“El Grito” se ha convertido en un símbolo de la enajenación del
hombre moderno, y resume todas las características del pintor noruego.
Es una de las pinturas más famosas y reproducidas del mundo, y
también una de las más robadas.
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El Grito |
La obra
El
Grito de Edward
Munich (1863-1944) forma parte de una serie llamada
"El friso de la vida", que el propio autor calificó como "un
poema de vida, amor y muerte". La primera versión fue creada en 1893,
cuando Munich se encontraba en Berlín.
Pocos
años después de pintar "El grito", Munch sufrió una crisis nerviosa y
regresó en 1908 a Noruega, donde pasó el resto de su vida hasta su muerte en
1944. Tenia 81 años.
El
pintor noruego intentó reflejar siempre en su obra el sufrimiento y los miedos
de la humanidad que él mismo polarizaba. De este modo, los títulos de muchos de
sus cuadros reflejan estas obsesiones: "Melancolía", "El niño
enfermo", "El pecado", o "Ansiedad".
Munch realizó cuatro versiones de
El
grito. El original de 1893 (91 x 73,5 cm) con una técnica mixta de
óleo y pastel sobre cartón, está expuesto en la
Galería Nacional de
Oslo (fue robado en abril de 1994 y recuperado tres meses después).
La segunda (83,5 x 66 cm) en témpera sobre cartón se exhibió en el
Museo Munch de Oslo hasta que fue robado en
2004
(fue recuperada por la policía de Oslo dos años más tarde, pero con daños
irreparables). La tercera pertenece al mismo museo y la cuarta es propiedad de
un particular.
La escena
Todas las versiones del cuadro
muestran una figura andrógina en primer plano, que simboliza, según los
especialistas, a un hombre moderno en un momento de profunda angustia y
desesperación existencial apoyado en la baranda de un puente con la boca abierta y el rostro
entre las manos.
En el fondo, casi fuera de escena,
se aprecian dos figuras con sombrero que no se pueden distinguir con claridad.
El cielo y el fondo del cuadro aparecen como un remolino de colores
distorsionados que intervienen
en ese
fuerte efecto de atracción que produce el cuadro sobre el espectador al igual que su fuerte carga emocional.. El paisaje del fondo es
Oslo
visto desde la colina de
Ekeberg.
El propio
Munch describió la escena del cuadro en la que él es el protagonista: "Iba
caminando a lo largo de un sendero con dos amigos. Se estaba poniendo el sol, y
de pronto el cielo se tornó de un color rojo sangre". "Hice una pausa, sintiéndome exhausto,
y me apoyé en la cerca. Había sangre y lenguas de fuego sobre el fiordo de
color negro azulado y sobre la ciudad". "Mis amigos siguieron
caminando y yo me quedé ahí temblando de ansiedad y sentí un grito infinito que
atravesaba la naturaleza".
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Autorretrato de Munch |
Los especialistas manifiestan que
la inspiración para El grito podría encontrarse en la atormentada vida
del artista, un hombre que vio morir de niño a su madre y a su hermana de tuberculosis (a su hermana
favorita, Laura, la ingresarían años más tarde en un psiquiátrico con trastorno
bipolar) y que fue educado por un padre
severo y rígido.
Según se cree, la fuente de
inspiración para la estilizada figura humana de
El Grito” podría haber
sido una momia peruana que Munch vio en la
Exposición
Universal de París en
1889.
Munch inmortalizaría esta
impresión en el cuadro La desesperación, que representa a un hombre con
un sombrero de copa, de medio lado, inclinado sobre una valla.
Sin embargo, no contento con el
resultado, Munch pinta un nuevo cuadro, esta vez con una figura más andrógina,
de frente, mostrando el rostro, y con una actitud menos contemplativa pero más desesperada.
Lo mismo que la anterior, esta primera versión de El grito, se llamó La
desesperación.
El cuadro fue expuesto por primera
vez en 1893, formando parte de un conjunto de seis piezas titulado Amor.
La idea de Munch era la de representar las distintas fases de un idilio, desde
el enamoramiento inicial a una ruptura dramática. El grito representaba
la última etapa, la angustia.
La obra fue muy bien acogida por
la crítica y, el conjunto Amor fue clasificado como arte demente. La reacción del público, por el contrario,
fue discrepante y el cuadro se convirtió en motivo de discusión.
Un cuadro muy cotizado
El grito adquirió estatus
de icono cultural a finales del siglo XX identificándose con los complejos de
culpa y la ansiedad.
La obra, además, ha sido
reproducida en toda clase de productos, desde camisetas hasta tazas de cerámica,
pósteres, llaveros, etc.
La versión que llevaba 70 años en
manos del noruego
Petter Olsen, cuyo
padre había sido vecino, amigo y luego mecenas de Munch, fue subastada el 2 de
mayo del 2012 por 119,9 millones de dólares, en la casa
Sotheby's de Nueva York, convirtiéndose así en
la obra más cara vendida en una subasta.
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