Fue el
pintor más famoso y mejor considerado de su tiempo, gozó de éxito
internacional, trabajó para diversas cortes europeas y ejerció sobre sus coetáneos
una influencia notable.
En la
actualidad, más que sus obras históricas y alegóricas se valoran los numerosos
retratos que realizó.
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Autorretrato |
Un
pintor de raza
Antón
Raphael Mengs nació Aussig, Bohemia, Chequia, en 1728. Desde temprana edad inició su formación artística
bajo la severa dirección de su padre, Ismael Mengs, pintor y miniaturista de la
corte sajona, que al nacer Anton decidió que este éste seguiría sus pasos en el
oficio de pintor. Una vez que le consideró ya preparado le envió a Roma en 1741
para completar su preparación como artista.
Entre
1741 y 1744 residió en Roma con su padre y hermanas, y tuvo la oportunidad de
estudiar la Antigüedad clásica y las obras de
Miguel Ángel y
Rafael Sanzio en el Vaticano. En esta primera
estancia romana acudió a la escuela de Marco Benefial para el aprendizaje del
desnudo.
Con
apenas diecisiete años entró a trabajar como pintor en la corte de Sajonia en
Dresde, pero tres años más tarde decide viajar de nuevo a Roma para seguir
aprendiendo de los clásicos.
De este
tiempo son sus primeras composiciones al óleo, influidas por el arte de Rafael.
En julio de 1749 abjuró del luteranismo y se convirtió al catolicismo, y un mes
después contrajo matrimonio con Margarita Guazzi, joven romana que le había
servido de modelo para una
Virgen.
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El parnaso |
En Roma, además, conocería a
Wickelmann que resultaría decisivo en su carrera ya que este era por entonces
uno de los principales promotores de la nueva corriente artística del
neoclasicismo, a la que Mengs se adhirió con fervor y de la cual se convirtió,
a su vez, en uno de los grandes propagadores. De hecho, en 1761 pintó, en el
techo de la Villa Albani, en Roma, el fresco de
El Parnaso, que se convirtió en una especie de manifiesto del
neoclasicismo por su evidente empleo de soluciones tomadas de los maestros del
Renacimiento, en particular de
Rafael.
El 23 de
marzo de 1751 recibió el nombramiento de primer pintor de la corte sajona,
quien le manda viajar por un encargo a Nápoles en 1759, donde fue presentado a
Carlos III antes de que este soberano partiese hacia España. En 1760 retrató al
nuevo rey de Nápoles, Fernando IV y más tarde pintó a la prometida de este hijo
de Carlos III, María Josefa Gabriela, y a la que fuera finalmente su esposa,
María Carolina.
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Flagelación de Cristo |
De Nápoles a Madrid
El mismo año de la realización de El Parnaso, fue
llamado por Carlos III a Madrid, donde permaneció de 1761 a 1771 y de 1774 a
1777, trabajando en la decoración de los palacios reales de la capital y de
Aranjuez.
Fue
pintor de cámara del rey Carlos III a partir del 23 de julio de 1761, y primer
pintor desde el 22 de octubre de 1766, ejerció una decisiva influencia en el
arte cortesano español y su huella se aprecia en artistas como Francisco Bayeu,
Mariano Salvador Maella y
Francisco de Goya.
Tras su
estancia en España, dejó una amplia producción pictórica en las alegorías de
las bóvedas de los palacios reales de Madrid y Aranjuez, en los cuadros de
devoción y en los innumerables retratos que hizo de la familia real y de
algunos particulares.
En 1776 regresó a Roma tras enfermar de
tuberculosis. Allí fallecerá el 29 de junio de 1779. Fue enterrado en la iglesia de San Miguel, cerca de la
basílica del Vaticano, donde pocos años después se le erigió un sepulcro cuyo
busto fue realizado por el escultor romano Vicenzo Pacetti.
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Carlos III |
Una
nueva técnica
Sus
frescos fríos, de colores desvaídos y desprovistos de emoción, según el gusto
de la época, triunfaron sobre los de
Giovanni Battista
Tiepolo, a quien Mengs consiguió arrinconar.
Su
estilo, neoclásico, está no obstante impregnado de una indudable influencia
barroca.
Sus retratos son considerados obras maestras del género; sus grabados, son así
mismo geniales, con una absoluta perfección en el dibujo que nada tienen que
envidiar a los grandes grabadores como
Ingres, en lo
que se denota su profundo conocimiento de la anatomía humana y de alguna forma
además del barroco se pueden ver en sus telas detalles manieristas.
Sus
frescos fríos, de colores desvaídos y desprovistos de emoción, según el gusto
de la época, triunfaron sobre los de
Tiépolo, a
quien Mengs consiguió arrinconar.
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Nicolás Azara |
Sus
obras mitológicas e históricas más admiradas además de “
El Parnaso” , son “San Pascual Bailón
adorando la eucaristía” para la iglesia conventual del santo en Aranjuez. Y
entre sus últimas, realizadas ya en Roma, sobresalen “Perseo y Andrómeda”
(actualmente en el
Hermitage de San
Petersburgo), la inacabada “Anunciación” en principio destinada a la capilla
nueva del palacio de Aranjuez, actualmente en el Palacio Real de Madrid, y la
monumental “Adoración de los pastores” (en el Prado).
Un
carácter peculiar
Además
de pintor, Mengs también fue un teórico del arte, dejando numerosos escritos.
En uno de estos, lanzaría una agria crítica contra el arte español de la época.
Los escritos de
Mengs animaron el debate sobre la belleza, en pleno surgimiento
neoclasicista.
De la
vida de Mengs se dice que tuvo grandes ganancias y mayores gastos, y que era
una mezcla de triunfos y miserias, pero sobre todo que estaba tan absolutamente
convencido de su estilismo neoclásico que estaba dispuesto a hacer lo que fuera
por ello. Era, puntualizan sus estudiosos, puntilloso e irascible en
el cumplimiento de su arte y sus ideas, lo que le hacían ser considerado un espíritu soberbio.
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La adoración de los pastores |
Debido a este férreo convencimiento de
sus ideas, mantuvo serios pleitos con la Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la que
es nombrado director honorífico en 1763 y de la que dimite seis meses más tarde
por discrepancias en las formas de entender el arte.
Ante
esta renuncia, la dirección señala: "Como tenemos evidentes pruebas de que
las grandes ocupaciones de Mengs y su genio no le dan tiempo ni voluntad para
instruir nuestra juventud, nos quedamos sin él muy tranquilos".
Pero
también tenía sus defensores, como Garpar Melchor de Jovellanos que dos años
después de su muerte hace un discurso en defensa de Mengs en la propia
Academia, Elogio de las
Bellas Artes, reflejo
de la influencia y del dominio que Mengs tuvo en el
gusto de la corte de Carlos III.
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María Luisa de Parma |
Mengs
fue para unos un gran maestro influenciador en el arte, pero para otros un
auténtico tirano ya que estaba demasiado convencido de la certeza de sus doctrinas.
Los expertos resumen su rígido posicionamiento teórico en esta fórmula: el Mengs que pinta es esclavo del Mengs que piensa.
Lo
cierto es que Mengs será la persona que impondrá el cambio de gusto del
barroco, que circulaba por Italia, Francia y España, al estudio austero de las
formas del neoclasicismo.
Mengs aprecia la belleza de los tonos
aislados, limpios y vibrantes. Como pintor trabaja con tres colores primarios: amarillo, rojo y
azul. Le interesa el choque entre ellos,
que destaquen sobre el fondo neutro.
Sus autorretratos y retratos
de amigosson siempre sobre fondos oscuros.
No le interesa el
paisaje porque cree que confunde, enmaraña y distrae de lo esencial: el gesto, que es la gravedad y el sondeo del espíritu del que es retratado. ¿El peor de
todos?, dirá tajante y convencido, Leonardo, al que llama “pintor naturalista”.