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CRISTIANOS EN ORIENTE: RESILENCIA EN ESTADO PURO

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El cristianismo en Oriente Próximo, Oriente Medio y Extremo Oriente tiene una larga y rica historia que se remonta a los primeros siglos de la era cristiana. A pesar de ser la cuna de esta fe, la presencia de los cristianos en estas regiones ha disminuido considerablemente con el tiempo debido a las migraciones, la persecución, la guerra y la inestabilidad política. Aun así, las comunidades cristianas en estas áreas mantienen una importante relevancia cultural y religiosa, aunque enfrentan desafíos significativos en su lucha por la supervivencia. El Cristianismo en Oriente Próximo y Medio: Cuna de la Fe El Oriente Próximo es el lugar donde surgió el cristianismo, una región que abarca los actuales territorios de Israel, Palestina, Líbano, Siria, Jordania, Egipto e Irak. Esta zona fue testigo de la vida de Jesús y de los primeros apóstoles, siendo Jerusalén, Antioquía y Alejandría importantes centros del cristianismo temprano. 1. Las Comunidades Cristianas Históricas Iglesia Ortodoxa Co...

EL REINO VISIGODO DE TOLEDO: ORIGEN, ESPLENDOR Y OCASO

El reino visigodo de Toledo fue uno de los principales reinos que surgieron en la Europa occidental tras la caída del Imperio romano. Su historia abarca desde el siglo V hasta el siglo VIII, cuando fue conquistado por los musulmanes. 

Durante este periodo, el reino visigodo experimentó una serie de transformaciones políticas, sociales, culturales y religiosas que lo convirtieron en una entidad singular y compleja. 

Wamba, rey visigodo de Hispania 


Su origen

El origen del reino visigodo de Toledo se remonta al siglo V, cuando los visigodos, un pueblo germánico procedente del este de Europa, invadieron el Imperio romano. Los visigodos eran un pueblo guerrero, nómada y pagano, que se habían convertido al arrianismo, una forma de cristianismo considerada herética por la Iglesia católica. Los visigodos se establecieron primero en la Galia (actual Francia), donde fundaron el reino de Tolosa (Toulouse) en el año 418. Desde allí realizaron incursiones en Hispania (actual España y Portugal), donde los romanos aún mantenían su dominio.

En el año 409, los romanos habían permitido la entrada en Hispania de otros pueblos germánicos, como los suevos, los alanos y los vándalos, para que les ayudaran a defenderse de los visigodos. Sin embargo, estos pueblos se rebelaron contra los romanos y se repartieron el territorio hispano. Los suevos se asentaron en el noroeste (Galicia), los alanos en el centro (Lusitania) y los vándalos en el sur (Bética). Los visigodos aprovecharon esta situación para intervenir en Hispania y someter a estos pueblos.




En el año 456, el rey visigodo Teodorico II derrotó al rey suevo Requiario en la batalla de Órbigo y se hizo con el control de la mayor parte de Hispania. Sin embargo, los visigodos no abandonaron la Galia, sino que mantuvieron su capital en Tolosa y gobernaron Hispania desde la distancia. Los visigodos establecieron una relación de vasallaje con los emperadores romanos de Oriente, que les reconocieron como reyes legítimos de Hispania a cambio de su lealtad y su defensa frente a otros invasores.

En el año 507, el rey visigodo Alarico II fue derrotado y muerto por el rey franco Clodoveo I en la batalla de Vouillé. Esta derrota supuso la pérdida de la mayor parte del territorio galo para los visigodos, que solo conservaron la zona de Septimania (actual Languedoc). El sucesor de Alarico II, Gesaleico, trasladó la capital del reino a Barcelona, pero fue depuesto por Amalarico, hijo de Alarico II y nieto del rey ostrogodo Teodorico el Grande.

Amalarico fue el primer rey visigodo que nació y reinó en Hispania. Bajo su reinado se inició un proceso de consolidación y expansión del reino visigodo en la península ibérica. Amalarico se casó con Clotilde, hija del rey franco Clodoveo I, con la intención de sellar la paz entre ambos pueblos. Sin embargo, el matrimonio fue un fracaso, ya que Clotilde era católica y Amalarico arriano, y ambos se maltrataron mutuamente. Clotilde pidió ayuda a su hermano Clodomiro, que invadió Hispania y derrotó a Amalarico en la batalla de Narbona en el año 531. Amalarico murió asesinado por uno de sus nobles.


La Hispania visigoda en su esplendor


El sucesor de Amalarico fue Teudis, un general visigodo que había servido al rey ostrogodo Teodorico el Grande. Teudis trasladó la capital del reino a Sevilla, donde construyó un palacio y una basílica. Teudis tuvo que hacer frente a las invasiones de los francos, los bizantinos y los vascones, que amenazaban la estabilidad del reino. Teudis logró contener a estos enemigos, pero no pudo evitar la pérdida de la Bética, que fue ocupada por los bizantinos. Teudis murió asesinado por un criado en el año 548.

El sucesor de Teudis fue Teudiselo, otro general visigodo que había sido elegido por el ejército. Teudiselo solo reinó un año, ya que fue asesinado por unos nobles que conspiraron contra él. Tras su muerte, se produjo una guerra civil entre los partidarios de Agila, un noble visigodo, y los de Atanagildo, un noble hispanorromano. Atanagildo pidió ayuda a los bizantinos, que le apoyaron a cambio de cederles parte del territorio. Atanagildo derrotó a Agila y se proclamó rey en el año 551.

Atanagildo trasladó la capital del reino a Toledo, una ciudad situada en el centro de la península, que ofrecía una posición estratégica y defensiva. Toledo se convirtió así en la sede permanente del reino visigodo hasta su desaparición. Atanagildo intentó recuperar los territorios perdidos ante los bizantinos, pero no lo consiguió. También intentó mejorar las relaciones con los hispanorromanos, que eran la mayoría de la población, y con los católicos, que eran la mayoría de los cristianos. Atanagildo se casó con Gosvinta, una princesa franca y católica, y permitió el establecimiento de obispos católicos en su reino. Atanagildo murió en el año 567.


Concilios de Toledo


El sucesor de Atanagildo fue Liuva I, un noble visigodo que era gobernador de Septimania. Liuva I asoció al trono a su hermano Leovigildo, al que encargó el gobierno de Hispania, mientras él se ocupaba de la Galia. Liuva I murió en el año 572 y Leovigildo le sucedió como único rey.

Leovigildo fue uno de los reyes más importantes y poderosos del reino visigodo. Bajo su reinado se llevó a cabo una profunda reforma política, militar, administrativa y legislativa que fortaleció el poder real y la unidad del reino. Leovigildo emprendió una serie de campañas militares que le permitieron someter a los pueblos rebeldes o independientes que habitaban en Hispania, como los suevos, los vascones, los cántabros o los astures. También logró recuperar parte del territorio ocupado por los bizantinos en el sur de la península. Leovigildo creó una moneda propia, el tremís, que sustituyó al sólido romano. También promulgó un código de leyes, el Liber Iudiciorum, que recogía las normas jurídicas aplicables a todos los habitantes del reino, tanto visigodos como hispanorromanos.

Sin embargo, Leovigildo tuvo que enfrentarse al problema religioso, que amenazaba la cohesión y la paz del reino. Leovigildo era arriano y trató de imponer su fe a todos sus súbditos. Para ello convocó varios concilios arrianos y persiguió a los católicos. Sin embargo, su política religiosa provocó la oposición y la resistencia de muchos sectores de la población, especialmente de los hispanorromanos y de algunos nobles visigodos que se habían convertido al catolicismo. Entre estos últimos se encontraba su propio hijo Hermenegildo, que se rebeló contra su padre con el apoyo de los bizantinos y de los suevos. Hermenegildo se proclamó rey en Sevilla y defendió la causa católica. Leovigildo lo derrotó y lo capturó en el año 584. Hermenegildo fue ejecutado al año siguiente por orden de su padre.


Derecho visigodo


Leovigildo murió en el año 586 y fue sucedido por su otro hijo Recaredo, que cambió radicalmente la política religiosa de su padre. Recaredo se convirtió al catolicismo y convocó el III Concilio de Toledo en el año 589, donde se proclamó la unidad religiosa del reino bajo la fe católica. Recaredo también se reconcilió con los hispanorromanos y con los obispos católicos, que le apoyaron en su gobierno. Recaredo continuó la obra de su padre y consolidó el poder y la extensión del reino visigodo. Recaredo murió en el año 601 y fue enterrado en la iglesia de Santa Leocadia de Toledo.

Su esplendor

El siglo VII fue el siglo de oro del reino visigodo de Toledo, que alcanzó su máximo esplendor político, social, cultural y religioso. Bajo los sucesores de Recaredo, el reino visigodo logró mantener su independencia y su hegemonía frente a los francos, los bizantinos y los musulmanes, que amenazaban sus fronteras. El reino visigodo también logró integrar y asimilar a los diversos pueblos y culturas que convivían en Hispania, como los hispanorromanos, los judíos, los vascones o los mozárabes. El reino visigodo se convirtió así en una entidad singular y compleja, que combinaba elementos germánicos, romanos y cristianos.

Entre los reyes más destacados del siglo VII se pueden mencionar a Liuva II, Witerico, Gundemaro, Sisebuto, Recesvinto, Wamba, Ervigio y Égica. Estos reyes continuaron la reforma legislativa iniciada por Leovigildo y promulgaron nuevos códigos de leyes que regulaban todos los aspectos de la vida del reino. Entre estos códigos se pueden destacar el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo, que unificó el derecho visigodo y el romano; el Liber Constitutionum o Fuero Real, que recogió las leyes promulgadas por los distintos reyes; y el Liber Iudicum Populi Romani o Breviario de Alarico, que recopiló las leyes romanas vigentes para los hispanorromanos.


Tremis de Leovigildo


Estos reyes también impulsaron el desarrollo cultural y artístico del reino visigodo, que se manifestó en la literatura, la arquitectura, la escultura, la pintura y la orfebrería. Entre las obras literarias más importantes se pueden citar las Historias de Isidoro de Sevilla, que narran la historia del mundo desde la creación hasta el siglo VII; las Etimologías de Isidoro de Sevilla, que son una enciclopedia del saber antiguo y medieval; las Crónicas de Juan de Biclaro y de Julián de Toledo, que relatan los acontecimientos del reino visigodo; y las obras poéticas de Eugenio de Toledo y Braulio de Zaragoza, que expresan sentimientos religiosos y humanos.

Entre las obras artísticas más relevantes se pueden mencionar las iglesias visigodas, que son edificios de planta basilical o cruciforme, con arcos de herradura y bóvedas de cañón; los sarcófagos visigodos, que son cajas de piedra decoradas con relieves geométricos o figurativos; las pinturas visigodas, que son frescos o miniaturas que adornan las paredes o los códices; y las joyas visigodas, que son piezas de oro o plata engastadas con piedras preciosas o esmaltes.


Isidoro de Sevilla


Estos reyes también fomentaron el desarrollo religioso y eclesiástico del reino visigodo, que se plasmó en la celebración de concilios toledanos. Estos concilios eran asambleas donde se reunían los obispos y los nobles para tratar asuntos relacionados con la fe, la moral, la disciplina y la política. Los concilios toledanos fueron dieciocho en total y tuvieron una gran influencia en la historia del reino visigodo. Entre los temas más debatidos se pueden destacar la unidad religiosa frente al arrianismo, el judaísmo o el islam; la elección y la sucesión de los reyes; la defensa y la reforma de las leyes; y la relación entre la Iglesia y el Estado.

Su ocaso

El siglo VIII fue el siglo del ocaso y la desaparición del reino visigodo de Toledo, que sucumbió ante la invasión musulmana. El reino visigodo entró en una profunda crisis política, social, económica y religiosa que debilitó su cohesión y su resistencia. Entre las causas de esta crisis se pueden señalar las siguientes:

  • La inestabilidad dinástica y la falta de legitimidad de los reyes. Los reyes visigodos no tenían una línea de sucesión clara y definida, sino que eran elegidos por la nobleza y el clero entre los miembros de la familia real. Esto provocó luchas internas por el poder, conspiraciones, rebeliones y asesinatos. Muchos reyes fueron depuestos o muertos antes de consolidar su autoridad. Entre los reyes más débiles y efímeros del siglo VIII se pueden mencionar a Witiza, Rodrigo, Agila II o Ardón.
  • La división y el enfrentamiento entre los distintos grupos sociales. El reino visigodo estaba formado por una sociedad jerarquizada y desigual, donde convivían los visigodos, los hispanorromanos, los judíos, los vascones y los mozárabes. Estos grupos tenían intereses y aspiraciones diferentes, que chocaban entre sí. Los visigodos eran la minoría dominante, que ostentaba el poder político y militar. Los hispanorromanos eran la mayoría sometida, que soportaba la opresión fiscal y jurídica. Los judíos eran una minoría perseguida, que sufría la discriminación religiosa y social. Los vascones eran un pueblo indómito, que se resistía a la dominación visigoda. Los mozárabes eran cristianos que vivían bajo el dominio musulmán, que mantenían su fe y su cultura.

Iglesia visigoda en Hispania


  • La decadencia y el empobrecimiento de la economía. El reino visigodo tenía una economía basada en la agricultura, la ganadería, el comercio y la artesanía. Sin embargo, esta economía sufrió un retroceso y una crisis debido a varios factores. Entre ellos se pueden destacar las guerras internas y externas, que causaron destrucción y despoblación; las malas cosechas y las hambrunas, que provocaron escasez y miseria; las plagas y las epidemias, que ocasionaron mortandad y enfermedad; y la corrupción y la injusticia, que generaron descontento e inseguridad.
  • La pérdida de identidad y de cohesión religiosa. El reino visigodo se había definido como un reino católico, que defendía la ortodoxia frente a las herejías o las otras religiones. Sin embargo, esta identidad se debilitó y se fragmentó debido a varios factores. Entre ellos se pueden destacar el cisma de los obispos hispanos con Roma, que se produjo por  la adopción de la liturgia mozárabe, que difería de la romana; la influencia de las doctrinas orientales, como el monofisismo o el nestorianismo, que cuestionaban la naturaleza de Cristo; la presencia de los judíos y los musulmanes, que practicaban otras religiones y que a veces eran tolerados o protegidos por los reyes; y la falta de formación y de moralidad de algunos clérigos, que provocaron el desprestigio y el escándalo de la Iglesia.

Joya visigoda


Todos estos factores contribuyeron a debilitar el reino visigodo y a facilitar su conquista por parte de los musulmanes, que invadieron la península ibérica en el año 711. Los musulmanes eran un pueblo árabe y bereber que profesaban el islam, una religión monoteísta fundada por Mahoma en el siglo VII. Los musulmanes habían creado un gran imperio que se extendía desde Arabia hasta el norte de África y que estaba dirigido por el califa, el sucesor de Mahoma.

Los musulmanes cruzaron el estrecho de Gibraltar al mando de Tariq ibn Ziyad, un general bereber al servicio del gobernador musulmán de África, Musa ibn Nusayr. Los musulmanes aprovecharon la división y la debilidad del reino visigodo, que estaba gobernado por Rodrigo, un rey cuestionado por algunos nobles que apoyaban a Agila II, un pretendiente al trono. Los musulmanes derrotaron al ejército visigodo en la batalla de Guadalete, donde murió Rodrigo. Los musulmanes avanzaron rápidamente por la península, conquistando las principales ciudades y sometiendo a los pueblos que encontraban. Algunos nobles visigodos se rindieron a los musulmanes y les entregaron sus territorios. Otros se resistieron y se refugiaron en las montañas del norte, donde fundaron los reinos cristianos de Asturias, Navarra y Aragón.

El reino visigodo de Toledo desapareció así ante el avance imparable de los musulmanes, que crearon al-Ándalus, una entidad política y cultural que duró casi ocho siglos. Sin embargo, el reino visigodo no se extinguió del todo, sino que dejó una huella profunda e indeleble en la historia y la cultura de España. El reino visigodo fue el heredero del Imperio romano y el precursor de los reinos cristianos medievales. El reino visigodo fue el crisol donde se fundieron los elementos germánicos, romanos y cristianos que conformaron la identidad española. El reino visigodo fue el testimonio de una época singular y compleja, que merece ser recordada y estudiada.




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