Fue una
de las retratistas más importantes del siglo XVII en Inglaterra y ha sido
reconocida como la primera pintora profesional inglesa.
Mary
Beale desarrolló su labor como retratista en la segunda mitad del siglo
XVII.
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Autorretrato |
Una pionera reconocida
Mary Beale (1633-1699) tuvo su
primer contacto con el arte a través de su familia. Su padre, fue pintor
aficionado (al igual que el que más tarde sería su marido) y miembro del Gremio
de Pintores Tintoreros de Inglaterra.
Pero
sería Mary quién se habría de convertir y sobresalir como retratista casi
profesional trabajando desde su casa, Una disciplina que, en aquellas
fechas, estaba completamente vedada profesionalmente a las mujeres.
Mary,
que había nacido en una localidad del condado de Suffolk, se trasladó a Londres
cuando con 18 años contrajo matrimonio con Charles Véale. Allí el marido
trabajó primero como comerciante de telas, y más tarde como empleado de
patentes.
En las
décadas de 1650 y 1660 Mary Beale comenzó realizando ya algunos encargos,
aunque la mayor parte de las obras de este periodo son retratos de familiares y
amigos. A estas fechas corresponden, por ejemplo, dos retratos al óleo sobre
papel realizados en torno a 1660 a su hijo Bartholomew.
En 1665
hubo en Londres una terrible epidemia de peste que sumado a los problemas
económicos de la familia (su marido había sido despedido de la oficina de
patentes) les llevó a retirarse a una granja del condado de Hampshire. Allí, en
una antigua serrería, la familia estableció su vivienda y el estudio de Mary
(ella continuó pintando) los siguientes cinco años.
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Charles Beale |
Una
retratista admirada
Después
de ese tiempo (1670), los Beale volvieron a Londres 8estableciéndose en Pall
Mall), donde Mary comenzó a destacar como retratista, dedicándose ya de forma
totalmente profesional a ello.
Durante
años, la artista se vio reconocida por la sociedad londinense, ya que su estilo pictórico
coincidía con el gusto imperante, especialmente impuesto por Peter Lely, pintor
de la corte de Carlos II de Inglaterra, que influyó notablemente en su obra, de
hecho, algunos de sus retratos suelen ser copias o miniaturas de las obras de
Lely.
Mientras Mary pasaba todo el día trabajando
en sus pinturas, su marido Charles le hizo de asistente, preparaba pigmentos y
mezclas y llevaba las cuentas del negocio ya que a Mary no le faltaban nunca clientes al conseguir una notable fama.
La
empresa fue un éxito y el matrimonio, incluso, se relacionó con un círculo de
personajes destacados de la época como el Arzobispo de Canterbury o el propio
Peter Lely
Mary
tuvo tres hijos. El primero Bartholomew, murió joven. Su segundo hijo, también
llamado como el primero, ayudó a su madre durante algún tiempo en el taller de
pintura antes de convertirse en médico.
Un tercer hijo, Charles Véale,también fue pintor y se especializó en la
creación de miniaturas.
Sin
embargo, y pese a la abundancia de encargos, la situación económica de la
familia nunca fue buena, debido a los numerosos gastos que generaba el
mantenimiento del taller.
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Bartholomew Beale |
En los
últimos años de su carrera la pintora experimentó con soportes más económicos,
que incluían bolsas de cebollas, por ejemplo, y Charles realizó un detallado
registro de estos experimentos y del resultado obtenido con los nuevos soportes
e imprimaciones.
A
comienzos de los años de 1680 los encargos a Mary comienzan a escasear, apenas
realiza una treintena de cuadros al año, debido principalmente a que el estilo
de retrato de Corte comenzó a perder adeptos, lo que anticipa el declive de la
fama de la pintora.
Pese a
todo, Mary nunca dejó de pintar hasta su muerte en 1699. En el tiempo que no
trabaja en algún encargo, Mary practicaba realizando pequeños estudios. Utilizó
varios técnicas, que incluían el óleo, la acuarela y los pasteles. Al mismo tiempo se dedicó a dejar por escrito
sus avanzadas ideas sobre el matrimonio y la igualdad de género.
La falta
de encargos contribuyó a que poco a poco Mary perdiera popularidad, al igual
que su obra, y que se fuera perdiendo su rastro después de su muerte y cayendo
en el olvido.
La historiografía moderna ha
recuperado en los últimos años del siglo XX y principios del XXI el valor de su
obra, importante no sólo por su calidad artística, sino también por su
condición de pionera.