Gabriele Münter fue una de las
integrantes del movimiento expresionista alemán El Jinete Azul, el cual se
disolvería en los primeros meses del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Fue gracias a esta pintora alemana
que se salvaron muchas de las obras del movimiento del que había formado parte,
entre ellas, varias del ruso Kandinsky, de quien había sido amante.
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Autorretrato. En M. Thyssen |
Una relación artístico-amorosa
Los adinerados padres de Gabriele
Münter (1877-1962) no pusieron ningún reparo a que su hija fuera pintora, ya
que desde muy joven había manifestado inquietudes artísticas, por lo que con
veinte años la enviaron a estudiar a la escuela de arte para mujeres de
Dusseldorf.
Tras un viaje de dos años por
Estados Unidos, en 1901, la joven se estableció en Munich, pero al no poder
ingresar en la oficial Academia de Bellas Artes de la ciudad, pues a las
mujeres se les vetaba el acceso, entró a formar parte de una asociación femenina privada
de pintura.
Pero esta asociación no colmaba
las aspiraciones de Gabriel, por lo que pronto decidió cambiar a la escuela de
arte de Phalanx, más progresista, que cambiaría su vida para siempre. Esta
escuela-grupo, formada por artistas que rechazaban las manifestaciones más
académicas y conservadoras de la época, estaba dirigida en aquellos años por el
pintor ruso Vasily Kandinsky.
El artista ruso, que por aquel
entonces comenzaba a despuntar en su carrera, fue el primero que supo apreciar
el talento de Münter, y no tardó en ofrecerle participar en los cursos de
verano que la Phalanx organizaba en los Alpes.
La atracción entre profesor y
alumna fue mutua e instantánea, tanto que en el verano de 1903 durante una estancia en Kallmünz,
Kandinsky se compromete en matrimonio con Gabriele, a pesar de que él aún
estaba casado (no se divorciará hasta 1911).
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En M. Thyssen |
Gabriel y Kandinsky mantendrían
una relación como amantes durante más de quince años, hasta 1917, hecho que
ocultarán a los otros miembros de la escuela
Phalanx donde él trabaja.
Realizaron también numerosos viajes juntos tanto por Alemania como por algunos
países de Europa.
Una trayectoria artística de vanguardia
En sus primeros años como artista,
Münter estaba especialmente interesada en la pintura de paisaje, aunque con un
estilo bastante alejado del academicismo, cargado de simbolismo y con formas
aplanadas.
Sin embargo, su obra sufrió un
cambio notable después de que ella y Kandinsky viajaran juntos a París en 1906.
Allí, Gabriele descubrió la obra de Matisse,
los fauvistas y su
empleo provocativo del color, Van Gogh y Gauguin,
y su estilo cambió radicalmente. Gabriel comenzará ahora a desarrollar un
estilo abstracto propio. Aunque continuó centrada en la pintura de paisaje,
ahora estos los plasmaba llenos de colores brillantes sin mezclar: verdes,
azules y rosas, principalmente, todo delineado por oscuras líneas de separación.
Fue en esa etapa cuando, en
compañía de Kandinsky, localizaría la tranquila localidad de Murnau, un lugar
alejado del ruido de las grandes ciudades alemanas, y donde Münter acabó
comprando, en 1909, una casa, en la que pasaría los veranos con Kandinsky, y
que poseería hasta su muerte.
Gabriel se va a convertir en
miembro fundadora de la Neue Künstlervereinigung München (Nueva unión de artistas de Múnich) iniciada por Kandinsky
y que incluía el núcleo de los artistas Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), nombre que recibió un grupo de artistas
expresionistas fundado por Kandinsky y Franz Marc en Munich en 1911 hasta 1913
(año que se extinguió a causa de la Primera Guerra Mundial) y que transformó el
expresionismo alemán.
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Fotografía de Gabrielle Münter |
Aquella etapa, la más creativa de
toda la carrera de Münter (con el surgimiento de El jinete azul, la
obra de Münter evoluciona hacia formas más abstractas, aunque nunca abandonó la
figuración), se interrumpió de forma abrupta con el comienzo de la Primera
Guerra Mundial, conflicto que también marcó su vida personal.
Debido a su nacionalidad
soviética, Kandinsky se vio obligado a abandonar Alemania. Juntos se trasladaron
a Suiza y finalmente a Escandinavia. Pero en 1917, su relación se rompió. Gabriel nunca más volvió a
tener contacto con el que había sido el gran amor de su vida.
Aquella ruptura afectó muy
seriamente a la pintora alemana (Kandinsky le prometía continuamente que se
casaría con ella, pero ni siquiera lo hizo una vez divorciado), pero sobre todo
cuando descubrió que unos años después el artista ruso se había vuelto a casar.
Münter sufrió una profunda depresión que le llevó a abandonar la pintura casi por
completo.
Durante
algún tiempo, en 1925, Gabriel reside en Berlín, donde realiza pequeños
retratos de mujeres hechos en lápiz. Finalmente, entre 1929-30, se establece en
París donde de nuevo retomará su actividad creativa.
En 1932 su vida vuelve a dar un
nuevo giro. Conoce a Johannes Eichner,
un historiador del arte, con quien se establece en su refugio de Murnau. Durante este período pinta sobre
todo flores y obras abstractas.
La obra de Gabriele Münter quedó
eclipsada durante años por la figura de Kandinsky, sin embargo, con el tiempo,
sus creaciones se han reconocido como una de las más interesantes de las
primeras vanguardias del siglo XX.
La
persecución nazi
La casa
que Gabriel compró en la tranquila localidad alemana de Murnau, además de
suponer un refugio de paz para la artista, se
convirtió en lugar de reunión para gran parte de sus amistades del mundo del
arte. Kandinsky y ella recibían a menudo la visita de artistas vinculados con
las vanguardias muniquesas como Alexei von Jawlensy, Franz Marc o August Macke,
entre otros.
Allí, tras la ruptura con
Kandinsky, continuó con su carrera artística hasta que el ascenso de los nazis
al poder puso en grave riesgo su seguridad y su creación artística.
En 1937, Münter tenía organizada
una exposición en la Asociación de Arte de Munich, pero su contenido
expresionista era considerado por los nazis como “arte degenerado” (como la
mayor parte de manifestaciones artísticas de vanguardia) por lo que la exposición fue clausurada por las autoridades.
Desde entonces, Gabriele
estuvo en el punto de mira de los nazis, por lo que decide retirarse de la vida
pública.
Pero
Gabriele Münter va a ser protagonista de un episodio que salvará el legado
incalculable de algunos de sus colegas frente al fanatismo nazi, convirtiéndola
en heroína al poner en peligro su vida.
Durante
la persecución nazi a los artistas de vanguardia, Gabriele escondió en su casa
de Murnau más de 80 pinturas y unos 300 dibujos de
Kandinsky y
otros miembros de Der Blaue Reiter (que había conservado durante años), además
de obras propias, salvándolas de la destrucción nazi. A pesar de que su casa
fue registrada en varias ocasiones, nunca
consiguieron localizarlas.
Gabriele Münter decidió en 1957
regalar todas estas pinturas, que había protegido incluso arriesgando su propia
vida, a la ciudad de Munich, y donde ahora son exhibidas en el célebre museo
alemán Lenbachhaus donde se muestra lo mejor del arte expresionista mundial.
Su casa
en Munrau es hoy en día también en un importante museo.
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