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URRACA DE CASTILLA Y LEÓN: LA PRIMERA REINA SOBERANA DE EUROPA Y SU LUCHA POR EL PODER

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 La reina Urraca de Castilla y León es una de las figuras más fascinantes y enigmáticas de la historia medieval española. Nació en 1081, hija del rey Alfonso VI de León y Castilla y de su segunda esposa, Constanza de Borgoña. Urraca fue la primera mujer en reinar de forma autónoma en Castilla y León, ocupando el trono entre 1109 y 1126. Su vida estuvo marcada por las complejidades políticas, las luchas internas y las tensiones familiares, y su reinado no fue fácil. Sin embargo, su figura ha despertado tanto interés por su capacidad para manejar el poder en una época dominada por hombres, como por las controversias y conflictos que rodearon su mandato. Urraca Infancia y matrimonio con Raimundo de Borgoña Urraca fue la primogénita del rey Alfonso VI, lo que le daba una posición destacada desde su nacimiento, aunque en un principio no estaba destinada a reinar. La unión de sus padres, Alfonso VI y Constanza de Borgoña, consolidó la relación entre los reinos hispánicos y los territorios fr

DIEGO VELÁZQUEZ: PINTOR DE CÁMARA DE FELIPE IV Y SUS OTROS OFICIOS EN LA CORTE

Velázquez no sólo contó con el privilegio de ser nombrado pintor de cámara de Felipe IV, sino que el rey le cogió tal confianza al  artista que le encargó otros muchos deberes administrativos.

Entre los muchos cargos que tuvo en la corte estuvo el de Ujier, Alguacil, Ayuda de Guardarropa de su majestad, Ayuda de Cámara, Superintendente de Obras y Aposentador Real, los cuales restaron más tiempo de lo que él hubiera deseado para su labor como pintor.

Velázquez, autorretrato
De profesión, pintor

El conde-duque de Olivares, perteneciente a una noble familia sevillana, se convirtió en poco tiempo en el todopoderoso valido del rey Felipe IV y fue él quien favoreció que la corte estuviera integrada mayoritariamente por andaluces. Pacheco, el suegro de Diego Velázquez (1599-1660) vio en ello la oportunidad para que su yerno, a través de sus contactos, fuera presentado en la corte.

Así, el primer viaje a Madrid de Velázquez tendría lugar en la primavera de 1622 con la excusa de conocer las colecciones de El Escorial. Durante este, fue presentado finalmente a Olivares, pero no consiguió que le permitieran retratar al rey, aunque sí realizó el famoso retrato de Góngora, capellán del monarca. Al final de año regresó a Sevilla.



Pero Pacheco no se dio por vencido y finalmente consiguió, gracias a la intervención de su amigo Juan Fonseca, capellán real y antiguo canónigo de Sevilla, que el conde-duque llamase a Velázquez para retratar al joven monarca.[




Felipe IV supo apreciar de inmediato las dotes artísticas del sevillano, motivo por el cual en 1623, cuando Velázquez contaba con 24 años de edad, el rey manda llamar al pintor a la corte y aquí fijará su residencia ya para siempre, a excepción de algunos viajes para acompañar al rey y su corte y sus dos viajes a Italia (una por estudios y otra con una comisión del rey).



Las meninas
En seguida Felipe IV le nombra pintor del rey con un sueldo de veinte ducados al mes. Cuatro años más tarde el rey le nombra pintor de cámara, el cargo más importante entre los pintores de la corte. A esta labor dedicó el resto de su vida. Su trabajo consistía en pintar retratos del rey y de su familia, así como de cortesanos y otros cuadros destinados a decorar las mansiones reales. 

Velázquez podía aceptar también encargos particulares, aunque ya sólo lo hacía de miembros influyentes de la corte.



De ocupación, funcionario real

Pero aún tendría Velázquez otras ocupaciones en la corte, unos deberes administrativos que le apartarían de su función artística más de lo que él hubiese deseado.

En marzo de 1627  juró el cargo de Ujier de Cámara (el criado del rey que asistía en la antecámara para cuidar la puerta y de que sólo entraran las personas que debían entrar por sus oficios o motivos) con un sueldo de 350 ducados anuales.



Las hilanderas
En 1629 Velázquez solicitó licencia al rey para viajar a Italia a completar sus estudios. Este viaje representó un cambio decisivo en su pintura. Permaneció en Roma hasta el otoño de 1630, y regresó a Madrid, donde volvió a su principal tarea de pintor de retratos reales en un periodo de amplia producción.

Al mismo tiempo, prosiguió su ascenso en la corte. En 1633  recibió una vara de Alguacil de la Corte (oficial de la corte con labores policiales y judiciales), Ayuda de Guardarropa de su Majestad en 1636, ayuda de cámara en 1643 (que suponía el máximo reconocimiento de los favores reales, dado que era una de las personas más próximas al monarca) y superintendente de obras un año más tarde.

Velázquez siguió pintando, de hecho, participó en los dos grandes proyectos decorativos como el del nuevo Palacio del Buen Retiro y el pabellón de caza de la Torre de Parada.

Los años treinta fueron de intensa producción, pero en los cuarenta disminuyó drásticamente, probablemente por sus labores cortesanas al servicio del rey, que le ayudaron a ganar una mejor posición social, pero que le restaron tiempo para pintar.

En 1648 Velázquez embarcó de nuevo para Italia, esta vez  con el fin de adquirir pinturas y esculturas antiguas para el rey.

Felipe IV
En junio de 1651  regresó a Madrid y poco tiempo después Felipe IV lo nombró Aposentador Real, lo que le encumbró en la corte y añadió fuertes ingresos que se sumaron a los que ya recibía como pintor, ayuda de cámara, superintendente y en concepto de pensión. Aparte recibía las cantidades estipuladas por los cuadros que realizaba.

Últimos encargos

Sus cargos administrativos le absorbieron cada vez más, y  le quitaron gran cantidad de tiempo para desarrollar su labor pictórica. Aun así, a este periodo corresponden algunos de sus mejores retratos y sus obras magistrales como Las Meninas, la Familia de Felipe IV y Las Hilanderas.

Su último acto público fue en junio de 1660. Acompaño al rey y a la corte a la entrega de la infanta María Teresa a la Isla de los Faisanes para su matrimonio con Luis XIV de Francia. Velázquez, como aposentador real, se encargó de preparar el alojamiento del séquito y de decorar el pabellón donde se produjo el encuentro.

El trabajo debió dejarle exhausto porque poco después cayó enfermo con fiebres y el 6 de agosto, fallecía.  

Su cuerpo fue amortajado con el uniforme de la Orden de Santiago, que se le había impuesto el año anterior (hábito que le había supuesto una obsesión y que suponía el ennoblecimiento de su familia) y fue enterrado con pompa y boato, debidos a su cargo, en la desaparecida iglesia de San Juan Bautista de Madrid. Velázquez tenía 61 años. 


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