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CRISTIANOS EN ORIENTE: RESILENCIA EN ESTADO PURO

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El cristianismo en Oriente Próximo, Oriente Medio y Extremo Oriente tiene una larga y rica historia que se remonta a los primeros siglos de la era cristiana. A pesar de ser la cuna de esta fe, la presencia de los cristianos en estas regiones ha disminuido considerablemente con el tiempo debido a las migraciones, la persecución, la guerra y la inestabilidad política. Aun así, las comunidades cristianas en estas áreas mantienen una importante relevancia cultural y religiosa, aunque enfrentan desafíos significativos en su lucha por la supervivencia. El Cristianismo en Oriente Próximo y Medio: Cuna de la Fe El Oriente Próximo es el lugar donde surgió el cristianismo, una región que abarca los actuales territorios de Israel, Palestina, Líbano, Siria, Jordania, Egipto e Irak. Esta zona fue testigo de la vida de Jesús y de los primeros apóstoles, siendo Jerusalén, Antioquía y Alejandría importantes centros del cristianismo temprano. 1. Las Comunidades Cristianas Históricas Iglesia Ortodoxa Co...

PERSÉPOLIS: LA ANTIGUA CAPITAL DEL IMPERIO PERSA DESTRUÍDA POR ALEJANDRO MAGNO Y ENCONTRADA POR UN ESPAÑOL

Después de la exitosa conquista de Persépolis, la majestuosa capital del Imperio persa, Alejandro Magno tenía la firme intención de exhibir su poder y determinación al mundo. 

Decidió que era necesario incendiar la ciudad, que alguna vez había sido el glorioso símbolo de la dinastía aqueménida, como un acto simbólico de su dominio absoluto.

Persépolis


La biblioteca

La Antigua Biblioteca de Persia, también conocida como Biblioteca Real de Persépolis, fue una de las bibliotecas más importantes del mundo antiguo. Se encontraba en la antigua ciudad de Persépolis, en la actual Irán, y fue construida durante el reinado del emperador aqueménida Darío I, en el siglo V a.C.

La biblioteca tenía una gran colección de obras literarias y científicas, incluyendo textos de astronomía, medicina, filosofía, poesía, historia, religión y leyes. Se cree que la colección incluía más de 120.000 manuscritos, lo que la convertía en una de las mayores bibliotecas de la época.

La biblioteca fue destruida por Alejandro Magno en el 330 a.C., durante la conquista de Persia. Se dice que el fuego que arrasó Persépolis fue tan intenso que la biblioteca se incendió y muchos de sus libros fueron destruidos. 



Aunque gran parte de la biblioteca se perdió, sufriendo el mismo destino que muchas otras bibliotecas antiguas, algunos de sus textos sobrevivieron gracias a que fueron copiados por eruditos en otras partes del mundo antiguo. 

A pesar de su desaparición, la Biblioteca de Persépolis sigue siendo un testimonio del esplendor de la cultura y la educación en la antigua Persia. A través de las obras que se conservan, se puede tener una idea de la profundidad del conocimiento y la cultura que existió en esa época.

Imperio aqueménida


Capital del Imperio Aqueménida

Persepolis fue la capital del Imperio Aqueménida, situada en la llanura de Marvdasht, en la actual provincia de Fars, en Irán. La ciudad fue fundada por Darío I en el siglo VI a.C. y fue la residencia de los reyes aqueménidas hasta que fue saqueada y quemada por Alejandro Magno en el 330 a.C.

Persepolis es un ejemplo de la arquitectura aqueménida y era conocida por sus impresionantes palacios y edificios, que se construyeron durante un período de más de 150 años. Entre los palacios más destacados estaban el de Darío, el de Xerxes y el de Apadana.

El Palacio de Apadana, construido por Darío I, fue el más grande de los palacios en Persepolis y se utilizaba para ceremonias y audiencias oficiales. Tenía 72 columnas de 20 metros de altura y estaba rodeado por una terraza con relieves tallados en las paredes. También se encontraban los edificios del Tesoro y el Harem, que se ubicaban detrás del palacio. 

Otro edificio impresionante era la Tachara, que fue construida por Darío I y posteriormente ampliada por su hijo, Jerjes I. La Tachara era un edificio de dos pisos y se cree que se utilizó como residencia para los reyes aqueménidas.

Alejandro Magno


La destrucción de Persépolis

Tras la resonante victoria en la llanura de Gaugamela en octubre del año 331 a.C., las grandes capitales del Imperio persa quedaron al alcance de Alejandro Magno. Mientras el rey persa, Darío III, huía hacia el norte para reclutar nuevos contingentes y enfrentarse a los invasores macedonios, el camino hacia el sur, donde se encontraba el corazón político y simbólico del Imperio, quedaba despejado para el conquistador macedonio. Las capitales de Babilonia y Susa se entregaron sin apenas oponer resistencia, lo que permitió a Alejandro hacer su entrada triunfal en Babilonia entre grandes celebraciones. La ocupación de Pasargada y Ecbatana, las otras dos capitales imperiales, también transcurrió sin mayores complicaciones.

Sin embargo, Persépolis, una de las ciudades más emblemáticas del reino persa, presentó un desafío único. Cada año, acogía la espléndida ceremonia de homenaje y sumisión de todos los pueblos al Gran Rey. Los relieves impresionantes que adornaban sus muros y escalinatas mostraban la imagen idealizada del soberano. Para llegar a la ciudad, era necesario atravesar los montes Zagros, una barrera natural que protegía el acceso y representaba un desafío para Alejandro. En el principal paso montañoso, conocido como las Puertas de Susa, un importante contingente militar persa se había atrincherado para resistir el avance macedonio y evitar a toda costa la entrada a la capital.

El primer ataque de los macedonios contra las defensas persas en el paso resultó en un fracaso rotundo y con fuertes bajas. Fue la primera gran contrariedad que Alejandro experimentó en su arrolladora y victoriosa campaña por tierras de Oriente. Obligado a dividir sus fuerzas y buscar una ruta alternativa, los macedonios lograron sortear el obstáculo gracias, se dice, a la ayuda de un pastor local. Finalmente, las tropas persas fueron derrotadas y se retiraron a Persépolis, pero cuando llegaron a las puertas de la ciudad, el gobernador les impidió la entrada. Al parecer, este ya había pactado con Alejandro la entrega de la capital y le había advertido sobre el peligro de saquear los tesoros de Persépolis.

Persépolis


La entrada de Alejandro a Persépolis a finales de enero de 330 a.C. fue marcada por una decisión que causaría un gran impacto: permitir a sus soldados saquear la ciudad indiscriminadamente. Algunos testimonios describen las atrocidades cometidas por los macedonios contra la población civil, mientras competían entre sí por el botín. 

El pillaje desenfrenado llevó a la destrucción de valiosas piezas y al sufrimiento indiscriminado de la población. Mientras los soldados macedonios se entregaban a una orgía de saqueo, los habitantes de Persépolis padecían la ira y la brutalidad de los invasores. La ciudad se sumergió en un caos infernal. 

En su afán por acumular riquezas, los macedonios no tuvieron en cuenta la importancia de preservar el legado de Persépolis. El fuego que devoraba la ciudad se extendió sin control, consumiendo edificios y tesoros invaluables. Los palacios reales, con sus magníficos techos de madera y sus elaborados tapices, se convirtieron en una pira funeraria para la grandeza aqueménida. Las llamas devoraron las columnas majestuosas, los relieves históricos y los impresionantes salones que alguna vez habían sido testigos de la grandeza y el esplendor del Imperio persa. Persépolis, el orgullo de una civilización milenaria, se desvanecía en cenizas y polvo.

Sin embargo, en medio del bullicio y la euforia, algunos comenzaron a cuestionar el sentido de su acción. Al día siguiente, ante la contemplación de aquella desolación, el arrepentimiento se filtró en algunos macedonios. El propio Alejandro Magno cuentan que mostró un atisbo de remordimiento por la destrucción desmedida. Quizás ahora se daba cuenta de que había traspasado los límites de la conquista justa y honorable, como había hecho hasta ese momento, para caer en la barbarie y la crueldad.

García de Silva y Figueroa


Mucho se ha especulado a través de los tiempos sobre el por qué de esta destrucción, nada habitual en Alejandro. Pero lo cierto es que las ruinas de Persépolis simbolizaban el triunfo de Alejandro Magno sobre la grandeza de Persia. Al reducir la ciudad a cenizas, dejaba claro que no habría rival lo suficientemente poderoso para detenerlo. Su deseo de dominar el mundo conocido se había convertido en una fuerza imparable. Persépolis se convertía así en una advertencia para todos aquellos que se atrevieran a desafiar el poder de Alejandro Magno y su ejército. El mensaje era claro: cualquier nación o ciudad que se opusiera a su dominio sufriría un destino similar, enfrentándose a la furia implacable de los macedonios.

Un español descubridor de las ruinas

En 1618, el soldado y explorador español García de Silva y Figueroa llegó a Persia como embajador del rey Felipe III. Durante su viaje de cuatro años por estas tierras, habría de hacer un descubrimiento arqueológico de gran importancia al encontrar Persépolis, la antigua capital del Imperio persa. Además, Figueroa se convirtió en el primer europeo en describir la escritura cuneiforme, la más antigua del mundo.

Todos estos descubrimientos los plasmaría Figueroa en una obra que tuvo un gran impacto en el siglo XVII, pero que no fue traducida al español hasta el siglo XX, lo que facilitó el olvido del autor. A pesar de los esfuerzos de algunos historiadores por contar su vida, aún se sabe poco sobre él. Sin embargo, si se sabe que Figueroa falleció en alta mar en 1624, a los 75 años, cerca de cumplir su sueño de regresar a casa después de una década de viaje.

Persépolis


Dejó como legado su obra "Comentarios de don García de Silva y Figueroa de la Embajada al rey Abbás de Persia", que describe su viaje y descubrimientos con gran detalle. Su descripción de Persépolis y los símbolos cuneiformes ha sido objeto de atención e investigación. Aunque sus logros tardaron en ser reconocidos, su obra ha sido valorada como muy importante dentro de la literatura de viajes.

Hoy en día, Persépolis es reconocida como un sitio arqueológico de importancia mundial y ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Los esfuerzos de conservación han permitido reconstruir parcialmente algunas estructuras y preservar los vestigios que quedan de su pasado glorioso. Los visitantes pueden contemplar los restos de los palacios, los relieves tallados y las columnas majestuosas, tratando de imaginar la grandeza que una vez existió en ese lugar.



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