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CRISTIANOS EN ORIENTE: RESILENCIA EN ESTADO PURO

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El cristianismo en Oriente Próximo, Oriente Medio y Extremo Oriente tiene una larga y rica historia que se remonta a los primeros siglos de la era cristiana. A pesar de ser la cuna de esta fe, la presencia de los cristianos en estas regiones ha disminuido considerablemente con el tiempo debido a las migraciones, la persecución, la guerra y la inestabilidad política. Aun así, las comunidades cristianas en estas áreas mantienen una importante relevancia cultural y religiosa, aunque enfrentan desafíos significativos en su lucha por la supervivencia. El Cristianismo en Oriente Próximo y Medio: Cuna de la Fe El Oriente Próximo es el lugar donde surgió el cristianismo, una región que abarca los actuales territorios de Israel, Palestina, Líbano, Siria, Jordania, Egipto e Irak. Esta zona fue testigo de la vida de Jesús y de los primeros apóstoles, siendo Jerusalén, Antioquía y Alejandría importantes centros del cristianismo temprano. 1. Las Comunidades Cristianas Históricas Iglesia Ortodoxa Co...

LOS HUEVOS DE FABERGÉ: JOYAS ÚNICAS DE LA RUSIA IMPERIAL

Los huevos de Fabergé son unos objetos decorativos en forma de huevo, elaborados con metales y piedras preciosas, que fueron creados por el joyero Peter Carl Fabergé y sus artesanos para los zares de Rusia y otros clientes distinguidos entre 1885 y 1917. 

Estos huevos se consideran obras maestras de la orfebrería, por su belleza, su complejidad y su originalidad. Además, son testimonios de una época histórica marcada por el esplendor y el ocaso de la dinastía Romanov, la última familia imperial rusa.




El origen de los huevos de Fabergé

La tradición de regalar huevos decorados en Pascua es muy antigua y tiene un significado simbólico de vida, renacimiento y esperanza. En la Iglesia ortodoxa rusa, la Pascua es la fiesta más importante del año y se celebra con tres besos y el intercambio de huevos pintados o esmaltados.

La idea de crear huevos de Pascua con materiales preciosos se le ocurrió al zar Alejandro III, quien en 1885 encargó al joyero Peter Carl Fabergé un huevo especial para su esposa, la emperatriz María Fiódorovna. El huevo era una réplica de uno que había visto en las colecciones reales danesas, la patria de la zarina. El huevo estaba hecho de oro y esmalte blanco, y contenía una sorpresa: una yema de oro que albergaba una gallina de oro con ojos de rubí, que a su vez guardaba una réplica en miniatura de la corona imperial y un colgante con un rubí.




El regalo fue tan del agrado de la emperatriz que el zar decidió encargar un huevo nuevo cada año para ella, con la única condición de que fuera único y tuviera una sorpresa. Así nació la tradición de los huevos imperiales de Fabergé, que se mantuvo hasta 1917 con dos zares: Alejandro III y su hijo Nicolás II.

Fabergé

Peter Carl Fabergé era el hijo del joyero Gustav Fabergé, quien tenía una tienda en San Petersburgo. Peter Carl estudió con su padre y viajó por Europa para aprender las técnicas y los estilos artísticos más avanzados. En 1882 se hizo cargo del negocio familiar y en 1885 fue nombrado proveedor oficial de la corte imperial rusa.


Fabergé
Fabergé era un artista innovador y perfeccionista, que contaba con un equipo de orfebres y artesanos expertos en diferentes especialidades. Entre ellos destacaban Michael Perkhin, Henrik Wigström y Erik August Kollin. Fabergé supervisaba personalmente el diseño y la ejecución de los huevos imperiales, que se realizaban con un año o más de antelación. La sorpresa que contenía cada huevo se mantenía siempre en secreto, incluso para el zar.

Los huevos imperiales eran obras únicas e irrepetibles, que reflejaban los gustos personales, los intereses políticos o los acontecimientos históricos relacionados con la familia imperial. Para su elaboración se empleaban materiales como oro, plata, platino, cobre, níquel, acero, hierro o aluminio; piedras preciosas como diamantes, rubíes, zafiros, esmeraldas o perlas; piedras semipreciosas como ágata, jade, lapislázuli, malaquita o cuarzo; y esmaltes de diversos colores y técnicas.

Los huevos imperiales tenían una altura que oscilaba entre los 6 y los 18 centímetros, y un peso que variaba entre los 100 y los 2.000 gramos. Cada huevo se abría por una bisagra o un mecanismo oculto, y revelaba una sorpresa que podía ser una joya, una miniatura, un reloj, un retrato, un paisaje, un edificio, un animal o una escena. Algunas sorpresas eran tan complejas que tenían movimiento o sonido.





Fabergé creó 50 huevos imperiales para los zares Alejandro III y Nicolás II, de los cuales se conservan 43. Los otros siete se perdieron o se desconoce su paradero. Además de los huevos imperiales, Fabergé fabricó otros 19 huevos para otros clientes, como la familia nobiliaria Yusúpov o el magnate petrolero Rothschild. De estos huevos no imperiales se conservan 16.



Los huevos más famosos de Fabergé

Entre los 50 huevos imperiales de Fabergé hay algunos que destacan por su belleza, su valor o su historia. A continuación vamos a describir algunos de ellos:

  • El huevo de la coronación (1897): Fue el regalo del zar Nicolás II a su esposa, la emperatriz Alexandra Fiódorovna, con motivo de su coronación. El huevo está hecho de oro amarillo y esmalte amarillo translúcido, que imita el color del manto de la coronación. Está decorado con diamantes y tiene una banda de esmalte negro con el año 1897. La sorpresa es una réplica en miniatura del carruaje que transportó a los zares el día de la coronación. El carruaje está hecho de oro, platino, diamantes, rubíes y esmalte verde. Tiene detalles como las ventanas de cristal, las ruedas giratorias o el interior forrado de terciopelo. El huevo de la coronación es uno de los más famosos y valiosos de Fabergé. Actualmente pertenece al multimillonario ruso Viktor Vekselberg.





  • El huevo del transiberiano (1900): Fue el regalo del zar Nicolás II a su madre, la emperatriz viuda María Fiódorovna, para celebrar la finalización del ferrocarril transiberiano, la obra de ingeniería más importante de su época. El huevo está hecho de plata y esmalte azul translúcido, y tiene una banda con el mapa del recorrido del tren desde San Petersburgo hasta Vladivostok. La sorpresa es una réplica en miniatura del tren transiberiano, compuesto por cinco vagones: una locomotora, un vagón de carbón, un vagón de correo, un vagón de pasajeros y un vagón imperial. El tren está hecho de oro, platino y acero, y tiene detalles como las ventanillas, las puertas o las inscripciones. El tren se puede poner en marcha mediante un mecanismo de cuerda que lo hace avanzar sobre unas vías de oro. El huevo del transiberiano es uno de los más complejos y originales de Fabergé. Actualmente se encuentra en el Museo del Kremlin en Moscú.


  • El huevo del reloj del gallo (1900): Fue el regalo del zar Nicolás II a su esposa, la emperatriz Alexandra Fiódorovna, para celebrar el cambio de siglo. El huevo está hecho de oro y esmalte blanco opaco, y tiene una base con cuatro patas en forma de leones alados. Está decorado con diamantes y perlas, y tiene una corona imperial en la parte superior. La sorpresa es un reloj con forma de huevo que tiene una esfera con números romanos y agujas de diamantes. Cada hora, el reloj abre una puerta en la parte superior y sale un gallo de oro que canta y mueve las alas y la cola. El huevo del reloj del gallo es uno de los más ingeniosos y divertidos de Fabergé. Actualmente se encuentra en el Museo Fabergé en San Petersburgo.

  • El huevo del trébol (1902): Fue el regalo del zar Nicolás II a su esposa, la emperatriz Alexandra Fiódorovna, para celebrar su quinto aniversario de boda. El huevo está hecho de oro y esmalte verde translúcido, y tiene cuatro paneles con forma de hojas de trébol. Está decorado con diamantes y rubíes, y tiene una corona imperial en la parte superior. La sorpresa es un marco giratorio con cuatro miniaturas pintadas al óleo que representan a los cuatro hijos del zar: Olga, Tatiana, María y Anastasia. El marco está hecho de oro y esmalte blanco, y tiene un botón que permite cambiar las imágenes. El huevo del trébol es uno de los más sentimentales y familiares de Fabergé. Actualmente se encuentra en el Museo Hillwood en Washington D.C. 





  • El huevo del quince aniversario (1911): Fue el regalo del zar Nicolás II a su esposa, la emperatriz Alexandra Fiódorovna, para conmemorar sus quince años de reinado. El huevo está hecho de oro y esmalte rojo translúcido, y tiene una base con cuatro patas en forma de águilas bicéfalas. Está decorado con diamantes y perlas, y tiene una corona imperial en la parte superior. La sorpresa es un globo terráqueo que muestra los territorios del imperio ruso en 1896 y 1911, marcados con esmalte azul y verde respectivamente. El globo se puede abrir por la mitad y revela un mecanismo musical que toca dos himnos: el ruso y el danés, en honor a la patria de la zarina. El huevo del quince aniversario es uno de los más grandiosos y patrióticos de Fabergé. Actualmente se encuentra en el Museo Fabergé en San Petersburgo.


  • El huevo de la constelación (1917): Fue el último huevo imperial que Fabergé creó para el zar Nicolás II, pero nunca llegó a entregarse debido a la Revolución rusa. El huevo estaba destinado a su esposa, la emperatriz Alexandra Fiódorovna, y estaba inspirado en el nacimiento de su único hijo varón, el zarevich Alexei. El huevo está hecho de acero azulado y esmalte azul oscuro, y tiene una banda con el año 1917. Está decorado con diamantes que forman las constelaciones del zodiaco. La sorpresa es una esfera de cristal que contiene un águila bicéfala de platino con las iniciales del zarevich. La esfera se ilumina por dentro con una bombilla eléctrica y gira sobre un eje. El huevo de la constelación es uno de los más modernos y tecnológicos de Fabergé. Actualmente se encuentra en el Museo Fabergé en San Petersburgo.



El destino de los huevos de Fabergé

La Revolución rusa de 1917 supuso el fin de la dinastía Romanov y el inicio de una nueva era política y social. Los huevos imperiales de Fabergé fueron confiscados por el gobierno bolchevique y trasladados al Kremlin o a otros lugares seguros. Algunos huevos fueron vendidos o intercambiados por otros bienes a coleccionistas o comerciantes extranjeros, como Armand Hammer o Wartski. Otros huevos fueron robados o desaparecieron durante las guerras o las revueltas.





Los huevos de Fabergé se dispersaron por el mundo y fueron adquiridos por museos, instituciones o particulares. Algunos huevos se han reencontrado después de años o décadas perdidos o ignorados. Por ejemplo, el huevo del tercer centenario fue hallado en 2014 en un mercado de antigüedades en Estados Unidos, donde había sido comprado por 14.000 dólares sin saber su verdadero valor.

La búsqueda de los huevos perdidos o desconocidos sigue siendo un reto para los historiadores, los expertos y los aficionados al arte. Los huevos de Fabergé son objetos únicos e inestimables, que despiertan la admiración, la curiosidad y el asombro de quienes los contemplan.

Los huevos de Fabergé, pues, son más que simples objetos decorativos y obras de arte excepcionales que combinan la maestría técnica, y la creatividad artística. Son joyas que contienen sorpresas, que a su vez revelan historias de una familia, de un país y de una época de esplendor y decadencia. Historias que nos invitan a descubrir los huevos de Fabergé.



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