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EL NÚMERO PI: UN VIAJE A TRAVÉS DE LA ETERNIDAD MATEMÁTICA

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 El número π (pi) es uno de los conceptos matemáticos más enigmáticos y fascinantes que existen. Este número irracional ha cautivado a matemáticos, científicos y filósofos durante milenios, ya que representa no solo una constante matemática fundamental, sino también un símbolo de los misterios del universo y la naturaleza misma de las matemáticas.  ¿Qué es el número Pi? Pi es la relación entre la circunferencia de un círculo y su diámetro. Esto significa que, sin importar el tamaño del círculo, la longitud de la circunferencia siempre es aproximadamente 3,14159 veces el diámetro. Esta relación se simboliza con la letra griega π y se conoce desde la antigüedad, aunque su precisión y comprensión han avanzado a lo largo de los siglos. El número Pi es un número irracional , lo que significa que no puede expresarse exactamente como una fracción simple. Además, su expansión decimal es infinita y no periódica , es decir, sus dígitos no siguen ningún patrón repetitivo, lo que añade una capa d

CARLOS DE HAES: EL MAESTRO BELGA QUE REVOLUCIONÓ EL PAISAJISMO ESPAÑOL

Fue el instaurador en España de la pintura al aire libre y maestro de toda una generación de paisajistas españoles.

Su extensa obra abarca más de cuatro mil cuadros y apuntes que dieron vida vida al arcaico y academicista paisajismo español del momento.



Carrera fulgurante

Carlos de Haes nació un 27 de enero de 1826  en Bruselas (Bélgica), siendo el mayor de siete hermanos de una familia de comerciantes.

Una adversidad económica hizo que esta familia se trasladase en 1835 a España para buscar nuevos rumbos a su economía. Se instalaron en Málaga, ciudad en la que Haes tomó sus primeras nociones de dibujo del pintor canario Luis de la Cruz y Ríos.

En 1850, decide continuar su formación en su tierra natal estudiando a los grandes maestros flamencos del paisaje, al mismo tiempo que establece contacto con las vanguardias europeas que en Bruselas se dan cita en torno a las renombradas exposiciones anuales de los Salones de la capital belga.

Su formación, durante cinco años, al lado del paisajista Joseph Quinaux determina su encuentro con la pintura al aire libre a la que se entregará con pasión y definirá su producción artística en su totalidad. Durante su estancia recorrerá la región y pinta sus primeros paisajes con un estilo romántico tardío. Llega a participar en el Salón de Amberes de 1855.


Cuando regresa a España, se presenta y consigue en la primera edición de las Exposiciones Nacionales, en 1856, una tercera medalla con paisajes tomados en los alrededores de la capital belga.

También en esa época conoce y hace amistad con Juan Federico Muntadas, escritor, poeta y político, artífice del parque natural Monasterio de Piedra una vez que lo heredó de su padre que lo compró tras la Desamortización del lugar. Muntadas dará a conocer la belleza natural de Piedra a través de sus escritos y, especialmente, acogiendo sucesivamente en su residencia a un selecto grupo de artistas, literatos y personalidades de la cultura española e incluso europea de su tiempo. Uno de ellos será Carlos de Haes, en cuyo recinto pasará el verano de 1856 con su anfitrión y donde, entre los muchos apuntes y cartones que pintó, estaba la obra Vista tomada en las cercanías del Monasterio de Piedra, Aragón, que fue premiada con una primera medalla en la Exposición Nacional de 1858.

En 1857 ganó la oposición a la Cátedra de Paisaje en la Escuela Superior de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, por lo que instala definitivamente su residencia en Madrid. En 1860 es elegido académico de número en San Fernando.


Este mismo año de 1860 obtiene otra pri­mera medalla con la obra Un país. Recuerdos de Andalucía, costa del Mediterráneo, junto a Torremolinos y en 1862 vuelve a conseguir el mismo galardón con Paisaje. Vista del Lozoya (Paular).

Un innovador del paisajismo

Haes promovió entre su alumnado salidas para pintar por los alrededores de Madrid y luego, entre sus mejores alumnos, las campañas veraniegas de excursiones por el norte de España que posteriormente se extendieron también por Bretaña, Normandía, Holanda, etc.


Estas experiencias plenairistas (término pictórico que significa pintura al aire libre usando la luz natural para estudiar y conseguir determinados efectos y aplicarlos a la pintura) supondrán la formación de la pintura del natural de toda una generación de paisajistas que constituye la mayor antología de la pintura española al aire libre.

Estas excursiones supondrán concretamente para Carlos de Haes dejar plasmados, en pequeños estudios al óleo, infinidad de paisajes que luego guarda celosamente en su taller por simple placer estético o como fuente de inspiración para composiciones de mayor formato.


El 15 de noviembre de 1875, Haes se casó con Inés Carrasco Montero, pero en octubre de 1876 su esposa y su recién nacida hija mueren de sobreparto. Desde ese momento, los pintores Aureliano de Beruete y Jaime Morera  Beruete le ayudarán a sobrellevar su dolor como amigos y como compañeros de los viajes que Haes realizará entre 1877 y 1884 a los paisajes de Normandía (Villerville), Frisia, País Vasco (Guetaria, San Juan de Luz, Eaux-Bonnes), y Bretaña (Rouen, Douarnenez).

En 1876 había presentado a la Exposición Nacional La Canal de Mancorbo en los Picos de Europa (Museo del Prado) que, aunque no fue premiado, fue adquirido por el Estado para formar parte de la colección del Museo Nacional de Pintura y Escultura, significándose desde entonces como la pintura más emblemática y paradigmática del paisaje realista español.


Los últimos bosquejos conocidos de Haes se fechan en 1897, durante una estancia en Algorta, al cuidado de Morera y su esposa en la finca de "Jardigane". Muere víctima de una pulmonía, en 1898, a los setenta y dos años de edad.

En su testamento dejaba a Jaime Morera y a Luis Roig —como albaceas aún vivos— en libertad para el reparto de todos sus bienes y la recomendación de algunas preferencias.
Finalmente fue Morera el gran gestor del legado, consiguiendo que se dispusiera una "Sala Haes" en el recién creado Museo de Arte Moderno (compuesta por ciento ochenta estudios al óleo, ciento veintinueve dibujos y cuarenta y siete aguafuertes de diferentes épocas y paisajes). Pero finalmente su legado se dispersará en los años siguientes.


Hoy día, lo mejor de su extensa obra (cuatro mil cuadros y apuntes) se puede ver en el en el Museo del Prado (que recuperó 183 obras del conjunto originalmente donado al desaparecido Museo de Arte Moderno), el Museo de Málaga y  en el Museo de Arte Jaime Morera (80 piezas).

La revolución del paisajismo

A Carlos de Haes, según los expertos, se lo puede clasificar como paisajista dentro de la tendencia general del realismo, pero no del naturalismo ya que era partidario de trabajar dl natural sólo los bocetos preparatorios, mientras que dejaba el acabado con el trabajo clásico del taller.

Carlos de haes. Retrato de Madrazo

Siguiendo el ideal académico, Haes consideraba que "el fin del arte es la verdad que se encuentra en la imitación de la naturaleza, fuente de toda belleza, por lo que el pintor debe imitar lo más fielmente posible la naturaleza, debe conocer la naturaleza y no dejarse llevar por la imaginación”.

Sin embargo, la mayoría de sus alumnos (de entre la nutrida generación de alumnos que formó cabe destacar a Jaime Morera, Aureliano de Beruete y Darío de Reoyos) practicaron el plenairismo sin entrar en convenciones teóricas o dogmáticas, pintando del natural "al aire libre" y dejando —algunos de ellos— uno de los más ricos capítulos del impresionismo español.

A su llegada a España, la pintura paisajística estaba anclada en el academicismo y era totalmente arcaica. Su entusiasmo, sus indudables dotes y sus campañas de contacto directo con la naturaleza (algo que sólo habían practicado oficialmente en España Martín Ricoy y Vicente Cuadrado) resultaron un incentivo irresistible para las jóvenes generaciones de paisajistas y para otros pintores "vocacionales" o aficionados.


Quizá el dato más significativo del secreto gusto plenairista de Haes fue el celo con que atesoró hasta su muerte su colección de pequeños estudios, pintados «in situ», simples ejercicios de reto personal ante el placer estético y la seducción de la naturaleza.
Fue, pues, el impulsor de una moderna corriente paisajista que se basaba en una rigurosa y casi científica observación del paisaje, de acuerdo con los postulados europeos de la época.

En cuanto a la técnica de su pincelada tiene connotaciones impresionistas, no así con el tratamiento de la luz y el color.

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