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CRISTIANOS EN ORIENTE: RESILENCIA EN ESTADO PURO

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El cristianismo en Oriente Próximo, Oriente Medio y Extremo Oriente tiene una larga y rica historia que se remonta a los primeros siglos de la era cristiana. A pesar de ser la cuna de esta fe, la presencia de los cristianos en estas regiones ha disminuido considerablemente con el tiempo debido a las migraciones, la persecución, la guerra y la inestabilidad política. Aun así, las comunidades cristianas en estas áreas mantienen una importante relevancia cultural y religiosa, aunque enfrentan desafíos significativos en su lucha por la supervivencia. El Cristianismo en Oriente Próximo y Medio: Cuna de la Fe El Oriente Próximo es el lugar donde surgió el cristianismo, una región que abarca los actuales territorios de Israel, Palestina, Líbano, Siria, Jordania, Egipto e Irak. Esta zona fue testigo de la vida de Jesús y de los primeros apóstoles, siendo Jerusalén, Antioquía y Alejandría importantes centros del cristianismo temprano. 1. Las Comunidades Cristianas Históricas Iglesia Ortodoxa Co...

NUMANCIA: LA CIUDAD CELTÍBERA QUE RESISTIÓ A ROMA

Numancia, la legendaria ciudad celtíbera, emerge de la historia como un símbolo indeleble de valentía y resistencia contra el poderío romano marcada por su feroz determinación y sacrificio.

Esta antigua ciudad se convirtió en el último bastión de la libertad que enfrentó a los pueblos hispanos con la República romana en los siglos III y II a.C. transformándose en una gesta épica.

Sitio arqueológico de Numancia


¿Qué fue Numancia?

Numancia fue una ciudad celtíbera situada sobre el Cerro de la Muela, en Garray, provincia de Soria, en Castilla y León (España), a siete kilómetros al norte de la actual ciudad de Soria. Su origen se remonta al Calcolítico o comienzos de la Edad del Bronce (entre el 1800 a. C.-1700 a. C.), y su población pertenecía a la cultura castreña de la Edad del Hierro. Según las fuentes clásicas, la ciudad podía estar adscrita al pueblo de los pelendones o de los arévacos, dos de las tribus que formaban parte de los celtíberos, un conjunto de pueblos indígenas que habitaban el centro y el norte de la península ibérica.

Numancia era una ciudad fortificada que se asentaba sobre una meseta rodeada por los ríos Duero y Merdancho. Su superficie era de unas ocho hectáreas y su población se estima entre 4.000 y 8.000 habitantes. La ciudad estaba organizada en torno a una plaza central, donde se ubicaba el foro o lugar de reunión política y religiosa. Desde allí partían varias calles que se ramificaban por el resto del recinto. Las casas eran circulares u ovaladas, construidas con piedra y adobe, y cubiertas con techos de paja o teja. La ciudad contaba también con edificios públicos, como templos, almacenes o termas.



Numancia tenía una economía basada en la agricultura, la ganadería y el comercio. Cultivaba cereales, legumbres y frutas, y criaba ovejas, cabras, vacas y cerdos. Comerciaba con otros pueblos celtíberos o con los fenicios y los griegos, que tenían colonias en la costa mediterránea. De ellos obtenía productos como el vino, el aceite, el pescado salado o los objetos de metal o cerámica.


Ruinas de Numancia


Numancia tenía también una cultura propia, influida por las tradiciones celtas e ibéricas. Su religión era politeísta y rendía culto a diversas divinidades relacionadas con la naturaleza, como el dios Lug o la diosa Epona. Su arte se manifestaba en la orfebrería, la cerámica o la escultura, con motivos geométricos o zoomorfos. Su escritura era ibérica y utilizaba un alfabeto compuesto por signos silábicos y consonánticos.

¿Por qué ocurrió el asedio de Numancia?

El asedio de Numancia ocurrió como consecuencia de la guerra numantina, el último episodio de las guerras celtíberas que enfrentaron a los pueblos hispanos con la República romana entre los siglos III y II a. C. Estas guerras se debieron al intento de Roma de conquistar y pacificar Hispania para explotar sus recursos naturales y humanos y para asegurar su dominio sobre el Mediterráneo occidental.

La guerra numantina estalló en el año 143 a. C., cuando los numantinos se aliaron con los belos de Segeda (entre Mara y Belmonte de Gracián, en Zaragoza) para resistir a las imposiciones romanas. Estas consistían en el pago de tributos, el desarme de las poblaciones y la construcción de una muralla alrededor de Segeda para limitar su expansión territorial. Los numantinos y los belos derrotaron al cónsul Quinto Fulvio Nobilior y sus 30.000 hombres en las cercanías del río Jalón.


Publio Cornelio Escipión


Durante veinte años, los numantinos repelieron los continuos e insistentes ataques romanos con sus tácticas de guerrilla y sus emboscadas. Aprovechaban su conocimiento del terreno, su movilidad y su rapidez para atacar por sorpresa a los romanos y luego retirarse sin dejar rastro. Lograron infligir numerosas derrotas a los generales romanos que les hicieron frente, como Marco Claudio Marcelo, Lucio Licinio Lúculo o Cayo Hostilio Mancino.

En el año 134 a. C., el Senado romano confirió al cónsul Publio Cornelio Escipión Emiliano El Africano Menor la labor de destruir Numancia. Escipión era el héroe de la Tercera Guerra Púnica, que había acabado con Cartago diez años antes. Escipión contaba con un ejército de 20.000 legionarios y 40.000 tropas aliadas y mercenarias, especialmente la caballería numidiana dirigida por Jugurta.

¿Qué pasó con el asedio de Numancia?

El asedio de Numancia fue la acción final de la guerra numantina y duró once meses, desde el verano del año 134 a. C. hasta el verano del año 133 a. C. Escipión decidió cortar las vías de comunicación y suministro de Numancia y hacer que la población muriera de hambre.

Para ello, construyó un cerco alrededor de la ciudad formado por dos campamentos separados por un muro (circunvalación). Represó el pantano cercano para crear un lago entre los muros de la ciudad y el suyo. A diez pies del suelo, sus arqueros podían disparar a Numancia desde siete torres intercaladas a lo largo del muro. También construyó un muro exterior para proteger sus campamentos (eventualmente cinco en total) de cualquier fuerza de socorro que pudiera llegar desde el exterior (contravalación). Escipión también diseñó el aislamiento de la ciudad del río Duero. Levantó el río en los puntos por donde entraba y salía de la ciudad y colgó una cadena con cuchillas para evitar que tanto los barcos como los nadadores salieran o entraran a la ciudad.


Invasión romana de Iberia


Los numantinos intentaron romper el cerco en varias ocasiones, pero fueron rechazados por los romanos con grandes pérdidas. Su mayor guerrero, Rhetogenes, logró escapar con una pequeña banda de hombres río abajo más allá del bloqueo. Se dirigió primero a los arévacos, pero sus súplicas fueron ignoradas. Luego fue a Lutia, donde fue recibido positivamente por los jóvenes, pero los ancianos de la tribu advirtieron a Escipión, quien marchó desde Numancia y arrestó a los 400 jóvenes luteanos y les cortó las manos.

Tras once meses de asedio, los numantinos estaban al borde de la desesperación. Agotados sus víveres, sufrían hambre, sed y enfermedades. Algunos de ellos se entregaron en condición de esclavos, mientras que la gran mayoría decidió optar por el suicidio colectivo. Prendieron fuego a sus casas y se mataron unos a otros o se arrojaron a las llamas. Solo quedaron unos pocos supervivientes que fueron capturados por los romanos.


Fragata "Numancia"


Escipión entró triunfalmente en la ciudad arrasada y ordenó su completa destrucción. Los prisioneros fueron vendidos como esclavos y el territorio fue repartido entre los aliados romanos. Escipión celebró su victoria con un gran desfile en Roma, donde recibió el sobrenombre de Numantino.

El asedio de Numancia fue una gesta legendaria que pasó a la historia como ejemplo de resistencia y heroísmo. Los numantinos se convirtieron en un símbolo de la lucha por la libertad y la dignidad frente a la opresión romana. Su memoria fue exaltada por escritores romanos posteriores, como Tito Livio o Floro, que admiraron su valor y su sacrificio, pero también por Miguel de Cervantes en su obra "El cerco de Numancia" y pintores como Alejo Vera y Antonio Guerrero que plasmaron el hecho en sus lienzos. El homenaje también se extiende a la Armada Española que ha bautizado con su nombre a dos fragatas y un navío del línea en recuerdo de la ciudad celtíbera.



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