Zurbarán es uno de los artistas
más preocupados en el Siglo de Oro por representar la elegancia de los
utensilios cotidianos.
Durante
toda su carrera, Zurbarán puso un especial cuidado en la representación de los
objetos modestos, tanto en sus naturalezas muertas y bodegones como en los que
aparecen en el segundo plano de sus lienzos.
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Bodegón con cacharros |
Naturalezas muertas y bodegones
No es frecuente encontrar cuadros de naturalezas muertas y
bodegones entre la obra de los grandes maestros de la pintura española, ya que
el paisaje y el bodegón estaban considerados, en la España del siglo XVII,
géneros de segunda categoría. Por eso, cuando algún pintor consagrado como
Zurbarán realiza un bodegón, los especialistas intentan buscar un significado
oculto, sobre todo religioso, que no tiene por qué tener necesariamente.
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Agnus Dei |
Francisco
de Zurbarán (1598-1664)
se mostró como un excelente retratista de la realidad y los
utensilios cotidianos. Pintó, es verdad, muy pocos bodegones, pero en
ellos se recrea en la pura
técnica pictórica, en las texturas y el goce estético, sin otorgar a la obra un
segundo significado temporal y sin incluir otras representaciones como flores,
relojes, calaveras o alimentos.
Con un
estilo sencillo, cálido y detallista, Zurbarán tuvo una capacidad excepcional
para apreciar y reflejar lo cotidiano de la manera más simple, algo que se hace
patente también en sus bodegones y naturalezas muertas.
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Nacimiento de la virgen |
Estas composiciones suelen ser simples y busca
el equilibro de las formas y las tonalidades aunque no hay gran variedad
cromática. Sin
embargo, el artista experimenta con las texturas y la iluminación de los
objetos, así como sus reflejos.
Los expertos comparten el hecho de que Zurbarán no persigue
mostrar la realidad, sino representar elementos que parecen reales como en Bodegón
con cacharros (M. del Prado) o en el Agnus Dei (Museo del Prado y
Museo de Arte de San Diego, California, EE UU). En este último, se puede apreciar la calidad de
la textura de la lana, revelándose una vez más como un extraordinario maestro
de las sensaciones táctiles. La figura se recorta sobre un fondo neutro que
destaca la minuciosidad con que ha pintado el artista los bucles de lana.
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Virgen niña en extasis |
Los pequeños objetos
Zurbarán
demostró un cuidado muy respetuoso con sus naturalezas muertas, dotándolas de
una densidad y una plenitud tan vigorosa que, aunque sólo sean uno de los
elementos de una composición, su presencia se impone del mismo modo que la
escena principal (como en La curación milagrosa del bienaventurado Reginaldo
de Poitiers, Sevilla; o en La Magdalena; La Virgen, el Niño y San Juan, Bilbao, Museo de Bellas
Artes).
Mención
especial requieren sus costureros de la Virgen donde mima cada detalle del
cesto así como de la costura que guardan en su interior (en La Virgen niña
en éxtasis, Nieva Uprl. Metropolitan Museum of Arte; o El Niño Jesús
hiriéndose con la corona de espinas o Casa de Nazaret, Cleveland, Museum of Arte).
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Casa de Nazaret |
Las texturas
Al margen de otras consideraciones
pictóricas, Zurbarán destacará sobre todo por la maestría con la que trata las
telas de sus personajes y la elegancia de estas. Ese detallismo se nota en las calidades de los bordados,
los brocateles, los damascos, el tafetán, etc.
A las escenas de sus series de vírgenes y santas Zurbarán las representa
con un gran realismo carente de idealismo, tanto, que parecen más unas
muchachas nobles de la Sevilla del siglo XVII que unas mártires.
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Santa Margarita |
El lujo de los vestidos se ven muy marcados por el halo de
luz que los enfoca y que impactan de lleno en la figura, potenciando los
colores de la vestimenta. El pintor, pues, parece recrearse en la minuciosidad
de estas representaciones detallistas.
Los pliegues de estos trajes son dignos de mención, obtenidos
con una pincelada delicada y minuciosa y un preciso dibujo. A veces también
incluye otros detalles en la figura (como un collar de perlas) que acentúa aún
más el lujo de las jóvenes santas. Otras veces el atuendo es más humilde, pero
de igual forma la presencia de la joven es también majestuosa y llena de
dignidad.
Zurbarán suele colocar estas figuras sobre un fondo neutro
para dar mayor sensación de volumen y, a pesar de ser iconografía religiosa, no
elimina sus fuertes dosis de realismo al ofrecernos un rostro cercano al
espectador, alejado de idealizaciones.
De estas series destacarán: Santa Isabel de Portugal (1630-1635, Museo del Prado, Madrid); Santa Margarita (1630-34 National Gallery, Londres; Santa Casilda (1630-35, Museo Thyssen, Madrid); La anunciación (1650, Museo de Arte de Filadelfia); o El nacimiento de la virgen (1625-30, Norton Simon Fudation).