El
progreso ha hecho desaparecer una gran cantidad de oficios tradicionales
habituales en otras épocas, oficios que fueron la esencia de la vida cotidiana
durante siglos.
Pintores famosos plasmaron en sus cuadros los
oficios de la época en que vivieron y que hoy son documentos históricos sobre como
eran las cosas en otros tiempos.
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El afilador. Goya |
Oficios que ya no existen
La industrialización trajo consigo
el nacimiento de nuevas formas de trabajar, y por consiguiente, la desaparición
de oficios artesanales que en la inmensa mayoría de los casos se perdieron hace
mucho tiempo o que aún subsistiendo, obviamente, se realizan de modo muy distinto.
Como
curiosidad cabe mencionar que algunos de estos oficios artesanales se
convirtieron en apellidos para
las personas que los practicaban y sus descendientes, dado que solían
transmitirse de generación en generación.
Algunos de estos fueron el de
afilador, que era un comerciante ambulante, que ofrecía sus servicios de afilar
cuchillos, tijeras y otros instrumentos de corte. Antiguamente, incluso eran
reparadores de paraguas.
El aguador era la persona que vendía y distribuía agua entre la población. El
aguador era una profesión muy popular en épocas en que no estaba generalizado
el suministro de agua corriente. Se encargaban de llenar las tinajas o
cacharros que para el objeto tenían destinados los vecinos y luego cobraban una
tarifa en función de la cantidad suministrada.
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Las hilanderas. Velázquez. |
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Los picapedreros. G. Courbet |
El oficio de carbonero consistía
en cubrir totalmente enormes pilas de leña con musgo y ramas tiernas, la
carbonera. Luego prendía la leña, y dejaba que se quemara durante días. Una vez
seca y endurecida la pila obtenía el apreciado combustible.
Cuando
no existía iluminación eléctrica, el farolero era la persona encargada de
encender los faroles de una población y mantenerlos en buen estado. A cada
farolero se adjudicaba un determinado número de faroles y calles en concreto a
las que debía asistir. Debía encenderlos a una determinada hora de la noche y
apagarlos a la hora señalada de la madrugada.
La
figura del sereno era muy típica en las ciudades hasta casi los años 70 del
siglo XX. Era el encargado de vigilar las calles y regular la iluminación en
horario nocturno; así como de abrir las puertas de los portales a sus vecinos.
Solía ir armado con una porra o chuzo, y usaba un silbato para dar la alarma en
caso necesario. En su recorrido, anunciaban la hora y la variación atmosférica.
Hasta
los años 60, con la venida del frigorífico, el hielo era casi un artículo de
lujo. Solo se vendía por grandes bloques o por pedazos. Para el uso diario se
compraba al vendedor callejero de hielo, que lo repartía con un carro con una
mula y lo llevaba sobre una gruesa capa
de aserrín y cubierto con una carpa plástica o más adelante en un cajón
forrados por dentro en latón.
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La lechera. J. Vermeer |
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Las lavanderas. Goya |
Desde el
siglo XVIII se definió el oficio de trapero como “el que anda recogiendo trapos
arrojados a la calle, que lavados sirven para fabricar papel”. El trabajo
posterior a la compra de trapos consistía en clasificarlos por tejidos para su
posterior manufactura: por un lado la lana pura, por otro los tejidos de lana y
por último lo que llamaban trapos, que eran los de lino, cáñamo y algodón.
Posteriormente se lavaban y prensaban por separado y se almacenaban en balas o
pacas para entregarlas en las distintas fábricas. Las fibras textiles, por
ejemplo, tanto de lino como de algodón, conformaban la base principal de la
industria papelera, incluyendo los papeles para periódicos que se hacían exclusivamente
con este material.
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El charlatán sacamuelas. Rombouts |
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La costurera. J. Vermeer |
El
oficio de colchonero es un oficio artesanal y ambulante. El colchonero recorría las casas, previo encargo, para elaborar o rehacer
colchones de lana de oveja. Para ello primero preparaba la lana levantada y golpeada con dos bastones de castaño o boj, con el fin de hacer saltar la suciedad y que quedase
bien blanda. Luego se extendía en el suelo una tela donde se echaba la lana para que no quedasen bultos. Después se cubría la lana con la otra mitad de la tela y se empezaba a coser la estructura
formando un saco. Una vez la estructura estaba acabada
se atravesaba el colchón con una beta o cordón por diferentes puntos para
evitar que la lana se pudiera moverse o desplazase por el interior.
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La fragua de Vulcano. Velázaquez. |
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El aguador de Sevilla. Velázquez |
Pero
había otros tantos oficios que hoy probablemente ni recordemos o ni siquiera
hayamos oído hablar de ellos como el de: mielero-quesero, cobrador de tranvía,
pipero, alfarero, ceramista, cestero, elaborador de velas, encuadernador,
forjador, orfebre, curtidor, vidriero, alpargatero, molinero, adobero, arriero,
aserrador, alguacil, barbero, bracero, cabrero, calcetero, campanero,
cordelero, cucharero, especiero, espartero, esquilador, lechero, mampostero,
matarife, marchante, ollero, mozo de mulas, organillero, pastor, perfumero,
picapedrero, recadero, vinatero, tintorero, tornero, resinero, yesero.....
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Las cosechadoras de espigas. Millet. |
Oficios
de mujeres
Aunque
las mujeres realizaban múltiples tareas en los viejos oficios, había unos
específicos para ellas a los cuales los hombres tampoco podían acceder como por
ejemplo de las lavanderas, que eran las profesionales especializadas en el lavado de la ropa.
Este era un oficio muy duro que se realizaba, hasta finales del siglo XIX o
principios del XX, arrodilladas en las orillas de los ríos o riachuelos (después
en lavaderos destinados a tal fin) restregando la ropa sobre piedras o madera.
En ocasiones se simultaneaban con labores de planchado.
También
estaba el de las hilanderas, nodriza o ama de cría (que ciaba o amamantaba a niños que no eran suyos, habitualmente
de familias adineradas), partera (mujer que ayudaba en los partos), plañidera
(mujer a la que se contrataba para asistir y llorar en los entierros) bolillera
(tejedora de bolillos), bordadora, costurera ( que cosía y remendaba prendas de
vestir).....
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