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EL CID: LA VERDADERA HISTORIA DETRÁS DEL LEGENDARIO GUERRERO ESPAÑOL

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Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como El Cid Campeador, es una de las figuras más emblemáticas y fascinantes de la historia medieval de España. Su vida, que se sitúa entre los siglos XI y XII, ha sido objeto de múltiples interpretaciones, tanto en el ámbito histórico como en el literario. Mientras que la leyenda lo presenta como un caballero invencible, noble y justo, la investigación histórica ha revelado facetas más complejas de su carácter y su contexto político.  Los orígenes de Rodrigo Díaz de Vivar Rodrigo Díaz de Vivar nació en torno al año 1043 en Vivar, una pequeña aldea cercana a Burgos, en el Reino de Castilla. Pertenecía a la nobleza menor o infanzonía, lo que lo situaba en una clase social relativamente alta, pero no en los círculos más poderosos de la aristocracia. Su padre, Diego Laínez, y su madre, Teresa Rodríguez, pertenecían a una familia noble pero no destacada en la corte. El título de "Cid" proviene del término árabe "Sidi", que significa &q

ARTEMISIA GENTILESCHI: LA GARRA DE UNA MUJER HECHA ARTE

Violada, mancillada y herida en su condición femenina Artemisia Gentileschi no dejó nunca de considerar vivir de su "oficio" de pintora.

Su tesón la llevó a ser reconocida y admirada en su época y a ser la primera mujer admitida en la Academia de Dibujo de Florencia.

Autorretrato
Una vida llena de fuerza y voluntad

Artemisia Gentileschi (Roma 1593) llevaba en sus genes las vena artística, no en vano, era la hija mayor de otro pintor Orazio Gentileschi, uno de los grandes representantes de la escuela romana de Caravaggio, con quien le unía además cierta amistad.

Artemisia, que había perdido a su madre a los doce años, se formó en el taller de su progenitor, donde aprendió las técnicas necesarias para el oficio así como el dominio del claroscuro, característico del tenebrismo, lo cual iba a ser una constante en su obra.

Aunque en un principio los estilos de padre e hija eran semejantes, pronto la joven iba a adoptar el suyo propio acentuando el dramatismo de las figuras y cargándolas de efectos teatrales.




Con diecinueve años, y dado que el acceso de las mujeres a las academias profesionales de Bellas Artes estaba prohibido, su padre le puso un profesor privado, Agostino Tassi, con quien estaba trabajando en ese momento en la decoración de unas bóvedas. Pero aquella decisión marcaría la vida de Artemisia.

Poco tiempo después de ser designado como su instructor, Tassi la violó. Aunque prometió casarse con ella no pudo cumplirlo pues estaba casado y el escándalo llegó ante el tribunal papal.

Del proceso que siguió se conserva todavía hoy día documentación exhaustiva. Mediante la instrucción, que duró siete meses, se pudo descubrir que Tassi había planeado asesinar a su esposa,  tuvo relaciones sexuales con su cuñada y había querido robar ciertas pinturas de Orazio Gentileschi.

Judith y Oloferne
Pero fue a la pintora, y no a su agresor, a quien el Tribunal no sólo sometió a la dura prueba de relatar lo sucedido, sino a un trato vejatorio y humillante ya que se le practicó un examen ginecológico y fue torturada, para descubrir si decía la verdad, con un instrumento que apretaba progresivamente cuerdas en torno a los dedos de sus manos (una crueldad añadida para alguien que trabajaba con sus manos).

El testimonio de Artemisia en el proceso impresiona por su crudeza: “Cerró la habitación con llave y una vez cerrada me lanzó sobre un lado de la cama dándome con una mano en el pecho, me metió una rodilla entre los muslos para que no pudiera cerrarlos, y alzándome las ropas, que le costó mucho hacerlo, me metió una mano con un pañuelo en la garganta y boca para que no pudiera gritar y habiendo hecho esto metió las dos rodillas entre mis piernas y apuntando con su miembro a mi naturaleza comenzó a empujar y lo metió dentro. Y le arañé la cara y le tiré de los pelos y antes de que pusiera dentro de mi el miembro, se lo agarré y le arranqué un trozo de carne”.
Tassi fue condenado a un año de prisión y al exilio de los Estados Pontificios.

El análisis de su obra lleva a algunos expertos a considerar que este episodio de su vida fue lo que impulsó a Artemisia a tratar habitualmente temas protagonizados por mujeres fuertes, como su Judith degollando a Holofernes (considerada su obra maestra) donde se cree entender que puso en las míticas figuras sus rasgos y los de su agresor.

Un mes después del juicio, Artemisia se casó, en un matrimonio arreglado por su padre, con el modesto pintor florentino Pietro Antonio Stiattesi, lo que sirvió para restituirle a Artemisia, violada, engañada y denigrada por Tassi, un estatus de honorabilidad.

Susana y los viejos
La pareja se instaló en Florencia en 1614, donde Artemisia consiguió ser la primera mujer en ingresar en la Academia del Dibujo florentina. En esta ciudad cosechó un gran éxito e incluso contó con la protección de personas influyentes, como el gran duque Cosme II de Medici, y especialmente su esposa la gran duquesa Cristina.

Además, mantuvo buenas relaciones con los artistas y personajes más respetados de su tiempo, como Cristofano Allori (pintor manierista especializado en retratos), el sobrino de Miguel Angel, con quien mantenía un trato especial, y quien encargó a Artemisia la ejecución de una tela destinada a decorar el techo de la galería de pinturas de la “Casa Buonarroti” (construida por él en memoria del gran artista) que finalmente representó una alegoría del «talento natural» en forma de una joven desnuda que sostiene una brújula (los expertos creen que esa figura lleva sus rasgos faciales), o también Galileo Galilei, con quien mantuvo un contacto epistolar durante mucho tiempo.

Mientras estuvo en Florencia, Artemisia y Pierantonio tuvieron cuatro hijos y una hija, pero sólo la niña, Prudenzia, llegó a la edad adulta.

A pesar de su éxito en el periodo florentino, el matrimonio tuvo grandes problemas con los acreedores debido a un exceso de gastos, lo que influyó en problemas entre ellos y posteriormente motivó el regreso de la pintora a Roma en 1621. Con ella llevó a su hija Prudencia.

En Roma, Artemisia emprende una nueva vida de mujer independiente. Incluso, sobre 1627, tuvo otra hija natural.

Nacimiento de San Juan Bautista
Sin embargo, a pesar de su reputación artística y sus buenas relaciones, Roma no fue tan rentable como ella esperaba debido esencialmente a que se apreciaba su arte de las heroínas bíblicas, pero a ella le estaban vedados los fresco y los retablos, que eran los que se pagaban muy bien. Por ello, entre 1627 y 1630, se traslada a Venecia  en busca de encargos mejor pagados. 

En 1630 se instala en Nápoles, donde abundaban los talleres y los amantes del arte, en busca de nuevas y más fructíferas oportunidades de trabajo. Ya en Nápoles iba a permanecer para el resto de su vida, a excepción de una breve estancia en Londres y algún que otro corto viaje. En esta ciudad recibió muchas pruebas de ser estimada, cosechó buenas relaciones con el virrey, el Duque de Alcalá, y de intercambio con otros artistas.

En 1638, Artemisia se reunió con su padre en Londres por un tiempo, ya que aquel había sido llamado a la Corte de Carlos I de Inglaterra para realizar unos encargos y probablemente fue a ayudarle. Orazio murió repentinamente, cuidado por su hija, en 1639, por lo que esta tuvo que cumplir sus compromisos artísticos. Sin embargo, no hay obras que se le puedan asignar con certeza a este periodo.

Judith y su doncella
Se sabe que Artemisia ya había abandonado Inglaterra en 1642, regresando a Nápoles, pero no se conoce mucho sobre sus movimientos posteriores, aunque por cartas a su mentor, Antonio Rufo (la última en 1650), si que se sobreentiende que ella estaba aún plenamente en activo.

Durante mucho tiempo se pensó que Artemisia había muerto en 1653, pero evidencias recientes muestran que aún aceptaba encargos en 1654, aunque dependía cada vez más de su asistente, Onofrio Palumbo. No obstante, es posible que su muerte acaeciera en la devastadora plaga de peste que asoló Nápoles en 1656. 

Su tumba se encontraba en la iglesia de San Juan de los Florentinos de Nápoles, pero esta fue destruida tras la Segunda Guerra Mundial, por lo que Artemisia fue prácticamente olvidada.

Su obra: pura fuerza expresiva
  
Fue la primera mujer de la que puede decirse sin reservas que ejerció el oficio de “pintora”. Artemisia fue un caso atípico dentro de la historia de la pintura. No tanto por su condición de mujer, como por su independencia. Ella se formó y ejerció para ganarse la vida, mientras que lo habitual era que lo hicieran por desde una posición acomodada.

Artemisia Gentileschi está considerada como uno de los primeros pintores barrocos más completos de su generación, imponiéndose por su arte en una época en la que las mujeres pintoras no eran aceptadas fácilmente.

María Magdalena
Pintó cuadros religiosos e históricos en un momento en que estos temas heroicos eran considerados inadecuados para el arte femenino. Maduró el claroscuro de Caravaggio, acentuando el dramatismo de sus obras hacia un naturalismo tenebrista, asimilando también el iluminismo veneciano.

La pintora hizo especial hincapié, a lo largo de toda su obra, en el protagonismo de la figura femenina, realizando abundantes cuadros protagonizados por mujeres en los que la acción y la valentía son puestas de manifiesto como norma general tal vez como un alegato a favor de su condición femenina.

No obstante, un acercamiento actual a su figura muestra a Artemisia como una artista que luchó con determinación contra los prejuicios expresados contra las mujeres pintoras usando tanto su personalidad como sus cualidades artísticas, pero que tuvo la capacidad de renovarse según los gustos artísticos de su época y tratar sobre diferentes temas. 

Hoy sus obras se exponen en las pinacotecas más importantes del mundo como la Galería Uffici, el Palacio Pitti de Florencia, el Museo Metropolitano de Nueva York o en el Museo del Prado, entre otros. Es, además, una de los tres únicas pintoras (junto a Sofonisba Anguissola y Clara Peeters) que tienen obra expuesta en el Museo del Prado de Madrid.


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