Fue la única mujer de su tiempo en
España que se dedicó profesionalmente a la pintura y la única que fue a París a
estudiar.
Lluïsa Vidal se especializó en
retratos, en escenas íntimas de género, paisajes, y celebraciones populares
pintadas al aire libre.
Los años de formación
Lluïsa Vidal i Puig (1876-1918)
nació en Barcelona el seno de una familia acomodada.
Los padres de Lluisa (el padre
dedicado al arte y a los negocios: era ebanista, decorador de interiores de
éxito y fundidor), al igual que a sus once hermanos, la educaron en un ambiente
culto y muy relacionado con el modernismo de la época. Confiaron su preparación
a los maestros que consideraban maestros más interesantes y dotados.
Lluisa descubrió que lo que quería
hacer era pintar, y así se le puso de profesor al pintor Joan González,
considerado un dibujante extraordinario. Lluisa se destacó siempre en la
pintura, pero también tocaba muy bien el violín y cantaba. A los diecisiete
años estudiará pintura con Mas y Fontdevila, considerado uno de los mejores
pintores del periodo.
Un tiempo después viajó a Madrid
con su padre, realizando una visita obligada al Museo del Prado. Allí tuvo su
primer contacto con la obra de los maestros españoles como Goya y Velásquez y
quizás fue donde se empezó a interesar por el retrato desde el punto de vista
profesional consciente de las perspectivas económicas del género retratístico.
Carrera profesional
Como pintora, su andadura
artística la inició en 1898 en un establecimiento hotelero (era cervecería,
cabaret y restaurante) llamado Els Quatre Gats inaugurado en Barcelona
en 1897 y que durante los seis años que se mantuvo activo se convirtió en uno
de los lugares de referencia del modernismo catalán.
Seguramente formó parte de una de
las exposiciones colectivas, aunque algunos autores dudan de que expusiera allí
ya que en sus primeros años de profesión estaba muy
dirigida por los puntos de vista estéticos y sociales de su padre, por lo que
se movería en un ambiente más refinado y no en el marco bohemio en el que se
enmarcarían los
Quatre Gats.
Después, llevaría a cabo tres
exposiciones, dos de ellas exclusivamente de retratos. En abril de 1898, colgó
tres retratos al óleo en la IV Exposición de Bellas Artes e Industrias
Artísticas de Barcelona. En esa exposición, había más de 2.000 obras, entre
otras de
Casas,
Rusiñol,
Brull,
Joaquim Mir i Trinxet,
Ramón Pichot,
y
Mas i Fontdevila.
En la ceremonia de clausura fue galardonada con una Mención honorífica por su
cuadro de Mossèn Collell.
A partir del éxito de aquella
primera exposición oficial, los críticos comenzaron a reseñar en serio su
trabajo.
En noviembre de
1898, realizó su primera exposición en la
Sala Parés, que preparó en
el verano, bajo la dirección crítica de su padre y de
Mas i Fontdevila.
La acogida que recibió fue excepcional, por el hecho de ser una mujer.
Viaje y estudios en París
Lluïsa fue la única pintora española
de la época, que completó sus estudios en
París. Viajó sola, en una época donde las
mujeres nunca viajaban solas. Se instalaría en
París, a principios de junio de 1901, en
la pensión Durand, sobre el Boulevard Haussmann.
Primero visitó el
Louvre, y la exposición del
Salón de París. Se
matricula en la popular
"Académie Julian" .
En agosto de
1902, se trasladó a
Inglaterra , donde se decidió a pintar al aire libre. Visitó los
museos más importantes,
De nuevo en
París Lluïsa se dedicó a copiar obras en el
Louvre, y por las tardes copiaba del
natural, en un estudio que había alquilado para completar su formación. Más
adelante decidió estudiar con Georges Picard y
Eugène Carrière en la Academia particular de Georges Humbert.
En París, además entra en contacto
con el incipiente movimiento feminista europeo, gracias a su amistad con los editores de La Fronde, un diario
avanzado para la época, escrito e impreso exclusivamente por mujeres
profesionales en acción.
Lluïsa pudo vender obras a la
Galería Daunon, con una compañera chilena de la Academia Julian, soliendo hacer
bocetos las dos juntas a orillas del Sena, aunque a veces también trabajaba
sola.
Lluïsa retorna a
Barcelona llamada por su madre, ya que tres de sus hermanas estaban
enfermas. En aquellos momentos, Barcelona estaba sacudida por las huelgas y los
conflictos sociales.
A partir de
1903, se dedicó a preparar una exposición tras otra.
Lluïsa ayudará a sostener a la familia consiguiendo muchos
encargos de retratos, y además, se hace
ilustradora de la nueva revista Feminal.
En 1912 abrió una Academia en la
Calle Grande de Gracia de Barcelona. Así, impartía cursos de modelado en yeso,
decoración,
acuarela, dibujo y pintura con modelos vivos.
En la primavera de
1915 envió a
Madrid para la Exposición Nacional de Pintura, Escultura y
Arquitectura dos óleos titulados
Otoño y primavera, y
A pleno sol.
Murió joven, en 1918, a causa de
la pandemia mundial de la gripe española, en Barcelona. Días antes haría
testamento dejando su patrimonio y sus posesiones a sus hermanas solteras. No
pudo hacer constar su profesión, ya que los documentos legales españoles no
permitían la figuración de la profesión de las mujeres.
Mujer comprometida
Cuando vuelve de París Lluïsa
regresa con ideología feminista a Barcelona. El incipiente movimiento feminista
se había dividido en dos ramas, la obrera y la burguesa, pero coincidían en lo
fundamental. Se afilia al grupo de feministas católicas. En ese círculo, se
movió desde entonces y muchos de sus retratos fueron de las mujeres de este
entorno, de su familia y de amigos.
Mujer activa y comprometida
socialmente, vivió de la pintura y de las clases particulares que impartía en
su taller, así de sus colaboraciones en revistas.
Durante la
Primera Guerra Mundial apoyó la causa pacifista. En
1915, en una reunión del
Ateneo Barcelonés las feministas católicas fundaron el Comité Femenino
Pacifista de Cataluña, y Lluïsa se incorporó como una de las vocales de esa
organización.
Colaboró en la revista Feminal,
en la que ella ilustró cuentos de las mejores escritoras catalanas del
momento. En 1910 se incorporó al
Instituto de Cultura y Biblioteca Popular para la Mujer, del cual fue
presidenta del Tribunal de exámenes y jurado de la sección de arte. También
participó en el Patronato de Obreras de la Aguja, y en La Llar, la residencia
para estudiantes y profesores.
Obras
Pintó muchos retratos a la
sanguina y al óleo, ambas técnicas que siempre dominaría excelentemente,
también escenas íntimas de género, así como paisajes y fiestas populares.
Su pintura ha sido considerada
como modernista
por los tonos de su paleta, el uso de la transparencia luminosa en los colores
de fondo, y también en la elección de los temas.
El término
”modernistas” es con el que se designa a una corriente de renovación artística
desarrollada a finales del siglo xix
y principios del xx. En distintos países recibió diversas
denominaciones: Art Nouveau , Modern Style , etc haciendo
referencia a la intención de crear un arte nuevo, joven, libre y moderno, que
representara una ruptura con el academicismo –historicismo o electicismo- como
los rupturistas –realismo o impresionismo. En su estético predominaba la
inspiración en la naturaleza a la vez que se incorporaban novedades derivadas
de la revolución industrial, como el hierro y el cristal.
Se la ha incluido dentro de la
segunda generación de los modernistas junto a Joquim Mir, Oleguer Junyent, Juli
González, Javier Gosé, Ricard Canals, Joseph María Sert, Ramón Pichot y un
joven Picasso.
Siempre disfrutó de buenas
críticas, aunque su obra se calificara de viril, calificativo positivo para los
críticos de la época. Algunas obras de Lluisa fueron firmadas y vendidas como
si fueran de Ramón Casas.
Lluïsa Vidal aportó al movimiento una única visión
artística femenina. Su pintura reflejó un punto de vista como mujer. Su obra,
según los expertos, tiene intensidad pictórica y una mirada directa.
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