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EL NÚMERO PI: UN VIAJE A TRAVÉS DE LA ETERNIDAD MATEMÁTICA

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 El número π (pi) es uno de los conceptos matemáticos más enigmáticos y fascinantes que existen. Este número irracional ha cautivado a matemáticos, científicos y filósofos durante milenios, ya que representa no solo una constante matemática fundamental, sino también un símbolo de los misterios del universo y la naturaleza misma de las matemáticas.  ¿Qué es el número Pi? Pi es la relación entre la circunferencia de un círculo y su diámetro. Esto significa que, sin importar el tamaño del círculo, la longitud de la circunferencia siempre es aproximadamente 3,14159 veces el diámetro. Esta relación se simboliza con la letra griega π y se conoce desde la antigüedad, aunque su precisión y comprensión han avanzado a lo largo de los siglos. El número Pi es un número irracional , lo que significa que no puede expresarse exactamente como una fracción simple. Además, su expansión decimal es infinita y no periódica , es decir, sus dígitos no siguen ningún patrón repetitivo, lo que añade una capa d

“NUESTRA SEÑORA DEL JUNCAL”: UN GALEÓN DE ORO

Fue el peor naufragio de la flota española de Indias en el siglo XVII que transportaba uno de los mayores cargamentos de oro, plata y piedras preciosas.

La pérdida de la carga de la nao dejó a la Corona española sin dinero para la guerra en Flandes y a la nobleza sin tintes para sus ropas de moda y sin cacao.

El galeón "Nuestra Señora del Juncal"
La Flota de Indias

Las flotas de Indias, que se sucedieron entre los siglos XVI a XVIII, fueron las encargadas del monopolio de la navegación y el comercio entre España y sus colonias, no solamente con América sino también con la costa de Asia.

Debido al incremento de la piratería inglesa y francesa en la zona del Nuevo Mundo, España decidió organizar un sistema de convoyes navales para aumentar la seguridad del transporte de las riquezas de sus virreinatos en América (oro, plata, piedras preciosas, especias o cacao, etc) hacia Sevilla por el Guadalquivir, donde estaba la Casa de Contratación de Indias (desde 1717en Cádiz encargada del control de la actividad comercial, el tránsito de personas y expediciones entre España y América.



Se establecieron dos flotas distintas, ambas compuestas por galeones fuertemente armados con cañones y barcos mercantes (carracas) para llevar la carga. Las dos flotas salían cada año de Sevilla e iban una a Veracruz (México) y la otra a Cartagena de Indias (Colombia) y Nombre de Dios y Portobelo (Panamá). Tras realizar la descarga de sus productos (normalmente manufacturas) las flotas se reunían en La Habana (Cuba) para el viaje de vuelta con sus respectivas cargas de las colonias.

Casa de Contratación de Sevilla
Por ley, las colonias españolas solo podían comerciar con la Casa de la Contratación y aunque ingleses, holandeses y franceses trataron de romper el monopolio, España lo mantuvo durante más de dos siglos, y gracias a él, se convirtió en el país más rico de Europa y pudo sufragar las guerras de la Corona contra los protestantes del centro y norte del Continente.



Las flotas de Indias, consideradas las operaciones navales más exitosas de la historia, se vieron afectadas principalmente por las tormentas y huracanes del Caribe; luego por los piratas (corsarios o barcos militares de potencias extranjeras), aunque a decir verdad, en doscientos cincuenta años de existencia solo dos convoyes de la flota fueron hundidos o apresados, uno por los ingleses y otro por los holandeses; y finalmente por la caída en la producción de metales preciosos en América.

Pasaron de diecisiete barcos en 1550, a cien, y de mayor tamaño, a finales del siglo xvi. A mediados del xvii constaban de unos veinticinco barcos, y continuaron disminuyendo en tamaño.



La última Flota de Indias zarpó en 1776. Cuatro años más tarde, España abrió las colonias al mercado libre.

Felipe IV
La devastadora tormenta

A la Corona española le urgía la llegada de la flota de Indias con su carga ya que España llevaba siete años sin recibir un solo barco desde México. El anterior intento de llevar a la Península los fondos para la guerra de los Países Bajos fue frustrado en 1628 por piratas holandeses, que destruyeron la flota frente a Cuba.

Por ello, a pesar de las malas condiciones atmosféricas, y por ello mismo temiendo en menor medida el ataque de los piratas, el 14 de octubre de 1631, tras permanecer un año amarrada al puerto de San Juan de Ulúa (Veracruz, México), la flota de Nueva España, cuya nao almiranta era “Nuestra Señora del Juncal”, ponía rumbo a La Habana (Cuba) para su regreso a España.

Pero llegó lo inevitable. Durante más de una semana estuvieron inmersos en una ingobernable tempestad que les obligó a achicar agua de los barcos constantemente. No bastó. los tripulantes del «Nuestra Señora del Juncal» reciben la orden de su capitán de lanzar al mar las piezas de artillería. Después vendrán las cajas con la mercancía.

En la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre el “Nuestra Señora del Juncal” no aguantó más, se abrió por la proa y se fue a pique. Sólo 39 de los 300 tripulantes se salvaron.

El sobrepeso que llevaba por el enorme cargamento de metales preciosos, la pesada artillería, y que había sido reformado para poder albergar más personas y armamento, modificaron su flotabilidad, lo cual no ayudó ante la tormenta que se les vino encima.

Junto con Nuestra Señora del Juncal, naufragaron otro de los grandes navíos de la flota que le acompañaban, el “Santa Teresa, a poco tiempo de zarpar, y un de los once navíos mercantes, la nao “San Antonio”, el resto pudo regresar, aunque maltrecho, a la costa mexicana

Golfo de México
El tesoro

El hundimiento del “Nuestra Señora del Juncal” hizo exclamar al virrey de Cartagena de Indias, el Marqués de Cerralbo, que se había perdido la flota más rica que hasta ahora ha salido del Nuevo Mundo. Por lo menos fue, con toda seguridad, una de las más fabulosas. El galeón transportaba 1.077.840 pesos en plata, oro y piedras preciosas.

Pero muchos de los cajones tirados al mar también iban repletos de otros tesoros, como el chocolate –el oro negro de la época–, capricho de los nobles europeos y un lucrativo negocio en México; y los tintes, casi cien toneladas de tintes y semillas (añil, cochinilla, grana fina, grana silvestre, palo de Brasil...) que se usaban para colorear de azul, púrpura, rojo o negro los ropajes de los nobles de media Europa.


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