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CRISTIANOS EN ORIENTE: RESILENCIA EN ESTADO PURO

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El cristianismo en Oriente Próximo, Oriente Medio y Extremo Oriente tiene una larga y rica historia que se remonta a los primeros siglos de la era cristiana. A pesar de ser la cuna de esta fe, la presencia de los cristianos en estas regiones ha disminuido considerablemente con el tiempo debido a las migraciones, la persecución, la guerra y la inestabilidad política. Aun así, las comunidades cristianas en estas áreas mantienen una importante relevancia cultural y religiosa, aunque enfrentan desafíos significativos en su lucha por la supervivencia. El Cristianismo en Oriente Próximo y Medio: Cuna de la Fe El Oriente Próximo es el lugar donde surgió el cristianismo, una región que abarca los actuales territorios de Israel, Palestina, Líbano, Siria, Jordania, Egipto e Irak. Esta zona fue testigo de la vida de Jesús y de los primeros apóstoles, siendo Jerusalén, Antioquía y Alejandría importantes centros del cristianismo temprano. 1. Las Comunidades Cristianas Históricas Iglesia Ortodoxa Co...

LA ITALIA ESPAÑOLA: HISTORIA, SIGNIFICADO Y LEGADO CULTURAL

La Italia española es el nombre que se le da al conjunto de territorios italianos que estuvieron bajo el dominio de la Corona de España entre los siglos XVI y XVIII. 

Fue el resultado de las ambiciones dinásticas y políticas de los reyes españoles de la Casa de Austria, que se enfrentaron a otros poderes europeos por el control de la península itálica para dominar el Mediterráneo.

La Italia española de 1600




El origen de la Italia española

Los territorios de la Italia española fueron, en diferentes momentos, los reinos de Cerdeña, Nápoles y Sicilia, el ducado de Milán, el marquesado de Finale, el principado de Piombino, Córcega y los presidios de Toscana. También hubo otras zonas que estuvieron ocupadas militarmente por España, como los Estados Pontificios o la Valtelina, pero que no se integraron formalmente en la monarquía.

No hay una fecha precisa para marcar el inicio de la Italia española, ya que fue un proceso gradual y complejo que se desarrolló a lo largo de varios siglos. Sin embargo, se pueden señalar algunos hitos importantes que contribuyeron a su formación:






  • En 1282 se produjo el levantamiento conocido como las Vísperas Sicilianas, que expulsó a los franceses de Sicilia e invitó al rey Pedro III de Aragón a ocupar la isla. Este hecho inició la presencia aragonesa en Italia y dio lugar a una larga disputa dinástica entre las casas de Anjou y Aragón por el trono siciliano.
  • En 1442 el rey Alfonso V de Aragón conquistó el reino de Nápoles tras derrotar al rey Renato de Anjou. De este modo, Alfonso V unificó bajo su corona los dos reinos italianos de Sicilia y Nápoles, además de Cerdeña y Córcega. Sin embargo, tras su muerte en 1458 se produjo una nueva división dinástica: Sicilia y Cerdeña quedaron para su hermano Juan II de Aragón, mientras que Nápoles quedó para su hijo bastardo Fernando I.

Fernando "el Católico"

  • En 1494 el rey Carlos VIII de Francia invadió Italia con el pretexto de reclamar sus derechos sobre el reino de Nápoles, que había pertenecido a su familia por vía materna. Esta invasión desencadenó las llamadas guerras italianas (1494-1559), una serie de conflictos por el control del territorio italiano. En estas participaron activamente los Reyes Católicos Fernando e Isabel, que enviaron tropas al mando del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba para apoyar a los aragoneses frente a los franceses, pero donde también participaron otros estados italianos, como el Papado, Venecia, Florencia o Milán, aliándose con uno u otro bando según sus intereses.




  • En 1504 el rey Fernando II de Aragón recuperó definitivamente el reino de Nápoles tras vencer al rey Luis XII de Francia en la batalla del Garigliano. De este modo, Fernando II reunificó bajo su corona los tres reinos italianos: Sicilia (que incluía también Nápoles), Cerdeña (que incluía también Córcega) y Nápoles (que incluía también Capri). Estos reinos pasaron a formar parte integrante de la Corona de Aragón, que se unió dinásticamente con la Corona de Castilla en 1479 mediante el matrimonio de los Reyes Católicos. De este modo, estos reinos italianos quedaron vinculados a la Monarquía Hispánica, que se formó a partir de la unión de ambas coronas.

A partir de aquí la historia de la Italia española se puede dividir en cuatro grandes etapas, que corresponden a los distintos reinados de los monarcas hispánicos y a los cambios políticos y militares que se produjeron en Europa:

Batalla de Pavía
  • La primera etapa abarca el reinado de Carlos I, nieto de Fernando e Isabel y heredero tanto de la Corona de Castilla como del Sacro Imperio Romano Germánico. Carlos I se convirtió en emperador con el nombre de Carlos V en 1519, lo que le dio un gran poder y prestigio en Europa. Sin embargo, también le creó muchos enemigos, especialmente el rey Francisco I de Francia, que le disputaba la primacía continental y el control del Mediterráneo. Esto último también le enfrentó al Imperio Otomano. España también intervino en los asuntos religiosos de Italia, apoyando al papado frente a la Reforma protestante y al Concilio de Trento. Francisco I invadió Italia en 1521 con la intención de conquistar el ducado de Milán, que había sido cedido por Luis XII a su sobrino Francisco II Sforza. Carlos V envió un ejército para defender a su aliado y derrotó a los franceses en la batalla de Pavía en 1525, donde capturó al propio Francisco I. Tras esta victoria, Carlos V se hizo con el control efectivo del ducado de Milán y del estado de Presidios (un conjunto de fortalezas costeras en Toscana). Además, confirmó su dominio sobre el reino de Nápoles y sobre Sicilia, que había sido anexionada por Fernando el Católico en 1516 tras la extinción de la dinastía aragonesa local. Así se formó la base territorial de la Italia española.

  • La segunda etapa va desde el reinado de Felipe II (1556-1598) hasta el final de la guerra de los Treinta Años (1648). En este período, España mantuvo su hegemonía en Italia, pero tuvo que hacer frente a las rebeliones internas de los italianos, que se quejaban de los abusos fiscales y administrativos. España también tuvo que lidiar con las amenazas externas de Francia, que buscaba recuperar sus antiguas posesiones italianas, y de los estados italianos independientes, que aspiraban a una mayor autonomía.
  • La tercera etapa comprende desde el reinado de Felipe IV (1621-1665) hasta el final de la guerra de Sucesión española (1714). En este período, España entró en una profunda crisis económica, política y social, que afectó a su capacidad para defender sus intereses en Italia. España perdió el ducado de Milán y el reino de Nápoles ante Austria, que se convirtió en la nueva potencia dominante en la Italia del Norte. España también sufrió las revoluciones de Nápoles y Sicilia, que proclamaron brevemente su independencia.

Tratado de Utrecht


  • La cuarta y última etapa abarca el reinado de Felipe V (1700-1746). En este periodo la Italia española empezó a declinar debido a varios factores. Por un lado, la decadencia económica y política de España, que se vio envuelta en numerosas guerras y crisis internas. Por otro lado, el auge de otras potencias europeas, como Francia, Inglaterra y Austria, que aspiraban a ocupar el vacío dejado por España. Por último, el surgimiento de un sentimiento nacionalista en algunos estados italianos, que reclamaban mayor autonomía o independencia. El fin definitivo de la Italia española se produjo tras la guerra de sucesión española (1701-1714), que enfrentó a los partidarios del archiduque Carlos de Austria (apoyado por Inglaterra, Holanda y Portugal) contra los del duque Felipe de Anjou (apoyado por Francia), ambos aspirantes al trono español tras la muerte sin descendencia del rey Carlos II. El conflicto se extendió también a Italia, donde los estados se dividieron entre ambos bandos. La guerra terminó con el tratado de Utrecht (1713), que reconoció a Felipe como rey de España con el nombre de Felipe V, pero le obligó a ceder sus posesiones italianas a Austria. Así, el ducado de Milán, el estado de Presidios y el marquesado de Finale pasaron a manos austriacas. El reino de Nápoles y Sicilia también fueron cedidos a Austria en un principio, pero luego fueron recuperados por Felipe V en 1718 tras una nueva guerra. Sin embargo, estos reinos no volvieron a formar parte de la Corona de España, sino que se convirtieron en una entidad separada bajo el nombre de las Dos Sicilias.

De esta manera se puso fin a la Italia española, que había durado más de dos siglos y que había dejado una profunda huella en la historia y la cultura tanto de España como de Italia.

El significado de la Italia española

La Italia española tuvo un gran significado para la Corona de España y para la historia europea. Por un lado, supuso una fuente de riqueza y prestigio para los reyes españoles, que se beneficiaron del comercio y los impuestos generados por sus posesiones italianas. 

Escultura de Bernini
Por otro lado, supuso una base estratégica para proyectar su influencia y defender sus intereses en el Mediterráneo y en Europa central. Supuso, pues, la consolidación de España como una potencia mundial, capaz de rivalizar con Francia, Inglaterra y el Imperio Otomano.

La Italia española fue también un escenario clave para las guerras religiosas entre católicos y protestantes, ya que los reyes españoles se erigieron como defensores del Papado y del catolicismo frente a las amenazas de los turcos otomanos y de los príncipes luteranos.

También supuso para España la consolidación de un sistema político basado en la monarquía absoluta y el centralismo administrativo, que se impuso tanto en España como en sus dominios italianos, pero también la creación de una identidad común entre los súbditos españoles e italianos, basada en la religión católica, la lealtad al rey y el orgullo imperial.

Por su parte también la generación de tensiones y conflictos entre los diferentes estados italianos, que se vieron sometidos a la autoridad española y a sus intereses geopolíticos, lo que conllevó a la creación de movimientos de resistencia y rebelión contra el dominio español, especialmente en Nápoles y Sicilia, que sufrieron una fuerte presión fiscal y militar.

La repercusión en el arte y la cultura

Pero la Italia española tuvo también un gran significado para la cultura y el arte. Los reyes españoles fueron grandes mecenas de artistas y escritores italianos, que contribuyeron al esplendor del Renacimiento y el Barroco. Algunos de los más destacados fueron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Rafael, Tiziano, Caravaggio, Bernini o Galileo. 

Obra de Caravaggio


Asimismo, los reyes españoles favorecieron el intercambio cultural de ideas e influencias entre España e Italia, lo que propició la difusión de las lenguas y las literaturas romances, así como el desarrollo de la escuela hispano-italiana de música. Algunos de los representantes de esta escuela fueron Tomás Luis de Victoria, Giovanni Pierluigi da Palestrina o Claudio Monteverdi.

El dominio español favoreció el intercambio cultural entre España e Italia, que se influyeron mutuamente en el arte, la literatura y la música. Muchos artistas españoles viajaron a Italia para formarse o trabajar, como El Greco, Velázquez o Murillo. Muchos artistas italianos viajaron a España para difundir sus obras o estilos, como Tiziano, Ribera o Tiepolo. Muchos artistas de ambos países colaboraron o se inspiraron entre sí, como Caravaggio y Zurbarán, Bernini y Alonso Cano o Lope de Vega y Torquato Tasso.

El dominio español también impulsó el desarrollo del arte religioso en Italia, que reflejó la ortodoxia católica y la contrarreforma impulsadas por el papado y la monarquía hispánica. El arte religioso italiano se caracterizó por el realismo, el naturalismo, el dramatismo y la emotividad, que buscaban conmover al espectador y reforzar su fe. Algunos ejemplos de este arte son las pinturas de Caravaggio, los frescos de Annibale Carracci o las esculturas de Bernini.

Escultura de Miguel Ángel


Sin embargo, el dominio español limitó el desarrollo del arte profano en Italia, que sufrió la censura y la represión de la Inquisición y de las autoridades españolas. El arte profano italiano se caracterizó por el clasicismo, el idealismo, el racionalismo y la elegancia, que buscaban imitar los modelos de la antigüedad grecolatina y expresar los valores humanistas y renacentistas. Algunos ejemplos de este arte son las pinturas de Rafael, los frescos de Miguel Ángel o las esculturas de Donatello.

No obstante, es indudable que el dominio español estimuló la creatividad artística en Italia, que produjo obras maestras del Renacimiento y del Barroco que trascendieron las fronteras nacionales y culturales. El arte italiano se caracterizó por la diversidad, la originalidad, la innovación y la genialidad, que buscaban explorar nuevas formas de expresión y comunicación artística como las pinturas de Leonardo da Vinci, los frescos de Botticelli o las esculturas de Miguel Ángel.

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