Becquer no es solamente un referente en la lírica española, sino también el autor que cambió su ritmo hacia la poesía moderna.
Sin embargo, su vida, envuelta durante mucho tiempo en la mejor tradición romántica, dista mucho de ser en realidad tan sensiblera y sí llena de contradicciones humanas.
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Fotografía de Gustavo Adolfo Bécquer |
Una vida con rimas asonantes
Desde pequeño, Gustavo Adolfo Becquer (Sevilla 1836-Madrid 1870) está en contacto permanente con la pintura, gracias a los pintores de la familia (su padre, su hermano y su tío) y con la música, sobre todo la ópera y la zarzuela. Todo ello influirá poderosamente después en sus escritos.
En 1941 muere su padre (José Dominguez) y seis años después su madre (Joaquina Bastida) por lo que, aún siendo como era un niño, es acogido por su madrina (Manuela Monehay) de cuya biblioteca beberá el futuro escritor proporcionándole un conocimiento detallado de los autores más relevantes del Romanticismo europeo y representantes locales (Aloberto Isla, Rodríguez Zapata...). Por eso, Bécquer siempre tuvo claro el camino poético que debía seguir. Quiso ser artista del sentimiento, del amor, de la muerte...., pero con un lenguaje propio y moderno.
Aunque ya había iniciado su actividad literaria en Sevilla (le habían publicado diversos poemas en varias revistas) y parecía que se le auguraba un buen porvenir con ello, la ciudad hispalense, entonces aún ciudad de provincias, se le queda pequeña al autor y con dieciocho años decide dejar su casa para buscar fama y fortuna literaria en Madrid.
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Iniciará la aventura junto a sus amigos Narciso Campillo y Julio Nombela en una pequeña pensión cargado de poemas. Pero son años convulsos, de revueltas políticas, y a los editores las obras de Bécquer no les interesa, por lo que estas no le proporcionarán ayuda económica. Pero insiste en quedarse ya que Madrid le va a proporcionar una libertad de movimientos que no conocía.
Para obtener algún dinero se dedicará a escribir biografías de diputados e intenta, junto a sus amigos, la creación (fallida) de un periódico. Pero las publicaciones periódicas se suceden en Madrid y la mayoría mueren tras su primer número. El nombre de Bécquer aparecerá en muchas de ellas. Será un periodo de estrecheces económicas, pero conocerá el panorama artístico madrileño.
Poco a poco consigue algún dinero más gracias a una serie de obras teatrales que escribe con pseudónimo. Incluso realiza una adaptación de ”Nuestra Señora de París” de Víctor Hugo, que titula Esmeralda.
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Retrato de Bécquer realizado por su hermano Valeriano |
Traba amistad con el artista cubano Ramón Rodríguez Correa, uno de los que mejor entendió la relevancia de la poesía becqueriana en el conjunto de las letras hispánicas.
Consigue entonces un trabajo como escribientes en la Dirección de Bienes Nacionales, pero le dura poco. Es despedido por desconcentrar a sus compañeros con dibujos de los personajes de Hamlet.
Después Bécquer emprende su gran proyecto fallido: la Historia de los templos de España. Depositó todas sus ilusiones en el rescate de edificios. Sale a la luz alguna que otra entrega, pero tras la quiebra de la editorial el proyecto sucumbe.
Pero su horizonte literario se afianza gracias a sus artículos, poemas y leyendas en periódicos y revistas. Pero también con la creación de zarzuelas (colaborando con Luis García Luna).
Es este, además, un momento de inflexión en el ambiente poético madrileño. Hay un sutil cambio de sensibilidad. Se va dejando a un lado la poesía más épica y retórica, las palabras grandilocuentes y los versos ornamentales, para dar paso a una poesía sencilla que recoge las inquietudes más personales del poeta con un lenguaje más cercano. Esto va a influir directamente en las Rimas de Bécquer, junto a influencias llegadas de fuera de España de la mano de Byron o Heine.
Un universo vital y contradictorio
Empieza a encontrar su camino. Este es un buen momento para su prosa y su verso. Frecuenta también salones literarios y musicales y en ellos practica el galanteo con las jóvenes. Su universo vital lo compone la creación literaria, la música, las mujeres y el amor.... y el intentar vivir de su trabajo literario.
El respiro económico le llega cuando entra a formar parte de la plantilla de El Contemporáneo (1860), diario de carácter conservador dirigido por José Luis Albareda y puesto en marcha por el político Luis González Bravo.
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Fotografía de Bécquer |
Estos, además. son los años clave en la obra del poeta. Publica textos (Cartas literarias a una mujer, reseña de La Soledad de Augusto Ferrán) en los que expone cuáles son sus ideas acerca de la poesía y la excepcional labor del poeta y algunas de sus mejores leyendas y relatos (La ajorca de oro; La creación; El monte de las ánimas; Los ojos verdes; Maese Pérez el organista...) así como su poema A ella («Por una mirada, un mundo»). También colaborará en otros periódicos donde aparecen algunas de sus rimas o leyendas.
En 1961 se casa con Casta Esteban Navarro, hija del médico que trata su enfermedad venérea. Ella no será una figura bien valorada por los biógrafos de Bécquer (tampoco se llevaba bien con su hermano Valeriano) ya que se le acusa de infidelidad (incluso que el tercer hijo de Bécquer no es suyo) y de no saber comprender su espíritu poético.
A pesar de estar formando una familia, o precisamente por eso, su actividad creadora no cesa. Sigue escribiendo en El Contemporáneo sus relatos así como en otras revistas y su prosa crece en calidad. Pero necesita más fuentes de ingresos y recurre a la creación de zarzuelas.
Ahora ya Gustavo Adolfo Bécquer está enfermo y débil, su hermano Valeriano se lo lleva de viaje en el verano 1863 para que descanse a las playas de Vizcaya. Recorren también la zona del Moncayo, fijándose con atención en los paisajes, los pueblos y las costumbres de sus gentes para plasmarlo en sus cuadros Valeriano y en sus textos Gustavo Adolfo.
Con el ascenso nuevamente de los conservadores, Bécquer ocupa la dirección de El Contemporáneo desde el 9 de noviembre hasta el 16 de febrero de 1865 y consigue .un puesto como fiscal de novelas en Madrid con un buen sueldo, aunque no le durará mucho, pues tras la caída del gabinete, Bécquer decide presentar su dimisión.
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Busto de Bécquer |
Los problemas llegan para Bécquer a partir de la segunda mitad de 1865, cuando ya no tiene el sueldo de censor de novelas y su participación en la prensa es más difusa. De esta época data la colaboración de los hermanos Bécquer en las páginas de la revista demócrata Gil Blas con dibujos y textos de sátira política, aunque simplemente firman con el pseudónimo Sem o con una «S» (Revista cómica, Itinerario del próximo carnaval y El discurso de la corona).
Colabora con su hermano Valeriano en algunos cuadros de costumbres (La misa del alba, La sardinera...); algunos artículos biográficos (El duque de Rivas); un artículo de costumbres dedicado al carnaval de 1866; y una serie de rimas. Poco más. Pero su fama sigue creciendo como periodista y narrador de leyendas.
Como consecuencia de nuevos cambios políticos, Bécquer se halla otra vez vinculado con el Gobierno en el poder. De ahí que vuelva a obtener su cargo de fiscal de novelas, abandonando el de director de El Museo Universal. Está más interesado en proporcionar dinero a su familia que en la creación literaria, de ahí la escasez de esta época (1867-68). Su salud también es cada vez más delicada.
Pero se da cuenta de la importancia de tener reunidos sus poemas. Lo hará en “Libro de los gorriones”, manuscrito que más tarde utilizarán los amigos del escritor para preparar la primera edición de sus obras en 1871.
En 1869 los hermanos Becquer reciben otro duro golpe económico: Valeriano pierde la pensión del Gobierno y Gustavo Adolfo los ingresos como fiscal de novelas y como director de periódico, aunque colabora en los primeros meses del año siguiente en La Ilustración de Madrid.
El 23 de septiembre de 1870 fallece Valeriano. Animado por sus amigos, Gustavo Adolfo sigue escribiendo, pero los rendimientos económicos no son suficientes. El 10 de diciembre cae enfermo y doce días después muere. Le acompañan sus amigos, esposa e hijos.
Es enterrado al día siguiente y el pintor Casado del Alisal propone al resto de los compañeros de Bécquer la edición de sus obras y de los dibujos de su hermano Valeriano con el fin de ayudar a sus respectivas familias mediante suscripción popular con un comunicado en la prensa.
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Cuerpo de Bécquer muerto, retrato de Palmaroli |
Mientras, Ramón Rodríguez Correa, Augusto Ferrán y Narciso Campillo inician la tarea de selección de los textos becquerianos repartidos por periódicos y revistas, tomando como base los poemas del ”Libro de los gorriones” y ordenándolos en forma de cancionero. De este modo, a finales del mes de julio de 1871 ven la luz los dos tomos de las obras de Gustavo Adolfo Bécquer.
Su leyenda
Su fallecimiento será el comienzo de la leyenda del poeta romántico que ha llegado hasta nuestros días, aunque también la realidad como iniciador de la mejor poesía contemporánea española.
La temprana muerte del poeta a los 34 años, enraizada en la mejor tradición romántica, crearon un halo legendario en torno a su figura que ha tardado años en disiparse.
La idealización e identificación de su vida con su obra, debido a los tópicos románticos (muerte prematura, falta de reconocimiento, penuria económica, amores frustrados) han condicionado el reconocimiento real de su obra.
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Billete de curso legal con la imagen de Bécquer |
Según los expertos, Gustavo Adolfo Bécquer fue un hombre sujeto a múltiples luces y sombras. De hecho, dicen, es precisamente esta característica la que permite leer sus poemas y hacerlos más cercanos, y que al conocer los detalles de su azarosa vida sepamos de sus miedos y alegrías como cualquier se humano.
Su universo personal estaba dividido entre el sueño y la razón y fue una constante contradicción. Desde su postura política conservadora salpicada de ideas progresistas y filantrópicas; la combinación de períodos de máxima creatividad y decaimiento; un gusto musical que fluctúa entre la ópera y las seguidillas flamencas; la mujer real y la carnal; la idea y la palabra, la aristocracia y el pueblo.
Fue, en suma, una manifestación genuina de la modernización de la vida española en un momento de profundas transformaciones sociales y de los propios medios de creación y de difusión de la literatura.
Todo ello tendrá eco y reflejo en sus rimas y leyendas, artículos periodísticos y otros escritos.
Pero parece que Bécquer no era tampoco ese “angelito” ni ese espíritu etéreo y puro que se ha querido transmitir durante mucho tiempo, sino un hombre con todas sus miserias, como cualquiera.
A decir de algunos biógrafos: era bebedor, mujeriego, sifilítico, derrochador cuando podía permitírselo, lleno de complejos y obsesiones aristocráticas, reaccionario, oportunista, protegido del ministro de Gobernación González Bravo que lo nombró censor de novelas con un sueldo de quinientas pesetas mensuales –o sea, que no siempre fue un pobrecito-, al que le era infiel su mujer, cronista de sociedad, señorito andaluz con pretensiones, orgulloso, estirado y hasta antipático.
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Sello conmemorativo de Bécquer |
Obra y legado
Sus amigos se encargaron de endulzar su biografía y almibarar su poesía, una poesía mucho más dura y seria de lo que parece a simple vista.
Los estudiosos de la obra becqueriana aseguran que se le ha leído fatal y se le ha recitado peor todavía, dándose una imagen de él con de poeta sensiblero y empalagoso que muy poco tiene que ve con el escritor y mucho menos el personaje real.
Eso si, fue un poeta tocado por la gracia, con la grandeza de expresar como nadie las profundidades del alma humana con una sencillez admirable.
Prueba de su ácida crítica y nada dulce escritura fue, por ejemplo, el libero satírico-pornográfico (atribuido a los hermanos Bécquer) “Los Borbones en pelota”.
Pero la popularidad de sus poesías más románticas y accesibles a un lector poco ducho pusieron irremediablemente más énfasis en lo sentimental que en lo intelectual de su trabajo artístico. Sin embargo, este tiene más matices y más profundidad de lo que se puede apreciar a simple vista.
Un análisis serio de su obra demuestra que fue un maestro del hipérbaton, del equilibrio estrófico y de la rima asonante llevado a cabo con una asombrosa elegancia, sencillez y sobriedad.
Pero su importancia y su vigencia son evidentes, basta para comprobarlo la ininterrumpida sucesión de ediciones de sus Rimas y Leyendas sobre todo.
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