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LA REVOLUCIÓN DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL: BENEFICIOS, DESAFÍOS Y PERSPECTIVAS
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La inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser solo un tema de ciencia ficción para convertirse en una realidad presente en todos los ámbitos.
La IA tiene un enorme potencial en campos tan diversos como la industria y la medicina, pero también genera debates sobre su implementación.
Revolución tecnológica
No cabe duda que la inteligencia artificial (IA) ha supuesto toda una revolución tecnológica desde que la informática hizo su aparición. Dicen los expertos que tal es así que va a cambiarlo todo, y de hecho, ya lo está haciendo.
Desde hace apenas unos pocos años, casi nada se sustrae ya a la inteligencia artificial. La podemos encontrar en multitud de facetas, en los móviles, la banca (que por ejemplo puede determinar si nos concede un crédito o no), los videojuegos, los ordenadores, la atención al clientes, en los sistemas de reconocimiento facial (que utilizan aeropuertos y fuerzas de seguridad), en microsegmentación (anuncios u ofertas personalizados que recibimos a través de nuestras redes sociales o mientras navegamos por internet).
No todos los expertos se ponen de acuerdo para definir qué es la inteligencia artificial porque está en plena evolución. Pero básicamente se podría decir que se trata de un algoritmo (conjunto de instrucciones o reglas matemáticas) cuya finalidad es intentar imitar la inteligencia humana mediante un software (robot) que ponga en práctica una tarea que se le dicta. Sin embargo, aunque puede parecerlo a simple vista, no es un programa informático ya que este consiste en una lista de órdenes que se le mete al ordenador para que las lleve a cabo cuando hay tal o cual petición del usuario utilizando el programa. En este caso, esta máquina no piensa, ejecuta. La IA va mucho más allá.
Por lo que supone la IA una revolución es porque no recibe órdenes para obtener un resultado. Es el propio software (robot) quien se las apaña para obtener los resultados. Es decir, la IA evoluciona y actúa lo mismo que nuestro cerebro que cuando al nacer está prácticamente a cero y vamos aprendiendo a medida que adquirimos experiencias con el tiempo y la práctica.
Su desarrollo es el siguiente: primero aprende a realizar una tarea (procesar fotos, datos, etc) y distinguir unos de otros. Después viene la práctica, el entrenamiento, así, que cuantos más datos procese y reciba para contrastar mejor. Pero en todo este proceso la IA trabajará sola, no va a recibir órdenes, no hay programa que le diga los pasos que tiene que llevar a cabo. Simplemente, se le van a entregar los datos de entrada. Por último, desarrollará la tarea para la que se le ha diseñado de forma autónoma.
A grandes rasgos, las IAs se clasifican en cuatro tipos: sistemas que piensan como humanos, como por ejemplo las redes neuronales artificiales. Sistemas que actúan como humanos, como los robots. Sistemas que usan la lógica racional, como los sistemas expertos, y sistemas que actúan racionalmente, como los agentes inteligentes.
De esta forma, hoy día, mediante el aprendizaje a fondo (con grandes cantidades de datos), reconociendo patrones en los datos y el procesamiento del lenguaje humano ya podemos encontrar IAs realizando todo tipo de tareas, desde computadoras que juegan al ajedrez (“pensando” por sí mismas), automóviles que conducen solos, asistentes virtuales, atender un servicio de atención al cliente, chatear en una red social (chatbots, capaces de mantener una conversación como un humano), ofrecer ayuda, reconocer rostros, interpretar fotos, o predecir el movimiento del precio de las acciones en la Bolsa.
Pero esta tecnología sigue avanzando a pasos de gigante y se sostiene que dentro de muy poco es posible que sea una IA quien nos haga las entrevistas de trabajo y determine quien es el mejor candidatos, quien detecte enfermedades, descubra tratamientos, sea el motor de una operación a corazón abierto o de soluciones al problemas como el cambio climático.
¿Amenaza o reto hacia el futuro?
Ya en tiempos de Aristóteles o Leonardo Da Vinci los sabios han intentado convertir en reglas la mecánica del pensamiento humano y revertirlo en máquinas que se comportasen como estos.
Sin embargo, no fue hasta 1936 que se inicia el lento proceso de la inteligencia artificial moderna. Esta fue un inventó Alan Turing, el experto matemático que descifró los códigos secretos nazis de la mítica máquina Enigma que describía lo que era un algoritmo informático y un ordenador.
En 1950 formalizó el inicio de la Inteligencia Artificial con su Test de Turing, una prueba que consistía en determinar si las respuestas llevadas a cabo mediante este provenían de un ser humano o una máquina convenientemente preparada o “inteligente”. No fue hasta 2014 que por primera vez una IA superó el Test de Turing.
Pero el término de inteligencia artificial tal y como se conoce hoy se empezó a utilizar en 1956 con desarrolladores como John McCarthy, Newell, Simon o Marvin Minsky.
Pero el verdadero empuje a la inteligencia artificial, a un nivel práctico, llegó cuando comenzaron a aparecer ordenadores potentes y más asequibles, al incremento en los volúmenes de datos soportados (big data), los algoritmos avanzados, y mejoras en el poder de cómputo y el almacenaje.
Ética, privacidad y seguridad
Desde sus primeros pasos, la inteligencia artificial ha evolucionado para brindar muchos beneficios específicos a todas las industrias pues existen docenas de formas de aplicar esta teoría, en función del tipo de IA o las tareas que se pretenden acometer.
Sin embargo, como casi no podía ser de otro modo, esta alta tecnología también tiene sus detractores en aquellos que consideran que esta puede representar un peligro real para la Humanidad pues si estas super máquinas pueden llegar a controlar, y controlan, centrales nucleares, el suministro de luz, los misiles.....también podría ser que un día las IAs se vuelvan demasiado listas, tomen el control y decidan que los humanos no somos necesarios e intenten destruirnos.
En contra de estas teorías “catastrofistas” de mentes como las de Hawking, Minsky, Gates, Musk, etc, están los que consideran que las máquinas, al menos a día de hoy, no tienen una inteligencia generalista, y que tampoco se ha logrado que tengan sentido común.
Sólo disponen de inteligencias específicas, potentes, eso si, para realizar tareas muy concretas y en ocasiones muy complejas que superan la eficiencia de la inteligencia humana pero que sin embargo nunca responden a la pregunta de ¿y eso por qué?.
Otro dato en contra es que además de suponer toda una revolución para infinidad de aplicaciones, las IAs también tienen la capacidad de hacer cosas poco éticas. Uno de los últimos ejemplos es el Deepfake. Este era capaz de falsificar vídeos cambiando unos rostros por otros, o se manipulan los labios para hacer decir cosas falsas a un político o un líder opinión. A simple vista era casi imposible de distinguir
Otro ejemplo ha sido el de un generador de texto con IA llamado GPT-2. Sus creadores se dieron cuenta al poco tiempo que esta había aprendido por su cuenta a crear noticias falsas o fake news. Teniendo en cuenta que una IA puede estar generando textos las 24 horas del día, esto podía ser una bomba. Decidieron no sacarlo al mercado.
La ética y seguridad en la inteligencia artificial es pues un debate abierto. De hecho, el propio Elon Musk, junto a otros expertos han fundado OpenAI, una iniciativa que tiene como objetivo crear sistemas de IA que beneficien a la Humanidad, y no puedan revelarse contra ella (algo que ya había planteado en su época el visionario de la ciencia ficción y “padre” de las leyes de la robótica Isaac Asimov).
Los intereses comerciales priman muchas veces sobre las consideraciones éticas, por eso, el reto futuro para las IAs será el de salvaguardar la privacidad y protección de unos usuarios que hoy comparten voluntariamente sus datos con todo tipo de aplicaciones y servicios.
Objetivo: dominar el mercado
Las IAs son ahora mismo un enorme negocio que se estima mueve unos 190.000 millones de dólares incluyendo hardware, software y otros servicios alrededor de esta tecnología. Pero la inversión en inteligencia artificial no deja de incrementarse día a día.
Este lucrativo negocio en torno a los datos se lo disputan, entre otros, gigantes tecnológicos como Amazon, Google, Facebook, Microsoft e IBM, pero se tiene constancia, y así lo afirma rotundamente el Gobierno chino, que las empresas de este país serán las que dominen la inteligencia artificial en 2030 con unas inversiones muy fuertes en este área.
De hecho, en el campo de las IAs ya hay empresas chinas consolidadas como Baidu, Alibaba, Huawei, ZTE. UBTECH, DJI y Tencent, pero recientemente se han unido otras emergentes como Megvii, iCarbonX, Mobvoi y SenseTime, unicornios, startups como Didi, Chuxing y Xiaomi.
Por tanto, la segunda economía más grande del mundo se ha convertido ya en un competidor global importante en el uso de la inteligencia artificial y sigue empujando y apostando por ello.
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