Rosales
es reconocido como una figura clave de la pintura española del siglo XIX tanto del Purismo, el Realismo y el pre-Impresionismo.
Aunque
realizará retratos o paisajes, sus mayores logros los conseguirá en un estilo muy personal con la pintura
histórica monumental,
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Juan de Austria presentado al Emperador
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Difíciles comienzos
Eduardo Rosales
Gallinas (Madrid
1836-Madrid 1873) fue el segundo hijo de un modesto funcionario. En la
adolescencia quedará huérfano y será acogido en casa de unos tíos con cuya
hija, Maximina, se casará años después.
A los quince años
consigue ingresar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde
será alumno de Federico Madrazo. Se
formará allí en el nazarenismo, estilo que por entonces dominaba la Academia madrileña.
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Doña Isabel la Católica dictando..... |
El nombre
Nazareno fue adoptado por un grupo
de pintores del Romanticismo alemán (también se le conoce como Purismo
nazareno) que, rompiendo con el neoclasicismo, el esteticismo y el realismo
imperante, pretendía revivir la
espiritualidad del arte cristiano medieval anterior a Rafael (como los
Prerrafaelitas ingleses) y a un tiempo provocar la añoranza por los tiempos
pasados con exaltación de lo nacional. A un tiempo, intentan recuperar técnicas
antiguas, como el arte del fresco, que estaban en desuso.
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Muerte de Lucrecia Borgia
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Además de los temas religiosos, pintarán alegorías y temas
de caballería de la Edad Media caballeresca, así como interpretaciones de la
historia, tanto literaria como real. Se convirtieron, pues, en modelo para el
resurgir católico internacional que floreció durante las décadas que siguieron
a la caída de Napoleón.
A Rosales, con
veinte años, se le diagnostica tuberculosis, enfermedad que le llevará a la
muerte y que diezmará constantemente su salud.
Sus comienzos
profesionales no fueron fáciles a tenor, no sólo de su delicada salud, sino de sus
desengaños amorosos y sus problemas económicos.
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Autorretrato
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Pero en 1857 consigue, gracias a la ayuda de algunos amigos y compañeros como Vicente
Palmaroli y Álvarez Catalá, viajar a Italia con ellos pasando también por
Burdeos y Nimes, donde le impresionaron cuadros históricos de Léon Cogniet y
Paul Delaroche.
Roma
Llegó a Roma en octubre de 1857, y queda fascinado por los grandes artistas del
renacimiento. Allí se unirá, entre otros, a Casado del alisal, Dióscoro Puebla
y Fortuny, grupo de pintores
españoles que se reunía en el Antico Caffé Greco y comienza a asociarse con los
círculos puristas nazarenos. Con esta técnica, Rosales realizará su primera
obra de importancia, Tobías y el ángel.
Pero pronto abandonó
esa tendencia, interesándose por un estilo más realista en el que realizó su
gran obra maestra,
Doña Isabel la
Católica dictando su testamento.
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Al salir del baño |
En Roma sobrevivirá con
dificultades hasta que en 1860 obtuvo una pensión del Gobierno.
En 1864 pasa algún
tiempo en Madrid, donde realizará algunos retratos tanto de familiares como de
encargo, pero también va a triunfar en la Exposición Nacional de ese mismo año
con Doña Isabel la Católica dictando su testamento.
A pesar de que tiene
su residencia en Roma, donde desarrollará una intensa actividad pictórica, en
los dos años siguientes viajará a París de vez en cuando con Raimundo Madrazo y
Martín Rico.
En uno de estos viajes a la capital francesa, en 1867, Rosales acudirá
a la Exposición Universal de París otra vez con su obra Doña Isabel la
Católica dictando su testamento con la que conseguiría ser galardonado con
la medalla de oro para extranjeros así como la concesión de la Legión de honor.
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Ciociara |
Sin embargo, en
1868, volverá a instalarse de nuevo en España a raíz de su matrimonio con su
prima Maximina, con la que tuvo dos hijas, de las que sólo sobrevivió una,
Carlota.
Muerte prematura
De vuelta a España,
pone estudio en Madrid y recibe importante encargos de la aristocracia, del
clero y oficiales, pero buscando alivio para su precaria salud, pasa temporadas
en Panticosa y Murcia donde también se interesó por tipos locales y paisajes.
En 1871 recibe un
controvertido éxito en la Nacional de ese año con su
Muerte de Lucrecia,
pero las críticas recibidas por la obra lo desanimaron tanto que no volvió a
pintar cuadros de gran formato.
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Máxima Martínez de la Pedrosa |
En 1872 fue
propuesto como director del Museo del Prado y algo más tarde de la Academia de
España en Roma, pero su delicada salud no le permitió ocupar ninguno de los dos
cargos. Murió poco después, el 13 de octubre de 1873.
Eduardo Rosales fue
enterrado en el Panteón de Hombres Ilustres de la Asociación de Escritores y
Artistas Españoles, en la Sacramental de San Justo (Madrid).
Estilo
Muerto
a los treinta y seis años, la brillante carrera de Rosales prometía una obra de
enorme calidad.
Sus primeras obras las realiza en una tendencia purista, es
decir, un estilo que pretendió recuperar la máxima simplicidad posible en el
arte, sin perder por ello la calidad artística. Por ejemplo, usando en lo
posible colores, líneas y formas puras, sin rebuscamientos ni exceso de
ornamentación, centrándose en lo esencial o estructural.
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Ofelia
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Pero su personal
estilo se forjará con el eclecticismo histórico, es decir, la interpretación de
los mitos pictóricos de su tiempo aprovechando lo mejor de todos los estilos
conocidos. Este, sin embargo, fue un movimiento que no tuvo gran brillantez,
sobre todo frente a otras técnicas más renovadoras que se imponían en Europa
como el Realismo y el Impresionismo.
Durante
el Eclecticismo se recuperaron
los temas nacionales más característicos, en un intento de reafirmar la
personalidad cultural de España en un momento en que la decadencia acosaba en
todos los ámbitos. L recuperación de estos temas estuvo siempre teñida de
cierta nostalgia.
Los expertos
reconocen, a través de su obra, sobre todo de los retratos, una influencia muy
acusada de Velásquez en Rosales, tanto en la rapidez y soltura con la que
aplica el color, las tonalidades pardas utilizadas y la atmósfera, como en la
captación psicológica del personaje.
Pero Rosales también
aquí evolucionó hasta alcanzar una autonomía plástica completamente moderna, o
sea, hacia la ligereza del pigmento y la pincelada fluida del
pre-impresionismo. Ello se puede apreciar más claramente en su obra Saliendo
del baño, uno de los contados desnudos del artista, cuya espontaneidad y su aspecto
abocetado no se sabe si atribuirlo a una evolución hacia la libertad de estilo
o a que realmente quedó incompleto con su muerte, pero que, sin duda, se acerca
a los primeros impresionistas franceses.
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