Las circunstancias
extremas de pobreza y soledad de su corta vida le hacen encarnar como ningún
otro pintor español el arquetipo literario de artista romántico.
Aun siendo un pintor plenamente romántico, ofrece en algunos
de sus lienzos una visión irónica de los tópicos del romanticismo, como el suicidio
por amor.
Primeros pasos
Leonardo
Alenza Nieto nació en Madrid el 6 de noviembre de 1807. Probablemente estudiara
en el Colegio Imperial de San Isidro. Con doce años pasó a estudiar dibujo en
el estudio del convento de la Merced, que pertenecía a la Academia de San
Fernando, pasando a los dieciséis años a tomar clases ya en la propia Academia.
Entre
los muchos profesores que tuvo en esos años en la Academia, en la que estuvo
hasta 1833, estaba José Madrazo con cuyo hijo, Federico Madrazo, coincidiría en
las clases.
El año
que se licenció realizó por encargo del Ayuntamiento de Madrid un Cuadro
alegórico a la jura y proclamación de la reina Isabel II y poco después, y por encargo de la
Corona, otro con el título de Dª
María la Grande sosiega la rebelión de Segovia con su elocuencia y hace que
reconozcan y abran las puertas de la ciudad al rey su hijo. Al año
siguiente pinta para el cenotafio levantado
con motivo de las exequias de Fernando VII hasta
cinco grandes cuadros en grisalla (técnica
pictórica basada en una pintura monocroma que produce la sensación de ser un
relieve escultórico).
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Autorretrato
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Una carrera con altibajos
Comienza
con estos encargos oficiales una carrera que se centrará fundamentalmente en
sus participaciones en la exposición anual que hacía la Academia.
El año
1837 Leonardo Alenza comienza a ilustrar con sus dibujos el Semanario Pintoresco Español de Mesonero Romanos y presenta en la exposición de la
Academia seis caprichos.
En 1839, dos de estos caprichos serán titulados Los románticos; son los
posteriormente conocidos como suicidios del actual Museo del Romanticismo de
Madrid. Ese mismo año deja de colaborar con el Semanario Pintoresco para pasar a ilustrar nuevas ediciones
de la novela picaresca Gil Blas y
de las obras completas de Quevedo, así como para abordar la decoración de
locales públicos como el Café de Levante.
Pero la
tuberculosis empieza a hacer mella en su organismo y tiene que salir de Madrid
para restablecerse, teniendo que dejar aparcados sus proyectos artísticos.
El 6 de
noviembre de 1842, el mismo día en que cumplía 35 años, Alenza se convertía en
académico de mérito por la pintura de historia presentando para ello; David
cortando la cabeza de Goliat, un cuadro alejado de su temática habitual.
Sus
últimos años los pasó gravemente enfermo (de hecho, vivía en la Casa de Vacas
del Retiro porque se pensaba que los efluvios de las vacas eran beneficiosos
para la enfermedad que él padecía), pero prosigue su labor con nuevas
ilustraciones para la edición de Los
españoles pintados por sí mismos, colaboraciones en prensa o
participaciones en la exposición de la Academia, en la que llegó a ser profesor
durante unos meses.
En 1844
participa en la exposición de la Academia con doce cuadritos de costumbres y un
retrato.
La tuberculosis
pudo finalmente con él y murió en la madrugada del 30 de junio de 1845 a los treinta y ocho años
de edad. Fue enterrado en un nicho del cementerio de la Puerta de Fuencarral
gracias a que se abrió una suscripción entre sus amigos que evitó que sus
restos pasaran a la fosa común.
Leonardo Alenza puede ser considerado el prototipo del pintor
maldito del Romanticismo, ya que pasó en vida toda clase de privaciones y
subsistió a duras penas con la venta de sus dibujos y el pequeño estipendio que
recibía por su colaboración en revistas ilustradas. Sin embargo, poco después
de su muerte, se produjo el reconocimiento de crítica y público del que ha
gozado desde entonces.
Cuadros
suyos, así como dibujos y acuarelas, se conservan en el
Museo del Prado, Academia de San
Fernando, Museo del Romanticismo, Museo Lázaro Galdinao, Ateneo, Museo
Cerralbo, Museo de Budapest, entre otros.
Su obra
Alenza se inclinó por las obras de temática costumbrista y de
pequeño tamaño. Dejó constancia de su interés por la obra de Velázquez en
algunas de sus pinturas, como por ejemplo Retrato de niño a la moda del
siglo XVII y Retrato de niña a la moda del siglo XVII (ambos del Prado) en los que se acerca
de modo literal a la obra del maestro sevillano.
En su obra ofrece la renovación de la más castiza tradición
de dicha escuela costumbrista ofreciendo una realidad cercana, fijándose en los
aspectos más sencillos e incluso descarnados de la misma. Incluso, su visión implica una crítica de la
sociedad, presentando aspectos conflictivos de la vida.
En estas obras Alenza se
mostró como uno de los más apasionados continuadores de la ironía madura y
distante del último Goya (aún siendo un pintor plenamente romántico, ofrece
en algunos de sus lienzos una visión irónica de los tópicos del romanticismo). En ellas se puede ver su sólida formación como dibujante y su
facilidad para la iluminación escenográfica. Inspiradas siempre en escenas
populares, campestres y urbanas, Alenza terminó por convertirse en el gran cronista
de las costumbres de las clases más pobres y marginales de la sociedad de Madrid.
Alenza fue un dibujante dotado de una asombrosa facilidad en
la ejecución. Era capaz de improvisar y esbozar con pocos trazos cualquier
escena que a su paso por la calle le sorprendiera o atrajera su atención.
Sus óleos se caracterizan por la factura suelta a base de
manchas, la maestría en el manejo de la luz y el dominio del color. En su
paleta predominan los tonos pardos y apagados, herencia del Goya más sobrio, el
de las Pinturas negras, al que también se aproxima en la temática
elegida en muchas de sus obras de marginados o condenados como en El viático o El gallego de los curritos (Prado).
También es de destacar su labor como retratista (todas estas
obras son de busto), mostrando una enorme capacidad para captar la psicologìa y
la fisonomía del representado, sobre un fondo neutro y oscuro, de forma
inmediata y precisa.
Su obra
está considerada como vanguardia del Romanticismo pintoresco en España, aún así,
el pintor
nunca abandonó su carrera académica, y realizó composiciones de historia,
género por el que sintió un vivo interés pero en el que no encontró, sin
embargo, el éxito.