El Prado, como los museos europeos, surge en los inicios de las nacionalidades como fruto de la reivindicación de una nueva sociedad secularizada.
Su cada vez más decidida condición de institución es clave para conocer una parte importante de la historia del arte occidental y de la pintura de la Edad Contemporánea.
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El Museo del Prado en sus orígenes |
Bicentenario
Con la Ilustración nació el concepto de museo nacional que conocemos hoy en día. Así, en los primeros años del siglo XIX, y siguiendo el ejemplo europeo de la apertura pública de las grandes colecciones históricas (que hasta entonces eran patrimonio de los salones de reyes y aristócratas), Fernando VII se aviene a destinar el inacabado edificio diseñado por Juan de Villanueva para la creación de un Real Museo de Pinturas y Esculturas (posteriormente Museo Nacional del Prado), que abrió por primera vez al público el 19 de noviembre de 1819.
El patrimonio con el que contó el Museo del Prado desde su fundación estaba integrado por las denominadas Colecciones Reales cuya formación se remonta al reinado de Isabel la Católica, aunque su verdadera vertebración se produce con los Austrias, dado que Carlos I y su hijo Felipe II vinculan sus obras de arte a la Corona, y después los Borbones. A ellos se deben los tesoros más emblemáticos que se pueden contemplar hoy en el Prado
No obstante, también ha sido importante e incesante el incremento de los fondos del Museo (más de dos mil trescientas pinturas y gran cantidad de esculturas, estampas, dibujos y piezas de artes decorativas) a través de donaciones, legados de particulares y compras, así como de adquisiciones del propio Museo y nuevas adscripciones realizadas por el Estado.
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Salas del Museo del Prado |
La realidad de esta acumulación de colecciones, imposibles de albergar en su integridad en el edificio de Villanueva, obligó, ya desde finales del siglo XIX, a depositar con carácter estable una gran parte de los fondos en instituciones públicas del Estado y representaciones diplomáticas en el extranjero. Ese conjunto de obras se conoce como el ”Prado Disperso”.
El edificio que hoy sirve de sede al Museo Nacional del Prado fue diseñado por el arquitecto Juan de Villanueva en 1785, como Gabinete de Ciencias Naturales, por orden de Carlos III. No obstante, el destino final de esta construcción no estaría claro hasta que su nieto Fernando VII, impulsado por su esposa la reina María Isabel de Braganza, tomó la decisión de destinar este edificio a la creación de un Real Museo de Pinturas y Esculturas. El Real Museo, que pasaría pronto a denominarse Museo Nacional de Pintura y Escultura y posteriormente Museo Nacional del Prado, abrió por primera vez al público en 1819.
El primer catálogo constaba de 311 pinturas, aunque para entonces en el Museo se guardaban ya 1510 obras procedentes de los Reales Sitios.
Riqueza cultural
La colección del Prado está formada por aproximadamente 7.600 pinturas, 1.000 esculturas, 4.800 estampas y 8.200 dibujos, además de objetos de artes decorativas y documentos históricos.
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Salas del Museo del Prado |
En la actualidad hay en exhibición algo más de 1.300 obras, el resto se reparte, más o menos a partes iguales, entre otros museos e instituciones (Prado Disperso) y los almacenes.
La pintura española, con casi 4.900 cuadros es la principal, más amplia y más valiosa colección con la que cuenta el Prado, y que existente hoy en el mundo. Le siguen la italiana y la flamenca (ambas con más de mil cuadros), la francesa (con más de trescientos), y finalmente la alemana, holandesa y británica ya a considerable distancia.
Sin embargo, cuando uno visita las salas de la pinacoteca, sorprende comprobar como en sus paredes la presencia de pinturas realizadas por mujeres es muy pobre, casi inexistente.
Si bien es cierto que algunas obras realizadas por mujeres se han expuesto durante muchos años, no es menos cierto que ha sido porque la autoría se ha atribuido a pintores masculinos. Lo cierto es que a día de hoy tan sólo seis obras (dos con dudosa atribución) cuelgan de sus paredes de tres pintoras distintas (Sofonisba Anguisola, Clara Peeters y Artemisia Gentileschi) cuelgan de sus paredes. Es decir, que por cada doscientas obras realizadas por hombres expuestas en el Museo, sólo una lo sería por una mujer.
Carácter nacional e inspiración mundial
La revolución liberal, en 1868, que acabaría con el reinado de Isabel II, convertiría al Museo del Prado en nacional. La consecuencia directa sería la proyección exterior de los artistas que integraban sus galerías.
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Salas del Museo del Prado |
Como institución, ha desarrollado una personalidad propia, que a su vez ha sido reflejo del devenir histórico del país. Por su relevancia artística, destaca la importancia que ha tenido el museo como espacio de reflexión e inspiración para sucesivas generaciones de artistas nacionales e internacionales como Renoir, Manet, Chase, Sargent, Arikha o Pollock, entre los artistas foráneos, y de Rosales, Saura y, muy singularmente, Picasso, entre los nacionales.
Esa es una de las cosas que dan una personalidad más intensa y acusada del museo y que le otorgan un lugar más específico en el contexto de los grandes museos artísticos occidentales, al que aporta una capacidad probada a lo largo de gran parte de su historia para influir en el desarrollo del arte contemporáneo. También su vocación pedagógica y su relación con la sociedad.
Cabe destacar, que uno de los momentos más duros del Museo del Prado fue durante la Guerra Civil española, durante la cual hubo que trasladar el conjunto de las piezas a Ginebra (Suiza) para protegerlas de los bombardeos sobre Madrid. Allí se exhibieron durante varios meses al publico en en una exposición muy exitosa.
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Edificios del Museo del Prado hoy día |
Competir con los grandes
En 2018, el Museo del Prado contó con 49,7 millones de euros de presupuesto, un 7,58 % más que en 2017. De ese dinero, 15,4 millones llegaron de las administraciones del Estado (básicamente, del Ministerio de Cultura) y el resto del dinero se lo ganó el museo, vendiendo entradas, camisetas, cursos, cediendo cuadros y, sobre todo, logrando patrocinios.
El Prado tiene una ley propia que le obliga a autofinanciarse, no al 100% pero sí en un porcentaje alto. Sin embargo, según los expertos, lo que le falta es una clara ley de mecenazgo para que el museo compita en igualdad de condiciones con los otros grandes museos del mundo.
Por otra parte, en los últimos 20 años, el museo ha pasado de 900.000 visitantes anuales a dos millones, por lo que el Museo ha tenido que ir acometiendo sucesivas ampliaciones en su sede histórica hasta agotar totalmente las posibilidades de intervención sobre este edificio. Por este motivo, el Prado se ha visto obligado a buscar el camino de su reciente ampliación mediante una solución arquitectónica de nueva fábrica situada junto a la fachada posterior de su sede tradicional y conectada con ésta desde el interior. Sin embargo, desde la institución que su techo está en admitir sólo 400.000 visitantes más al año (el Louvre anda por los ocho millones de visitantes y la National Gallery por los seis millones) para no masificar las visitas.
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