Ana de Mendoza, además de ser
considerada una de las damas más hermosas de la corte española, fue una de las
mujeres más inteligentes de su época.
Fue uno de los personajes más singulares del reinado de Felipe II, aunque poco se sabe de los entresijos que
rodearon la vida de esta enigmática princesa.
|
Ana de Mendoza |
Un
matrimonio ventajoso
Ana de Mendoza y de la Cerda
(1540-1592), que llegó a ser
princesa de Éboli, duquesa de Pastrana y condesa
de Mélito, era hija única
y pertenecía a una de las familias
castellanas más poderosas de la época: los Mendoza.
Con doce años es casada con el
aristócrata portugués Ruy Gómez de Silva (príncipe de Éboli y que en esa fecha
contaba treinta y seis años) por recomendación del príncipe Felipe, futuro
Felipe II de España, de cuya corte era ministro y tenía
gran relevancia.
Los compromisos de Ruy motivaron
su presencia en Inglaterra junto al príncipe Felipe, quien se casaba allí con
María Tudor, por lo que en los cinco primeros años de matrimonio apenas
estuvieron tres meses los cónyuges juntos.
Durante los dieciséis años que
duró su matrimonio, hasta que su marido falleció, tuvieron diez hijos, y en
cualquier caso, sus biógrafos afirman que durante este periodo la vida de Ana
fue estable y no se le conocen andanzas ni problemas.
Convertido Felipe en rey, la
confianza que este había depositado en el noble portugués fue creciendo.
Recibió todo tipo de cargos y honores.
|
Teresa de Jesús |
Tan grande fue su influencia en la
corte —le llamaban
"Rey Gómez"— que se hablaba de un
partido
ebolista, que le disputaba el poder al
partido albista, dirigido por Fernando Álvarez
de Toledo, duque de Alba. El
partido ebolista y el
albista
constituían facciones rivales en la corte de Felipe II. Ruy también pasó a
liderar la facción de los Mendoza (del poder que logró Ruy da cuenta que, al
casar a su hija mayor Ana de Silva y Mendoza con el hijo del duque de Medina
Sidonia las capitulaciones muestran iguales en importancia a ambos cónyuges).
Tras su muerte, el
partido ebolista siguió encabezado por Antonio Pérez.
Se dice de Ana de Mendoza que era
inteligente y hermosa y que su defecto en el ojo (una pérdida ocular
posiblemente debida a una enfermedad o a la punta de un florete, dato no
aclarado suficientemente) no mermaba en absoluto su belleza, sino que muy al
contrario, su característico parche le dotaba de gran personalidad.
Las tierras italianas de Éboli,
concedidas por Felipe II al noble luso por servicios prestados y por las cuales
era príncipe del lugar, fueron vendidas por Ruy años más tarde para adquirir
otras en La Alcarria, Estremera, Valdeacerete y luego Postrana (1569), más
cercanas a Madrid y por tanto a la corte. En Pastrana, tierras de las que fue
duque con grandeza de España, al igual que su mujer, Ana de Mendoza, fundó su
mayorazgo y casa.
|
Ruy Gómez de Silva |
En los cuatro años que restaron
desde la compra de Pastrana hasta su muerte, mejoró y amplió los cultivos en
Pastrana, trajo a moriscos que iniciaron allí una floreciente industria, logró
una feria anual con privilegios especiales y fundó, con su esposa, la Iglesia
Colegial de Pastrana (donde aún hoy está enterrado junto a su mujer).
Conflicto con Teresa de Jesús
En 1569,
Ruy Gómez de Silva favoreció en Pastrana la fundación, por parte de Teresa de
Jesús, de dos conventos carmelitas. Pero Ana de Mendoza estaba dispuesta a que
las cosas se hiciesen a su manera, sin embargo, con la religiosa abulense dio
en hueso duro.
Para
salirse con la suya, quería que los conventos se construyesen según sus
dictados, entorpeció sobremanera los trabajos, lo que provocó numerosos conflictos con monjas, frailes, y sobre
todo con Teresa de Jesús en varias ocasiones.
Ruy Gómez de Silva medió en el
conflicto y puso paz, pero cuando éste murió de repente en 1573, volvieron los
problemas. La princesa de Éboli decidió que al enviudar quería ser monja y que
todas sus criadas también lo fueran. La religiosa de Ávila se lo concedió a
regañadientes y se la ubicó en una celda austera. Pronto Ana de Mendoza se
cansó de la celda y se fue a una casa en el huerto del convento con sus
criadas. Allí tendría armarios para guardar vestidos y joyas, además de tener
comunicación directa con la calle y poder salir a voluntad. Ante esto, por
mandato de Teresa de Jesús, que ya pasaba de los sesenta años y tenía mucho
mundo recorrido encima, todas las monjas se fueron del convento y abandonaron
Pastrana, dejando sola a Ana.
|
Felipe II |
Estas dos mujeres, tan diferentes
y tan parecidas, extremas, desmesuradas y fuera de lo común, que para sacar
adelante sus proyectos estaban dispuestas a todo. También tenían en común el
hecho de no aceptar el papel irrelevante que les había sido asignado en la
sociedad de la época y que buscan imponerse, aunque de forma muy diferente.
Por eso, tenían que chocar y
chocaron de frente. Hasta tal punto se enfrentaron ferozmente que la
princesa, acostumbrada a mandar y herida en su amor propio por
esta fuga, se cree que, como venganza, denunció a la Inquisición el Libro de la
Vida que Teresa de Jesús le habría permitido leer, tras rogárselo ella
encarecidamente. También, al parecer, publicó una
biografía tergiversada de Teresa de Jesús, lo que produjo el alzamiento de
escándalo de la
Inquisición, que
prohibió la obra durante diez años.
Una dama de armas tomar
Después de este intento fallido de vida
conventual y su conflicto con la religiosa de Ávila, Ana marchará de nuevo a la
Corte. Allí, su afán de poder y riqueza le llevarán a intrigar contra los
planes del mismísimo Felipe II.
|
Antonio Pérez |
En Madrid, Ana se vio obligada a
manejar su amplio patrimonio. Su carácter altivo y su amor por el lujo se
convirtieron en su mejor carta de presentación en la corte, donde ejerció una
gran influencia, gracias a la cual, y a sus apellidos, consiguió una posición
desahogada para sus hijos. Sin embargo, su existencia a partir de entonces no
estuvo exenta de problemas.
Ana aún era joven cuando enviudó,
por lo que su aparición en la corte dio paso a rumores sobre unas pretendidas
relaciones amorosas con Felipe II, principalmente durante el matrimonio de éste
con la joven Isabel de Valois, de la cual fue amiga. Pero, pese a la leyenda,
parece que jamás compartió
lecho con Felipe II.
Pero lo que sí es más cierto para
los investigadores es que, una vez viuda, si fue amante de Antonio Pérez,
secretario del rey, aunque no se acaba de determinar si lo suyo fue una
cuestión de amor, de política o de búsqueda de un apoyo ante la falta de su
marido.
Lo cierto es que estas relaciones
fueron descubiertas por Juan de Escobedo, secretario de Juan de Austria (hermano natural de Felipe II). Antonio Pérez, temeroso de
que revelase el secreto, le denunció ante el rey de graves manejos políticos y
Escobedo apareció muerto a estocadas. La opinión pública acusó a Pérez; pero
pasó un año hasta que el rey dispuso su detención.
|
Los príncipes de Éboli |
Sin embargo, los motivos de la
intriga que llevaron al asesinato de Escobedo, y por ende a la caída en
desgracia de Pérez y la princesa de Éboli, no se quedan ahí. Parece probable,
que junto a la posible revelación de la relación amorosa entre Ana y Antonio Pérez,
también existían otros motivos más graves, como una intriga compleja de ambos
acerca de la sucesión al trono vacante de Portugal y contra Juan de Austria en
su intento de casarse con María Estuardo.
La princesa fue encerrada por
Felipe Ii en 1579, primero en el Torreón de Pinto, luego en la fortaleza de Santorcaz y privada de la tutela de sus hijos y de la administración
de sus bienes, para ser trasladada en 1581 a su Palacio Ducal de Pastrana.
Tras la fuga de Antonio Pérez a
Aragón en 1590, Felipe II mandó poner rejas en puertas y ventanas del Palacio
Ducal (es muy conocido en dicho palacio el balcón enrejado que da a la plaza de
la Hora, donde se asomaba la princesa melancólica). Allí morirá atendida por su
hija menor Ana de Silva en 1592.
La actitud de Felipe II hacía Ana
fue muy dura, y dicen que desproporcionada además de cruel. Ella le pidió
clemencia, en sus cartas llamaba "primo" al monarca y le pedía en una
de ellas "que la protegiese como caballero", pero el rey fue
inflexible se referiría a ella como "la hembra", sin
embargo, siempre protegió y cuidó de los hijos de ésta y su antiguo amigo Ruy.
Y así acabó sus días, detenida, confinada,
abandonada y sola, la que había sido una de las damas más poderosas de su
tiempo.
*****
CONTENIDO RELACIONADO