Más de 600 retratos convirtieron a
Elisabeth Louise Vigée Le Brun en una de las grandes pintoras de este género en
su época.
Inmortalizó a los principales
miembros de la realeza y la nobleza europea, especialmente francesa, inglesa y rusa, y contribuyó a la idealización
de María Antonieta.
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Autorretrato |
Artista de casta y oficio
Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Lebrun
(1755-1842) nació en París y fue hija de Louis Vigée, un importante retratista
y profesor de pintura, que no sólo le enseñó sino que alentó a su hija a que
siguiera sus pasos en el mundo del arte.
Pero su padre murió cuando ella
tenía doce años, con lo que su formación artística iría en delante de la mano
de maestros de la época como Jean-Baptiste Gruze, Davesne, Vernet y Gabriel Françoise
Doyen, quien además, este último, la introdujo en el conocimiento de las
colecciones reales de pintura, pudiendo así estudiar a los más grandes del
arte.
Las enseñanzas de todos ellos dieron
pronto sus frutos. Todavía adolescente, pintaba ya retratos de manera
profesional. Sin embargo, su estudio fue embargado por
pintar sin licencia. Se afilió entonces a la Academia Francesa de San Lucas,
siendo nombrada miembro en octubre de 1774, y donde se exhibió su obra.
Dos años después se casará con el marchante
de arte, y también pintor, Jean-Baptiste-Pierre Lebrun, y en el mismo año
realizará el retrato del hermano del rey, que al fin y a la postre la
introducirá en los círculos cortesanos.
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Autorretrato |
Los elogios de la nobleza de París
hacia la joven pintora no se hicieron esperar y pronto llegaron los ecos a
Versalles, donde estaba instalada la corte.
Por fin, en 1779, la reina María
Antonieta le manda realizar su retrato del natural, con traje de satén y una
rosa en la mano. Este sería el primero de una larga lista de retratos de
prácticamente todos los miembros de la familia real.
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María Antonieta |
En 1782 realizó un viaje por los
Países Bajos, donde tendría la oportunidad de admirar la obra de los maestros
flamencos, que le inspiraron a probar nuevas técnicas. Allí pintará los retratos
de algunos nobles y del Príncipe de Nassau.
Un año después, auspiciado por la
reina (que la había requerido ya como pintora favorita), fue aceptada como
miembro en la Real Academia Francesa como pintora de alegoría histórica, aún
con la oposición de los miembros masculinos.
De esta forma, se
convirtió también en la retratista favorita de la sociedad aristocrática del
París prerrevolucionario.
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Autorretrato |
En el exilio europeo
Con el estallido de la Revolución
Francesa desaparecieron los reales mecenas de Élisabeth y los numerosos
encargos de la alta sociedad. Todo ello obligó a la pintora y a su marido a
abandonar su tierra natal en octubre de 1789 con destino a Italia, donde
realizaría los retratos de importantes personajes de ese país.
A este, le seguiría un periplo por
media Europa, visitando Viena, Praga, Dresde, Berlín y San Petersburgo (aquí
pudo retratar a Catalina la Grande y otros miembros de su familia), donde
permaneció por un periodo de seis años.
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Autorretrato con su hija |
Volvió a París en 1802, pero se
marchó de nuevo yendo esta vez a Londres donde viviría durante tres años
retratando a la nobleza británica, incluyendo al Príncipe de Gales y Lord
Byron.
Tras este tiempo volvió de nuevo a
París y nuevamente volvió a marcharse, esta vez a Suiza donde permaneció entre
1808 y 1809.
La Revolución había truncado su
carrera artística en Francia, pero no así en el resto de Europa donde llevó a
cabo una gran cantidad de obras.
De vuelta a una nueva Francia, la
Francia del imperio de Napoleón, también consiguió adentrarse, ya rozando la
cincuentena, en la corte del emperador y retratar a algunos miembros de su
familia.
Se estableció definitivamente en una
finca de Louveciennes, desde donde continuó enviando obras a los salones
oficiales hasta 1824, aunque ya su producción se encontraba desde hacía tiempo
en decadencia.
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Isabel de Francia |
Reconocida y elogiada
A lo largo de su prolífica carrera
Élisabeth fue admitida en todas las academias artísticas que conocieron su
talento. Además de la Real Academia Francesa, la Academia de Bellas Artes de
San Petersburgo o la Societe pour l'Avancement des Beaux-Arts de Ginebra, entre
otras.
Élisabeth Vigée Lebrun, fue una de
las artistas femeninas francesas más valoradas de su época, pero también fue
muy denostada al contribuir con su obra a la propaganda política del siglo
XVIII, sobre todo idealizando a María Antonieta. Publicó sus memorias entre
1835 y 1837. Dejó tras de sí 660 retratos y 200 paisajes.
Murió en París el 30 de marzo de
1842, aunque su cuerpo está enterrado en el cementerio de Louvenciennes, En su
lápida se puede leer el siguiente epitafio: “Aquí, al fin, descanso”.