La mujer
ha sido la principal fuente de información y transmisión de la tradición oral
musical desde los tiempos más antiguos.
Pero
también desde la antigüedad se tienen noticias de mujeres intérpretes que
componen sus danzas y cantan.
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Mujer tocando la espineta. Johannes Vermeer |
La música y la mujer
Aunque la música
ha formado parte de la condición humana desde los tiempos del hombre primitivo,
y así se constata en algunas pinturas rupestres, y se reconoce a la mujer,
mayoritariamente, como la transmisora oral por excelencia de la música y las
canciones, no sería hasta los siglos XVI al XVIII que la enseñanza de la música
supondría una ayuda para la mujer, independientemente de su condición social.
A las chicas de familias humildes que tuvieran cierta disposición para
la música y la danza les servía para que pudieran
labrarse un futuro. Además, en España hay constancia de que en algunos
hospitales y los centros de beneficencia se enseñaban los principios de canto
llano y canto de órgano con lo que muchas muchachas pobres o huérfanas podían tener
la oportunidad de ejercer de maestras de música en conventos, y tener su
correspondiente sueldo, o convertirse en cantantes y actrices ambulantes.
Las mujeres de las clases altas también
recibían educación musical para un buen matrimonio. Además, muchas de estas
mujeres de la nobleza y la alta burguesía contribuyeron en esta época a la
divulgación de la música, e influyendo en los gustos musicales de su entorno,
mediante las tertulias musicales que organizaban en sus casas.
La música en los conventos
femeninos
Pero sería en los conventos, a
partir del siglos XVI hasta el XVIII, donde la mujer desarrollaría
mayoritariamente su faceta de compositora, docente e intérprete. Sin embargo,
también es verdad que a
pesar de la abundante
información de la que se dispone en actas, libros, etc, son escasas las
menciones que se hace de este trabajo femenino desarrollado de forma
profesional en catedrales, colegiatas, conventos, etc, durante el Renacimiento
y el Barroco en España.
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Santa Cecilia tocando el laud. Artemisia Gentileschi |
No obstante, el
convento, dentro de la esfera musical, puede ser considerado como uno de los
focos de la cultura barroca española. Y la capilla musical del convento
femenino, puede ser considerada como uno de los centros musicales más
importantes de su entorno.
Las mujeres que conseguían una plaza de música
profesional en un convento femenino recibían de sus maestros una formación
musical de voz, instrumentos y composición.
Debían tener, eso
si, una voz educada, no necesariamente de solistas, pero sí lo suficientemente
buena como para dirigir el coro de la capilla o para cantar y acompañar las
partituras con el órgano. La enseñanza y la práctica del acompañamiento, tanto
en el órgano como en el arpa, era imprescindible para poder tocar con el coro
de la capilla. En ese sentido se enseñaba a leer bien la partitura a primera
vista tanto de música religiosa como profana.
En cuanto a la
actividad compositiva destaca el hecho de que la encargada de la capilla
musical de cada convento se ocupaba de componer música específica tanto para
las fiestas más importantes (Navidad, Corpus, etc) como para las profesiones y
tomas de hábito. Incluso se les pedirán encargos según las posibilidades
estilísticas de la capilla.
Se constata a
través de estas peticiones de músicas que se hacen en los conventos, cómo estas
monjas músicas estaban bien formadas en teoría y práctica musical, y utilizaban
para componer los tratados teóricos de música vocal de canto llano y mensural,
y tratados de música instrumental.
Liberación por la música
Esta enseñanza
profesional en las capillas musicales de los conventos femeninos proporcionaba
a la mujer del los siglos XVI y XVII la posibilidad de poder trabajar y de
tener una independencia económica con respecto a su familia. Aunque también es
cierto que el único lugar donde las mujeres podían ejercer una enseñanza
musical retribuía económicamente era en los conventos femeninos. en todas las
capillas nobiliarias sólo ejercían maestros varones.
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La lección de música. Vermeer. |
Cualquier muchacha que pudiera servir para
dirigir musicalmente una capilla, o formar parte de ella, tenía el privilegio
de ser eximida de pagar la dote al entrar en el convento e incluso recibía un
pequeño salario por estos trabajos, como le sucedía a cualquier maestro de
capilla.
Además, estas
mujeres estaban permanente contacto con otros centros musicales (tanto capillas
de catedrales o colegiatas como otros conventos de mujeres) para estar así
totalmente "al día" de nuevas tendencias y gustos populares.
Las cuantías de
las dotes y los salarios estaban en torno a los 7000 y 12000 reales,
aproximadamente, aunque no en todos igual.
Los investigadores consideran que la importancia
histórica que tuvieron tanto las “monjas músicas” como la enseñanza musical en
los conventos femeninos y las capillas musicales para la vida cultural y
musical de su época es totalmente equiparable al de los músicos profesionales.
Mujeres compositoras
Las primeras artistas destacas de las que
se tienen referencia en estos años en torno a las actividades musicales de las
recién creadas cortes renacentistas españolas son: Florencia Pinar, poetisa y
compositora (s. XV), a la que se le atribuyen obras en el Cancionero de la
Constantina así como en el Cancionero General de Hernando del Castillo;
Margarita Gonzaga (s.XV) cuya importancia radica en el hecho de haber
constituido, junto con otras compositoras, un grupo de ministriles que
interpretaban piezas para ser ejecutadas con instrumentos de viento y con
violas a modo de los grupos instrumentales italianos llamados “conciertos
espirituales”; o Gracia Baptista, de quien se recogen composiciones para órgano
(s.XVI).
Sin embargo, la única información que se tiene de la participación de la mujer en
los estudios musicales que se impartieron en las cátedras de algunas
universidades españolas -dentro de las materias del Trivium y el Quadrivium-,
es el Colegio salmantino de las Once Mil Vírgenes o de Doncellas de Salamanca,
que permitían estudiar la enseñanza
musical que se impartiría allí, como parte de las materias obligatorias de
música, retórica, aritmética y gramática, propia de esos Estudios Generales. Este
Colegio es tanto más destacable cuanto que los estudios universitarios en toda
Europa, por lo menos hasta el siglo XVIII, eran exclusivamente masculinos.
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La adolescencia. Pintor flamenco renacentista |
Otro caso semejante, pero no vinculado a una institución universitaria, es el
del Colegio de Doncellas Nobles de Toledo. Institución fundada en 1521 por el
profesor de la Universidad de Salamanca en la Facultad de Artes, Juan Martínez
de Silíceo, para dar dote a colegialas que fueran a contraer matrimonio. Disponía
de 100 plazas y una condición para ser admitidas era que no fueran a ser
religiosas.
Posteriormente,
ya el siglo XVIII, se generalizan las escuelas privadas de música donde la
mujer podía recibir este tipo de educación como complemento a una formación
global que empezaba ya a demandarse.
Al implantarse los conservatorios en España, se
establece oficialmente la enseñanza de la música alejada de la universidad para
acomodarla a una enseñanza musical técnica centrada en torno a la ópera
italiana.
Los conventos seguirán funcionando como
formadores musicales, pero tanto el afrancesamiento como la desamortización de
Mendizábal disminuirán los presupuestos para las capillas musicales, lo que
hará que estas decaigan considerablemente.
A partir de aquí, comienza una nueva perspectiva
para la mujer de la Edad Contemporánea con respecto a la enseñanza musical, ya
vinculada a nuevas perspectivas profesionales: cantantes, compositoras e
instrumentistas.
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