La extraña explosión del acorazado “Maine”, plagada de sombras, desencadenó la llamada “Guerra de Cuba” entre España y Estados Unidos a finales del siglo XIX.
El interés económico de Estados Unidos en la zona era evidente, lo que propició el final de las colonias españolas en América y Asia.
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El "Maine" entrando en la bahía de La Habana
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El final de un Imperio
En los últimos años del siglo XIX Cuba era (junto con Puerto Rico y Filipinas) la última “joya” del viejo Imperio Español. Por su valor comercial, agrícola y estratégico, España ya había recibido numerosas ofertas de compra de la isla por parte de varios presidentes estadounidenses en diversos momentos para controlar la isla.
Desde 1895 se libraba en Cuba una sangrienta guerra entre las autoridades españolas y el movimiento independentista cubano al que Estados Unidos no dudó en apoyar diplomáticamente, e incluso, pensó, intervenir militarmente si hacía falta en favor de los insurgentes.
Así, sin avisar, afirmando que era una visita de rutina y con la excusa de asegurar los intereses de los residentes estadounidenses en la isla, el gobierno norteamericano envió a Cuba el acorazado de segunda clase “USS Maine”, que arribó a la bahía de La Habana el 25 de enero de 1898. Esta visita no fue bien vista por las autoridades españolas a las que no se les escapaba que el viaje era más bien una maniobra intimidatoria y de provocación por mantenerse firme en el rechazo de la propuesta de compra realizada por los Estados Unidos sobre Cuba y Puerto Rico. En correspondencia a este hecho, el gobierno español envió al crucero “Vizcaya” al puerto de Nueva York.
Desde que el 'Maine' llegó al puerto, las medidas de seguridad de la tripulación fueron muy elevadas. De hecho, el capitán del buque, Charles D. Sigsbee, no permitió a los marines bajar a tierra, aunque sí a los oficiales.
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El pecio del "Maine" sacado a la superficie en 1911
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¿Hundimiento provocado o fortuíto?
El 15 de febrero de 1898, a las 21:40 una explosión hizo saltar al ”Maine” por los aires y se hundió junto a la boya donde estaba anclado en la bahía,apenas a una decenas de metros de profundidad.
Algunos testigos declararon haber oído dos explosiones, la primera de ellas "como un disparo" y una segunda tan violenta que provocó llamaradas, una lluvia de fragmentos metálicos y un humo espeso que se elevó sobre los restos del navío.
De los 355 tripulantes, murieron 254 hombres y dos oficiales, además de una veintena de heridos. El resto de la oficialidad disfrutaba, a esas horas, de un baile dado en su honor por las autoridades españolas.
El Gobierno estadounidense achacó la explosión a una mina submarina y responsabilizó a España.
Los infundios de la prensa
Cuando la noticia llegó a Estados Unidos, la presión mediática de la prensa más sensacionalista norteamericana, que desde hacía meses criticaba duramente la política española en Cuba, fue feroz y no dudó en colaborar con el gobierno para acusar a los españoles del hundimiento y que declarase la guerra a España.
Los titulares de los periódicos («El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo» ) no dejaban lugar a la duda y ponían de manifiesto hasta qué punto Estados Unidos tenía interés en participar en el conflicto entre Cuba y España. Un ejemplo relevante fue la famosa frase que se achaca al magnate de la comunicación William Hearst; “Pongan las fotos que yo pongo la guerra”.
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Recuperación de los restos del "Maine"
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España negó desde el principio que tuviera algo que ver con la explosión del ”Maine”, pero la campaña mediática realizada por los periódicos, especialmente los de William Randolph Hearst, convencieron a la mayoría de los estadounidenses de la culpabilidad española.
Estados Unidos no sólo acusó a España del hundimiento, sino que le exigía la retirada de Cuba inmediatamente. El gobierno español se negó a plegarse al ultimátum estadounidense, declarándole la guerra en caso de invasión de sus territorios. En aquel momento, sin esperar respuesta, Cuba ya estaba bloqueada por la flota estadounidense.
La investigación
A fin de determinar las causas del hundimiento se crearon dos comisiones de investigación, una española y otra estadounidense, puesto que estos últimos se negaron a una comisión conjunta.
Los estadounidenses sostuvieron desde el primer momento que la explosión había sido provocada y externa. España, por su parte, reiteró que la explosión fue debida a causas internas ya que no se vio ninguna columna de agua, no había peces muertos en el puerto y, además, que si la causa de la explosión hubiera sido una mina, no tendrían que haber estallado los pañoles de munición.
El gobierno estadounidense decidió sacar del fondo de la bahía de La Habana los restos del “Maine” en 1911 para realizar una nueva investigación. El informe fue tan inconcreto que no aportó nada para determinar las causas del hundimiento. Cuando terminaron los análisis el acorazado fue dinamitado y hundido en alta mar, por lo que, desde entonces, todas las teorías tuvieron que basarse en pruebas circunstanciales.
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El "Maine" hundido
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Varios estudios posteriores más modernos, han llegado a la conclusión de que lo más probable es que la explosión fuese provocada desde dentro del buque, debido a una ignición de la santabárbara, común en los buques estadounidenses de la época a causa del cambio del tipo de carbón utilizado, ya que hasta el momento de la construcción del ”Maine”, se usaban mamparos comunes para separar las carboneras de los almacenes de munición pues usaban como combustible la antracita para alimentar sus calderas. Con el incremento de la construcción de buques de acero, la Armada de los Estados Unidos, comenzó a utilizar carbón bituminoso, que arde a una mayor temperatura, permitiendo por tanto alcanzar una mayor velocidad, pero mientras que la antracita no está sujeta a la autocombustión, el carbón bituminoso es considerablemente más volátil. De hecho, en los tres años previos al incidente del “Maine” una docena de barcos estadounidenses experimentaron incendios asociados a la combustión espontánea del carbón, varios de los cuales estuvieron a punto de provocar explosiones.
El “Maine” fue fabricado en 1895, de 100 metros de eslora, 17 de manga y 6.700 toneladas de peso, llevaba una doble carga que requería medidas de seguridad especiales: por un lado, carbón para alimentar las ocho calderas que movían sus hélices gemelas; por otro, unas 60 toneladas de pólvora negra usada como munición para sus sistemas de armas, un material muy inestable y fácilmente inflamable.
No se sabe con exactitud qué sucedió, pero o bien fue un sobrecalentamiento del carbón que se habría transmitido, a causa de las deficientes medidas de seguridad, al depósito de pólvora, por una inadecuada ventilación en las carboneras, lo que habría sido suficiente para inflamar la pólvora de los pañoles adyacentes; o bien una inflamación espontánea de las municiones almacenadas en los polvorines por .cambio en la temperatura, humedad y presión, así como por la defectuosa eliminación de los productos de descomposición de la misma pólvora (algo muy habitual en los buques de guerra del siglo XX a pesar de los avances en la fabricación de las municiones).
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Una de las portadas de la prensa norteamericana en 1898
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En 1975 un equipo de expertos dirigido por el almirante Hyman Rickover, creador de la marina de guerra nuclear, concluyó que la explosión había sido interna y que quizá los oficiales no obraron con las debidas cautelas.
¿Conspiración?
Pero como cualquier suceso oscuro que se precie, este del hundimiento del “Maine” también tiene sus teorías de la conspiración. Si se admite la teoría de la explosión intencionada, falta determinar quién estuvo detrás.
El principal sospechoso Estados Unidos. Las reiteradas negativas de estos a realizar una investigación imparcial reforzaron la hipótesis de quienes aseguraban que todo fue un montaje de los norteamericanos para tener una excusa e iniciar la guerra contra España y arrebatarle Cuba.
Pero, de momento, no hay ninguna prueba que apunte a que la propia oficialidad del “Maine”, en ese momento fuera del buque, volara intencionadamente este para culpar a los españoles y allanar así el camino de la guerra.
También se ha especulado con una maniobra de William R. Hearst para impulsar la campaña de difamación contra España ya que en enero de ese año, Hearst atracó con su yate “Bucanero” en La Habana, junto al “Maine”.
Después de visitar el barco y reunirse con los miembros del Habana Beisbol Club, abandonó la bahía. Cuatro días más tarde se hundía el acorazado, aunque no obstante se debió a un error de cálculo pues solo se pretendía causar un incidente que pudiera provocar la guerra, pero no la matanza que aconteció.
El caso es que el informe de la investigación norteamericano (sin culpar directamente a nadie) llegó al Congreso de Estados Unidos el 29 de marzo y se convirtió en el pretexto directo para declararle la guerra a España el 25 de abril. De esta forma, el conflicto puso fin al dominio español en Cuba y Puerto Rico -además de Filipinas- mediante el Tratado de París firmado el 10 de diciembre de 1898 pasando a ser propiedad estadounidense que en tres meses y medio liquidó la centenaria presencia española en América y Asia.
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El "Maine" es conducido fuera de La Habana para su hundimiento
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La prensa y la opinión pública no tuvieron reparos en señalar a España, sin embargo, en esos momentos los españoles eran los menos interesados en provocar al gigante norteamericano y esperaban que la concesión de la autonomía a Cuba resolvería el conflicto.
Unos terceros culpables podrían también haber sido los independentistas cubanos. Aunque la mayoría de éstos tan sólo esperaba asistencia militar y financiera de Estados Unidos, y recelaban de las verdaderas intenciones de Washington, existía una facción que creía que sólo la intervención militar estadounidense acabaría con el conflicto, lo que podría haber propiciado la organización de un ataque al buque para soliviantar a la opinión pública norteamericana. Tampoco hay ninguna prueba de una trama de este tipo.
La última investigación significativa la publicó en un artículo Historia National Geographic el 15 de febrero de 2024 y en él se dice que tras un análisis detallado de las hipótesis y teorías existentes sobre la causa de la explosión, todo se inclina hacia la teoría del accidente interno y no un atentado externo. Es decir, que la explosión fue causada por la combustión espontánea de la pólvora almacenada en el buque por las condiciones de temperatura, humedad y presión junto con la eliminación defectuosa de los productos de descomposición de la pólvora. Sin embargo, en la época se descartaron estos indicios por razones obvias de patriotismo y para ocultar la negligencia de los mandos del Maine.
Lo cierto es que a pesar de haber transcurrido más de un siglo, las causas de la explosión del navío están lejos de aclararse. El 'Maine' guarda su secreto a 1.100 metros de profundidad.
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