en el olvido (la idea era incorporarlo como otro espacio del Prado, pero de momento se ha desechado) hasta que se le otorgue un nuevo uso.

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