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URRACA DE CASTILLA Y LEÓN: LA PRIMERA REINA SOBERANA DE EUROPA Y SU LUCHA POR EL PODER

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 La reina Urraca de Castilla y León es una de las figuras más fascinantes y enigmáticas de la historia medieval española. Nació en 1081, hija del rey Alfonso VI de León y Castilla y de su segunda esposa, Constanza de Borgoña. Urraca fue la primera mujer en reinar de forma autónoma en Castilla y León, ocupando el trono entre 1109 y 1126. Su vida estuvo marcada por las complejidades políticas, las luchas internas y las tensiones familiares, y su reinado no fue fácil. Sin embargo, su figura ha despertado tanto interés por su capacidad para manejar el poder en una época dominada por hombres, como por las controversias y conflictos que rodearon su mandato. Urraca Infancia y matrimonio con Raimundo de Borgoña Urraca fue la primogénita del rey Alfonso VI, lo que le daba una posición destacada desde su nacimiento, aunque en un principio no estaba destinada a reinar. La unión de sus padres, Alfonso VI y Constanza de Borgoña, consolidó la relación entre los reinos hispánicos y los territorios fr

REINA JUANA: LA CONJURA PARA DECLARARLA LOCA

La versión oficial en el siglo XVI fue que la reina Juana había sido retirada del trono por su incapacidad debida a una enfermedad mental.

Sin embargo, documentos hallados en diversos archivos, ponen en tela de juicio la versión tradicional en favor de que en realidad habría sido víctima de una confabulación tramada por su padre, Fernando “el Católico”, y luego confirmada por su hijo Carlos I.

Juana I
Controversia por su salud

¿La reina Juana no quiso o no pudo gobernar?.Desde el siglo XIX empezó a cobrar fuerza la idea (a raíz de varios documentos que el historiador Gustav Bergtenroth halló en 1860 en diversos archivos, sobre todo el de Simancas) de que la reina Juana había sido víctima de un complot para retirarla del poder y que había estado urdido primero por su marido, Felipe de Habsburgo, luego por su padre, el rey Fernando “el Católico”, y posteriormente ratificado por su hijo el emperador Carlos I, quienes no sólo la impidieron la gobernación de sus reinos sino que la recluyeron y la aislaron conscientemente para que fuera olvidada en vida por sus súbditos.




Según estos documentos, el rey Fernando convenció en 1506 a Felipe el Hermoso, marido de Juana, para encerrarla en Tordesillas. Años más tarde su hijo Carlos mantendría el encierro e incluso ordenó que la obligasen a escuchar misa y confesarse “empleando tortura si fuere necesario”.

En 1520 la reina Juana podía haberse liberado de estas ataduras con el alzamiento de los comuneros, que querían proclamarla reina absoluta en detrimento de su hijo Carlos, pero ella se negó ya que su educación había estado basada en el acatamiento a las normas de la Corona y a la herencia familiar de esta, así como en la obediencia. Si ella luchaba contra los miembros de su familia, otros podían arrebatarles el trono.

Cuando las tropas de Carlos I reconquistaron Tordesillas lejos estuvo su hijo de liberarla del cautiverio, sino que, muy al contario, prolongó y empeoró este.

Felipe de Habsburgo
La lucha por el poder

Muerta Isabel “la Católica” queda Juana como heredera de la Corona de Castilla y por tanto ella como su esposo, Felipe “el Hermoso”, son llamados para ser confirmados por las Cortes.

Sin embargo, Felipe de Habsburgo no quería compartir el poder con Juana, lo quería para sí mismo. El problema para él, a pesar de sus pretensiones, era que las Cortes no pensaban en absoluto en desestimar la legitimidad de Juana como reina, sino ratificarla.

Pero  Felipe no se conformó con ello y buscó apoyo en su suegro, con el cual no se llevaba nada bien, mediante la llamada “Concórdia de Villafáfila” (junio 1506). En este tratado se reconocía la incapacidad de la reina Juana para reinar debido a su supuesta enajenación mental. Felipe el Hermoso quedaba como único rey de Castilla y de León; mientras que Fernando el Católico, que hasta entonces venía gobernando Castilla en virtud de lo indicado en el testamento de Isabel la Católica (12 de octubre de 1504 y[] de lo acordado con Juana y Felipe en la Concordia de Salamanca (24 de noviembre de 1505), se retiraba a sus reinos de Aragón renunciando a sus aspiraciones al reino castellano.

Desde ese momento Juana no era más que una marioneta utilizada por los dos bandos. Ella era incapaz de tomar partido por ninguno, y por supuesto tampoco por sí misma. Fiel a su esposo, era consciente de la lealtad debida a su padre. En esta encrucijada Juana sucumbió definitivamente. Después ser declarada reina de Castilla en las cortes de Valladolid (1506) apenas tomó decisiones, y en ningún caso de gobierno.

Fernando "el Católico"
Durante la primera semana de julio de 1506, Felipe movió todos los hilos posibles para que los procuradores castellanos inhabilitaran para las labores de gobierno a su esposa Juana.

No lo consiguió. Es más, ocurrió algo con lo que Felipe no contaba. La poderosa aristocracia castellana capitaneada por el Almirante de Castilla, Fadrique Enríquez, le exige ver a su Señora, es decir, a la legítima reina de Castilla -negándose a creer en la supuesta locura que Felipe alega-. Tras este encuentro, Pedro López de Padilla declarará que Juana no está loca y que presidirá en el futuro las sesiones de las cortes del reino.

El 12 de julio de 1506 las Cortes de Castilla, reunidas en Valladolid reconocen a Juana como “reina verdadera y legítima subcesora y señora natural propietaria destos dichos reinos, y al dicho señor don Phelipe, nuestro señor,por rey verdadero e legítimo señor como su legítimo marido". Este fue un revés tremendo para el Habsburgo, que tomará represalias contra los nobles fieles a su esposa.

Tomando posiciones

La vigencia de la “Concordia de Villafáfila” fue breve, como consecuencia del fallecimiento de Felipe el 25 de septiembre de 1506. Fernando volvió así a  asumir gobierno de Castilla como regente de su hija Juana, dado que el hijo primogénito de esta y de Felipe “el Hermoso” (el futuro Carlos I) tenía cinco años de edad.

La joven Juana, viuda y embarazada del bebé póstumo de su marido, no siente el más mínimo deseo de gobernar. En agosto de 1507 Fernando “el Católico” regresa de Nápoles y se entrevista con su hija, quien le pide que se haga cargo de los asuntos castellanos.

Carlos I
En este momento, el rey aragonés, que vuelve a retomar su deseo de ocupar el trono castellano, pero temeroso de que la nobleza castellana que le había rechazado un año antes y que ahora le aceptaba como un mal menor cambiara de parecer, toma una decisión terrible: recluir a su hija en el palacio de Tordesillas en 1509.

Juana llega a Tordesillas acompañada por su pequeña hija Catalina y por algunas sirvientas. Fernando coloca a un hombre de su confianza, el aragonés Luis Ferrer, con la consigna de evitar las visitas, en la medida de lo posible. Nada de lo que ocurra dentro de estos muros es conveniente que trascienda.

Entre tanto, Enrique VII de Inglaterra redacta una petición formal de matrimonio para casarse  con Juana. Su padre no sale de su estupor sabiéndose amenazado si esto llega a ocurrir. Pero Juana se niega incluso a recibir al embajador que porta la petición de mano.

En 1516, muere Fernando el Católico. En su testamento evita que los tronos de Aragón y Castilla recaigan en su hija Juana (ya había intentado tener un heredero varón casándose con Germana de Foix), dejando Regentes en cada uno de los reinos, hasta que el príncipe Carlos alcance la edad de veinte años. Además deja expresamente ordenado que su hija debe ignorar su fallecimiento durante tanto tiempo como se pueda.

La situación en la que vive Juana en Tordesillas es de total abandono, tanto que nadie cree que viva mucho tiempo. El Cardenal Cisneros, Regente de Castilla, destituye a Mosén Ferrer por el trato dispensado a Juana durante sus ocho años como carcelero. Incluso algunos de sus ayudantes son azotados en público. Ferrer admite incluso "haber usado de violencia en alguna ocasión para preservarle la vida, pues se negaba a tomar alimento".

Cardenal Cisneros
El nuevo gobernador es Hernán Duque de Estrada. Con el cambio la reina mejora, ya se asea y viste con normalidad. Come bien. se le permite recibir visitas y asistir diariamente a misa en Santa Clara, aunque acompañada de Hernán Duque.

A Juana nadie le comunica la muerte de su padre, aunque finalmente se entera. Al saber que Cisneros es el Regente, aprueba la elección.

Pero su hijo Carlos, incumpliendo el testamento de Fernando “el Católico”, se autoproclama Rey desde Flandes, a pesar de que sólo tiene 16 años. El 8 de septiembre de 1517 Carlos parte para España, justo el mismo día que fallece el Cardenal Cisneros. Nada más pisar tierra tiene la intención de visitar a su madre en Tordesillas. Hernán Duque anuncia a Juana la inminente llegada de su hijo con estas palabras: "Señora, nuestro rey y señor Carlos, hijo de Vuestra Alteza, ha venido a España". Pero Juana le corrige con estas otras: "Sólo yo soy la reina, mi hijo Carlos no es sino infante".

Carlos llegó a España sin saber hablar apenas castellano y trayendo consigo un gran número de nobles y clérigos flamencos como Corte, lo que produjo recelos entre las élites castellanas, que sintieron que su advenimiento les acarrearía una pérdida de poder y estatus social (la situación era inédita históricamente). Este descontento fue transmitiéndose a las capas populares 

El 4 de noviembre de 1617 Juana recibe la visita de sus hijos Carlos y Leonor. Al marcharse, sin que la reina lo sepa, se llevan a su hermana Catalina, estimando que no es bueno ese ambiente para alguien de tan corta edad. Al tener conocimiento Juana de esta ausencia cae en una profunda depresión negándose a tomar alimento y acostarse en tanto no regrese Catalina. Su salud empeora de tal manera, que, informado Carlos, permite la vuelta de su hermana durante un tiempo, pero con instrucciones precisas de relacionarse más con la gente.

Felipe II
El 9 de febrero de 1518 Carlos es jurado como Rey de Castilla en Valladolid. A pesar de eso, su nombre aparecerá siempre detrás del de su madre en los documentos públicos.

Juana recibe ese mismo año de 1518 un tremendo varapalo. Hernán Duque es sustituido por Bernardo Sandoval y Rojas, II Marqués de Denia, persona de confianza de su hijo Carlos, quien, lamentablemente, recurrirá a los mismos métodos de Mosén Ferrer para doblegar a la reina, al parece con el conocimiento del mismísimo Carlos I. A la reina se le vuelve a impedir salir de Palacio y recibir libremente visitas. Ni siquiera ir a rezar a Santa Clara como antes.

En 1519 Carlos I se proclama Emperador. Con la dignidad imperial cambia también el enunciado de su titulación: aparecerá en primer lugar en los documentos, pero nunca se atreverá a hacer desaparecer el nombre de su madre.

En 1520 se produce la revuelta comunera en Castilla contra las tropas del emperador Carlos. Vecinos de Tordesillas asaltan el Palacio donde se halla encerrada la reina, lo que posibilita que los cabecillas de la rebelión, Padilla, Bravo y Maldonado, se puedan entrevistar con Juana. Lo primero que disponen es apartar al Marqués de Denia.

En la entrevista, Juan de Padilla le ofrece a la reina la devolución del trono y le pide que se ponga al frente de la revuelta. El entusiasmo comunero tras esta entrevista es tan enorme que se decide que Tordesillas sea la sede de la Santa Junta.

Padilla, Bravo y Maldonado ejecutados en Villalar
La reina parece otra. Se le permite salir, pasear, conversar y recibir libremente a quien le parece. Pero Juana no firma. Por más que se le insiste, se le ruega, se le suplica que con su firma dé legitimidad a su causa y se ponga al frente de ella, la Reina de Castilla no firma documento alguno.

El 3 de diciembre se produce la traición del noble Pedro Girón a la Santa Junta al desertar. Como consecuencia, Tordesillas se pierde para la causa comunera. Los cabecillas son ahorcados. Dos días después, el ejército realista entra en la ciudad. El II Marqués de Denia es restablecido en sus funciones y Juana vuelve a ser una reina prisionera. Su estado físico y mental se deteriora.

La vida de la reina en Tordesillas

Catalina, llegó a escribir a su hermano Carlos para quejarse de que a su madre no la dejan ni siquiera pasear por el corredor de Palacio y "...la encierran en su cámara que no tiene luz alguna...".

Hoy día se sabe que Carlos I estaba perfectamente informado de todo cuanto acontecía a su madre. Hay abundante correspondencia mantenida con el II Marqués de Denia donde éste asegura que la reina se queja constantemente de estar "como presa", solicitando permiso para entrevistarse con sus nobles "porque se quiere quejar de como la tienen...".

El marqués de Denia llega incluso a jactarse ante el Emperador de tenerlo todo controlado y de saber dar continuamente largas a este tipo de peticiones. La infamia de este personaje es tal que incluso confisca las joyas, vestidos y regalos que les son enviados a Juana y su hija Catalina, repartiéndolos entre su propia familia, especialmente sus hijas. 

Carlos I visita durante un mes a su madre en 1524 en Tordesillas. Su objeto es preparar la próxima boda de su hermana Catalina, con Juan III de Portugal. Sin embargo, antes de marcharse, ordena el expolio de las joyas que su madre tiene en Tordesillas. Se hace a escondidas y de noche. La reina finalmente averigua quién ha sido.

El 2 de enero de 1525 Catalina parte para Portugal. Ha pasado su vida junto a su madre entre los muros de este Palacio-prisión. Juana se queda sola.

Catalina de Austria, hija de Juana
 La dureza de su hijo Carlos

Ni siquiera cuando la peste llama varias veces a las puertas de Tordesillas, el Emperador dará la orden de evacuar a su madre. A pesar de que, en alguna ocasión incluso algún sirviente murió a causa de la enfermedad. A causa de la peste, en 1533, se le conoce una única salida de Tordesillas. Es campo a través, alejada de cualquier población donde puedan verla e inmediatamente se le ordena regresar.

Juana alterna períodos de lucidez con otros de furia demencial, durante los cuales golpea al personal de servicio o les arroja objetos. Apenas tiene visitas. Carlos I e Isabel de Portugal pasan las navidades en Tordesillas con Juana en 1536. Incluso alguna vez sus nietos, incluido el que posteriormente será Felipe II, también la visitarán.

En 1551 la reina Juana sufre una parálisis parcial en una pierna. Lo que al principio es un simple renqueo termina postrándola en la cama. Ya no se lava ni permite que lo hagan. Su cuerpo se cubre de llagas purulentas como consecuencia de su falta de aseo. Para cambiarla de ropas y lavarla se recurre nuevamente a la fuerza.
  
A alguien se le ocurre que la reina pueda estar endemoniada. El príncipe Felipe manda al jesuita Francisco de Borja (aquel que fuera paje de la infanta Catalina) en 1552 para ver que hay de cierto al respecto. Tras entrevistarse con ella el diagnóstico del religioso no puede ser más rotundo: de endemoniada nada. Simplemente una mujer que ha necesitado otro tipo de atenciones en lugar de prisiones.

A partir de 1554 sufre de fiebres altas y constantes vómitos. No se la puede mover pues sus llagas le cubren casi todo el cuerpo. La historia asegura que en sus últimos momentos, haciendo un esfuerzo supremo, de sus labios brotan claramente sus últimas palabras conocidas: "Jesucristo crucificado, ayúdame...".

Juana I de Castilla muere el 12 de abril de 1555 en la ciudad de Tordesillas a los 76 años de edad, de los cuales, casi cincuenta los pasó recluida. Nadie de su familia estaba a su lado cuando falleció.



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