Como miles de españoles camino del exilio, Machado cruzó la frontera exhausto y enfermo sorteando bombardeos en la carretera y soportando frío, lluvia y nieve.
Camino del exilio
Desde casi los primeros días de la Guerra Civil, Madrid no era un lugar muy seguro para una serie de artistas y escritores comprometidos con la República por lo que la Alianza de Intelectuales decidió, entre otras muchas medidas de emergencia, evacuar a zonas más seguras a una serie de estos, entre ellos Machado, por su edad avanzada y por su significación.
La oferta se la hicieron a primeros de noviembre de 1936, pero la rechazó. Solo cuando le insistieron por segunda vez, y a condición de que sus hermanos con sus familias y su madre lo acompañasen, accedió.
Machado y su familia fueron acogidos primeramente en la Casa de la Cultura de Valencia y después los instalaron en un chalet de la localidad de Rocafort llamado “Villa Amparo” , desde finales de noviembre de 1936 hasta abril de 1938.
Durante este periodo, a pesar del progresivo deterioro de su salud, escribió sin descanso comentarios, artículos (el 6 de enero de 1939 publicó su último artículo en La Vanguardia), análisis, poemas (como la elegía didicada a Lorca, “El crimen fue en Granada”) y discursos (como el que pronunció para las Juventudes Socialistas Unificadas, en una plaza pública de Valencia ante una audiencia multitudinaria). También asistió el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, organizado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas, celebrado en Valencia, donde leyó su reflexión titulada "El poeta y el pueblo".
En la primavera de 1938, ante el peligro de que Valencia quedase aislada, los Machado son trasladados a Barcelona, donde tras un hospedaje provisional en el Hotel Majestic (alojamiento de la prensa internacional y la comitiva de la Alianza de Intelectuales) son llevados a la finca Torre Catañer. Allí permanecieron desde finales de mayo de 1938 hasta los primeros días del año siguiente.
Ante la inminente ocupación de Barcelona por las tropas sublevadas, el 22 de enero de 1939, a las tres de la madrugada, el poeta y su familia salieron de la ciudad en un vehículo de la Dirección de Sanidad, junto a un grupo de cuarenta personas entre los que se encontraban el novelista Corpus Barga, el filólogo Tomás Navarro Tomás o el filósofo Joaquín Xirau entre otros, al mismo tiempo que una caravana de cientos de miles de españoles anónimos huyendo de represalias. Su última noche en suelo español fue en Viladasens.
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Machado con su mujer Leonor |
A medio kilómetro de la frontera con Francia, adonde llegaron el día 27 de enero, y tras haber salvado la vida de los incesantes bombardeos de la aviación sobre la carretera llena de gente que huía, tuvieron que abandonar los coches de Sanidad, embotellados en el colapso de refugiados en retirada. Allí quedaron también sus maletas y sus últimos manuscritos. El recorrido hasta la aduana francesa, ya de noche, fue a pie bajo la lluvia, la nieve y el frío. Machado, enfermo, pidió incluso que le dejaran en el camino porque no podía más. Sus amigos le ayudaron a seguir, pero sabía que era la última vez que pisaba suelo español.
Gracias a las gestiones de Corpus Barga (que disponía de permiso de residencia en Francia) pudieron evitar ser enviados a los campos de concentración habilitados para los exiliados españoles en el suroeste del país galo. Unos coches les llevaron hasta la estación ferroviaria de Cerbère, donde esta vez gracias a las influencias de Xirau se les permitió pasar la noche en un vagón estacionado en vía muerta.
A la mañana siguiente todos los integrantes del grupo de Machado (intelectuales bajo protección del gobierno de la República) tomaron el tren para dirigirse a Perpiñán o a París, donde subsistir parecía más factible. Corpues Barga llegó hasta el consulado de la República española en Perpiñán, allí expuso el caso de Machado. Estos le ofrecieron la ayuda que necesitase y le recomendaron trasladarse a París, donde sería esperado. El poeta, sin fuerzas para continuar y con su madre anciana y también enferma, declinó la ayuda. Decidió tomar él solo con sus familiares (Corpus Barga les acompañó) un tren local hasta algún discreto lugar cercano para descansar. No se sabe quién sugirió el nombre, pero se apearon tras sólo quince minutos de viaje en el pequeño y tranquilo pueblo costero de Colliure.
La llegada a Colliure
Cuando llegaron a Collioure, el 28 de enero a las cinco y media de la tarde, se dirigieron (Machado tambaleante ayudado por su hermano y su madre, que no cesaba de preguntar ¿cuando llegamos a Sevilla? llevada en brazos de Corpus Barga) hacia el pequeño hotel Bougnol-Quintana, donde se alojaron
El poeta se inscribió como profesor. Él dormía con su madre en una habitación y su hermano José con su esposa, en otra. Machado pasaba largos ratos en la habitación, mirando por la ventana. Apenas salía, salvo para bajar a comer. Sólo en un par de ocasiones dio un pequeño paseo por los alrededores del hotel. Pocos días antes de su muerte, pidió a su hermano que lo acompañara hasta el mar, a unos trescientos metros de distancia. Allí permanecieron contemplando el horizonte, sentados sobre unas barcas varadas en la arena.
El poeta, exhausto, tan solo sobrevivió 26 días en Collioure, acogido por la propietaria del hotelito Bougnol-Quintana. Murió el 22 de febrero,
Muerte lejos de España
La enfermedad de Machado, una grave afección bronquial producida por el tabaquismo, se agravó rápido y ya no pudo levantarse. En su habitación, en la otra cama, su madre yacía desde días atrás en un coma profundo. Los dos agonizaron casi al mismo tiempo. Antonio Machado, exhausto, tan solo sobrevivió 26 días en Collioure. Murió el 22 de febrero, tres días antes que su madre. Ana Ruiz, fue enterrada junto a su hijo en el nicho cedido por una vecina de Colliure, donde reposan sus restos desde entonces.
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Antonio Machado |
La noticia de su muerte se difundió rápido. Decenas de refugiados fugados de los campos llegaron para rendir un último homenaje al gran poeta republicano. Su cuerpo fue envuelto con una sábana blanca, como él había deseado, el féretro cubierto con la bandera republicana y el puñado de tierra española que Machado guardaba, depositada junto a su cuerpo, como él mismo había pedido.
Seis oficiales del Ejército español, refugiados y recluidos en el castillo–prisión de Collioure, todos con uniforme, lo llevaron a hombros hasta el cementerio, seguidos por una gran masa silenciosa. Tenía 61 años.
Unos días después en el cementerio el violonchelista Pau Casals, frente a la tumba de Machado, interpretaba en solitario y como homenaje al poeta desaparecido, una de sus más bellas composiciones: El cant dels ocells.
Seis oficiales de esa columna fueron los que llevaron a hombros el cuerpo de Machado hasta el cementerio y los que le rindieron honores.
Su hermano José encontraría unos días más tarde, en el bolsillo de su pantalón, un trozo de papel con las estrofas de un esbozo de poema, su último poema: «Estos días azules y este sol de la infancia…».
José, escribiría, ya desde Chile, para sus hijas y su hermano Manuel un cuaderno de notas, poco conocido y apenas difundido, donde relata los últimos días del poeta, las dificultades del camino y el papel que encontró, tras su muerte, con las últimas anotaciones del poeta.
Rehabilitación de un profesor republicano
En octubre de 1931 el gobierno de la República le concedió a Machado, por fin, una cátedra de francés en Madrid, donde a partir de 1932 pudo vivir de nuevo en compañía de su familia (su madre, su hermano José, mujer e hijas).
Durante los siguientes años, Machado escribió menos poesía pero aumentó su producción en prosa, publicando con frecuencia en el Diario de Madrid y El Sol con sus dos apócrigfos: Juan de Mairena y Abel Martín.
El 5 de mayo de 1941, Antonio Machado fue expulsado post mórtem del cuerpo de catedráticos de Instituto. No sería hasta 1981 cuando sería rehabilitado (con la misma fórmula) como profesor del instituto Cervantes de Madrid, por orden ministerial de un gobierno democrático.
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Machado en su lecho de muerte |
Una sepultura simbólica
La sepultura del poeta en Collioure se ha convertido, tras no pocas peripecias y polémicas, en el memorial más conocido y concurrido de los republicanos en el exilio.
Hoy no son recordados solamente sus versos o su vida, también su muerte. Por eso la tumba mantenida en Collioure tiene, a decir de muchos, el mismo sentido que el primer día: es el memorial del éxodo de 1939.
A nadie se le escapa que Machado se encuentra allí en el exilio porque con todos los manifiestos que había firmado, y con los artículos que salieron de su pluma y que vieron la luz en periódicos como El Sol, La Vanguardia u Hora de España, de haberse quedado no lo hubiese tenido nada facil, o algo peor.
Por eso, la repatriación de los restos del poeta no encuentra muchos adeptos ya que es el símbolo de un tiempo y de una manera de entender el mundo.
Al cumplirse el vigésimo aniversario de la muerte del poeta, un patronato creado a tal fin abrió una suscripción popular destinada a construir una sepultura digna en un rincón privilegiado del cementerio. Los restos de Machado y de su madre pasaron a él.
La tumba, visitada a diario por viajeros de todas partes del mundo, siempre con flores y llena de mensajes, es ahora una especie de santuario, el recuerdo permanente de valores como la libertad, la justicia social, la tolerancia, la fraternidad humana o la democracia, que fueron los que defendió el poeta.
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