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EL NÚMERO PI: UN VIAJE A TRAVÉS DE LA ETERNIDAD MATEMÁTICA

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 El número π (pi) es uno de los conceptos matemáticos más enigmáticos y fascinantes que existen. Este número irracional ha cautivado a matemáticos, científicos y filósofos durante milenios, ya que representa no solo una constante matemática fundamental, sino también un símbolo de los misterios del universo y la naturaleza misma de las matemáticas.  ¿Qué es el número Pi? Pi es la relación entre la circunferencia de un círculo y su diámetro. Esto significa que, sin importar el tamaño del círculo, la longitud de la circunferencia siempre es aproximadamente 3,14159 veces el diámetro. Esta relación se simboliza con la letra griega π y se conoce desde la antigüedad, aunque su precisión y comprensión han avanzado a lo largo de los siglos. El número Pi es un número irracional , lo que significa que no puede expresarse exactamente como una fracción simple. Además, su expansión decimal es infinita y no periódica , es decir, sus dígitos no siguen ningún patrón repetitivo, lo que añade una capa d

CARLOS DE AUSTRIA: ¿UN PRÍNCIPE MALDITO, O EL HIJO DÍSCOLO DE FELIPE II?

El primer hijo de Felipe II es uno de los máximos exponentes de las consecuencias de la endogamia practicada por la Casa de los Habsburgo. Solo tenía cuatro bisabuelos, cuando lo normal es tener ocho,

Su muerte fue aprovechada por los enemigos de su padre para propiciar su leyenda negra acusándole de haberle mandado asesinar. 

Carlos de Austria por S. Coello
Una infancia difícil

Carlos de Austria, el hijo de Felipe II y su primera esposa María Manuela de Portugal, nació en Valladolid un 8 de julio de 1545.

Cuando contaba quince años de edad se le proclamó príncipe de Asturias, pero siempre se caracterizó por su complexión débil y enfermiza, no en vano, sus padres eran primos por partida doble (Carlos en lugar de tener 8 bisabuelos y 16 tatarabuelos, como es lo habitual, solo tenia 4 bisabuelos y 6 tatarabuelos, debido a la cosanguinidad de su familia).




Su desarrollo físico fue también deficiente a causa de haber enfermado de malaria a los 11 años, una plaga que asoló la Corte y afectó al joven, quizás más vulnerable que el resto por sus deficientes genes, lo que le provocó un desarrollo anómalo de la columna vertebral y las piernas, de modo que no podía caminar erguido y cojeaba.

Carlos, que quedó huérfano de madre a los cuatro días de nacer, y se crió primero en compañía de sus tías y tras las bodas de estas con familiares cercanos, pues su padre no estuvo en España de 1548 a 1551 ni de 1554 a 1559.


Carlos de Austria por S. Coello
Parece que estaba siempre aquejado por fiebres (seguramente paludismo), que tenía un hombro mas bajo que el otro seguramente por raquitismo, aunque lo que mas destaca de sus antecedentes es su extrema crueldad. Se cuenta por ejemplo, aunque sin excesivo rigor, que de niño cegó una vez a los caballos del establo real y que gustaba de asar liebres, y otros animales similares, vivos.

Estos antecedentes junto por su gusto por azotar a las criadas, maltratar a sus vasallos, parece, según los expertos, que apuntan hacia una psicopatía.


Una juventud rebelde


Su delicado estado de salud, con fiebres persistentes, motivó que en 1561 los médicos de la corte recomendaran fijar su residencia en Alcalá de Henares, alejándose de los aires insalubres de Madrid.
Fue educado en la Universidad de Alcalá de Henares, pero al parecer tenía poco interés en los estudios y fue un gran reto enseñarle a leer y escribir.

Un año después de estar residiendo en la citada villa, el joven Carlos se cayó por las escaleras persiguiendo a una sirvienta. El golpe en la cabeza le provocó una lesión en el cerebro.

Se probaron muchos tratamientos para su curación (los médicos llegaron a desahuciar al joven), dándole apenas cuatro horas de vida, desde curanderos a ponerle a los pies de la cama la momia del santo franciscano Diego de Alcalá a la espera de un milagro, pero finalmente el insigne médico belga de la corte, Andrés Vesalio, le realizó una trepanación (práctica consistente en agujerear el cráneo con el objetivo de eliminar enfermedades consideradas de origen cerebral) que lejos de curarle se le presumieron daños irreparables.

Su padre Felipe II de España
La operación le salvó la vida, pero tras su caída nunca volvió a ser el mismo. Las fiebres que le afectaban periódicamente, empezaron a repetirse. Se acrecentó su  temperamento impulsivo y violento, la crueldad y sus excentricidades. Tenía frecuentes cambios de humor y perdía a menudo los estribos y decía lo primero que se le pasaba por la cabeza.

Por el miedo de los embajadores a que se interceptaran sus informes y el rey pudiera ofenderse, muchas de las actuaciones contra el joven no han podido ser documentadas y se basan en testimonios indirectos. Pero consta, por la correspondencia del embajador Nobili, que Carlos de Austria frecuentaba «con poca dignidad y mucha arrogancia» los burdeles madrileños y trataba con violencia al servicio.

Mal que bien, Carlos se recuperó, pero desde entonces empezó a exigir a su padre (las relaciones entre padre e hijo no fueron nunca fáciles y el príncipe se quejaba de su falta de confianza) atribuciones y responsabilidades de Estado. Tras pensárselo mucho, y en un último intento de fingir normalidad, el rey le nombró miembro del Consejo de Estado en 1564. Pero esto enfureció aún más al joven que sabía que este era solamente una órgano de consulta ya que todas las decisiones las tomaba realmente el monarca.

Su madre María Manuela de Portugal
También barajó, por aquel entonces, Felipe II la posibilidad de casarlo con María Estuardo (la que fuera después reina de Escocia), un matrimonio arriesgado, pues suscitaría la enemistad de Francia, Inglaterra y posiblemente del Sacro Imperio Romano Germánico, o con Ana de Austria (que sería después su cuarta esposa). Estas razones, unidas a la personalidad del príncipe, hicieron que su padre fuera enfriando las negociaciones.

Pero las prioridades del joven príncipe eran otras. Carlos quería gobernar los Países Bajos (en ese momento en rebeldía contra Felipe II) como su padre le prometió en 1559, pero la inestabilidad en aquellos territorios unido a la desconfianza del monarca por la supuesta mala salud mental de su hijo del hicieron que incumpliese dicha promesa.

Ante la pasividad de su padre por darle responsabilidades, Carlos se desesperaba, además, veía que habiéndole  engendrado tan joven, todavía le quedaba mucho tiempo de reinado.

Su bisabuela Juana I de España
Un problema, una solución

Carlos se obsesionó con los Países Bajos y contactó en 1565 con varios líderes rebeldes para organizar su viaje a Bruselas, donde pretendía proclamarse su soberano. Su plan llegó a oídos del rey (por medio del duque de Alba) que abortó su intento.

Tras esto, Carlos intentó llegar a la Países Bajos pidiéndole a su tío Juan de Austria que lo llevara a Italia. Pero el rey volvió a ser informado por su hermano bastardo. La rabia entonces se apoderó del príncipe que intentó matar al futuro héroe de Lepanto. 

El príncipe volvió a cometer nuevos excesos, como mandar incendiar una casa desde la que se lanzaron unas aguas sucias que le mancharon, el intento público de apuñalar al duque de Alba, que había de partir hacia Flandes en su lugar, o arrojar por una ventana a un paje cuyo comportamiento le molestó, etc.

Imposibilitado de controlar la situación, finalmente, Felipe II mandó el 18 de enero de 1568 encerrar a su hijo en sus aposentos. Pero su correspondencia privada sacó a la luz, se dice, una conspiración (a la que ningún noble le prestó mucha atención) para acabar con la vida de Felipe II. 

Su bisabuelo Felipe de Habsburgo
El rey entonces mandó encerrarlo en la torre del Alcázar de Madrid (se le acusó de conspirar contra su padre) sin recibir correspondencia y con limitada comunicación con el mundo exterior. Como el príncipe amenazó con quitarse la vida, Felipe II ordenó que no pudiese tener cuchillos ni tenedores y decretó su cautiverio indefinido en el Castillo de Arévalo.

Durante los seis meses que el Príncipe permaneció cautivo, el príncipe trató de emprender una huelga de hambre como protesta. También, cada vez que sufría los súbitos cambios de temperatura, debido a haber padecido malaria, ordenaba llenar su cama de nieve así como beber agua helada en grandes cantidades, lo cual terminó consumiendo su quebradiza salud.

Falleció, probablemente de diarrea,  el 28 de julio de 1568. Le faltaban 20 días para cumplir 23 años de edad.

Su bisabuelo Manuel I de Portugal



¿Víctima o enfermo mental?

Las vagas explicaciones de Felipe II a la opinión pública, así como a los gobernantes de Europa, y su empeño por destruir las cartas que incriminaban a su hijo (buscando tal vez ocultar la mala salud mental de su heredero) sirvieron para que sus enemigos usaran la muerte de Carlos de Austria en su contra y alimentaran su leyenda negra que los holandeses, franceses e ingleses usaban en perjuicio del Imperio español.

La ópera «Don Carlo» escrita por Giuseppe Verdi siglos después y un drama del poeta alemán Schiller tomaron por referencia el ensayo «Apología», de Guillermo de Orange, que presenta la vida del Príncipe de forma muy distorsionada. El holandés hablaba de una relación amorosa entre Don Carlos y la esposa de su padre, Isabel de Valois, y colocó al joven como adalid de la independencia holandesa y a Felipe II como un rey malvado asesino de ambos.

Su bisabuela María de Aragón
La propaganda holandesa, encabezada por Guillermo de Orange, aprovechó y acusó directamente al rey de ordenar el asesinato de su hijo y argumentó que lo único que quería el joven príncipe era acabar con la tiranía de su padre en los Países Bajos.

Sin embargo, muchos historiadores afirman que Felipe II fue excesivamente permisivo con la actitud de su hijo, el cual arrastraba problemas mentales desde que era niño.

Indudablemente, los matrimonios cosanguíneos de los Austrias, sobre todo con Portugal, pasaron factura acumulativa a la estirpe.Según estudios recientes, el primer hijo de Felipe II es el máximo exponente de las consecuencias de la endogamia practicada por la Casa de los Habsburgo. Por ello, la sangre del príncipe Carlos portaba un coeficiente de consanguinidad de 0,211 –casi el mismo que resulta de una unión entre hermanos y solo por debajo de Carlos II, un 0,254 –.

No obstante, los trabajos históricos actuales consideran que los genes no estaban directamente relacionados con la locura del príncipe. Así, el heredero a la Corona fue un niño relativamente normal, de inteligencia media-baja, que no sufrió graves episodios de demencia hasta la edad adulta.


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