Aunque
Ingres siempre quiso ser reconocido, en primer lugar, como un pintor de
Historia, lo cierto es que será recordado como uno de los grandes maestros del desnudo,
convirtiéndose en referencia para buena parte de los pintores del siglo XIX.
El interés de Ingres por el cuerpo femenino se mantuvo a lo
largo de toda su carrera, realizando incluso varias versiones del mismo desnudo,
y sobre todo, de cierto desnudo: el de la mujer de espaldas.
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Bañista de Valpinçon |
Lo exótico y la antigüedad clásica
La
obra de Jean-Auguste-Dominique
Ingres (Montauban 1780-Paris 1867) se divide en cinco grandes temas: el retrato, el desnudo, los
temas religiosos, los históricos y la mitología.
El
más abundante fue el retrato. De hecho, todos los grandes personajes del siglo
XIX francés fueron retratados por él, así como las personas más allegadas al
pintor.
Sus
obras sobre desnudos están cargadas de sensualidad y exotismo. En estas, los cuerpos
femeninos son deformados por Ingres con fines estéticos. El artista ablanda los
huesos para que los miembros de las figuras obtengan un aspecto sinuoso y los
cuellos se alargan en vertiginosas curvas de placer.
Ingres
se muestra mucho más convencional en sus pinturas de tema religioso. Adaptó a
sus cuadros religiosos los modelos aprendidos de Rafael, e incluso trasladó
casi literalmente determinadas madonnas del italiano a sus propias vírgenes. La
pintura de historia y la de mitología tienen las mismas características
formales. La realizó en cuadros de enorme formato, con muchas figuras y
moraleja incluida, al gusto del Neoclasicismo.
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Gran odalisca |
Ingres
deseaba ser recordado como un pintor de historia, pues consideraba a éste como
el género más digno de la pintura, pero los expertos opinan que, curiosamente,
son sus peores composiciones, aunque eso si, hacía un profundo estudio previo,
que podía alcanzar los 300 ó 500 dibujos preparatorios. El rigor histórico era
también una característica de Ingres.
Para
todas sus obras, fuera el género que fuera, incluido el tema religioso, Ingres
tiene un método de trabajo muy curioso. Su pasión por el dibujo (que le venía
de sus estudios en el taller de David en Paris donde este hacía copiar
continuamente a sus alumnos figuras humanas del natural así como esculturas
clásicas, lo que le proporcionó a
Ingres una gran soltura sobre la anatomía humana) le hacía tomar innumerables bocetos del modelo y siempre lo hacía sobre desnudos, es decir, trazaba los
bocetos de las figuras de sus cuadros completamente desnudos, vistiéndolas
después con minuciosos estudios de plegados en los vestidos, así se aseguraba
de realizar una correcta concepción anatómica de la figura.
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Baño turco |
El desnudo femenino
Ingres
sentía debilidad por el desnudo femenino en sí, y la mantuvo durante toda su carrera. Pero en aquella época el
cuerpo no podía ser representado tal cual sin un contexto que lo justificase.
Ingres lo va a justificar ambientándolo en marcos exóticos, ruinas antiguas o
escenas mitológicas, muy al gusto del romanticismo posterior. La representación de harenes, baños turcos o
batallas en tierras lejanas fue una constante en la obra de Ingres.
Pero
estos escenarios eran solo una mera excusa para que el Ingres realizara una y
otra vez el mismo tema, que le obsesionaba, la figura femenina desnuda, como la
emblemática Bañista de Valpinçon, cuya mujer de espaldas aparece repetida en
numerosos lienzos del artista y cuya espalada está "construida" a
partir de tres espaldas diferentes, encajadas, para alargarla y engrandecer su
presencia.
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Interior de un harén con odalisca |
Ingres,
pues, idealiza los rasgos, pese a estar
tomados del natural, para representar la esencia de la perfección como en las
estatuas griegas. También se advierte
en él un gusto por la línea (realizó auténticos experimentos acerca de la línea
y la estructura decorativa de la anatomía) en todos sus lienzos donde aparecen
personas, pero sobre todo en los desnudos. Estas figuras van a adoptar una pose
sinuosa que Ingres destaca hábilmente con el juego de luz y sombra.
La
sensualidad, el colorido y la languidez femenina son estereotipos que repite
Ingres hasta la saciedad en sus pinturas.
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Venus anadiomena |
Obras
Entre
sus primeros trabajos encontramos un Torso masculino, estudio académico
realizado con gran minuciosidad para ejercitar su control de la anatomía
humana.
Después vendría, en 1807, una de sus obras
maestras, la Bañista de Valpinçon, realizada en Italia, durante su etapa
de pensionado, para exhibir su ideal de belleza femenina. También durante la
estancia en Roma empieza la Venus Anadiómena (1808), obra finalizada cuarenta
años más tarde, en la que se pone de manifiesto su admiración por la escultura
clásica.
El
tocado que lleva la mujer de la Bañista... se repite a lo largo de sus
desnudos. Está tomado de un retrato que Rafael hizo a la Fornarina y podría tratarse de un ejercicio de maestría para demostrar el dominio
del dibujo sobre un motivo geométrico en un paño anudado y lleno de pliegues.
Posteriormente vendría La Gran Odalisca, encargo de la reina de Nápoles
Carolina Bonaparte. Esta figura se demuestra el
interés existente en aquellos años por lo exótico y lo oriental. El orientalismo continúa presente en
la década de 1830, como se puede observar en el Interior de un harén con
odalisca.
En
sus últimos años no pierde interés por el desnudo, como puede apreciarse en la Edad
de Oro (1862), obra en la que interpreta al ser humano completamente feliz
desnudo, protegido por los dioses que nunca le dejarían sin frutos, música y
placer.
En el Baño turco (1862-63) el desnudo femenino
vuelve a surgir como único motivo repetido en los cuerpos de
las veinticuatro mujeres que aparecen en la escena. Entre las mujeres se pueden
encontrar figuras ya conocidas de la obra del ya anciano Ingres como la Bañista
de Valpinçon, la Bañista de medio cuerpo, la Pequeña Bañista,
la Mujer de los tres brazos, la Mujer dormida o la Odalisca
con esclava. Este sería su último cuadro dedicado al desnudo.
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El manantial |
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Las distorsiones anatómicas del cuerpo desnudo femenino, para obtener un objeto bello y decorativo, inspirará a muchas escuelas europeas posteriores a Ingres. Sin
embargo, este tratamiento heterodoxo del cuerpo fue algo que jamás comprendió
la crítica del siglo XIX de su tiempo que tachó a Ingres de pintor excéntrico.
En
el aspecto formal, los pintores a los que influyó fueron en primer lugar sus
discípulos: Flandrin y Lehman, entre otros, y los españoles Federico de Madrazo
y Rosales. En la generación siguiente, Pubis de Chavennes y Gustave Moreau asumieron de Ingres su estilo lineal y
depurado.
Los temas tratados por Ingres tuvieron su eco en la pintura romántica de género
trovadoresco, en especial con influencias sobre los pintores nazarenos
alemanes, los prerrafaelistas ingleses o los simbolistas (Moreau, Degas...).
Ya en el siglo XX, con la "vuelta al orden", a la línea, al clasicismo de la figura de las vanguardias, y Ingres iba a tener un enorme peso. Sirvió de referencia al Picasso clasicista
de estos años (dirá haber aprendido de Ingres el modo de descomponer y recomponer a su gusto el cuerpo humano), Gino Severini o Salvador
Dalí.
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