Fue el instaurador en España de la
pintura al aire libre y maestro de toda una generación de paisajistas
españoles.
Su extensa obra abarca más de
cuatro mil cuadros y apuntes que dieron vida vida al arcaico y academicista paisajismo español del
momento.
Carrera fulgurante
Carlos de Haes nació un 27 de
enero de 1826 en Bruselas (Bélgica),
siendo el mayor de siete hermanos de una familia de comerciantes.
Una adversidad económica hizo que
esta familia se trasladase en 1835 a España para buscar nuevos rumbos a su
economía. Se instalaron en Málaga, ciudad en la que Haes tomó sus primeras
nociones de dibujo del pintor canario Luis de la Cruz y Ríos.
En 1850,
decide continuar su formación en su tierra natal estudiando a los grandes
maestros flamencos del paisaje, al mismo tiempo que establece contacto con las
vanguardias europeas que en Bruselas se dan cita en torno a las renombradas
exposiciones anuales de los Salones de la capital belga.
Su formación,
durante cinco años, al lado del paisajista Joseph Quinaux determina su
encuentro con la pintura al aire libre a la que se entregará con pasión y
definirá su producción artística en su totalidad. Durante su estancia recorrerá la región y pinta sus primeros
paisajes con un estilo romántico tardío. Llega a participar en el Salón de
Amberes de 1855.
Cuando regresa a España, se presenta y consigue en
la primera edición de las Exposiciones Nacionales, en 1856, una tercera medalla
con paisajes tomados en los alrededores de la capital belga.
También
en esa época conoce y hace amistad con Juan
Federico Muntadas, escritor, poeta y político, artífice del parque natural
Monasterio de Piedra una vez que lo heredó de su padre que lo compró tras la
Desamortización del lugar. Muntadas dará a conocer la belleza natural de Piedra
a través de sus escritos y, especialmente, acogiendo sucesivamente en su
residencia a un selecto grupo de artistas, literatos y personalidades de la
cultura española e incluso europea de su tiempo. Uno de ellos será Carlos de
Haes, en cuyo recinto pasará el verano de 1856 con su anfitrión y donde, entre
los muchos apuntes y cartones que pintó, estaba la obra Vista tomada en las
cercanías del Monasterio de Piedra, Aragón, que fue premiada con una
primera medalla en la Exposición Nacional de 1858.
En 1857 ganó la oposición a la
Cátedra de Paisaje en la Escuela Superior de la Academia de Bellas Artes de San
Fernando, por lo que instala definitivamente su residencia en Madrid. En 1860
es elegido académico de número en San Fernando.
Este
mismo año de 1860 obtiene otra primera medalla con la obra Un país. Recuerdos de Andalucía, costa del Mediterráneo, junto a
Torremolinos y en 1862
vuelve a conseguir el mismo galardón con Paisaje. Vista del Lozoya (Paular).
Un
innovador del paisajismo
Haes promovió entre su alumnado
salidas para pintar por los alrededores de Madrid y luego, entre sus mejores
alumnos, las campañas veraniegas de excursiones por el norte de España que
posteriormente se extendieron también por Bretaña, Normandía, Holanda, etc.
Estas experiencias plenairistas (término pictórico que significa
pintura al
aire libre usando la luz natural para estudiar y conseguir determinados
efectos y aplicarlos a la pintura) supondrán la formación de la pintura del
natural de toda una generación de paisajistas que constituye la mayor antología
de la pintura española al aire libre.
Estas
excursiones supondrán concretamente para Carlos de Haes dejar plasmados, en
pequeños estudios al óleo, infinidad de paisajes que luego guarda celosamente
en su taller por simple placer estético o como fuente de inspiración para
composiciones de mayor formato.
El 15 de noviembre de 1875, Haes
se casó con Inés Carrasco Montero, pero en octubre de 1876 su esposa y su
recién nacida hija mueren de sobreparto. Desde ese momento, los pintores
Aureliano de Beruete y Jaime Morera
Beruete
le ayudarán a sobrellevar su dolor como amigos y como
compañeros de los viajes que Haes
realizará entre 1877 y 1884 a los paisajes de Normandía (
Villerville), Frisia, País Vasco (
Guetaria,
San Juan de Luz,
Eaux-Bonnes), y Bretaña (
Rouen,
Douarnenez).
En 1876
había presentado a la Exposición Nacional
La Canal de Mancorbo en los
Picos de Europa (Museo del Prado) que, aunque no fue premiado, fue
adquirido por el Estado para formar parte de la colección del Museo Nacional de
Pintura y Escultura, significándose desde entonces como la pintura más
emblemática y paradigmática del paisaje realista español.
Los últimos bosquejos conocidos de
Haes se fechan en 1897, durante una estancia en
Algorta, al cuidado de Morera y su esposa
en la finca de "Jardigane". Muere víctima de una pulmonía, en 1898, a
los setenta y dos años de edad.
En su testamento dejaba a Jaime
Morera y a Luis Roig —como albaceas aún vivos— en libertad para el reparto de
todos sus bienes y la recomendación de algunas preferencias.
Finalmente fue Morera el gran
gestor del legado, consiguiendo que se dispusiera una "Sala Haes" en
el recién creado Museo de Arte Moderno (compuesta por ciento ochenta estudios al óleo, ciento
veintinueve dibujos y cuarenta y siete aguafuertes de diferentes épocas y
paisajes). Pero finalmente su legado se
dispersará en los años siguientes.
Hoy día, lo mejor de su extensa
obra (cuatro mil cuadros y apuntes) se puede ver en el
en el Museo del Prado (que recuperó 183 obras del conjunto
originalmente donado al desaparecido Museo de Arte Moderno), el Museo de Málaga
y en el Museo de Arte Jaime Morera (80
piezas).
La revolución del paisajismo
A Carlos de Haes, según los
expertos, se lo puede clasificar como
paisajista dentro de la tendencia general del realismo, pero no del
naturalismo ya que era partidario de trabajar dl natural sólo los bocetos
preparatorios, mientras que dejaba el acabado con el trabajo clásico del
taller.
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Carlos de haes. Retrato de Madrazo
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Siguiendo el
ideal
académico, Haes consideraba que "el fin del arte es la
verdad que se encuentra en la imitación de la naturaleza, fuente de toda
belleza, por lo que el pintor debe imitar lo más fielmente posible la
naturaleza, debe conocer la naturaleza y no dejarse llevar por la imaginación”.
Sin embargo, la mayoría de sus
alumnos (de entre la nutrida generación de alumnos que formó cabe destacar a
Jaime Morera, Aureliano de Beruete y Darío de Reoyos) practicaron el plenairismo sin entrar en convenciones teóricas o dogmáticas, pintando
del natural "al aire libre" y dejando —algunos de ellos— uno de los
más ricos capítulos del impresionismo español.
A su llegada a España, la pintura paisajística
estaba anclada en el academicismo y era totalmente arcaica. Su entusiasmo, sus indudables
dotes y sus campañas de contacto directo con la naturaleza (algo que sólo habían
practicado oficialmente en España Martín Ricoy y Vicente Cuadrado) resultaron
un incentivo irresistible para las jóvenes generaciones de paisajistas y para
otros pintores "vocacionales" o aficionados.
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Quizá el dato más significativo
del secreto gusto plenairista de Haes fue el celo con que atesoró hasta su muerte su
colección de pequeños estudios, pintados «in situ», simples ejercicios de reto
personal ante el placer estético y la seducción de la naturaleza.
Fue, pues, el impulsor de una moderna
corriente paisajista que se basaba en una rigurosa y casi científica
observación del paisaje, de acuerdo con los postulados europeos de la época.
En cuanto a la técnica de su pincelada tiene connotaciones impresionistas, no
así con el tratamiento de la luz y el color.