Las colecciones reales y de la
aristocracia contaron desde mediados del siglo XVI con las llamadas “salas
reservadas” estancias para la exposición de desnudos.
La vista de estas “salas” estaba
restringida sólo a quienes los titulares de ellas quisieran mostrar y obedecían
a la doble moral de los Siglos de Oro en España.
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Adán y Eva de Durero |
Sólo para unos pocos
Estas “salas” que nacieron como
consecuencia del prejuicio religioso y social contra este tipo de obras de
desnudos y que perduraron durante bastante tiempo en España.
Felipe
II fue el iniciador de las “salas reservadas”, donde podría haber estado la
serie de Poesias de Tiziano, aunque parece ser que no hay pruebas documentales sobre este camerino, aunque se
supone en el Alcázar de Madrid.
Felipe
IV es el gran impulsor de la colección real y también se destina una zona
privada del Alcázar para estos desnudos artísticos, que sin embargo eran
tapados para no ofender a la reina, donde figurarían cuadros de Tiziano, Rubens
(Las Tres Gracias) y otros autores encargados a Velásquez de adquirir en sus
viajes a Italia.
Con
Carlos II y Felipe V apenas se modifica la situación, salvo algunos regalos de
obras que salieron de España. Carlos III, sin embargo, intentó quemar una selección
de una docena (Tiziano, Durero, Rubens), que se salvaron por la intervención
del pintor Mengs a través de Floridablanca.
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hipomenes y Atlante de Guido Reni |
La
solución vino entre 1792 y 1796 con Carlos IV ya en el poder (la leyenda dice
que también quiso quemar estos cuadros). De acuerdo a la ideología ilustrada,
la Real Academia de San Fernando solicitó, a través del marqués de Santa Cruz,
cuadros de pintores venecianos y flamencos para la clase de colorido. Carlos IV
prestó 37 obras, "las menos indecentes", y se depositaron en la Academia
con acceso limitado. Rubens y Tiziano fueron
los más representados ya que ambos artistas constituían desde hacía mucho
tiempo la base del gran conjunto de cuadros de desnudo de las colecciones
reales.
Sólo
durante un breve periodo, en el reinado de José I Bonaparte, las obras salieron
de su clausura centenaria y fueron expuestas en lugares públicos. Aquella fase
de liberación tuvo, sin embargo, sus desgraciadas contrapartidas: un conjunto
importante de cuadros salió camino de París en el famoso «equipaje» del rey
José y otro partió a Inglaterra con el duque de Wellington.
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Lot embriagado por sus hijas, de Furini |
No obstante, la monarquía no fue
la única en poseer estas “salas reservadas”, muchos aristócratas en sus
mansiones disponían de una para uso y disfrute particular. Una muy famosa en su
época fue la de Godoy, donde conservaba, entre otras obras maestras, las dos
“majas” de Goya o la “Venus del espejo” de Velásquez.
La
“Sala Reservada” del Prado
En 1824 el Museo Real se
encontraba en plena expansión, por lo que la reclamó a la Academia 35 obras
para el Museo pero especificando que era “soberana voluntad de su Majestad que
de ningún modo se coloquen a la vista del pueblo aquellos que por razón de la
poca decencia de sus objetos y demás circunstancias que reúnan merezcan ponerse
en sitio reservado”.
La idea seguía
siendo que la contemplación de estas pinturas era «perniciosa» para la
moralidad de la gente corriente pero no causaba perjuicios a la del rey.
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Las Tres Gracias, de Rubens |
Y así fue como en 1827 estas las
pinturas fueron entregadas al Museo y la mayoría de ellas depositadas en una
sala en la planta baja del edificio con acceso restringido sólo para quien
contaba con un pase especial.
Sería en 1838 José ce Madrazo, que
había sido nombrado director del Museo el mes anterior, quien hizo desaparecer
la “Sala Resevada” ya que se consideró un espacio anacrónico más propio del
Antiguo Régimen que de los nuevos tiempos.
Los cuadros de la “sala” del Prado
La composición de la Sala
Reservada se conoce a través de la testamentaría de Fernando VII que data de
1834 y recoge 72 cuadros.
El núcleo principal lo componía el
conjunto llegado desde la Academia. De los 35 que procedían de allí, 8 se
integraron a formar parte de la colección expuesta al público como “Adán y Eva”
y “Venus y Adonis” de Tiziano,; los dos baños de Diana de Mazo; “Lot embriagado
por sus hijas” de Furini, entre otros.
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Venus y Adonis, de Tiziano |
A los 27 cuadros procedentes de la
Academia destinados a la Sala Reservada se sumaron otros 45, aunque la calidad ya no era tan alta como en la
época de Felipe IV y Carlos III puesto que primó a la hora de la elección una
voluntad censora. Ahora incluso se había incluido obras que nunca antes habían
sido tratadas como imágenes indecentes.
Las pinturas colgaban en la “sala”
de forma agrupada y muy cercanas unas de otras dispuestas en varias filas
superpuestas, sin obedecer a criterio temático de escuela o de autor. Sin
embargo, se podía obtener un conocimiento suficiente de la evolución de la
pintura de desnudo durante los siglos XVI y XVII.
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Venus, Adonis y Cupido, de Caracci |
La escuela flamenca estaba
representada, por ejemplo, por Las Tres Gracias de Rubens (había once
cuadros); Las Edades y y la Muerte de
Hans Baldung Grian; o por Adan y Eva de Durero. Pero también van Dyck, Jordanes
o Jan Brueghel el Viejo.
Los venecianos por Danae y las dos
Venus de Tiziano; Susana y los viejos y Purificación del botín de las vírgenes
nadianitas, de Tintoretto; Hipomenes y Atlanta de de Guido Reni; o Venus,
Adonis y Cupido de Çannibale Caracci.
También había otros autores como
Poussin, Luca Giordano, Gerini, Jan
Brueghel el Joven; Tintoretto, Cambiaso, Quellinus, van Haarleum....
En contraposición, no había
pinturas de la escuela española dado que estos artistas rara vez representaron
desnudos.