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EL NÚMERO PI: UN VIAJE A TRAVÉS DE LA ETERNIDAD MATEMÁTICA

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 El número π (pi) es uno de los conceptos matemáticos más enigmáticos y fascinantes que existen. Este número irracional ha cautivado a matemáticos, científicos y filósofos durante milenios, ya que representa no solo una constante matemática fundamental, sino también un símbolo de los misterios del universo y la naturaleza misma de las matemáticas.  ¿Qué es el número Pi? Pi es la relación entre la circunferencia de un círculo y su diámetro. Esto significa que, sin importar el tamaño del círculo, la longitud de la circunferencia siempre es aproximadamente 3,14159 veces el diámetro. Esta relación se simboliza con la letra griega π y se conoce desde la antigüedad, aunque su precisión y comprensión han avanzado a lo largo de los siglos. El número Pi es un número irracional , lo que significa que no puede expresarse exactamente como una fracción simple. Además, su expansión decimal es infinita y no periódica , es decir, sus dígitos no siguen ningún patrón repetitivo, lo que añade una capa d

LOS VIAJES DEL AGUA DE MADRID: UN SISTEMA MILENARIO DE ABASTECIMIENTO

Madrid es una ciudad que se ha desarrollado sobre un terreno arenoso y con escasos recursos hídricos. El río Manzanares, que atraviesa la ciudad de norte a sur, no ha sido suficiente para cubrir las necesidades de agua de sus habitantes, sobre todo desde que Madrid se convirtió en la capital de España en el siglo XVI.

Para resolver el problema del abastecimiento de agua potable, Madrid ha contado con un sistema milenario de captación y distribución de aguas subterráneas, conocido como los viajes del agua: una red de galerías subterráneas que aprovechan el nivel freático del subsuelo y lo conducen hasta el centro de la ciudad mediante la fuerza de la gravedad.


Uno de los túneles de los viajes del agua


De fortaleza árabe a capital de España

Los orígenes de Madrid se remontan al siglo IX, cuando el emir Muhammad I mandó construir una alcazaba o castillo en la orilla izquierda del río Manzanares, para defender el territorio del emirato de Córdoba de las incursiones cristianas. El nombre de esta fortaleza era Mayrit, que significa “lugar abundante en agua”, por los arroyos que la rodeaban. Junto a la alcazaba se formó una pequeña población, que contaba con una mezquita, un zoco y unas murallas.

Mayrit fue una plaza fuerte y estratégica durante el dominio musulmán de la península ibérica, pero también sufrió varios asedios y saqueos por parte de los reyes cristianos. Finalmente, en el año 1085, el rey Alfonso VI de León y Castilla conquistó la ciudad y la incorporó a su reino. La mezquita fue consagrada como iglesia de Santa María de la Almudena, y la población musulmana fue sustituida por colonos cristianos.




Madrid pasó a ser una villa de realengo, es decir, bajo la jurisdicción directa del rey, que le concedió varios privilegios y fueros. La villa creció en extensión y población, y se convirtió en un centro comercial y artesanal. También fue escenario de varios acontecimientos históricos, como la rebelión de las comunidades de Castilla contra Carlos I, o el levantamiento del 2 de mayo contra Napoleón.


Madrid


Sin embargo, Madrid no adquirió el rango de capital hasta el siglo XVI, cuando el rey Felipe II decidió trasladar su corte desde Toledo a Madrid, por su situación geográfica central y su clima benigno. A partir de entonces, Madrid se transformó en una gran ciudad, sede del poder político, económico y cultural del imperio español. Se construyeron numerosos edificios y monumentos, como el Palacio Real, el Monasterio de El Escorial o la Plaza Mayor.

Madrid ha seguido siendo la capital de España hasta nuestros días, salvo algunos breves periodos en los que se trasladó a otras ciudades por motivos bélicos o políticos, no obstante, y pese a haber vivido sus momentos de esplendor, crisis, gloria y tragedia, lo que sí permaneció inalterable en Madrid fueron sus viajes del agua, el principal sistema de suministro de agua desde la época musulmana hasta el siglo XIX, cuando fueron sustituidos por el Canal de Isabel II. Durante esos siglos, los viajes del agua fueron ampliados y mejorados para adaptarse al crecimiento demográfico y urbanístico de la ciudad.

Origen y evolución de los viajes del agua

El origen de los viajes del agua se remonta a la época musulmana, entre los siglos VIII y IX, cuando se fundó el primer asentamiento en lo que hoy es Madrid. Los musulmanes recuperaron el sistema de qanat o fogara, originario de Persia, que consistía en excavar pozos verticales para captar el agua subterránea y conectarlos mediante galerías horizontales.


Fuente del Abroñigal Alto


Los primeros viajes del agua se localizaron en el sector norte y nordeste de Madrid, entre los caminos de Fuencarral y Alcalá, donde se encontraban las zonas más elevadas y con mayor disponibilidad de agua. El agua se conducía hasta la ciudadela o alcazaba, situada en lo alto del cerro donde hoy está el Palacio Real, y desde allí se distribuía por las calles y las casas mediante acequias y aljibes.

Los viajes del agua aparecen mencionados por primera vez en el Fuero de Madrid de 1202, otorgado por Alfonso VIII tras la conquista cristiana de la ciudad. El fuero establecía las normas para el uso y el mantenimiento de los viajes del agua, así como las sanciones por su deterioro o contaminación.

Durante la Edad Media, los viajes del agua siguieron funcionando con pocas variaciones, aunque se fueron deteriorando por el abandono y la falta de cuidado. Algunos viajes se perdieron o se secaron por las obras urbanas o por las variaciones climáticas.

La situación cambió a partir del siglo XVI, cuando Madrid se convirtió en la capital de España por decisión de Felipe II. El aumento de la población y la demanda de agua hizo necesario ampliar y mejorar los viajes del agua existentes y construir nuevos ramales.

Los principales viajes del agua que se construyeron entre los siglos XVI y XVIII fueron:


  • El viaje del Amaniel (1610-1621), destinado a abastecer al Palacio Real y a sus jardines. Partía del arroyo Amaniel, cerca del pueblo de Fuencarral, y llegaba hasta la plaza de Oriente. Tenía una longitud de unos 14 km y un caudal medio de 50 litros por segundo.
  • El viaje de la Fuente Castellana (1613-1620), destinado al uso público. Partía del arroyo Castellana, cerca del pueblo de Chamartín, y llegaba hasta la plaza Mayor. Tenía una longitud de unos 12 km y un caudal medio de 40 litros por segundo.
  • El viaje del Abroñigal Alto (1617-1630), destinado al uso público. Partía del arroyo Abroñigal, cerca del pueblo de Canillas, y llegaba hasta la plaza de Santa Cruz. Tenía una longitud de unos 10 km y un caudal medio de 30 litros por segundo.
  • El viaje del Abroñigal Bajo (1617-1630), destinado al uso público. Partía del arroyo Abroñigal, cerca del pueblo de Canillejas, y llegaba hasta la plaza de Antón Martín. Tenía una longitud de unos 9 km y un caudal medio de 20 litros por segundo.

Sección del viaje del agua del Amaniel


Estos cuatro viajes principales se complementaron con otros secundarios, como el viaje del Buen Suceso (1612-1618), que surtía una fuente en la Puerta del Sol, o los viajes de Contreras (1637-1645) y de la Alcubilla (1688-1692), que reforzaban el caudal del viaje de la Fuente Castellana.

Los viajes del agua se dividían en distritos, cada uno con un número de fuentes, caños, aguadores y una dotación económica específica para su mantenimiento. El suministro de agua se regulaba mediante un sistema de turnos y horarios, que se anunciaban mediante campanadas o pregoneros.

Los viajes del agua alcanzaron su máximo esplendor en el siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III, que impulsó la reforma y el embellecimiento de Madrid. Se construyeron nuevas fuentes monumentales, como la de Cibeles o la de Neptuno, que se abastecían de los viajes del agua. También se mejoró el sistema de alcantarillado y saneamiento, que hasta entonces era deficiente e insalubre.


Muralla árabe de Madrid


Declive y sustitución de los viajes del agua

En el siglo XIX, los viajes del agua entraron en decadencia por varios motivos. Por un lado, el aumento de la población y la expansión urbana hicieron que el sistema fuera insuficiente e ineficaz para cubrir las necesidades de agua de Madrid. Por otro lado, la contaminación y el deterioro de los viajes del agua afectaron a la calidad y a la salubridad del agua.

El principal problema fue la falta de sifones en el sistema de alcantarillado construido en el siglo XVIII, lo que provocó que los pozos sépticos se filtraran al nivel freático y contaminaran el agua de los viajes. Esto causó numerosas enfermedades e infecciones entre la población, como el cólera o la fiebre tifoidea.

La solución al problema del abastecimiento de agua llegó con la creación del Canal de Isabel II en 1851. Se trataba de una empresa pública encargada de captar y conducir el agua del río Lozoya hasta Madrid mediante una red de presas, depósitos y conducciones. El Canal inauguró su servicio en 1858 con la puesta en marcha del depósito elevado del Palacio de las Aguas Corrientes, situado en la plaza de Castelar.

El Canal supuso una revolución en el suministro de agua a Madrid, ya que permitió llevar el agua a las casas mediante grifos y tuberías, sin necesidad de fuentes ni aguadores. El agua era más abundante, más limpia y más barata que la de los viajes del agua.

Los viajes del agua fueron quedando en desuso y fueron clausurados progresivamente. Algunos se mantuvieron hasta bien entrado el siglo XX en algunas zonas periféricas o rurales de Madrid. Otros se reutilizaron para otros fines, como regadío, riego ornamental o abastecimiento industrial.


Fuente ornamental de Cibeles en Madrid


Recuperación y rehabilitación de los viajes del agua

Los viajes del agua son un patrimonio histórico y cultural de Madrid, que testimonian la evolución urbana y social de la ciudad a lo largo de los siglos. Sin embargo, su valor ha sido poco reconocido y difundido, y su estado ha sido muy deteriorado por el abandono y el olvido.

Desde el año 2016, el Ayuntamiento de Madrid, a través de la Dirección General del Agua, lleva a cabo diversos proyectos de recuperación y rehabilitación de los antiguos viajes del agua, con el objetivo de poner en valor este patrimonio y hacerlo accesible al público ya que esta herencia milenaria forma parte de la identidad de la ciudad y de su memoria colectiva.

Entre estos proyectos se encuentran:


  • La restauración y musealización del viaje del Amaniel, que se puede visitar en el Museo de los Orígenes, situado en la plaza de San Andrés. Se trata de un tramo de unos 50 metros de longitud, que muestra la técnica constructiva y el funcionamiento del viaje del agua. El museo también cuenta con una exposición permanente sobre la historia y la cultura del agua en Madrid.
  • La recuperación y puesta en marcha del viaje de la Fuente Castellana, que surte de agua a las fuentes monumentales del Paseo del Prado. Se trata de un tramo de unos 4 km de longitud, que se ha limpiado y reparado para devolverle su caudal original. El viaje de la Fuente Castellana se puede visitar mediante visitas guiadas organizadas por el Ayuntamiento de Madrid.
  • La rehabilitación y apertura al público del viaje del Abroñigal Alto, que se encuentra bajo el parque Enrique Tierno Galván. Se trata de un tramo de unos 2 km de longitud, que se ha acondicionado para su conservación y su iluminación. El viaje del Abroñigal Alto se puede visitar mediante visitas guiadas organizadas por el Ayuntamiento de Madrid.
  • La recuperación y señalización del viaje del Buen Suceso, que discurre bajo la Puerta del Sol. Se trata de un tramo de unos 500 metros de longitud, que se ha identificado y marcado con placas informativas en el pavimento. El viaje del Buen Suceso se puede conocer mediante una ruta histórica por el centro de Madrid.


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