El 22 de septiembre de 1702 entraba en la ría de Vigo el cargamento más rico venido de América desde el descubrimiento.
Diecinueve galeones españoles, escoltados por veintitrés barcos de guerra franceses, portaban ciento ocho millones de piezas de plata, oro y otras mercancías preciosas destinadas a costear la Guerra de Sucesión en favor de Felipe V.
La historia
El abundante y lucrativo comercio de la Indias Occidentales llevó a instalar en Sevilla, en enero de 1503, la Casa de Contratación, organismo administrativo, financiero, comercial, de investigación geográfica y jurídica, oficina de emigración, depósito comercial, tribunal mercantil y escuela náutica. Allí, se llevaba la cuenta de lo que partía hacia América y de lo que llegaba, imponiendo tributos y aranceles que correspondían a la Corona.
De allí también partió la flota que en 1699, al mando de Manuel de Velasco y Tejada, se convertiría a su vuelta, en la bahía de Vigo, en la mayor flota de oro destruida enfrentando a las escuadras de las coaliciones anglo-holandesa e hispano-francesa, dentro del contexto de la Guerra de Sucesión Española.
Diversos contratiempos obligaron a las dos flotas de Indias (la de Tierra Firme y la de Nueva España) a posponer su regreso a España. Sin embargo, cuando lo hicieron, cargadas de enormes tesoros, en España había estallado la Guerra de Sucesión, al acceder a la corona española el duque Felipe de Anjou, proclamado Felipe V, tras la muerte sin sucesión, el 1 de noviembre de 1700, de Carlos II el Hechizado, el último Austria. Con ello, el delicado equilibrio de poder existente en Europa se rompió y, unidas Francia y España por el de Anjou, se aliaron Inglaterra, Holanda y Alemania.
La guerra, pues, obligó a la Flota de Oro a desviarse de Cádiz, sitiada por los ingleses, a Vigo, aún sabiendo que la bahía estaba mal defendida por fuertes ruinosos, milicias escasamente pertrechadas y las desmanteladas baterías de Rande y que la Casa de Contratación prohibía "desembarcar nada de un galeón como no sea en Cádiz y bajo la vigilancia de un funcionario oficial". De hecho, ésta advirtió que "los galeones cargados estén a buen recaudo, hasta que puedan continuar normalmente su navegación", pues, "en Vigo no hay nadie capacitado para recaudar el impuesto de la Corona sobre las mercancías".
Así, los galeones españoles con el precioso cargamento entraron en Vigo el día 22 de septiembre de 1702 refugiándose en el fondo de la ría, protegidos por el castillo de Corbeiro al Norte, y el de Rande, al Sur. Pero de allí no saldría jamás.
La flota estaba compuesta por cuarenta barcos: tres galeones de guerra (la nao capitana y dos naos almirantes), catorce galeones mercantes, dos pataches, un barco auxiliar, quince navíos, tres fragatas, un brulote y un aviso.
Después de cuatro semanas de la llegada de los galeones a Vigo, estos mantenían su preciosa carga, pero en esa espera, por los retrasos burocráticos, los anglo-holandeses descubrieron el escondite del preciado cargamento y se emprendió una feroz batalla de unos por conseguirlo y otros por protegerlo.
La batalla
El 23 de octubre comenzó el ataque desembarcando tropas enemigas en ambas orillas de la ría.
El total de las fuerzas fue de 13.587 hombres por parte atacante, de las cuales 9.663 eran ingleses, al mando del General Duque de Ormond, y 3.924 holandeses, a las órdenes del Barón Sparr y el brigadier Pallandt. En la defensa: en el castillo de Rande había 350 marineros, 200 franceses y 150 españoles, y el de Cordeiro se puso bajo el mando de don Manuel de Velasco con dos compañías de soldados de su capitana reforzados por 200 milicianos. A Vigo se destinaron 1.000 hombres de esta tropa, 500 de ellos a la ciudadela de El Castro y 300 al fuerte de San Sebastián; 1.000 más se situaron en la ensenada de Teis (entre Vigo y Rande) y 3.000 se mantuvieron en reserva.
El cargamento de oro, plata y otras riquezas estaba embarcado en tres galeones de combate y catorce comerciales. La mala disposición de las naves para una adecuada defensa y la superioridad anglo-holandesa hicieron que en menos de 10 horas la batalla se decidiera a favor de los atacantes.
Las líneas francesas se rompieron dos horas después de iniciarse la batalla y Chateau-Renault ordenó hundir los barcos para impedir que cayeran en manos enemigas. El propio vicealmirante francés hundió su barco, huyendo en una chalupa con su tripulación, aunque todos no pudieron cumplir la orden y algunos encallaron. Así dejaron vía libre a los codiciados galeones cargados de riqueza. Los ingleses Montmouth, Mary, Kent y Dordretch fueron los primeros en alcanzar los galeones de la Flota de Oro. Entonces, Manuel de Velasco, desesperado, decidió quemar los navíos. Con los galeones hundiéndose, muchos soldados de ambas partes murieron por salvar algún botín, ya que, que según algunas versiones, habrían conservado todavía parte de su rica carga.
Además del oro y la plata, Rande se cobró dos mil muertos y otros tantos heridos españoles y ochocientos muertos y más de quinientos heridos ingleses.
Una vez ganada la batalla, los atacantes saquearon Redondela y la isla de San Simón. Vigo quedó a salvo protegida por su muralla y defensas. El día 30 de octubre Rooke ordena partir a su armada, que abandona la ría de Vigo, aunque deja una guarnición de 27 buques de guerra junto a los apresados al mando del Almirante Shovel.
En la retirada, los anglo-holandeses se llevaron varios barcos apresados, entre ellos un galeón español que habría estado cargado con los tesoros recogidos, se dice que se llevaron unos cuarenta millones de piezas. El resto permanece, hoy, en el fondo de la ría viguesa. A su salida de la ría de Vigo, este galeón encalló al paso por las Islas Cies y se hundió no habiéndose localizado todavía.
Como resultado de la victoria inglesa, Vigo dio nombre a una calle en Londres, conocida como Vigo Street.
La leyenda
Habida cuenta de que los galeones se encuentran todavía hundidos en Rande, existe una polémica histórica acerca de si esos galeones esconden un tesoro, sin embargo ello es tachado de mito por muchos expertos, aduciendo que la documentación de la época recoge la salida hacia Madrid de los tesoros, que se habrían logrado descargar antes de la batalla.
Estas versiones dicen que el Consejo de Indias ordenó la descarga de las riquezas y que había dado instrucciones precisas sobre la forma en que se debería realizar el desembarco, así como las estrictas comprobaciones que deberían hacer. El Consejo había comisionado a don Juan de Larrea esta labor y el 27 de septiembre ya se estaba procediendo al desembarco: por ello, se estima que cuando se produjo el ataque no quedaba ya mucho en los buques salvo productos de menor valor (cochinilla, especias, telas, etc.).
A pesar de ello, diversas empresas se han venido interesando en la búsqueda y extracción del supuesto tesoro y de los galeones. De momento no se han detectado indicios del tesoro, pero en noviembre de 2007 ya se pudieron ver en la prensa las primeras imágenes de los galeones hundidos, en concreto del Santo Cristo de Maracaibo, obtenidas por sónar. Aunque la mayor dificultad a la hora de localizar, sondear y excavar cada pecio es la enorme cantidad de fango acumulado por el tiempo.
Otra curiosidad de este batalla es que el mismísimo Julio Vene localizó en el escenario de esta contienda la fuente de aprovisionamiento de oro del Nautilus en su novela 20.000 leguas de viaje submarino.
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