A Valle-Inclán era frecuente verle y participar con vehemencia en las tertulias de los numerosos cafés repartidos por el Madrid de principios del siglo XX, donde se hizo famoso por su peculiar vestimenta y larga barba blanca.
También era habitual en el escritor gallego enzarzarse en peleas a causa de divergencias de pensamiento y discusiones varias que le llevaron incluso a perder su brazo izquierdo.
Tertuliano y bohemio
Ramón María del Valle-Inclán
(1866-1936), que en realidad se llamaba Ramón Valle y Peña, vuelve por segunda
vez a Madrid en 1895,
esta vez como funcionario del Estado, en el Ministerio de Instrucción Pública y
Bellas Artes. Durante al menos cuatro años, asegurada su necesidad económica,
no va a publicar nada. Sin embargo, se va a dedicar a acudir a las tertulias de
los cafés, donde va a conocer a muchas figuras destacadas de la época, como Pio y Ricardo Baroja, Azorín, Jacinto Benavente, Villaespesa y Mariano Miguel de Val entre otros, y a la vida bohemia madrileña.
Asiste a
los innumerables cafés madrileños de entonces, como el de
Fornos,
el
Suizo,
el
Café del Príncipe, el
Café de Madrid,
el
Café de El Gato Negro, la terraza del
Café Gijón,
Lhardy en
la
Carrera de San Jerónimo, y el
Café Nuevo de la Montaña, en la
Puerta del Sol.
En ellos se hará famoso por su verbo ceceante, su capacidad de monopolizar
conversaciones, destruir reputaciones, su falta de paciencia a la hora de
soportar interrupciones de oyentes e interlocutores y, como no, por su peculiar atuendo, sobre todo su larga barba.
Vive con
escaso dinero rozando la penuria y su solitario
café en los cenáculos de las
tertulias.
En esta segunda etapa madrileña se dedica a la vida bohemia en cuerpo y alma,
vive la época: la disfruta y la padece. Vive la bohemia literaria modernista
con estrecheces económicas que incluso le obligan a pasar hambre (vive pobremente en una buhardilla con dos oscuros cuartuchos con una silla,
una mesa y una cama como único mobiliario).
Sus libros, por el momento no tienen mucho éxito y se venden mal. Durante estos años, participa como actor en obras teatrales.
Un
poco de mal carácter
De esta
época es la anécdota de que paseando por la madrileña Carrera de San Jerónimo se encuentra a Unamuno y Baroja, quienes no eran coincidentes en temas literarios, por lo que no se reconocian ningún mérito entre ellos. Tras cruzarse y saludarse, se acabarían insultando, gritando y separándose de mala manera.
El 24 de
julio de 1899, en una discusión en el Café Nuevo de la Montaña, situado en la Puerta del Sol, con el periodista Manuel Bueno Bengoechea, sobre la legalidad de un duelo que iba a celebrarse con un menor de edad, terminarán agrediéndose, Valle-Inclán con una botella de cristal y el periodista con un bastón. La mala suerte hizo que el golpe de bastón le clavara un gemelo que llevaba puesto en su muñeca izquierda que le causa una herida en el antebrazo que termina ganrenándose y se hace necesaria la amputación del brazo del escritor gallego.
Valle-Inclán
tenía entonces treinta y tres años. A partir de ahora la imagen de manco se
hace mítica. Algunos amigos deciden organizar un festival y conseguir fondos
para comprarle un brazo ortopédico. La siguiente vez que se encuentra con
Manuel Bueno le estrecha la mano. Tras el incidente
regresa a vociferar a los cafés, al mismo tiempo que la manquedad le hace
olvidarse de sus pretensiones de ser actor de teatro.
La
famosa,Sonata de otoño (1902),
la escribió durante los tres meses de convalecencia de un involuntario tiro en
un pie con una pistola de su propiedad.
Vida
recogida, pero no tranquila
Ya cuarentón,
Valle-Inclán contrae matrimonio (1907) con la
joven actriz de veintiocho años (profesión que abandonará al casarse) Josefina
Blanco. Durante los quince años que dura su matrimonio tendrán un total de seis
hijos.
Su actividad literaria continúa. Poesia,
teatro y novela se disputan su quehacer artístico. Pero también hará su
inmersión en la política de su tiempo. Los carlistas le mirarán con agrado.
Durante la Primera Guerra Mundial toma partido por el bando aliado, siendo
invitado por el
gobierno francés a visitar los frentes de guerra. También viajó como corresponsal de guerra del periódico El
Imparcial.
Tras
unos años con su familia viviendo en Galicia, en 1922 regresan todos
definitivamente a Madrid, donde vuelve a participar frecuentemente y con su
vehemencia habitual en las tertulias de la capital: en La Granja del Henar, en
el Café Regina o el de El Gato Negro.
Pero los
viajes a Latinoamérica, donde es invitado a dar conferencias, al igual que sus
estrenos teatrales y la publicación de libros, también son harto habituales.
Ya por
entonces a Valle-Inclán empieza a fallarle la salud y comienza a guardar cama
con frecuencia.
El
inventor del “esperpento”
En 1920 es la primera vez que el literato gallego emplea la
palabra “esperpento” en relación con su obra, que según él consistía « en
buscar el lado cómico en lo trágico de la vida». Su forma de vestir llama la atención: «fantocheril» a la
manera de sus esperpentos, vestido de negro y bien flaco, con barba larga,
renegando de todo.
A
finales de 1926 edita la que algunos consideran su obra maestra narrativa, la
novela Tirano Banderas.
Desde
1924 muestra su oposición a la
dictadura de
Primo de Rivera, vocifera en los cafés y no duda en hacerse oír. En
alguna ocasión fue detenido en la vía pública por quejas al régimen. En 1927
participa en la creación de la
Alianza Republicana
(esto contrasta con que en años anteriores, viviendo en Galicia, pidiera al rey
la restitución de algunos títulos de nobleza supuestamente vinculados a su
familia).
En 1929
es encerrado quince días en la
cárcel Modelo de
Madrid, por negarse a pagar una multa impuesta con motivo de unos
incidentes ocurridos en el
Palacio de la Música en el estreno de
El hijo del diablo, una obra de
Montaner.
Tras
muchos años de bonanza económica de la familia, la situación empeora
enormemente en un determinado momento, tanto, que hace pensar al matrimonio
Valle-Inclán Blanco, incluso, en la separación. Finalmente lo harán en 1932.
También
apoyará al partido pro-soviético y en los últimos años, ya en Galicia de nuevo,
a grupos galleguistas de defensa de su cultura.
El 5 de
enero de 1936 Ramón María del Valle Inclán muere en un hospital de La Coruña. Fue
sepultado al día siguiente, en el cementerio de la Boisaca, en una ceremonia
civil y en humilde féretro sin esquelas. Tal y como dispuso días antes de su
muerte, en el que precisó que: «No quiero a mi lado ni cura discreto, ni fraile
humilde, ni jesuita sabiondo».