El número π (pi) es uno de los conceptos matemáticos más enigmáticos y fascinantes que existen. Este número irracional ha cautivado a matemáticos, científicos y filósofos durante milenios, ya que representa no solo una constante matemática fundamental, sino también un símbolo de los misterios del universo y la naturaleza misma de las matemáticas. ¿Qué es el número Pi? Pi es la relación entre la circunferencia de un círculo y su diámetro. Esto significa que, sin importar el tamaño del círculo, la longitud de la circunferencia siempre es aproximadamente 3,14159 veces el diámetro. Esta relación se simboliza con la letra griega π y se conoce desde la antigüedad, aunque su precisión y comprensión han avanzado a lo largo de los siglos. El número Pi es un número irracional , lo que significa que no puede expresarse exactamente como una fracción simple. Además, su expansión decimal es infinita y no periódica , es decir, sus dígitos no siguen ningún patrón repetitivo, lo que añade una capa d
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ALFONSO X "EL SABIO" Y LA ESCUELA DE TRADUCTORES DE TOLEDO
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En el siglo XI Toledo se convirtió en centro de las culturas
musulmana, cristiana y judía, acudiendo a ella sabios de toda Europa que más
tarde formarían la Escuela de Traductores desarrollándose en la ciudad una
intensa actividad artística y científica.
Sin embargo, no cabe hablar de una
Escuela de traductores propiamente dicha, y ni siquiera exclusivamente en
Toledo, sino de varias y en distintos lugares de la España medieval.
Alfonso X el Sabio
Toledo, ciudad abierta
A partir de que en 1085 Alfonso VI
conquistara Toledo (capital de uno de los Reinos de Taifas), y con él la orden
del Cluny, la ciudad se constituyó en un importante centro de intercambio
cultural. Esta tolerancia de los reyes castellanos cristianos para con
musulmanes y judíos facilitó este comercio cultural que permitió el
renacimiento filosófico, teológico y científico primero de España y luego de
todo el occidente cristiano.
En la
ciudad convivían cristianos, musulmanes y judíos, por lo que tanto el latín
como el árabe o el hebreo eran lenguas de uso común; además, como es lógico de
distintas modalidades del romance, tanto de los mozárabes que vivían en Toledo,
como de los conquistadores castellanos.
Esta convivencia fue aprovechada
por el arzobispo Raimundo de Sauvetat para auspiciar diferentes proyectos de
traducción cultural demandados en realidad por todas las cortes de la Europa
cristiana.
Por otra parte, con la fundación
de los studii de Palencia (1208) y de Salamanca (1218) por Alfonso VIII
y Alfonso IX, respectivamente, se había propiciado ya una relativa autonomía de
los maestros y escolares respecto a las scholae catedralicias y en
consecuencia fue estableciéndose una mínima diferenciación profana de
conocimientos de tipo preuniversitario, que ya en tiempo de Fernando III va
acercándose a la Corte y no espera sino la protección y apoyo decidido de un
monarca para consolidarse por entero.
La opinión generalizada de los
expertos es que en Toledo hubo una activa producción de traducciones individuales
y sucesivas en el tiempo de muy pocos traductores,[3]
pero no se puede denominar "escuela", ni siquiera "grupo",
pero fue decisiva
para la cultura de la Baja Edad Media.
No cabe hablar, pues, de una
Escuela de traductores propiamente dicha, y ni siquiera exclusivamente en
Toledo, sino de varias y en distintos lugares. La tarea de todas estas escuelas
fue continua y nutrida por los proyectos de iniciativa regia que las
mantuvieron activas al menos entre 1250 y la muerte del monarca en 1284, aunque
la actividad de traducción no se ciñera exclusivamente a ese paréntesis.
Esta
“Escuela” tuvo fundamentalmente dos periodos. El primero, marcado por el
arzobispo don Raimundo de Sauvetat, en el siglo XII, y el segundo por el rey
Alfonso X, en el siglo XIII. Se tradujo un número extraordinario de obras en
árabe y, en menor medida, en hebreo en las que se encontraba gran parte del
legado científico y filosófico de la antigüedad griega clásica, india y árabe.
Se conocen algunos nombres de esos
traductores, pero sobre todo se sabe que gracias a sus traducciones llegaron a
Toledo desde toda Europa sabios deseosos de aprender in situ de esos
maravillosos libros árabes. También gracias a su labor, los conocimientos
árabes y algo de la sabiduría griega a través de estos penetró en el corazón de
las universidades extranjeras de Europa.
Como fruto secundario de esa
tarea, la lengua castellana incorporó un nutrido léxico científico y técnico,
frecuentemente acuñado como arabismos, se civilizó, agilizó su sintaxis y se
hizo apto para la expresión del pensamiento, alcanzándose la norma del
castellano derecho alfonsí.
Escuela de traductores
Un rey erudito
Durante el siblo XII y primera
mitad del XIII (reinados de Fernando III y Alfonso X de Castilla y León) la
«Escuela de traductores de Toledo» difundió principalmente textos filosóficos y
teológicos en árabe o hebreo escribiéndolos en latín y luego traduciéndolos al
castellano, pero también textos astronómicos, médicos y científicos.
Fruto de su avidez por la
erudición, Alfonso X “el Sabio” alentó el centro traductor que existía en
Toledo desde la época de Raimundo de Sauvetat que se había especializado en
obras de astronomía y de leyes. Patrocinando, supervisando, y a menudo realizó personalmente con su propia
escritura, una ingente obra literaria que inicia en buena medida la prosa en
castellano.
De la extensa obra alfonsí
destacan: el Fuero Real de Castilla, el Eséculo y las Siete Partidas
(jurídicas); las Tablas alfonsíes (astronómicas); la Estoria de
España y la Grande e general estoria o General estoria (históricas);
las Cantigas de Santa María (canciones líricas) escritas en
galaico-portugués y acompañadas de notación musical e ilustraciones que se
hallan entre lo mejor de la pintura de su tiempo; el Lapidario
(sobre las propiedades minerales); y el Libro
de los juegos (sobre ajedrez, dados y tablas).
Alfonso X convocó para esta labor
a un conjunto de sabios en lenguas hebrea, árabe y latina, con quienes formó su
scriptorium real (conocido imprecisamente
como Escuela de Traductores de Toledo). Estos, desarrollaron una importante
labor científica al rescatar textos de la Antigüedad y al traducir textos
árabes y hebreos al latín y al castellano. Estos trabajos habilitarán
definitivamente el castellano como lengua culta, tanto en el ámbito científico
como en el literario. Desde su reinado, además, se utilizará como lengua de la
cancillería real frente al latín, que era la lengua de
uso regular en la diplomacia regia de Castilla y de León.
También creó en Sevilla unos Studii
o Escuelas generales de latín y de arábigo. Igualmente fundó en 1269 la Escuela
de Murcia, dirigida por el matemático Al-Ricotí..
Elevó al rango de Universidad los
Estudios Generales de Salamanca (1254) y Palencia (1263), siendo Salamanca la
primera en ostentar ese título en Europa.
También mandó llamar a su Corte a
trovadores genoveses, que escribían en occitano, galaico-portugueses,
catalanes, franceses y poetas hispanohebreos.
Escuela de traductores
Los sabios traductores
La
importancia de la Antigua Escuela de Traductores de Toledo es fundamental para
la constitución de la modernidad y supuso el punto de encuentro del pensamiento
clásico, el pensamiento árabe y musulmán, las importantísimas aportaciones de
la India y la de los propios cristianos, sefardíes y andalusíes. Todos supieron
cooperar, primero gracias al impulso proporcionado por el obispo Raimundo de
Toledo y posteriormente gracias a la obra de la corte del rey Alfonso X “el
Sabio”, que participó él mismo en todos aquellos trabajos, además de
impulsarlos y ejercer su regio mecenazgo.
Si algo
caracteriza la actividad de la Antigua Escuela, o de las Escuelas, de
Traductores de Toledo es su capacidad de trabajar de una manera completamente
abierta, sin que los prejuicios culturales, religiosos, lingüísticos o, sobre
todo, políticos, intervinieran en la tarea.
Estos
sabios, procedentes de todos los países de Europa, se reunían con los de
Sefarad, Al-Andalus e Hispania para, cotejando textos escritos en el alifato
cúfico, en el alfabeto griego o en la letra manuscrita latina, traducir a veces
del árabe al latín y luego del latín al castellano, o bien del griego al
castellano y del castellano al latín, etc.
No
existía un trabajo organizado y estructuralmente establecido, un proyecto, una
política cultural del poder eclesiástico o regio, bien definida y planificada,
tampoco temas, contenidos o métodos. Las orientaciones eran enormemente
diversas y dispares. En realidad, cada día son más los especialistas que
defienden que fueron los traductores, por sí solos o en equipos, los que construyen
los elementos fundamentales de la historia del pensamiento medieval.
Pero de
lo que nadie duda es de que la Antigua Escuela de Traductores de Toledo fue, en
definitiva, una de las grandes aportaciones de España a la cultura universal.
Hoy,
la prestigiosa y antigua Escuela de Traductores de Toledo es uno de los
institutos culturales e investigadores de la Universidad de Castilla.La Mancha
y tiene su sede en el antiguo Palacio del Rey Don Pedro en la toledana Plaza de
Santa Isabel.
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