Tamara de Lempicka construyó sobre
sí misma un personaje tan excéntrico, mundano y enigmático que en cierto modo
relegó a un segundo plano a la gran pintora que fue del “art deco”.
Su vida resulta tan fascinante
como su obra y, presumiblemente, no sería comprensible la una sin la otra.
Destacó por la belleza de sus
retratos femeninos y desnudos en estilo art decó.
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Tamara de Lempicka |
París
La vida de María Górska, conocida
artísticamente como Tamara de Lempicka está llena de enigmas y medias verdades
que ella se encargaba de alimentar. Ocultaba por ejemplo la fecha y el lugar de
su nacimiento, lo primero por coquetería y lo segundo posiblemente porque
idolatraba a su aristocrático marido que era polaco. Por ello, los estudiosos
de su vida y su obra establecen que debió nacer entre 1895 y 1900 (se admite mayoritariamente
la del 16 de mayo de 1898), y que pudo haberlo hecho en Varsovia, pero más
probablemente, en Moscú, pero en cualquier caso, en el seno de una familia
acomodada.
En 1911 parece ser que viaja con
su abuela a Italia y allí descubre su pasión por el arte. A su vuelta, va a
conocer en uno de los habituales bailes de la alta sociedad de San Petersburgo
al que sería su primer marido: el guapa aristócrata polaco Tadeusz Lempicki,
arruinado pero del que se encapricho y con el que tuvo a su única hija, Kizette, en 1916, aunque Tamara se empeñaba
en decir que había nacido en París en 1918. Sobre esto también se afirma que
una vez que la niña fue ya adolescente la presentaba, por pura coquetería, como
su hermana pequeña.
La joven pareja llevó una vida lujosa
(gracias a la dote que recibió ella de sus tíos maternos, pues era huérfana)
hasta que estalló la revolución bolchevique de 1917 cogiéndoles totalmente
desprevenidos. Ella pudo escapar a tiempo, pero él fue detenido por su
vinculación con los rusos blancos. Cuentan que su amor por Tadeusz hizo que no
huyera sin él y que algún que otro favor sexual de la bella Tamara a los altos
funcionarios de la revolución consiguiera que finalmente su marido fuera
liberado. Se trasladaron a Copenhague y finalmente se instalaron con su hija en
el París de 1918 sanos y salvos, pero sin dinero.
Durante los primeros años, los
Lempicki malvivieron, ya que el esposo de Tamara, tan bello como inútil para el
trabajo, se negó a rebajarse a encontrar un empleo.
Parece que fue la hermana de
Tamara quien la animó a retomar su juvenil afición y disposición para la
pintura en aquel París en plena efervescencia creativa.
Tamara tomó clases de pintura con
André Lothe y trabaja día y noche en sus lienzos. Estaba a punto de deslumbrar
a la sofisticada sociedad parisiense de los años veinte con un estilo
inconfundible. Así, pronto encontró en su talento para la pintura una buena
fuente de ingresos y la vía de entrada a una frenética vida social.
Sus cuadros empezaban a venderse
bien, la alta sociedad pagaba generosamente sus retratos, y las galerías y
salones de la capital francesa empezaban a disputarse sus obras.
La Exposition
internationale des arts décoratifs et industriels modernes, en 1925, consagró el art déco y, con él, a Tamara de Lempicka. En 1927, su cuadro
Kizette en el balcón recibe el primer premio en la
Exposición Internacional deBurdeos.
La efervescencia de una ciudad que
marcaba las pautas del arte mundial convirtieron a Tamara en una de las grandes
estrellas ciudadanas. Ya rica y famosa, fue una de las mujeres más bellas y de
vida más intensa de los "locos años veinte". Dominó la noche del
París más enloquecido y vanguardista, eso sí, ayudada por una notable adicción
a la cocaína, disfrutaba de la diversión en cafés y cabarets vestida de alta
costura y enjoyada, acabando muchas noches en tugurios de mala muerte. En París,
Tamara durmió con actrices, prostitutas, embajadores y marineros.
Excéntrica, vanidosa, caprichosa y
bisexual y con una personalidad arrolladora,, así es como empezó a forjarse su
propia leyenda, creó un personaje a la medida de los años locos de entreguerras, con una vida que resulta tan fascinante
como su obra y que no se podría comprender la una sin la otra.
Sin duda, fue su época más
valorada, la que transcurre desde los inicios de los años veinte hasta los
primeros cuarenta, una etapa íntimamente vinculada al art déco, el estilo del que la artista es una de sus referencias obligadas.
Cuando Lempicki la dejó (él se encapricha de una millonaria polaca y a Tamara le
pilla por sorpresa por lo que entra en crisis: depresiones y tratamientos
psiquiátricos),y se divorcian en 1929
, ella lo reemplazó con un
millonario barón húngaro coleccionista
de su obra. Junto a él, viaja a Estados Unidos (donde acepta casarse con
él sin ocultar su orientación
bisexual) cuando se cierne sobre Europa la
sombra del nazismo (ambos eran de origen judío) y la Segunda Guerra Mundial.
Estados Unidos
También conquistará y se hará famosa entre la burguesía
neoyorquina y expone en varias galerías estadounidenses. En 1933 viaja
temporalmente a Chicago, pero finalmente en 1938 se van a vivir a
Beverly Hills
donde Tamara dejará huella de su irresistible
glamour como el de las
estrellas de cine a las que vende y coleccionan su arte.
En los años 40 su prestigio como
pintora de retratos fue declinando y el peso del personaje mundano acabó por
eclipsar su carrera. Convertida en baronesa Kuffner ya no necesitaba recibir
encargos de gente adinerada para sobrevivir y dejó de pintar retratos. A partir
de entonces el arte de la vieja dama dejó de interesar, pero ella seguía
alimentado el personaje novelesco que siempre quiso ser.
Cuando la guerra en Europa
termina, ella volvió a abrir su famoso
estudio de París en la rue Méchain, redecorando en estilo rococó. Luego sus
amigos neoyorkinos le pedirían que decorara sus casas con su toque personal.
En 1962, muere el barón y ella se
muda a Houston para estar cerca de su hija Kizette. Sigue pintando, se pasa al
abstraccionismo, e incluso alguna galería exhibe sus pinturas más recientes,
pero los críticos son indiferentes, no había muchos compradores, y se juró a sí
misma que nunca volvería a exhibir.
La nuevas tendencias y su avanzada
edad hacen que su carrera se detenga. Ya ignorada y olvidada va acumulando
lienzos viejos y nuevos en su estudio.
En 1978 decide instalarse con su
hija en Cuernavaca (México). Allí morirá
el 18 de marzo de 1980. Sus cenizas fueron arrojadas desde un
helicóptero sobre el volcán de Popocatépetl por expreso deseo de la pintora.
Obra y estilo
El Art Deco en pintura es un
estilo simétrico y rectilíneo que alcanzó su punto más alto en el París de
entre 1925 a 1935, se inspiraron en este movimiento artístico tanto el cubismo
como el futurismo y la influencia de la Bauhaus.
De todos los artistas que siguen
el estilo "Arts Décoratifs", uno de los más memorables fue Tamara de
Lempicka.
Su producción se centra en
retratos femeninos y en desnudos de ambos sexos. Siguiendo la tendencia de la
pintura art decó, pintaba
mujeres etéreas, con ropajes flotantes y dedos largos. Su pincelada es fluida y
de marcados contrastes de luces y sombras.
Sus influencias principales son
Botticelli,
Bronzino, el retrato
manierista en general, y el
Cubismo, pero sin llegar al
arte abstracto. Su arte se
ha clasificado como ecléptico, o fusión
de estilos antiguos para representar temas actuales, donde las figuras visten
ropa y peinados de última moda.
Aunque las imágenes más populares de su arte son desnudos, una indudable
fascinación por los cuerpos humanos, por la primacía de la sensualidad que
desprenden sus volúmenes, por la luz y por la sabia utilización de una suave
geometría, también retrató a su hija en varias ocasiones y a personas
relacionadas con la burguesía artística de parís y Nueva York. También realizó
cuadros de flores.
Los retratos realizados entre 1920
y 1940, la agitada época parisina, mostrarán su dominio del dibujo, los colores
fríos, el aspecto metálico de los cuadros, y los fondos de arquitectura.
Tamara se mostraba más libre en
los retratos de mujer y en los desnudos. En los retratos de mujeres la puesta
en escena es diferente: son conquistadoras, con la boca bien perfilada y las
uñas pintadas de rojo. Los hombres eran representados como simples
acompañantes.
En los últimos años de su vida
Lempicka pintó bodegones con toques surrealistas y buscó con poco éxito nuevos
caminos en la abstracción.
Catorce años después de su muerte
se consiguió recuperar a Lempicka de un injusto olvido: el 19 de marzo de 1994,
la sala Christie's, en Nueva York, subastando la colección de arte de Barbra
Streisand, consiguió que el cuadro de Tamara “Adán y Eva” pintado en 1931,
fuese adjudicado en dos millones de dólares. Después, la locura coleccionista
de los nuevos ricos han sucumbido otra vez a la estética de sus cuadros.
De cualquier forma, todos los estudiosos de su obra creen
que el arte de Tamara de Lempicka se ha visto ensombrecido por la historia de
su vida.