Johannes Vermeer no pintó mucho. Sólo se conservan
35 pinturas suyas y algunas de dudosa atribución.
La mayoría de las obras pintadas por Vermeer entran
dentro de la categoría de escenas de género, son siempre en el interior de una
estancia, protagonizadas por mujeres y probablemente mostrando un contenido
moralizante.
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La encajera |
Pocas obras, pero valoradas
Del pintor holandés Johannes Vermeer (Delft
1632-Delft 1675) sólo se conservan 35 pinturas. Sin embargo, por documentos de
la época se sabe que realizó otras diez más, aunque hoy desaparecidas o no
identificadas.
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La lechera |
Si se tiene en cuenta desde el momento de su ingreso
en la Cofradía de San Lucas, en 1675, hasta su muerte, resulta una media de dos
cuadros por año, lo cual nos da idea de los reducido de su producción.
No obstante, sus cuadros fueron desde un primer
momento muy valorados en su época y
también estaban bien cotizados por su exquisita ejecución.
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La tasadora de perlas |
El artista repitió los mismos modelos en sus cuadros, aunque con
pequeñas variantes, de la vida cotidiana de su entorno. Eran escenas de
interior protagonizadas por mujeres, y sólo en seis ocasiones rompió la norma:
dos paisajes con vistas a su ciudad, Delft, y
cuatro interiores con hombres.
La mayoría de estas obras entran dentro de la categoría de
escenas de género con posible contenido moralizante.
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Caballero y dama tomando vino |
La luz y el espacio
Las escenas cotidianas de Vermeer apenas tienen “ruido”. Las
mujeres que aparecen en ellas se hallan concentradas en su actividad. Sólo
varía la decoración de la habitación en que se encuentran.
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Dama escribiendo |
En sus obras de género destaca la sobriedad de la
construcción y la nitidez del volumen de las figuras y de los objetos. También se
puede apreciar un significativo contraste entre luz y sombra. Esta iluminación
debe su origen a los maestros italianos del Renacimiento, especialmente la
escuela veneciana, y de los seguidores de Rembrandt, espacialmente Carel
Fabritius, pero la que parece en su última etapa se debe al claroscuro de
Caravaggio.
Vermeer se interesa por representar la luz que provoca
intensos contrastes y envuelve la estancia en una etérea atmósfera, al tiempo
que resalta los brillos de los colores y la calidez de las telas y los objetos.
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Lectora en la ventana |
La mujer
como símbolo
Desde el Renacimiento la pintura trata de mostrar la temática
de la dualidad entre la virtud y el vicio como forma de educar. Vermeer también
recogerá en sus obras esta tesitura, aunque sea de manera recatada y discreta.
Buena parte de las composiciones de Vermeer
presentan a la mujer como vehículo para criticar los vicios de la sociedad
holandesa de su tiempo, al igual que la mayoría de los pintores de género del
Barroco. De esta manera, los cuadros de género aparentemente exentos de
implicaciones morales se convierten en vehículos educativos de la sociedad
holandesa del momento.
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Lectora en azul |
El tema de la seducción mediante el vino será frecuente en
los cuadros pintados por Vermeer. Las mujeres ebrias encarnaban el vicio, según
los moralistas de la época (“Caballero y dama tomando vino”). Otro de los
elementos a los que hace referencia como arma de seducción es la música.
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Mujer con balanza |
Pero Vermeer también tiene un grupo de obras en las que presenta
a la mujer en "positivo", es decir, como ejemplo de virtudes y como
modelo a imitar. En este caso, Vermeer nos presenta a la mujer concentrada en
su quehacer, con la mirada baja como símbolo de humildad (“La lechera”, “La encajera”…).
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Mujer con aguamanil |
Uno de los símbolos que Vermeer utiliza como alusión al ideal
que debe seguir la mujer, del cual no se debe apartar a pesar de las
provocaciones, es la templanza (sus atributos son la escuadra, el obrar recto,
y la brida, la represión de los afectos), una de las virtudes cardinales, ya
que la mujer sólo "está al servicio del estado natural de la procreación
de la especie y no admite ningún género de voluptuosas imaginaciones
deshonestas". Esta representación aparecerá
en algunas de las escenas cotidianas de sus cuadros como en las vidrieras de
una ventana que contempla una mujer, por ejemplo.
El alto nivel de vida conseguido por la Holanda del Barroco,
gracias al desarrollo económico, aumento también el nivel intelectual de su
población, lo que permitiría que un amplio número de mujeres pertenecientes a
la burguesía aprendieran a leer y escribir, plasmando así sus sentimientos en
papel. Vermeer no dudaría en incorporar la temática amorosa, especialmente la
relacionada con las cartas (tanto si implicaban adulterio como compromiso
matrimonial) en un buen número de sus escenas de género (“Mujer de azul leyendo
una carta”).