Esta profesora de letras latinas fue una de las mujeres más
cultas de la época de transición entre los siglos XV y XVI.
Debido a su facilidad para el aprendizaje y verbalización
del latín, ya fue llamada “La Latina” por sus propios contemporáneos.
|
Beatriz Galindo |
Destino: el convento
Beatriz Galindo (1475-1535) nació en el seno de una familia
hidalga instalada en Salamanca en busca de mejor fortuna.
Fue educada para vestir hábitos en un convento, por lo que
comenzó a tomar clases de Gramática en una de las instituciones dependientes de
la universidad salmantina. Pero cuando apenas contaba con quince años, su
habilidad para escribir latín ya era el rumor más extendido por la ciudad
universitaria, pues se decía que no sólo traducía y leía con corrección
exquisita, sino que era capaz, a la manera clásica, de hablar en latín,
traduciendo directamente del castellano.
Esta temprana fama fue, casi con toda seguridad, la que le
hizo variar su destino y cambiar el convento por la corte de la reina Isabel,
que comenzaba a ser una de las más cultas de Europa.
El cronista G. Fernández de Oviedo (op. cit., p. 316)
describe que, por aquella época, Beatriz era "muy grande gramática y
honesta y virtuosa doncella hijadalgo; y la Reina Católica, informada d´esto y
deseando aprender la lengua latina, envío por ella y enseñó a la Reina latín, y
fue ella tal persona que ninguna mujer le fue tan acepta de cuantas Su Alteza
tuvo para sí".
|
Estatua de Beatriz Galindo |
En la corte católica
Hacia el año 1486 ya estaba asentada como profesora de latín de las jóvenes
damas de la corte isabelina, a la que había llegado acompañada de uno de sus
hermanos, Gaspar de Gricio (poco después nombrado secretario de la reina
Isabel).
Para dar ejemplo a sus damas, al año de su llegada, la
propia reina decidió participar en las clases de Beatriz Galindo hasta que
aprendió suficientemente la lengua latina.
Su presencia en la Corte no se limitó únicamente a sus
labores como preceptora, sino que, como narran algunos cronistas, la reina
tenía en muy alta estima sus consejos por lo que la soberana de Castilla la
mantuvo durante mucho tiempo cerca de ella.
Tan alta estima se la tenía que en 1491, avalada por esta amistad con la reina, se la casó con un hombre de total confianza: el capitán
artillero y consejero de los Reyes Católicos, además de contador de la casa del
príncipe heredero, Francisco Ramírez de Madrid, boda para la que los Reyes
Católicos le dieron una dote de 500.000 maravedíes. También es posible que a
ella misma se le hubiese otorgado el nombramiento de Camarera Mayor de la reina
Isabel, aunque los datos son contradictorios al respecto.
De este matrimonio Beatriz Galindo (tuvieron dos hijos,
Fernán y Nuflo), enviudó en 1501.
Con la muerte de la reina Isabel, la posición de Beatriz
Galindo no decayó dentro de la corte. Se dice que es bastante posible que
pasase a formar parte del séquito de la princesa Margarita de Austria,
siguiendo así a sus dos hijos, Fernán y Nuflo Ramírez de Madrid, que habían
sido pajes del príncipe de Asturias don Juan.
Años más tarde, se cree que alrededor de 1510, “la Latina”
se retiró de la corte pasando a residir en el que hoy es el Palacio de Viana de
Madrid.
|
Isabel la Católica |
Una labor de hombres
Beatriz Galindo habrá de desarrolar en la corte castellana
una importante labor, dentro de una función que habitualmente desempeñaban los
hombres, de manera incomparable a juicio de sus propios contemporáneos.
El humanista y erudito italiano Lucio Marineo Sículo, quien también daba clases
a los jóvenes donceles de la corte castellana, enjuicia su labor diciendo:
"Camarera y consejera de la misma Reina, mujer muy adornada de letras y
santas virtudes, la cual, así por éstas como por la doctrina singular, fue muy
privada y bienquista en la casa real; y, por la lengua latina, que hablaba
sueltamente, fue dicha por sobrenombre la Latina".
Además de su labor en la corte, fundaría en Madrid, en 1506,
un hospital dedicado a la asistencia y educación de jóvenes huérfanas.
Posteriormente, fundó también el monasterio de la Concepción Jerónima, a cuya
biblioteca donó la mayoría de sus libros tras su muerte.
Los últimos años de su vida, Beatriz Galindo invirtió
desinteresadamente la mayoría de sus rentas en fundaciones pías y religiosas,
pero sin olvidar el componente cultural que tanta utilidad le había
proporcionado, en un intento de que todas las mujeres, huyendo de las
convicciones de la época, tuviesen una participación en la cultura y supiesen,
cuanto menos, leer y escribir.
Según un estudio realizado por el historiador Llanos y Torriglia este destaca
un aspecto poco conocido de los últimos años de la vida de Beatriz Galindo, su
relación con el emperador Carlos V.
Parece ser que este, alentado por la fama de sabia y
prudente consejera, se entrevistase con ella en Madrid en 1525, tras el regreso
del emperador de Flandes. Lo que sí queda es claro es que, a partir del año
siguiente,” la Latina” desempeñó el cargo de alcaidesa de la fortaleza de El
Pardo, por orden directa del emperador, que lejos de ser una mera dignidad
palaciega, los distintos documentos demuestran una activa participación en la
construcción de nuevas torres, la reparación de murallas y, cómo no, la
dotación de una biblioteca para los ratos de ocio de los soldados.
Antes de fallecer, en noviembre de 1535, dejó por único
heredero a su nieto, Diego Ramírez de Madrid, al que legó las posesiones territoriales
importantes (su casa, en el barrio que lleva su nombre, así como la protección
del Hospital fundado en 1506). Se tiene también constancia de un inventario de
su biblioteca particular, que fue depositado tras su muerte al monasterio de la
Concepción Jerónima.
Se le atribuyen poesías latinas y unos Comentarios a Aristóteles.
*****
CONTENIDO RELACIONADO