La generación de 1914 se movía en clave cultural dentro del ámbito científico, filosófico, artístico y literario. La modernidad y la europeización de España como motor de progreso fueron sus anhelos.
Sin embargo, esta generación se va a caracterizar también por la importancia que tuvieron en ella las mujeres, recién incorporadas a los circuitos intelectuales y culturales.
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Zenobia Camprubí |
Una fecha clave
El estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914, iba a coincidir con los inicios de la modernización en Europa. La fecha fue especialmente significativo para esta generación, pero se vivió de manera muy distinta en España, a la que no marcó de manera tan decisiva como a las equivalentes de los países que sí intervinieron militarmente en la guerra y que no suelen designarse como generación de 1914, sino con otros términos.
Sin embargo, la neutralidad de España en este conflicto trajo también consecuencias sociales, políticas y económicas (significó unas oportunidades de negocio que aprovechó una clase empresarial recién salida del impacto de la pérdida del mercado colonial) y en el plano intelectual desencadenó la división entre los partidarios de las potencias centrales (germanófilos) y los de sus enemigos (francófilos y anglófilos). Este debate vino a prolongar la anterior polémica entre españolizar Europa o europeizar España mantenida especialmente por Unamuno y Ortega.
Pero la joven generación que empujaba con fuerza creía que el progreso pasaba por una necesaria europeización, culturización y alfabetización de la retrasada España. Sus claves fueron: Europa, la modernidad, la regeneración política y el avance de la ciencia y de la educación.
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María Goyri |
El problema español, señalaban, era la corrupción, la mala gestión de los gobernantes, la injusticia social, la falta de democracia y el dogmatismo religioso, al que se añadía el brutal analfabetismo de la población.
Una generación modernista
La generación de 1914 (o Novecentismo) se sitúa intermedia entre las del 98 y del 27.
A ella pertenecerían los nacidos en torno a 1880. A esta etapa también se le suele dar el nombre de la Edad de Plata de las letras y las ciencias españolas por el esperanzador florecimiento de las actividades científicas y literarias, de una calidad y repercusión internacional no conocidos desde el Siglo de Oro.
Comenzó con un hito espectacular: el premio nobel d Santiago Ramón y Cajal (1906) y terminó trágicamente con el estallido de la Guerra Civil Española (1936).
La mentalidad regeneradora impregnó también a los gobiernos de muy distinta orientación política desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la dictadura de Primo de Rivera, pero especialmente a la Segunda República, o al menos a la élite intelectual que impulsó su instauración: Niceto Alcalá Zamora, Manuel Azaña, Julián Besteiro, Fernando de los Ríos o la Agrupación al Servicio de la República con Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala. Estos se percibían así mismos como un régimen político orientado a la transformación social de España en un sentido laico e ilustrado, que veía a la educación, la ciencia y la tecnología como herramientas esenciales de un progreso en todos los ámbitos (económico, social, institucional), imprescindible para la superación del atraso nacional.
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Clara Campoamor |
Eran intelectuales en torno a los 30 años con una buena formación académica adquirida fuera de España, como Julián Besteiro, Fernando de los Ríos y Manuel Azaña” que querían ofrecer una alternativa al sistema corrupto dominado por el partido liberal y el partido conservador. Querían renovar radicalmente el Estado en términos democráticos, europeístas, modernizadores y parlamentarios.
Forman parte de la generación de 1914 ensayistas como José Ortega y Gasset, Eugenio dÓrs, Manuel Azaña, Gregorio Marañón, Gustabo Pittaluga,Salvador de Madariaga, Manuel García Morente, Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz, Rafaél Cansinos Assens, Federico de Onís, Ricardo Gutiérrez Abascal, Ángel Sánchez Rivero, Lorenzo Luzuriaga, Corpus Barga, Fernando Vela y Pablo de Azcárate; el periodista Luis Araquistain; los novelistas Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Benjamín Jarnés, Wenceslao Fernández Flórez y Félix Urabayen; los dramaturgos Gregorio Martinez Sierra y Jacinto Gray; los poetas Juan Ramón Jiménez y Josep Carner, Ramón Basterra; el educador y ensayista José Castillejo o el polifacético Ramón Gómez de la Serna; y artistas plásticos como: Sorolla, Zuloaga, Gutiérrez Solana, Ramón Casas, Anglada Camarasa, José María Sert o Pablo Gargallo, entre otros.
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María de Maeztu |
Ellas y las instituciones culturales
Pero hubo otro hecho que identificó a esta generación del 14: las mujeres. Las mujeres fueron grandes protagonistas en esta época. Sin ellas, la modernidad que preconizaban sus compañeros, no hubiera sido posible.
Esta irrupción de la mujer en el ámbito intelectual fue posible “gracias” a la Primera Guerra Mundial, ya que la movilización de los hombres para combatir hizo necesaria la incorporación de la mujer al ámbito laboral en muy distintos sectores, antes vetados para ella. Esto generó un gran cambio social que llegó a España aunque no fuera un país participante en la guerra. A esto hay que sumar, que desde principios del siglo XX se intentó hacer hincapié en la alfabetización femenina.
La mejora de la educación de las mujeres y su incorporación al mundo laboral fueron elementos fundamentales para su emancipación y las ideas feministas se fueron difundiendo. No obstante, aunque estas intelectuales tuvieron el apoyo de algunos hombres, no se puede decir que todos sus colegas masculinos de la generación las aplaudieran, algunos incluso las rechazaron abiertamente como Ortega y Gasset.
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María Zambrano |
Fueron mujeres valientes que, desde 1910, podían estudiar en la universidad (como María Goyri, ensombrecida por la figura de su marido, Ramón Menéndez Pidal, Zenobia Camprub, con un destino semejante, junto a su compañero Juan Ramón; la pedagoga María de Maeztu o Clara Campoamor y Victoria Kent), se aprobaron dos Reales Órdenes que permitían el libre acceso en igualdad con los varones. Además, la nueva normativa reconoció la validez del título universitario expedido a las mujeres, para ejercer profesionalmente en instituciones públicas dependientes del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes; que escribían en prensa reivindicando sus derechos (María Lejárraga o Carmen de Burgos, por ejemplo); que buscaban fórmulas de asociación que les permitieran generar espacios públicos de encuentro (Lyceum Club de Madrid, 1926); y que promovían un incipiente movimiento feminista que acabaría consiguiendo el derecho al voto durante la II República, en 1931 (gracias a Clara Campoamor). Otras destacarían entre los discípulos de Ortega, especialmente María Zambrano.
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María de Lejárraga |
Participación en la vida pública y en las instituciones culturales iban a ser la clave de la modernidad para estas mujeres con un decidido afán de cambio y mejora de la vida política y cultural de España.
Fue la primera generación que incorpora a la mujer a los círculos intelectuales y culturales. Eso se plasma muy claramente en el foco femenino de cultura establecido en la Residencia de Señoritas (1915), dirigida por María de Maeztu, o el Lyceum por cuyas salas pasarían tanto la propia María de Maeztu como María de Lejárrraga, Clara Campoamor, Margarita Neilken Victoria Kent, etc que tendrían poco después responsabilidades políticas en la Segunda República.
Sin embargo, tras las sombras de sus compañeros y maridos, los exilios y cuarenta años de dictadura las iban a convertir, en la mayoría de los casos, en las grandes olvidadas.
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