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EL NÚMERO PI: UN VIAJE A TRAVÉS DE LA ETERNIDAD MATEMÁTICA

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 El número π (pi) es uno de los conceptos matemáticos más enigmáticos y fascinantes que existen. Este número irracional ha cautivado a matemáticos, científicos y filósofos durante milenios, ya que representa no solo una constante matemática fundamental, sino también un símbolo de los misterios del universo y la naturaleza misma de las matemáticas.  ¿Qué es el número Pi? Pi es la relación entre la circunferencia de un círculo y su diámetro. Esto significa que, sin importar el tamaño del círculo, la longitud de la circunferencia siempre es aproximadamente 3,14159 veces el diámetro. Esta relación se simboliza con la letra griega π y se conoce desde la antigüedad, aunque su precisión y comprensión han avanzado a lo largo de los siglos. El número Pi es un número irracional , lo que significa que no puede expresarse exactamente como una fracción simple. Además, su expansión decimal es infinita y no periódica , es decir, sus dígitos no siguen ningún patrón repetitivo, lo que añade una capa d

¿QUÉ PASÓ EN LEPANTO?: LA VERDAD DE UNA BATALLA HISTÓRICA

La batalla de Lepanto fue un combate naval de gran trascendencia histórica que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 cerca de la ciudad griega de Návpaktos (actual golfo de Corinto).  

Se enfrentaron en ella la armada del Imperio otomano contra la de una coalición católica, llamada Liga Santa. La victoria de la coalición cristiana supuso el freno al expansionismo otomano en el Mediterráneo oriental.

Representación de la batalla
La expansión otomana y la Liga Santa

Durante el siglo XVI los otomanos habían conquistado los territorios que formaron en el pasado parte del Imperio romano de Oriente.. La presencia turca en el Mediterráneo representó una amenaza para la cristiandad durante mucho tiempo.

Cuando en 1570 los turcos atacaron la isla de Chipre - posesión veneciana-, esta agresión trajo como consecuencia la formación de la llamada Liga Santa.


Esta Liga (los papas ya habían tenido cierto éxito en la organización de ligas santas en las cuales los intereses de las naciones coincidían) estaba formada por el Reino de España, con Felipe II a la cabeza, los Estados Pontificios, la República Veneciana, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya.




La participación española fue de gran importancia para el éxito de la Liga, por los efectivos que desplazó. A pesar de ser una alianza, de las 315 embarcaciones cristianas 164 eran españolas (España: 90 galeras; 24 naves; 50 fragatas o bergantines. Venecia: 6 galeazas; 106 galeras; 14 naves; 20 fragatas. Estados Pontificios: 12 galeras; 6 fragatas).


La Europa protestante, en cierta forma, los consideraba un útil aliado contra la Reforma católica y Francia,por su parte, estaba atrapada entre la dinastía Habsburgo que gobernaba en Austria y la que lo hacía en España y los Países Bajos. Los diferentes estados de Italia hicieron coalición más a menudo con poderes extranjeros (incluidos los otomanos) que entre ellos mismos.

El combate
  
Una vez escogido el puerto de Mesina como punto de reunión de la Liga Santa, comienzan a llegar a él las diferentes escuadras. Las primeras en llegar estaban al mando de Antonio Colonna.

Juan de Austria, hermano de Felipe II, y Sancho de Leiva parten de Barcelona el 20 de julio con las galeras del rey. Arriban a Mesina el 23 de agosto. Faltan por llegar las escuadras de Álvaro de Bazán, Juan Andrea Doria y Juan de Cardona.


A primeros de septiembre ya estará toda la flota reunida. La Liga Santa logró reunir un total de 91 000 soldados, marineros y chusma (34 000 soldados, 13 000 tripulantes y 45 000 galeotes). La mayor parte de todos ellos eran españoles. Las piezas artilleras de toda la escuadra eran en total 1.250.

La meta, por supuesto, no era otra que la destrucción de la flota turca de Alí Bajá. La única duda que se planteaba era si atraerla al combate en un punto vital del Imperio turco o si, por el contrario, ir directamente a su encuentro.

Fue esta opinión la que prevaleció finalmente y con tal objetivo, la armada de la Liga abandonó Mesina, avistando las naves otomanas el 7 de octubre en el golfo de Lepanto.

Por su parte, Alí Bajá no podía albergar ninguna duda sobre su misión: el sultán le había ordenado expresamente presentar batalla a los cristianos.

Su flota había llegado a Lepanto el 29 de septiembre con ánimo de evacuar a los enfermos y reforzar sus efectivos. Era superior en barcos a la de los cristianos, pues sumaba 221 galeras, 38 galeotes y 18 fustas, pero con sólo 750 cañones; sus efectivos humanos eran algo menores -83.000 hombres-, peor armados, además, en arcabuces y mosquetes.

Fresco de la batalla en el Museo del Vaticano
La batalla se inició con el ataque frontal de ambas flotas desplegadas en línea e intentando Alí Bajá envolver sólo el ala derecha cristiana, ya que el ala izquierda se extendía casi hasta la costa.

En ese intento, las dos alas comprometidas -la derecha cristiana y la izquierda turca- mantuvieron un combate particular, alejadas del resto de los contendientes y en la que los barcos de la Liga llevaron en principio la peor parte. El fracaso del asalto frontal de los otomanos y el auxilio de la reserva cristiana a su alejada ala derecha dieron la victoria a don Juan de Austria. 

Resultado de la batalla

Lepanto fue la gran victoria cristiana, liderada por Juan de Austria (y en la que también participó Miguel de Cervantes, que resultó herido y perdió la movilidad de su mano izquierda, lo que le valió el sobrenombre de «manco de Lepanto»), sobre los turcos y la noticia de este triunfo conmocionó a toda Europa, llegando a ser bautizada como "la gran ocasión que vieron los siglos".

Se contabilizó la pérdida de 12 galeras cristianas (aunque luego ascendieron a 40 por los graves daños sufridos) y de 7600 hombres, de los que 2000 eran españoles, 880 de la escuadra del papa y 4800 venecianos). Hubo 14 000 heridos. A los turcos se les apresó 170 galeras y 20 galeotas, de las que sólo 130 estaban útiles; las otras 60 fueron quemadas. Se hicieron 5000 prisioneros y se liberó a 12 000 cautivos cristianos. Se estimaron entre 25 000 y 30 000 los muertos del bando turco.

En realidad, el éxito se debió fundamentalmente a una circunstancia fortuita, la lucha particular en el intento de envolvimiento turco que, a la postre, permitiría a la escuadra de reserva cristiana auxiliar primero al centro y después al ala derecha. Pero también a la superioridad de la flota de los coaligados en artillería y arcabuces y mosquetes. 

Aunque los turcos tenían más hombres y más naves que los cristianos, las galeotas no podían oponerse a las galeras, además, tenían menos hombres de guerra que en las cristianas. Por otro lado, los cristianos usaban arcabuces, mientras que los turcos preferían las flechas, pero ni los daños, ni el alcance, ni la puntería de estas eran comparables.


De esta forma, se frenó el expansionismo otomano en el Mediterráneo oriental durante algunas décadas y provocó que los corsarios aliados de los otomanos abandonaran sus ataques y expansiones hacia el Mediterráneo occidental.




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