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CRISTIANOS EN ORIENTE: RESILENCIA EN ESTADO PURO

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El cristianismo en Oriente Próximo, Oriente Medio y Extremo Oriente tiene una larga y rica historia que se remonta a los primeros siglos de la era cristiana. A pesar de ser la cuna de esta fe, la presencia de los cristianos en estas regiones ha disminuido considerablemente con el tiempo debido a las migraciones, la persecución, la guerra y la inestabilidad política. Aun así, las comunidades cristianas en estas áreas mantienen una importante relevancia cultural y religiosa, aunque enfrentan desafíos significativos en su lucha por la supervivencia. El Cristianismo en Oriente Próximo y Medio: Cuna de la Fe El Oriente Próximo es el lugar donde surgió el cristianismo, una región que abarca los actuales territorios de Israel, Palestina, Líbano, Siria, Jordania, Egipto e Irak. Esta zona fue testigo de la vida de Jesús y de los primeros apóstoles, siendo Jerusalén, Antioquía y Alejandría importantes centros del cristianismo temprano. 1. Las Comunidades Cristianas Históricas Iglesia Ortodoxa Co...

HATSHEPSUT, LA PRIMERA FARAONA Y SU TEMPLO DE DEIR EL BAHARI

Gobernó con el nombre de Maatkara Hatshepsut,y fue la mujer que más tiempo estuvo en el trono de las "Dos Tierras".

Hatshepsut no sólo pretendió ser "faraón", sino que se proponía inaugurar una auténtica dinastía femenina de reyes.

Reina consorte y regente

Hatshepsut probablemente nació en Tebas, por entonces capital del estado, pero no se sabe exactamente la fecha.

Su padre fue el faraón Tutmosis I que no era, como sucedería a lo largo de toda esta dinastía, hijo legítimo de Amenhotep I, a quién sucedió, sino hijo de una esposa secundaria. Por ello, para legitimar su poder tuvo que casarse con la princesa Ahmose, esta si, hija legítima del faraón.

La pareja real, Tutmosis I y Ahmose, tuvo al menos cuatro o cinco hijos, pero sólo uno, debido a la gran tasa de mortalidad infantil, llegaría a la edad adulta, Hatshepsut.




Nuevamente, pues, una mujer sería la heredera legítima, pero, y aunque su padre intentó que le sucediera, una conjura palaciega valedora de la tradición del trono masculino encabezada por el poderoso visir Ineni, haría que esta tuviera que casar con un hijo varón que su padre hubiera tenido con una concubina. El elegido fue el que posteriormente se conoció como Tutmosis II.

Hatshepsut, tuvo que conformarse con ser la Gran Esposa Real de su hermanastro, pero esto, se cree, fue un duro golpe a su orgullo de nieta e hija de faraones ya que por línea materna ella era la heredera legítima de estos, por tanto, no debíó soportar muy bien la idea de supeditarse a su marido.

Hatshepsut se iba a convertir con el tiempo en un peligro para los observantes de la tradición masculina. De hecho, mientras su débil y blando esposo ceñía la doble corona, ella comenzó a rodearse de un círculo de adeptos que no dejaron de crecer en poder e influencias: como Hapuseneb y Senemut, dos poderosos e influyentes hombres de la Corte.

Dyeser-Dyeseru
El marido de Hatshepsut murió pronto, y como ya había ocurrido anteriormente de la esposa real sólo había sobrevivido una niña, Neferura. Sin embargo, una vez más, Ineni se posicionó rápidamente y consiguió que la nobleza aceptara a uno de los dos vástagos varones que Tutmosis II había tenido con las concubinas, aunque estos eran aún muy niños. Se eligió al que sería nombrado rey como Tutmosis III.

Hatshepsut, dado que Tutmosis III era demasiado pequeño para gobernar, asumió la regencia (nunca antes había sido regente una mujer que no fuera madre del rey). Pero no estaba dispuesta a que la historia se repitiera con su hija. Pospuso indefinidamente el matrimonio entre el nuevo rey y su hija, la princesa real Neferura, única persona que podría legitimar su ascenso al poder absoluto.

La reina faraón

Cuando Hatshepsut ya se supo segura y arropada por poderosos personajes, dio un golpe de estado amparándose en la teoría de la “teogamia” (según la cual ella anunció que era hija legítima del dios Amón que había fecundado a su madre). La maniobra (a la que muy pocos faraones recurrieron para validar su derecho al trono), pilló a sus adversarios desprevenidos (su estatus pasaba ahora por ser poco menos que un dios vivo, su figura era sagrada), lo que aprovechó la reina para proclamarse faraón de las Dos Tierras, relegando a Tutmosis III a un segundo plano para siempre, pero sin ser su prisionero (él asumió después el papel de mando de los ejércitos). El poder, era suyo, ella era la legítima heredera y la única con derecho a ocupar el trono del faraón. Fue la tercera reina-faraón de Egipto.

Hatshepsut asumió todos los atributos masculinos de su cargo excepto el título de "Toro poderoso" haciéndose representar a partir de entonces como un hombre y tocándose de barba postiza. Hatshepsut gozó de uno de los reinados más prósperos de toda la historia egipcia.

Con sus poderosos aliados, los sacerdotes de Amón, se aseguró un reinado tranquilo que aprovecho para realizar importantes construcciones para embellecer el país y un histórico viaje al país de Punt 8probablemente actual somalia), lugar legendario donde se creía abundaban los árboles de incienso y mirra, necesarios para las ofrendas al dios Amón, pero al que se le había perdido la pista de su ubicación hacía mucho tiempo. El viaje fue un éxito (no sólo fue un éxito al conseguir importar la preciosa mirra a Egipto, trayendo las raíces de estos árboles, sino que trajo extrañas especies animales antes nunca vistas y generosos cargamentos de oro, marfil, ébano y otras maderas preciosas que enriquecieron considerablemente las arcas reales y las de los templos) y supuso otro hito en el reinado de Hatshepsut por el que sería recordada y alabada por sus súbditos.

Pero sin duda, aunque fueron muchas, la obra por la que Hatshepsut pasaría a ser conocida por la posteridad sería su templo funerario de Deir el Bahari (“La maravilla de las Maravillas”), en Tebas. Para edificar su templo, dedicado al dios Amón, encargó la tarea a su arquitecto favorito, Senenmut, del que se ha dicho, habiendo muchos datos que así lo hacen suponer, que fue el faraón en la sombra (ya que él era plebeyo), amante de la reina desde sus tiempos de esposa de Tutmosis II, y padre de la única hija de Hatshepsut, Neferura.

El resultado aún puede contemplarse hoy día en Egipto, siendo una de sus joyas arquitectónicas. Conocido por aquel entonces como el Dyeser-Dyeseru (el sublime de los sublimes), su estructura en forma de largas terrazas y de rampas con suave inclinación, le hacen fundirse a la perfección con la roca y el entorno.

Uno de los misterios en dicho templo radica en un sector sellado como una caja en la pared en que se puede observar por un lado a Hatshepsut en actitud amatoria y a Senenmut en la otra cara, como receptor de la pose amatoria de la reina, lo que se ha interpretado como un íntimo vínculo (prohibido por su linaje) entre el arquitecto y la reina-faraón.

En el templo, también se puede apreciar la decoración de las paredes aludiendo al viaje a Punt, que tan importante posición proporcionó a Hatshepsut.

El final y el olvido

Pero Tutmosis, sobre el año 15-16 del reinado de Hatshepsut, empezó nuevamente a hacerse fuerte y a reivindicar su derecho a gobernar apoyado por sus también poderosos partidarios. El joven rey cada vez estaba más dispuesto a alcanzar el poder a cualquier precio.

Así, no es de extrañar que en apenas un año murieran los dos principales sustentos de la reina y sus más grandes apoyos, Hapuseneb y Senenmut. Y por si no fuera poco, poco después murió, en extrañas circunstancias, la gran esperanza, el arma secreta de la reina, la princesa Neferura (con quien pretendía seguir la dinastía femenina de reyes egipcios).

Los golpes que sufrió Hatshepsut en torno al año 16 de su reinado fueron tan grandes que a partir de entonces la reina se retiró parcialmente del cargo y el otro rey, Tutmosis III, comenzó a tomar las riendas del gobierno.

Hatshepsut murió (posiblemente por un cáncer en el abdomen) en su palacio de Tebas tras un largo reinado de 22 años, contando ella en torno a los cuarenta o cincuenta años de edad.
Tras su fallecimiento, Tutmosis III hizo desaparecer el nombre de Hatshepsut, y el de Senenmut, borrándolos sistemáticamente de todos los anales y edificios egipcios, asegurándose de esta forma el olvido de la reina-faraón para la posteridad.

En el 2005 se empezó a identificar una momia (KV60a) hallada en el suelo de una tumba menor en el Valle de los Reyes, encontrada sin ataud y sin los tesores que distinguían a los faraones. Dos años después fue presentada como la momia de Hatshepsut, un descubrimiento que se calificó como el más importante desde el hallazgo de la tumba de Tutankamón en 1922.

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