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CRISTIANOS EN ORIENTE: RESILENCIA EN ESTADO PURO

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El cristianismo en Oriente Próximo, Oriente Medio y Extremo Oriente tiene una larga y rica historia que se remonta a los primeros siglos de la era cristiana. A pesar de ser la cuna de esta fe, la presencia de los cristianos en estas regiones ha disminuido considerablemente con el tiempo debido a las migraciones, la persecución, la guerra y la inestabilidad política. Aun así, las comunidades cristianas en estas áreas mantienen una importante relevancia cultural y religiosa, aunque enfrentan desafíos significativos en su lucha por la supervivencia. El Cristianismo en Oriente Próximo y Medio: Cuna de la Fe El Oriente Próximo es el lugar donde surgió el cristianismo, una región que abarca los actuales territorios de Israel, Palestina, Líbano, Siria, Jordania, Egipto e Irak. Esta zona fue testigo de la vida de Jesús y de los primeros apóstoles, siendo Jerusalén, Antioquía y Alejandría importantes centros del cristianismo temprano. 1. Las Comunidades Cristianas Históricas Iglesia Ortodoxa Co...

REMBRANDT, UN GRABADOR DE LUJO

El artista holandés es considerado uno de los mejores grabadores de la historia del arte al alcanzar una perfección en su técnica similar a la de sus pinturas.

Se conservan unos 18.000 grabados a partir de las 315 planchas de cobre que Rembrandt realizó entre 1625 y 1665.

La estampa de los cien florines
Experto grabador

Rembrandt(1606-1669) realizó grabados durante buena parte de su carrera hasta el momento en que dificultades económicas le hicieron vender su taller de estampación. Durante este tiempo, sólo en 1649 no realizó ninguna obra.

Para Rembrandt, el grabado no era un mero producto derivado de sus pinturas, sino un género dotado de un valor propio en si mismo. Con ello, seguía los pasos de sus más célebres predecesores, como Lucas van Leyden o Alberto Durero, lo cual le reportó una considerable fama ya en su momento.



Con el paso de los años, Rembrandt fue adquiriendo una creciente maestría en las técnicas del grabado, utilizando con mayor frecuencia la punta seca y el buril, y trabajando directamente sobre la plancha de cobre.

Rambrandt se implicó con todo el proceso de estampación en lugar de delegar en terceras personas de su taller la ejecución material de sus diseños previos (se cree que debió haber estampado personalmente al menos los primeros estados de cada plancha), lo que explica la altísima calidad de sus obras.



Al principio utilizaba un estilo basado en el dibujo, pero pronto comenzó a desarrollar una estética más próxima a la de su pintura, combinando masas de líneas y mordidas de ácido sucesivas para alcanzar distintos niveles de profundidad.

Las tres cruces
A raíz de su obra La estampa de los cien florines surgiría su estilo final de grabado. Estilísticamente hablando, en esta obra (que conoció sucesivas revisiones a lo largo de los años) Rembrandt invirtió todo su genio al combinar diferentes procedimientos en una misma pieza.



En sus obras más maduras de la década de 1650, Rembrandt parece mostrarse más receptivo a la improvisación sobre la plancha y se han conservado grandes series de estampaciones que en ocasiones llegan a 11 estados radicalmente distintos.

Experimentó igualmente con efectos de impresión sobre diferentes papeles, principalmente vitela, y recurrió al entrapado como medio de obtener un "tono superficial". También recurrió a las técnicas mixtas cuando, con ello, creía poder alcanzar un determinado registro estético que le interesaba, como por ejemplo al combinar el aguafuerte con la punta seca para conseguir unas líneas más definidas y precisas. Su grado de autoexigencia era tal, y su afán de búsqueda tan intenso, que no es extraño que realizase varias impresiones corregidas de una misma plancha, volviendo sobre ella tiempo después e incluso realizando enmiendas a mano alzada sobre la misma.

Con la técnica de la punta seca realizó numerosos paisajes en los que aprovecha las posibilidades estéticas que la línea realizada con esta técnica ofrece en las primeras estampaciones.

Una de las técnicas recurrentes de Rembrandt es lo que se ha venido en llamar el "congelado", asi el artista plasmaría en sus obras el momento de máxima intensidad narrativa, expresiva y emotiva de la escena abordada.

Uno de los puntos fuertes del Rembrandt grabador es su capacidad para jugar con los claroscuros, recreando una gran variedad de tonos medios entre el blanco y el negro.

Temas similares a sus pinturas

Rembrandt evoluciona también en su estilo de grabado a lo largo del tiempo. En un principio, en las décadas de 1620 a 1630, su obra se acerca más al barroco para  desembocar en obras más concisas en sus últimos años. Asimismo, poco a poco fue trabajando en obras cada vez de menor tamaño, más íntimas y emotivas, aunque en alguna ocasión retomó a las obras de gran formato.
  
Rembrandt realiza para grabados temas similares a los de su pintura, aunque mostraba cierta predilección por los autorretratos (se conserva una suma total de 27 grabados) y los retratos oficiales escasean.

Retrato de Abraham Francken

Se le atribuyen 46 paisajes, generalmente de pequeño formato, que se convirtieron en la definición del tratamiento gráfico del tema hasta bien entrado el siglo XIX.

Un tercio de sus grabados tratan temas religiosos (destacando las escenas inspiradas en las grandes figuras del Antiguo Testamento;  el nacimiento y la infancia, la pasión, muerte y resurección de Jesús), pero destacan también algunas imágenes eróticas que, según los expertos, rozan la obscenidad, pero que no tienen equivalente en su producción pictórica.

El pintor holandés poseyó una magnífica colección de estampas de otros artistas grabadores como Mantegna Hercules Pieterszoon Seghers, y Giovanni Benedetto Castiglione, así como de José de Ribera, quienes pudieron ejercer cierta influencia sobre su obra gráfica.

Se conservan unos 18.000 grabados de Rembrandt, a partir de las 315 planchas de cobre que el artistas realizó entre 1625 y 1665, pero parece ser, según los últimos estudios realizados, que no todos fueron impresos en vida del maestro holandés.

Estos estudios parecen demostrar que al menos la mitad de estas obras impresas no habrían sido realizadas por Rembrandt, sino que se estamparon muchos años después de la muerte de éste. Se ha podido descubrir la existencia de ciertas diferencias entre los miles de grabados conservados, permitiendo distinguir entre los ejemplares impresos por el artista o su taller, y aquellos estampados por los propietarios de las planchas de cobre tras su muerte.

Entre estas diferencias, al parecer, se encuentra el uso de una herramienta concreta —una especie de punzón empleado para dar aspereza a la superficie de las planchas— que todavía no se había inventado mientras vivía Rembrandt, por lo que los grabados con "marcas" de su utilización indicarían una fecha de creación tardía.

Además, los expertos también han podido determinar que los originales del artista poseen una calidad superior, pues además de mostrar efectos que no se encuentran en las impresiones tardías, en ellos se utilizó un papel de distinto tipo, a menudo de origen japonés.
  
Debido a la gran cantidad de deudas que acumuló al final de su vida, Rembrandt se vio obligado en determinado momento a deshacerse de sus grabados, entre los que se cuentan algunos tan famosos como La estampa de los cien florines (1647-649), Retrato de Abraham Francke, o Las tres cruces (1653).







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