A Wilkie se le debe el poner de
moda la pintura de género en Gran Bretaña.
Su fama radica en plasmar
sentimientos de índole familiar en los temas tratados en sus obras.
Un pintor muy viajero
David
Wilkie (1785-1841) nació en el condado escocés de Fife y fue hijo de un pastor
anglicano que gracias a la influencia del Conde de leven fue admitido en al
Trustees Academy de Edimburgo para estudiar arte con John Graham.
A la
edad de veinte años abandonó Escocia y marchó a Londres donde empezó a estudiar
en las escuelas de la Royal Academy, donde llamaron mucho la atención sus
cuadros de la vida cotidiana de aldea.
En
noviembre de 1809 fue elegido asociado de la Royal Academy, cuando apenas había
alcanzado la edad exigida por las leyes, y en febrero de 1811 se convirtió en
académico de pleno derecho.
París
iba a ser el destino, en 1814, de su primer viaje al extranjero. Allí estudió
concienzudamente a los pintores franceses expuestos en el museo. Después
marcharía a Holanda y Bélgica.
Su
entusiasmo por los viajes y una cierta crisis con su producción artística, le
llevó en 1825, después de visitar de nuevo París, a Italia donde visitó Roma,
Venecia, Florencia y Génova.
En
octubre de ese mismo año llega a España animado por la gran cantidad de
artistas, sobre todo pintores y escritores, que visitan el país en busca de
experiencias e inspiración.
En
Madrid y Sevilla coincidió con el escritor norteamericano Washington Irving,
que estaba como agregado a la Embajada de los Estados Unidos y que fue quien le
introdujo en los círculos de diplomáticos y de la aristocracia. En Madrid conoció
a los principales pintores del momento: José de Madrazo, Vicente López y
Leonardo Alenza.
Wilkie conocía ya la pintura española y a Diego Velásquez, pero descubrió a Murillo.
Según sus propias palabras este viaje a España fue muy fructífero para su faceta artística ( «considero los seis meses y diez días que pasé en España el tiempo mejor empleado en mi vida profesional»). Pintó mucho (tres cuadros grandes en cuatro meses, con temas de guerrilleros de la Guerra de Independencia Española y multitud de bocetos) y cambió su estilo. Empezó a utilizar una manera más rápida y suelta y un colorido más rico.
Pero este viaje le sirvió también para ampliar su repertorio temático. Desde entonces, pintó cuadros de tema español, uno de cuyos cuadros le compro el rey Jorge IV.
David Wilkie recibió en 1830 el nombramiento de «Painter in Ordinary» del rey Jorge IV y lo siguió siendo con Guillermo IV.
Desde
España regresó a Inglaterra en junio de 1828, donde ya era un pintor muy
popular cuyos cuadros se cotizaban bien gracias a los grabados baratos, que los hacían accesibles a
un público muy amplio.
En el
otoño de 1840 Wilkie decidió viajar hacia el Este. Fue a Holanda y Alemania
hasta llegar a Constantinopla donde pintó un retrato del joven sultán. Luego se
embarcó hacia Esmirna y Jerusalén, donde permaneció unas cinco semanas
trabajando en varios proyectos y acabó en Alejandría.
Cuando
regresaba a su país enfermó a la altura de Malta, y murió en alta mar, cerca de
Gibraltar donde en la mañana del 1 de junio de 1841 su cuerpo fue arrojado al
mar.
Obras
y estilo
Su
producción artística versa sobre todo de cuadros de historia y temas de género
que puso de moda en Gran Bretaña en la primera mitad del siglo XIX.
Antes de
dejar Inglaterra por primera vez, su estilo, y sobre todo su pintura de género,
había estado influenciado por los
pintores de género holandeses. Después, se sintió atraído
inconfundiblemente por los maestros italianos y los pintores españoles del
Siglo de Oro, fundamentalmente Velázquez.
Wilkie
retrató temas cotidianos y hechos ocurridos en su época que incluso fueron
vividos en primera persona por él. Puso especial interés en temas que insisten en sentimientos de afecto familiar y ésta fue
una de las razones de su triunfo.
El tema,
el tamaño de las figuras, la riqueza de detalles de estas escenas dejan claras
sus fuentes, la pintura de género holandesa, pero él va a añadir una
particularidad: añade sentimientos más complejos que el humor.
Ejerció
una influencia enorme en los pintores posteriores de su país.
Además de pintor también fue
grabador y un gran dibujante y sus dibujos, de tamaño considerable, hechos con
tiza o tinta y, a veces, con toques de acuarela, recuerdan, según los expertos,
a los de los maestros antiguos.
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