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CRISTIANOS EN ORIENTE: RESILENCIA EN ESTADO PURO

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El cristianismo en Oriente Próximo, Oriente Medio y Extremo Oriente tiene una larga y rica historia que se remonta a los primeros siglos de la era cristiana. A pesar de ser la cuna de esta fe, la presencia de los cristianos en estas regiones ha disminuido considerablemente con el tiempo debido a las migraciones, la persecución, la guerra y la inestabilidad política. Aun así, las comunidades cristianas en estas áreas mantienen una importante relevancia cultural y religiosa, aunque enfrentan desafíos significativos en su lucha por la supervivencia. El Cristianismo en Oriente Próximo y Medio: Cuna de la Fe El Oriente Próximo es el lugar donde surgió el cristianismo, una región que abarca los actuales territorios de Israel, Palestina, Líbano, Siria, Jordania, Egipto e Irak. Esta zona fue testigo de la vida de Jesús y de los primeros apóstoles, siendo Jerusalén, Antioquía y Alejandría importantes centros del cristianismo temprano. 1. Las Comunidades Cristianas Históricas Iglesia Ortodoxa Co...

LAS HIJAS DE FELIPE II: DOS PRINCESAS EN LA ENCRUCIJADA DE LA HISTORIA

Felipe II fue uno de los reyes más poderosos de la historia llegando a gobernar un vasto imperio. Sin embargo, su vida personal estuvo marcada por la tragedia y la soledad. De sus cuatro esposas, solo una le sobrevivió, y de sus once hijos, solo tres le acompañaron hasta el final: dos de ellos fueron sus hijas, Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela {está última  murió unos meses antes que su padre] fruto de su tercer matrimonio con Isabel de Valois, hija del rey de Francia y Catalina de Médicis.

Estas dos infantas vivieron una época convulsa y apasionante, marcada por las guerras religiosas, las intrigas políticas, las alianzas matrimoniales y los conflictos dinásticos. Ambas hermanas tuvieron un papel relevante en la historia de España y de Europa, tanto por su condición de hijas del monarca más poderoso del mundo, como por su propia personalidad, cultura e influencia.

Las infantas Isabel y Catalina de pequeñas


La educación de las infantas

Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela recibieron una esmerada educación desde su infancia, bajo la tutela de su aya María Enríquez, duquesa de Alba, su tía Juana de Austria, que residía en el convento de las Descalzas Reales de Madrid, y su madrastra Ana de Austria, cuarta esposa de Felipe II, ya que su madre había fallecido cuando ellas contaban 2 y 1 año respectivamente. Las infantas aprendieron a leer y escribir en español, francés, italiano y latín, así como nociones de matemáticas, filosofía, historia y literatura. También fueron instruidas en el baile, la música, el bordado y otras artes. Además, recibieron una sólida formación religiosa, basada en el catolicismo ortodoxo y el culto a la Inmaculada Concepción.



Las infantas fueron retratadas desde muy niñas por Alonso Sánchez Coello, uno de los pintores de corte de Felipe II. En sus retratos se aprecia el aspecto solemne y distanciado que reflejaba su condición de hijas del rey, transmisoras de unos valores que el pintor debía representar. Sin embargo, también se percibe la ternura y el cariño que existía entre las hermanas, así como sus rasgos físicos y psicológicos. Isabel Clara Eugenia era más bella y graciosa que su hermana, pero también más seria y reservada. Catalina Micaela era más alegre y jovial, pero también más impulsiva e indisciplinada.

Felipe II, padre de las infantas


Felipe II tuvo siempre presente la importancia política y estratégica de los matrimonios de sus hijas. Por ello, desde muy temprano empezó a buscarles posibles candidatos que fueran afines a sus intereses y a los de la Monarquía Hispánica. Sin embargo, no todos los planes del rey se cumplieron como él esperaba.

Isabel Clara Eugenia: la favorita del rey

Isabel Clara Eugenia nació en el palacio de Valsaín (Segovia) el 12 de agosto de 1566 siendo la primera hija que Felipe II tuvo con su esposa Isabel de Valois, celebrado en 1559 para sellar la paz entre España y Francia tras la guerra de Italia. A esta niña se le impuso el nombre de Isabel en honor de su abuela paterna, Isabel de Portugal.

Se dice que Isabel era una niña inteligente y curiosa y también que por su carácter era la favorita del rey quién al escribirle cartas cuando estaba ausente la llamaba “mi querida niña” o “mi ángel”. También fue a la única ya más mayor que le permitió que le ayudara en su trabajo de revisión de documentos e incluso de traducción.

Isabel creció siendo consciente de su condición de infanta de España y posible heredera del trono. Su padre no tenía ningún hijo varón legítimo vivo, ya que su único hijo reconocido, Carlos (fruto de su primer matrimonio con María Manuela de Portugal), había muerto en julio de 1568 en extrañas circunstancias. Por eso, Felipe II pensó en casar a Isabel con algún príncipe extranjero que pudiera ser aceptado como rey consorte por los españoles. 


Isabel de Valois, madre de las infantas


Entre los candidatos que se barajaron estaban el archiduque Alberto de Austria, hijo del emperador Maximiliano II y primo hermano de la infanta. Este matrimonio tenía como objetivo reforzar los lazos entre las dos ramas de la Casa de Habsburgo y asegurar la sucesión en los Países Bajos españoles, donde se libraba una cruenta guerra contra los rebeldes protestantes. Sin embargo, el proyecto se frustró cuando Alberto decidió ingresar en el estado eclesiástico y fue nombrado cardenal en 1577.

Otro posible esposo para Isabel Clara Eugenia fue el duque Carlos Manuel I de Saboya, hijo del duque Manuel Filiberto y primo segundo del rey. Este matrimonio tenía como ventaja que Saboya era un territorio clave para la comunicación entre los dominios españoles del norte y del sur de Europa. Sin embargo, el duque tenía fama de ser ambicioso e inestable políticamente, además de tener una joroba que le afeaba físicamente. La infanta se negó rotundamente a casarse con él y dicen que exclamó: “¡Jamás me casaré con un jorobado!”.

También sonaron como candidatos el rey Enrique III de Francia, hermano de Isabel de Valois; y el rey Sebastián I de Portugal, primo de Felipe II.

Sin embargo, ninguno de estos proyectos llegó a realizarse, ya que Felipe II se casó en 1570 con su sobrina Ana de Austria, hija de Maximiliano II y María de Austria (hermana de Felipe II). Ana le dio al rey el tan ansiado hijo varón, que nació en 1578 y fue llamado Felipe en honor a su padre. Este hecho cambió el destino de Isabel, que pasó a ser la segunda en la línea sucesoria. 


Isabel Clara Eugenia


Isabel Clara Eugenia tuvo que esperar hasta 1598 para casarse. Ese año murió Felipe II y le sucedió su hijo Felipe III, hermanastro de las infantas. El nuevo rey decidió retomar el proyecto de casar a Isabel Clara Eugenia con el archiduque Alberto, que había renunciado al cardenalato y había sido nombrado gobernador de los Países Bajos. El matrimonio se celebró en Valencia en 1599 y los esposos se dirigieron a Bruselas, donde asumieron el gobierno de los territorios flamencos.

Isabel Clara Eugenia se dedicó con fervor a la defensa de los intereses españoles en los Países Bajos, donde tuvo que hacer frente a las dificultades económicas, sociales y religiosas que aquejaban a la región. Junto con su marido, trató de pacificar el conflicto con los rebeldes protestantes, firmando la Tregua de los Doce Años en 1609. Sin embargo, la paz no fue duradera y la guerra se reanudó en 1621. Isabel Clara Eugenia y Alberto tuvieron tres hijos pero murieron en la infancia, por lo que no pudieron asegurar la sucesión en sus dominios. A la muerte de Alberto en 1621, Isabel Clara Eugenia quedó como única soberana de los Países Bajos españoles, bajo la tutela de su sobrino el rey Felipe IV. La infanta los continuó gobernando hasta su muerte alternando éxitos y pérdidas. 

Isabel falleció el 1 de diciembre de 1633 en Bruselas, a los 67 años. Fue enterrada en la catedral de San Miguel y Santa Gúdula. Entonces, el gobierno de los Países Bajos volvió a la corona española en la persona de su sobrino Felipe IV.


Alberto de Austria, esposo de Isabel


Catalina Micaela: la rebelde del rey

Catalina Micaela nació el 10 de octubre de 1567 en el palacio del Pardo, en Madrid. Fue la segunda hija del matrimonio entre Felipe II e Isabel de Valois. Su madre le puso el nombre de Catalina en honor a su abuela materna, Catalina de Médicis.

Catalina creció junto a su hermana mayor, Isabel Clara Eugenia, con quien compartió juegos, estudios y afectos. Catalina era una niña vivaz, alegre y traviesa, que contrastaba con la seriedad y la obediencia de Isabel. Catalina tenía un carácter fuerte e independiente, que a veces le causaba problemas con su padre y su tía. 

Catalina también despertó el interés de varios pretendientes, entre los que destacaban el duque Carlos Manuel I de Saboya y el rey Enrique IV de Francia. El primero era sobrino de Isabel de Valois y primo de Catalina. El segundo era hermano de Isabel de Valois y tío de Catalina.

Sin embargo, ante la negativa de Isabel Clara Eugenia, Felipe II decidió casar a Catalina con Carlos Manuel I de Saboya, ya que le parecía un partido más conveniente para los intereses políticos de España. Saboya era un ducado situado entre Francia e Italia, que podía servir como aliado o como barrera contra ambos países. Además, Carlos Manuel I era un príncipe joven, rico y poderoso, que había heredado el ducado en 1580 tras la muerte de su padre.


Catalina Micaela


La infanta aceptó sin oponer mucha resistencia, ya que le gustaba el elegido, y contrajo matrimonio por poderes con Carlos Manuel I en Zaragoza en 1585. El duque recibió el collar del Toisón de Oro como muestra de la confianza del rey. El matrimonio se trasladó a Turín, donde Catalina Micaela ejerció una gran influencia sobre su marido, al que aconsejó y moderó en sus decisiones políticas y al que dio diez hijos.

Catalina partió hacia Saboya en 1586 con una gran comitiva. Su llegada fue recibida con entusiasmo por los habitantes del ducado, que la aclamaron como su nueva duquesa. Junto con su marido, impulsó el desarrollo económico, cultural y artístico de sus dominios, favoreciendo el comercio, la industria y las obras públicas. También se preocupó por la educación de sus hijos.

Carlos Manuel I tenía grandes aspiraciones para Saboya, un estado pequeño pero estratégico en el equilibrio europeo, que le llevaron a enfrentarse con Francia y con España por cuestiones territoriales y dinásticas. 

Catalina por su parte se vio atrapada entre dos fuegos: el de su esposo y el de su padre, rey de España, intentando mediar entre ambos, pero no lo consiguió. Catalina sufrió por la guerra y por la división de su familia. 


Carlos Manuel de Saboya, esposo de Catalina


La vida de la duquesa no estuvo pues exenta de conflictos y tragedias. Además de por las guerras de su marido, Catalina Micaela sufrió varios abortos y partos difíciles que minaron su salud. También tuvo que soportar las infidelidades de su esposo, que mantuvo varias amantes e hijos ilegítimos. La infanta murió en Turín en 1597, a los treinta años de edad, víctima de una fiebre puerperal tras dar a luz a su décimo hijo. Su descendencia contribuyó al engrandecimiento de la Casa de Saboya.

Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela tuvieron destinos muy diferentes, pero ambas dejaron una huella profunda en la historia de los lugares donde vivieron. Tuvieron una infancia feliz, pero también una vida adulta llena de desafíos, sacrificios y conflictos. 




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