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URRACA DE CASTILLA Y LEÓN: LA PRIMERA REINA SOBERANA DE EUROPA Y SU LUCHA POR EL PODER

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 La reina Urraca de Castilla y León es una de las figuras más fascinantes y enigmáticas de la historia medieval española. Nació en 1081, hija del rey Alfonso VI de León y Castilla y de su segunda esposa, Constanza de Borgoña. Urraca fue la primera mujer en reinar de forma autónoma en Castilla y León, ocupando el trono entre 1109 y 1126. Su vida estuvo marcada por las complejidades políticas, las luchas internas y las tensiones familiares, y su reinado no fue fácil. Sin embargo, su figura ha despertado tanto interés por su capacidad para manejar el poder en una época dominada por hombres, como por las controversias y conflictos que rodearon su mandato. Urraca Infancia y matrimonio con Raimundo de Borgoña Urraca fue la primogénita del rey Alfonso VI, lo que le daba una posición destacada desde su nacimiento, aunque en un principio no estaba destinada a reinar. La unión de sus padres, Alfonso VI y Constanza de Borgoña, consolidó la relación entre los reinos hispánicos y los territorios fr

DOCTOR BALMIS E ISABEL ZENDAL: LA HAZAÑA HUMANITARIA PARA ERRADICAR LA VIRUELA DEL MUNDO

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, conocida como Expedición Balmis fue la primera expedición de carácter humanitario de la historia.

Duró de 1803 a 1814 y dio la vuelta al mundo con la vacuna de la viruela atajando  así la alta mortandad del virus que estaba ocasionando la muerte de miles de niños.

Doctor Balmis
Un virus mortal

La Organización Mundial de la Salud (OMS) proclamó en 1980 la erradicación total de la viruela, un virus (variola virus) que infecta exclusivamente al ser humano. La viruela surgió en poblaciones humanas (probablemente en África o India) en torno al año 12.000 a.C. Era una enfermedad infecciosa, contagiosa y grave que en muchos casos era mortal cuya característica eran los abultamientos que se presentaban en la persona afectada.

No tenía tratamiento preventivo, solo la inoculación o la vacunación, pero eso fue con el tiempo. Durante varios siglos, sucesivas epidemias de viruelas devastaron a la población. Se dice que una cuarta parte del Ejército ateniense en el año 430 a. C. en su lucha con Esparta, cayó bajo su guadaña; que de entre tres y siete millones de romanos murieron por su culpa en los primeros días del imperio; o que cuando los conquistadores españoles dirigidos por Hernán Cortés trajeron inadvertidamente el mal al imperio azteca en 1519 el virus produjo una carnicería, acabando quizá con la mitad de la población azteca -estimada en treinta millones- en apenas unos meses; incluso en la era moderna, en pleno siglo XX, las viruelas mataron a 300 millones de personas. El virus se cebaba fundamentalmente en niños menores de diez años, aunque atacaba a cualquier edad.
A finales del siglo XVIII, las enfermedades epidémicas se extendían con una virulencia aterradora por todos los países europeos. La viruela, mataba cada año a 400.000 personas sólo en el Viejo Continente.





En 1796 durante el momento de mayor extensión del virus de la viruela en Europa, un médico rural de Inglaterra, Edward Jenner, observó que las ordeñadoras de vacas lecheras adquirían ocasionalmente una especie de «viruela de vaca» o «viruela vacuna» por el contacto continuado con estos animales, y que era una variante leve de la mortífera viruela «humana» contra la que quedaban así inmunizadas. Tomó suero de esta vacuna y consiguió inocular a un niño de 8 años. El pequeño mostró síntomas de la infección de viruela vacuna, pero mucho más leve y no murió. Poco después se descubrió que la vacuna se podía transferir de un individuo a otro sin perder sus propiedades, lo que proporcionaba a la ciencia médica su primera arma eficaz para combatir esta pandemia.

Hasta entonces, para intentar evitar la muerte por viruela se inoculaba a la persona sana con el pus de un infectado. Si todo iba bien, se superaba la enfermedad más o menos benignamente y se quedaba inmunizado de por vida, pero a todos los efectos, se trataba de una ruleta rusa que a menudo provocaba la muerte del inoculado.

El recorrido de la expedición

Jenner publica finalmente sus trabajos en 1798. La gravedad de los hechos hace que el método de Jenner se difunda rápidamente por Europa. En diciembre de 1800 la vacuna llega a España de la mano de un médico de Puigcerdá llamado Francesc Piguillem y Verdacer.

El hallazgo de Jenner provocó un vivo debate científico y ético sobre la conveniencia de la vacunación. Entre sus detractores se encontraba parte del clero que no dudó en calificarla de "invención infernal".

En España, otro médico, Francisco Javier Balmiscirujano honorario de cámara del rey Carlos IV, se mostró desde el primer momento partidario de la novedosa práctica de Jenner y traduce al español el libro del francés Moreau donde se detallaba el procedimiento para vacunar.

Balmis logra convencer a Carlos IV de la trascendencia de financiar una expedición (Real Expedición Filantrópica de la Vacuna) que permitiese transportar la vacuna a los dominios de Ultramar (América y Filipinas), donde la viruela estaba causando terribles estragos. El monarca, muy concienciado con el tema ya que había perdido a su hija María Teresa a los tres años de edad por la viruela, aceptó la propuesta. Además en 1805 se promulga una Real cédula mandando que en todos los hospitales se destinase una sala para conservar el fluido vacuno.

Edward Jenner
Balmis fue el encargado de llevar a cabo la expedición, pero el reto consistía en cómo distribuir la vacuna a toda la población en riesgo teniendo en cuenta los pésimos transportes de la época y las inexistentes condiciones de conservación. La solución la encontró Balmis en los niños: llevaría a un grupo de niños (concretamente llevó 22 niños huérfanos cogidos de orfanatos de La Coruña 11, Santiago 5 y Madrid 6) e iría pasando cada nueve o diez días la viruela de uno a otro mediante el contacto de las heridas. Llevó también 2000 ejemplares del libro sobre la vacuna, para establecer juntas de vacunación en las ciudades visitadas que garantizaran la conservación del fluido y la vacunación a las generaciones futuras.
  
El viaje

El 30 de noviembre de 1803 zarpa el navío María Pita con 37 personas desde el puerto de La Coruña entre ellos: los 22 huérfanos, el doctor Balmis, dos médicos asistentes, dos prácticos, tres enfermeras y la rectora del orfanato de La Coruña (Isabel Zendal Gómez)..

Tras numerosas dificultades, incomprensión y negativas la misión consiguió llevar la vacuna hasta las Islas Canarias, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Nueva España. En un momento determinado la expedición se separó en tierras americanas ya que el doctor Balmis continuaba periplo por Filipinas y China. José Salvany Lleopart, el segundo cirujano, se quedó para adentrarse con la vacuna en Nueva Granada (actual Colombia) y Virreinato de Perú (actualmente Ecuador, Perú, Chile y Bolivia). A Salvany le llevó siete años recorrer el territorio y los esfuerzos del viaje acabaron con su propia vida. Murió en Cochabamba en 1810.

El 15 de abril de 1805, tras una penosa travesía de 67 días -cuando no debería haber durado más de 50-, una nave con un grupo de niños mexicanos arribó en Manila con la cura para la viruela en su organismo. La falta de apoyo de las autoridades no impidió que Balmis y sus ayudantes cumplieran su misión en el archipiélago asiático. Meses después, los portugueses de Macao y los ingleses de Cantón colaboraron con el decidido cirujano español, cuya oficina de vacunación en esta localidad fue inundada por numerosos ciudadanos chinos, asustados por un brote que empezaba a extenderse por la región. Hasta entonces, los esfuerzos de los británicos por introducir la vacuna habían sido en vano. De regreso a Europa, Balmis comprobó que las reticencias inglesas llegaban incluso a su compatriota Jenner. En Santa Elena, donde la expedición hizo escala en junio de 1806, incluso despreciaban la labor del descubridor de la vacuna. Aun así, el alicantino logró introducirla en la isla. El 14 de agosto, tras completar la vuelta al mundo, Balmis llegó a Lisboa y un mes más tarde rindió cuentas del viaje al rey.

Carlos IV
Tras once largos años, en 1814, culminó con el regreso del doctor Balmis a España, la que fue la primera misión humanitaria de medicina preventiva de la historia, que dio el primer paso para la erradicación de la enfermedad siglo y medio después (1980).

El propio descubridor de la vacuna de la viruela Edward Jenner escribió sobre la expedición: No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este.

¿Qué fue de los niños?

Aunque hoy pueda resultar éticamente reprobable la utilización de niños como cobayas para que la vacuna llegara en perfectas condiciones tras tan largo viaje, no lo era entonces, y de hecho, fue visto como un logro científico.

Los niños pequeños eran unos excelentes tansmisores de la vacuna, pero como era lógico ningún padre dejaba que sus hijos fueran en tal misión arriesgando su vida. Por eso, se utilizó a huérfanos.

 Los niños en sí mismos constituyen un misterio. Salvo su selección y embarque, el tema es prácticamente desconocido. De los 22 que zarparon de La Coruña sí, se saben sus nombres,también los que en México embarcaron para las islas Filipinas, y poco más.

Balmis se preocupó por los niños de manera especial. En México hizo todas las gestiones para esos 22 pequeños españoles fueran alojados en una residencia adecuada, y no en la casa de expósitos de la ciudad. También se preocupó para que fueran educados correctamente. Muchos de ellos fueron adoptados por familias de México. A pesar de ello, el destino de la mayoría de los niños que hicieron posible la expedición de la vacuna sigue sumido en la oscuridad.

Cuerpo infantil con viruelas
El olvido de un héroe

Si bien la empresa supuso el punto culminante de la carrera. Balmis (Alicante 1753-Madrid 1819), este médico militar y cirujano honorario de la corte del rey Carlos IV, pertenecía a un linaje de cirujanos. Partici en 1780 en el sitio de Gibraltar como médico militar y había trabajado más de una década en distintos hospitales de América, donde su memoria y el recuerdo de su trabajo permanecen hoy más vivos que en España.

A él se debe la traducción del primer libro de vacunaciones publicado en nuestro país, el Tratado histórico y práctico de la vacuna, del profesor Jacques-Louis Moreau de la Sarthe, así como diversos estudios sobre el tratamiento de la sífilis a partir de la begonia y el agave traidos del Nuevo Mundo.

Del éxito de la expedición Balmis dan fe las miles de personas que salvaron sus vidas tras su inoculación. Además consiguió que una tupida red de personas se dedicara a continuar vacunando a más gente, manteniendo la vacunación, logrando así que las epidemias variólicas remitieran en una gran proporción.

Toda la comunidad científica se rindió a su hazaña. Los más destacados expertos médicos destacan la Real Expedición de la vacuna como uno de los grandes hitos de la historia de la humanidad, pero su inicial reconocimiento se diluiría con el paso de los años tras la muerte de Balmis, en 1819, y persiste hoy día, lo que convierte a Balmis en un héroe en la penumbra aunque representa el comienzo del fin de las viruelas. 


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